Los orígenes de una novela. Conversación con Mikel Ruiz a propósito de “Los disfraces de la muerte”
Alguna vez me pronosticaron que a Mikel Ruiz (Chamula, Chiapas, 1985) lo perseguirían integrantes de esa entidad-comodín de México llamada crimen organizado porque en su novela, La ira de los murciélagos, abordaba el narcotráfico, el consumo de drogas y el crimen en un lugar como San Juan Chamula, cuya aura de misterio ha servido para que, por ejemplo, cobren la entrada al templo (lugar donde las efigies católicas se mezclan con velas, copas de pox y envases de Coca-Cola). La existencia de criminales lectores cuyos asesores literarios les comunicaran alguna novedad editorial donde se les denostara, restituía la importancia del libro como artefacto peligroso; por eso le pregunté su tuvo algún desencuentro y me contestó que jamás recibió una amenaza o, al menos, un comentario semejante a los que supuse.
La aparición de La ira de los murciélagos, sin embargo, ha suscitado opiniones. Fue la consolidación de Mikel como trabajador de una narrativa que comenzó con Los hijos errantes y ya cuenta con cuatro novelas publicadas; en 2024 aparecieron El origen de la noche– ganadora del premio Nezahualcóyotl en 2023– y Los disfraces de la muerte. Sobre esta última charlamos.
–Para escribir esta novela hubo, como en las anteriores, un proceso que llamas de investigación, ¿cómo fue en este caso?
-Comencé a concebir la novela cuando estaba escribiendo La ira de los murciélagos; Ponciano, uno de los personajes de esa narración, un día sale de su mansión y, al frente de ella, se topa con una estatua de concreto, que se supone que es la figura de un chamula tradicional, pero, en vez de un bastón de mando, tiene un cuerno de chivo[1]. Se me hizo muy raro que Ponciano tuviera una estatua que idolatrara y mi pregunta durante la escritura de la novela fue quién era ese personaje que tenía un cuerno de chivo. Era la representación de un hombre chamula tradicional y que Ponciano considerada un modelo a seguir. Yo no sabía quién era ese sujeto y, en el proceso de comprender a Ponciano, investigué a quién correspondía esa estatua y me acordé de la estatua de Chamula. Desde que tengo uso de razón siempre ha estado ahí y yo nunca pregunté de quién era.
Entonces, en una ocasión, fui a Chamula a ver de quién era, pensando que era la misma imagen que tiene Ponciano en su casa. Ya cuando estaba allí, vi una plaquita con la información de la estatua que dice que la puso un presidente de Chamula, en el setentaytantos, llamado Lorenzo Pérez Jolote, hijo de Juan Pérez Jolote. Y se me hizo raro porque Lorenzo Pérez Jolote fue uno de los presidentes más sanguinarios en Chamula; expulsaba a los que se volvían evangélicos, y ya desde ahí me dije: ¡Claro, Ponciano es evangélico y su familia fue expulsada de su paraje!
Cuando quise entender la estatua de Ponciano, vi el tema de las expulsiones; ya sabiendo quién puso la estatua, ahora tocaba saber cuál imagen tenía en mente Ponciano. Lo que hice fue buscar personas en Chamula y se me ocurrió buscar al que era el encargado de la casa de la cultura entonces; lo ubicaba más o menos y le pregunté. El hombre me dijo que se colocó cuando se enfrentaron muy fuerte los católicos con los evangélicos y, en La ira de los murciélagos, narro cómo fueron esos enfrentamientos. En la época de ese conflicto, había otra estatua de madera, ubicada en la antigua casa de la cultura de Chamula Lorenzo la mandó tirar para colocar la que ahora está; la tumbó porque esa estatua de madera correspondía a Jacinto Pérez “Pajarito” y, cuando llegaron los evangélicos y se enfrentaron duramente con los tradicionalistas católicos, estos creyeron que era una repetición de la historia porque, según mucha gente, esa entrada de evangélicos ya había sucedido en Chamula en 1900 …no concuerda esto, obviamente. Ellos creían que el conflicto que se vivía en los setenta era un eco que se vivía desde Jacinto Pérez “Pajarito”, por tanto, la estatua que había allí era la culpable y por eso la mandaron tumbar y la quitaron porque él era quien había intentado cambiar la religión.
Fíjate que, en el mismo proceso que estaba escribiendo esta novela, mi suegro, que es albañil y lector, me dice que si me interesa un libro llamado Jacinto Pérez, “Pajarito”: el último líder chamula de Prudencio Moscoso Pastrana. Yo pensé: ya es mucho que me llegue este material; es una señal de que el personaje me está llamando. Entonces leí el libro y me pareció muy interesante la historia; entendí un poco de por qué hablaban que llevó la biblia a Chamula.
Pajarito aprendió español y, después de la leva de Porfirio Díaz, regresa con el grado de sargento. Sabía leer y escribir y el padre de San Cristóbal lo llamó para trabajar con él porque le vio potencial; le encargó llevar a la congregación jesuita a chamula y, de algún modo, como él sabe leer se hace catequista. Ya en chamula creyeron que era un problema y conectaron eso con la iglesia presbiteriana de los setenta y por eso dicen que Pajarito cambió al pueblo.
Empiezo a investigar más sobre Pajarito y reviso documentos históricos. Lo que no me gustaba de Moscoso Pastrana es que en el título aparecía que Jacinto Pérez, “Pajarito”, era el último líder tsotsil: en eso veo un dejo de racismo donde responsabiliza a Pajarito como el que acecha a la ciudad, el que hizo barbaridades en la guerra, se le achacaron todos los problemas y dejaron de lado a los ladinos; él nunca habla mal de los ladinos.
También investigué dentro de mi comunidad; un día de todos los santos se me ocurrió preguntarle a mi abuela por Jacinto Pérez y ella me dijo que era un personaje malo, que murió mucha gente y era causante de problemas. Ese imaginario era compartido por mucha gente de Chamula.
Obviamente uno, que ya más o menos sabe leer ficción y esas cosas, no puede quedarse con una mirada sobre un personaje y pensar que existen malos y buenos sino más bien que las personas se construyen, cambian; uno no nace siendo malo como tampoco nace siendo bueno, entonces mi pregunta fue qué pasó con Pajarito y si qué era lo que realmente quería. Se sabe que antes de irse a la guerra con los coletos, él ya tenía mucha gente antes a su favor; quería ver cuál era su deseo y busqué en qué otros documentos aparecía, además de recopilar historias orales.
Encontré un libro de Enrique Pérez Jolote y Arturo Lomelí sobre el movimiento revolucionario en Chiapas; buscaban recuperar los relatos de los hijos o nietos de quienes participaron. Ahí encontré relatos sobre Pajarito. También leí el libro Los confines de la utopía, de Alfredo Palacios Espinosa, Resistencia y utopía, de Antonio García de León, y Rastros de sangre, escrito por un militar que partició en la guerra contra pajarito y me sirvió mucho porque él cómo veían y escuchaban de pajarito. Una información muy interesante que encontré fue cartas y telégrafos; entonces entrábamos a mensajes reales, que los mezclo en uno de los capítulos.
-¿Cómo aparece el llamado del colibrí? Con él, hay una superposición de imágenes y voces, como cuando Jacinto le habla a su hijo: “Una faja de manta envolvía mi abdomen. Mi calzón también era de manta. No sabía dónde carajos estaba. Alcé la cabeza, respiré profundo. Imágenes de sangre y alaridos de dolor se mezclaban entre el humo y el ruido de disparos de armas. Todo era confuso. Un sentimiento de culpa me oprimía el corazón. Como ahora, hijo, los chasquidos del colibrí reunían un recuerdo encima de otro como si quisieran contarme algo a toda prisa.”
-Tenía el conflicto de usar el nombre “Pajarito” porque, si se lo colocaba al personaje, iba a pintar una novela histórica que reconstruía la vida de Jacinto o una etapa. Los datos reales son una base, pero juego con la historia. En realidad, en el español, pajarito no significa nada, ¿a qué pájaro se refiere? Pajarito, se entende como un sobrenombre o un diminutivo; en cambio, en Tsotsil es un pájaro en concreto; es café y come muchos ciruelos, además es grande.
A partir de esa diferencia, jugué con el tipo nagual del personaje porque, pese a las confusiones históricas en su descripción, era un hombre pequeño, era un chaparrito y de ojos pequeños; se me hizo más curioso, en la presentación del rostro de pajarito, usar una pequeña ave que fuera su nagual. Esto coincide con Ignacio Tz´unun, de Los hijos errantes, pues tz´unun es colibrí y, en la cultura tsotsil, juega una serie de creencias complejas porque tiene muchas connotaciones en su simbolismo que el ave no tiene una sola representación simbólica. Trabajé con muchas simbolizaciones en diferentes escenarios de la vida de una persona y jugué con el Ik´nabil, que es un apellido que sí existe. Mi papá tuvo un amigo que se llamaba Ik´alnabil, que para mí era un personaje malo sin saber por qué; ik es oscuro en tsotsil y nabil es laguna, pero resulta que, en tseltal, es mal o alma, entonces es como el del alma oscura.
-El mal está diseminado, no hay un depositario del mal, no está en solo una persona…
Al final, la novela es una exploración de los personajes oscuros que no significan malos; los oscuros son los personajes complejos, es la exploración de la novela; es explorar a un personaje oscuro en su mundo; es entrar en ese mundo, entrar en el mundo del malo. En El origen de la noche, por ejemplo, el narrador es un paramilitar que perpetra una masacre. Hay una línea de trabajo con personajes oscuros y Pajarito es un personaje oscuro.
Hay una escena central de Los disfraces de la muerte donde Mariano Tentsun le pregunta a Jacinto Ik´alnabil: “acá estamos enfrentándonos dos personas que sabemos lo que hemos hecho pero la historia nos juzgará”; me parece que ahí está la clave de la lectura del mal y es que la historia se acomada al interés de la persona que lo realice; no existe ni bueno ni malo entre ellos dos, en el sentido que ambos matan y justifican sus actos. Los dos personajes son un juego de espejos entre ellos dos. La significación del mal es una construcción; cuando uno de ellos dice que “la historia nos juzgará” significa que la gente decidirá si fueron malos o buenos.
Se dice que Jacinto venía con un grupo de personas y se habla de un hijo de él que lo acompaña para comprar una carne para el día de muertos. Es cuando lo apresan y lo llevan a la cárcel de Santo Domingo y, en el transcurso de horas, llega su sentencia de muerte por el costal de huesos que, como prueba, Mariano trae. Y nunca se menciona de qué huesos se trata, todo eso lo recreé en el tercer capítulo, eso fue pensando en la contraparte de Pajarito mientras él estaba en la guerra. Y esa suerte que te da la imaginación no es libre sino que complementa el vacío de la historia. Esto se me hizo muy interesante porque es un tsotsil el que condena a otro tsotsil que también es de Chamula.
Tuve en la mente a un personaje que vi en San Cristóbal; él vivía en el alcoholismo y echaba un discurso raro donde decía que podía matar a quien quisiera. Hablaba con un tono de coraje y no sé por qué, pero me acordé de este hombre y lo identifiqué con Mariano, que es alcohólico. Reconstruí su vida y me pregunté qué puede sucederte para tener un escondite en el alcohol, debe ser algo tan fuerte como que te maten un hijo, por ejemplo, entonces lo recreé y puse que él era líder hasta que Pajarito lo destronó y por eso se enoja más. Cuando entrega los huesos para que dicten sentencia contra Pajarito, y queda solo una noche por la ejecución, me pregunté qué podía pensar Jacinto porque, además, compartía prisión con su hijo y así narro.
Primero concebí toda la historia, la circularidad, de algun modo, porque primero sabemos la sentencia y luego los personajes, entonces, en la pausa de la noche, Jacinto va a contar todo. Pajarito se vuelve narrador durante la noche, como en las mil y una noches, pero es la noche anterior a su ejecucipn donde empieza a contar: es una historia dentro de la historia.
Yo tenia dos títulos: Los disfraces del fuego y Los disfraces del colibrí; el primero por la memoria y el segundo por los cambios del colibrí, era un poco ese juego de los disfraces, pero, al final, tratando de encontrar algo que conecte más significativamente, no importa qué disfraz tengas, la muerte te va a agarrar. En el juego de espejos no son más que rostros de la muerte porque Pajarito era una muerte y Mariano también. Entonces todos son disfraces: la muerte de todos o todos somos disfraces de la muerte. La novela explora la obscuridad en diferentes ámbitos; en un ámbito físico, en este caso los árboles, la oscuridad de la cárcel y la oscuridad de una persona o la oscuridad creada sobre una persona, todo ese lado que no está en la luz.
-Jacinto está preso y ve irrumpir las sombras, pero el tipo no va a salir de ahí sino para que lo maten, la revelación última es la muerte…
-Si hay una sola verdad es que lo van a matar, pero no es una iluminación, lo que lo subsume como tal es justamente a oscuridad, como todos al final. Todos tenemos algo de oscuro en esta historia; dependemos del contexto de dónde nos toca vivir; podemos jugar con nuestros rostros, porque finalmente todos jugamos con nuestros rostros. Somos disfraces sobre disfraces y ¿qué pasaría cuando te quitas todos tus disfraces? La muerte
-Acá lo que relata Jacinto: “Disparaba mi fusil, encabronado. Mis soldados seguían tapándose las orejas en cada tiro. Agachados, el enemigo los sorprendía con sus balas; agachados, caían más rápido al piso y los abrazaba la muerte envuelta de noche, de aire, de miedo; la muerte disfrazada de egoísmo se carcajeaba con el teniente coronel que no dejaba de disparar a los militares tuxtlecos; la muerte zumbando en cada bala, relinchando con las bestias; la muerte pisoteando a mis hombres.”
-Hay otra escena que se me hizo muy importante poéticamente, una imagen poética para mi muy fuerte es cuando, después del ataque en Chapilla, Jacinto y a lo lejos voltea a ver el humo, las formas de los caballos en el humo, en la oscuridad.
-Es constante la presencia de la noche.
-Hay una literatura que al final explora lo oscuro. Es esa línea que sigue a lo oscuro en diferentes ámbitos y hay una suerte de ambientación y quizá una suerte de conflicto psicológico.
– Esto se encadena con lo que mencionas: “A unos metros del río Chiquito, nos escondimos tras los pastizales y milpas en dobla. No se podía ver nada al otro lado del puente. Sólo el rumor del río se anunciaba con fuerza. El oficial Tovilla seguía necio. Allí están los capitanes Culebro y Gamboa esperándonos, mi teniente coronel. Los vio el cabo Maclovio. Están esperando que nosotros crucemos para soltarnos los balazos. Al escuchar su nombre, el centinela se paró frente a Anselmo. Ahí están, mi teniente, clarito los escuché. El teniente coronel frunció las cejas. En ese momento creyó oír los cascos de unos caballos que pasaban por un encajonado del río. Yo, por más que aguzaba el oído, no escuchaba nada. Sin consultármelo, el teniente coronel ordenó abrir fuego. En ese momento creímos que la caballería se replegaba. Pero no tardaron en responder los disparos. La descarga salió de entre los pastizales. Una iguana saltó de una roca para esconderse entre la maleza. En cada estallido de fusil mis compañeros se agachaban y soltaban sus escopetas para taparse las orejas. Algunos apretaban los mangos de sus machetes, lanzas y luques, a la altura de la cabeza. ¡Cómo se podía ganar una guerra así? La bruma que ascendía del río nos turbaba la vista.”
-Hay cosas que fueron intencionales y otras que no fueron muy planeadas, sino que se dieron en el contexto pero, al final, uno ve que todo se conecta y esa fue una de las intenciones de la escritura: que todo se conectara, que tuviera una conexión con lo que sucede. El ambiente juega un papel importante en la novela: lo gris, lo oscuro, las sombras; juegan paralelamente a los personajes y los vemos, a la par, en sombras, en la bruma; hay una sensación de presencias, así como las sombras en la pared. En la bruma tú ves algo, pero no a la presencia como tal sino la apariencia en la niebla; hay una suerte de conjetura de lo que podemos ver como realidad, pero también esa otra parte que puede suceder en la realidad que no es realidad, como lo sueños y, al final, el colibrí, que es simbolismo del eco: sus chasquidos son los que más resuenan.
Algo me sucedió después de escribir la novela, justo en la entrada de la pandemia: me contacta Jan Rus, que sabía de mi trabajo, con otras personas y nos invitó a su casa. Allá nos cuenta una historia que a mí me sorprendió muchísimo y me comenta que Gary Gosen, un antropólogo que vino en los cincuenta y sesenta, le dijo: “Mira, voy a donar todos mis materiales y me gustaría que se los llevaras a la gente de Chamula, porque mucho material es la hstoria de Chamula. Si pudieras llevárselos, te lo encargaría”. Le mandó unas cajas de cuadernos que contienen transcripciones de entrevistas de gente que fue a luchar con Pajarito.
Yo me dije: “¿qué pasa? ¿Por qué así?”. Justo busqué esa información para escribir mi novela y, cuando la suelto, aparece todo esto. Eran más de dos mil páginas de unas cien personas entrevistadas por Gary Gosen, escritas en tsotsil sobre personas que fueron y testimonios directos e indirectos de personas de segunda generación, que fueron hijos de quienes pelearon. Al final, lo mío no es histórico porque me acordé que, en el momento de la investigación, encontré otros libros que contaban cosas de Pajarito que o no las creía. Creo que el investigador busca una información específica de lo que necesita.
-Cuéntanos lo relativo a las traducciones y escritura de textos hechos por personas que hablan lenguas distintas a las variantes de la española.
-En la literatura de los escritores indígenas, marcados de ese modo, hay muchos prejuicios y uno es el de la traducción. Mucha gente piensa que todos los escritores indígenas escribimos en español primero y luego lo traducimos. Eso me ha parecido una lectura despreciativa, hasta cierto punto racista, es un encajonamiento como debebos escribir los indígenas y esta es la camisa de fuerza que obligan a un escritor para seguir ciertos pasos. En mi caso, la traducción ha sido un problema porque nuestra formación ha sido en español y aprendemos las lenguas maternas como segunda lengua, no es excusa de no dominarlo, al contrario, la domino; nos piden que escribamos en nuestras lenguas y nos piden que traduzcamos, lo cual me parece contradictorio porque nos piden que escribamos en nuestra lengua, pero no solo en ella. Es por eso que muchos compañeros escritores dicen que no deberíamos hacer eso porque es un doble trabajo, por eso se presta a pensar en literatura bilingüe pero eso es como hablar a una literatura creada en dos idiomas. Eso ha sido un trabajo muy pesado para muchos escritores y motivo de queja, muchos debemos escribir el doble para ser publicados o becados, en ese sentido, en Los disfraces de la muerte, he jugado con la traducción, no he trasladado un mundo a otro espacio sino, en el proceso de traslado, retoqué la historia, de tal modo que en ese traslado hata otra historia y sea una versión porque ya no tiene como tal su conexión con su origen. Entonces el libro se separa más ampliamente para que la traducción se pueda leer como otra versión; he usado un elemento en la traducción para crear ese efecto o despegar el texto original como una suerte de alteridad, crear un segundo rostro pero con una variación:un elemento que retoco es que, en el desarrollo del drama, el personaje, en español, antes de salir de su casa revisa una caja donde hay un revólver que tiene cuando participó en la leva de Porfirio Diaz y lo conserva como premio y recuerdo, lo conserva con ese valor, quizá de triunfo pero también como un recuerdo de lo malo. En español, mira el revólver y se lo lleva pero no con la idea de confrontar; tiene algo ese revólver que lo hace vivir una emoción por el hecho de tenerlo y, cuando lo apresan en San Cristóbal, es la prueba de que iba a enfrentar y comprueba la teoría de los carracistas que pretendía un indio levantarse contra los revolucionarios, eso funcionó y con eso se desarrolla el drama. En tsotsil, el personaje, cuando ve la caja, observa el revólver y el recuerdo y la evocación le dice que no tiene que llevarlo a la ciudad y, en fecto, lo ve y se va sin él; cuando llega a la ciudad lo apresan y buscan otro elemento para mantenerlo preso, al final aparece otro revólver que ya no lo saca Jacinto Ik´alnabil sino el militar que lo está fusilando; le da el tiro de gracia con un revólver, pero en tsotsil lo busca entre los compañeros, hay un cambio en el drama y eso es un mero juego que al menos en este caso quise hacer en esta novela.
Otro ejercicio de la traducción, que tiene que ver con El origen de la noche, es la historia de una niña que ve a su madre morir por culpa de un padre que participó en a masacre de Acteal, la narración es omisciente pero con punto de vista de la niña, esto es en tsotsil porque en español el personaje es un niño.
-¿Te dicen algo los editores?
-No, no se han dado cuenta.
[1] Fusil AK-47