Centroaméxico: mexicanidad + centroamericanidad = centroamexicanidad. Por Balam Rodrigo

«El norte trabaja, el centro piensa y el sur descansa» reza el retrógrado y xenófobo dicho popular que suele escucharse en México cuando se discute en términos comparativos sobre el “progreso” de las sociedades que habitan las distintas latitudes geográficas de nuestro país. Por otro lado, como escritor nativo y habitante de Chiapas, provincia ubicada en la Frontera Sur (Frontera Sur), región que supuestamente “descansa” perennemente sobre la incómoda hamaca de su compleja y errática historia, me interesa cuestionar la manera en que los sureños somos y hemos sido vistos desde el noroeste, el noreste, el centro, el occidente, y desde cualquier otro ángulo o latitud geográfica, política, antropológica, económica, ideológica o sociológica. Una parte de la literatura producida a finales del siglo XX y en las primeras décadas del XXI en Chiapas puede servir como brújula identitaria para establecer el panorama literario y el rumbo estético al que pretendo llegar y del que nunca hemos salido: Centroamérica. Cierto es que las figuras literarias más conspicuas de esta tierra en parte mexicana siguen siendo Rosario Castellanos y Jaime Sabines, a los que deben agregarse la casi desconocida narradora Blanca Lydia Trejo, el dramaturgo Carlos Olmos, los tres chiapanecos que integraron La Espiga Amotinada, Eraclio Zepeda, Juan Bañuelos y Óscar Oliva, así como el escritor total Roberto López Moreno. Asimismo, es pertinente señalar que la narrativa actual de Chiapas vive un auge importante: en novela, destaco la obra reciente de Claudia Morales (Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 2015), Jorge Zúñiga y Gabriel Velázquez Toledo (que obtuvieron el Premio Nacional de Novela Negra “Una vuelta de tuerca” en 2019 y 2020, respectivamente), Nadia Villafuerte, Ney Antonio Salinas, Ornán Gómez, Luis Antonio Rincón (Premio de Novela Juvenil Norma FeNAL 2020), Alejandro Aldana Sellschopp y especialmente Mikel Ruiz, crítico, narrador y ensayista que escribe tanto en lengua tsotsil como en español y es autor de las novelas Los hijos errantes (Coneculta-Chiapas, México, 2014) y La ira de los murciélagos (Camelot América, México, 2021). Esta última, escrita únicamente en español, es quizá la primera novela sobre el narcotráfico ambientada en San Juan Chamula, pueblo natal de Mikel, que retrata eficazmente las entrañas de la violencia derivada de la guerra fratricida por hacerse del control de la plaza en territorio indígena donde los cárteles y el narco se gestan en tsotsil. En esta lengua también escriben el ensayista y narrador Delmar Penka y la dramaturga Petrona de la Cruz Cruz, mientras que el cuentista y novelista Josías López Gómez (Premio Literaturas Indígenas de América 2015), ha desarrollado una sólida obra en lengua tseltal y en español.

La mayor parte de los libros de las y los narradores señalados tiene como escenario discursivo la Frontera Sur y los temas giran en torno a las problemáticas comunes de la región (migración, conflictos interétnicos y religiosos, narcotráfico, cosmovisión de los pueblos originarios, aculturación, dominio del paisaje urbano sobre el rural, entre otros). En cuanto al cuento y el ensayo en Chiapas, existen dos libros que han abordado puntualmente el desarrollo de estos géneros en la entidad: El cuento en Chiapas (1913-1915) (Coneculta-Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, 2017) de Alejandro Aldana Sellschopp y Antología del ensayo moderno en Chiapas. Esbozo de una historia cultural (Coneculta-Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, 2017) de Ignacio Ruiz Pérez. Pero lo que aquí me interesa señalar son las particularidades y rasgos (principalmente lingüísticos) que hacen de la literatura de Chiapas, en términos identitarios, parte de la literatura centroamericana, es decir, destacar la pertenencia de Chiapas a la tradición literaria de Centroamérica, sin olvidar que también forma parte indiscutible de la literatura mexicana.

Por otro lado, el discurso de las y los autores originarios de Chiapas y la Frontera Sur genera, por sí mismo, una semiosfera distinta que, aunque menos conocida, tiene una dirección identitaria distinta al de la llamada norteñidad: desplaza, de hecho, la Frontera Sur hacia el norte.

De ahí que una de las preguntas a responder en este ensayo es, si de modo similar a la norteñidad —y su bastardo posmoderno, la posnorteñidad— existe algún equivalente en el sur-sureste de México que podamos llamar sureñidad o bien, un concepto o constructo similar.

Desde una percepción literaria, considero que existen rasgos identitarios más cercanos y específicos que pueden hallarse no en la narrativa, sino en la poesía de la Frontera Sur México-Centroamérica, principalmente los relacionados con la variante dialectal del español de Chiapas y las lenguas originarias existentes (identidades lingüísticas compartidas), la histórica y ancestral movilidad humana en el istmo centroamericano (migraciones), la estrecha tradición lírica (una poética común), la literatura emergente en lenguas originarias en el área centroamericana (distintas a los ciclos literarios del indigenismo antropológico), el surgimiento de un movimiento literario centroamericanista en México (Chiapas=Centroamérica), el singular desarrollo de la poesía testimonial en la región (aproximadamente un siglo de continuidad entre Chiapas y Centroamérica), y a la que habrá que sumar, además de su filiación con los movimientos insurgentes y la profunda desigualdad social como temas, las diversas violencias del Estado y aquellas derivadas del modelo capitalista neoliberal, el narcotráfico y los cárteles como el nuevo terrorismo regional y global, temas y tópicos todos ellos hallados en la poesía de Chiapas.

Por ello la necesidad de encontrar, caracterizar y puntualizar, desde otro punto de vista —el de la poesía— los rasgos de identidad señalados y compartidos por los habitantes de la Frontera Sur y Centroamérica, y considerar si tales rasgos y características pueden reconocerse como identidades culturales y literarias, a la vez que el marco identitario perfilado se constituiría como una geopoética común. A partir de estas reflexiones, propongo los siguientes constructos identitarios:

1) Centroaméxico: espacio geopoético y geoliterario en el que pueden hallarse y compartirse los rasgos culturales y literarios que caracterizan a la poesía/literatura de Chiapas (y otros estados de la Frontera Sur) y Centroamérica, más cercanos que aquellos que la identifican exclusiva y únicamente con la poesía mexicana, sin olvidar que forma parte, también, de su tradición.

2) Centroamexicanidad: mexicanidad + centroamericanidad: identidad cultural múltiple de aquellas personas que comparten rasgos identitarios comunes tanto a los mexicanos, como a los centroamericanos, y que no está dada por el mestizaje forzado (mexicanización), la asimilación o apropiación cultural (hibridación o aculturación), la imposición cultural hegemónica (económica o política), sino por un pasado y un presente continuos y no disruptivos en términos ancestrales, al compartir, abrevar y participar de la misma memoria cultural colectiva (el imaginario centroamericano y la cosmovisión mesoamericana), pese a las adversas circunstancias geopolíticas.

3) Centroamexicano/a: quien comparte de manera natural el espacio identitario geolingüístico, geopoético, geocultural y multiétnico, a la vez mexicano y centroamericano (léase: Centroaméxico) que puede establecerse desde Chiapas, y parcialmente desde otros estados de la Frontera Sur), Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, hasta Panamá (ramificándose incluso hacia el Caribe), sin la necesidad de adaptarlo o adoptarlo, porque históricamente ha permanecido, perdurado y sigue estando ahí, y aunque invisibilizado, se manifiesta de manera inconsciente entre sus habitantes, pero se revela consciente y decididamente en la obra de sus escritores, generando, incluso, una postura centroamericanista, un reciente movimiento cultural centroamericano/centroamexicano en Chiapas.

Lo más trascendente en términos identitarios y geopoéticos es que las evidentes huellas de la centroamexicanidad, aunque dispersas, se hallan escritas y están insertas en cientos de libros de poesía, por lo que pueden seguirse, rastrearse e identificarse en la poesía escrita en Chiapas desde hace más de un siglo, logrando sortear la incorporación política de Chiapas a México, la prohibición de las lenguas originarias, la discriminación contra los pueblos y comunidades indígenas binacionales (mexicanas y guatemaltecas: Guatemex, además de las beliceñas), la proscripción oficial del dialecto centroamericano del español de Chiapas, y la mexicanización violenta, forzada, de la cultura centroamericana-chiapaneca, por la imposición del Estado mexicano, de un nacionalismo reduccionista, centralista, unicultural y etnocéntrico. ¿Por qué ha sido menos difícil para la mayoría de los mexicanos aceptar las identidades culturales históricamente recientes, casi recién nacidas, de lo pachuco, lo pocho, lo chicano, lo mexicoamericano o lo texmex al reconocerlas paulatinamente como parte de la mexicanidad (y de la resistencia identitaria y cultural mexicana en EEUU), que aceptar y reconocer lo centroamericano —la ancestral centroamericanidad de millones de habitantes de la Frontera Sur — como parte histórica, sustancial y fundamental de la mexicanidad? ¿Por qué se discrimina tanto a los centroamericanos y la identidad centroamericana en México y la de otros mexicanos, siendo que varios estados de la Frontera Sur y no únicamente Chiapas deben considerarse como centroamericanos, y vale señalar aquí, como centroamexicanos? Para decirlo de otro modo: es necesario incorporar y aceptar la centroamericanidad como una de las múltiples identidades y formas de ser de lo mexicano (tal como la afromexicanidad o lo mexicoamericano). No reconocer la identidad centroamericana, es decir, la centroamexicana centroamericanidad, como parte de nuestra mexicanidad, sería negar una más de las diversas maneras de ser del mexicano.

Al respecto, los rasgos identitarios que propongo pretenden continuar la histórica discusión identitaria sobre la mexicanidad, abordándola desde otro ángulo (el literario), desde otra frontera geopolítica no hegemónica (la Frontera Sur) y a contracorriente de las narrativas de la literatura mexicana aceptadas por la cultura nacionalista oficial (la norteñidad y la asfixiante narcocultura norteña, por ejemplo), al evidenciar y revelar el carácter natural e históricamente centroamericano de cierta poesía/literatura mexicana. Debo destacar que los rasgos aquí sugeridos no son los únicos y están sustentados en las singulares afinidades que guarda la lírica de la Frontera Sur de México —primordialmente la poesía de Chiapas— con Centroamérica. Estos son los rasgos identitarios que configuran la geopoética centroamexicana propuesta:

 

  • Una larga tradición poética de carácter testimonial.
  • El inframundo-Xibalbá y la ceiba como axis mundi.
  • La omnipresente marimba y su folclor.
  • El maíz y los mitos de origen meso-centro/americanos.
  • La poética del machete (herramienta ancestral y el machete como elemento simbólico constante y de gran relevancia en la poesía de Chiapas y Centroamérica), la cual he denominado con un constructo creado exprofeso para intentar definirla: machética.
  • Las lenguas originarias binacionales compartidas entre Guatemala y Chiapas (Akateko, Chuj, Jakalteko/Popti’, Kaqchikel, K’ich’e, Mam, Q’anjob’al) y entre Campeche y Quintana Roo con Belice (Ixil, Kekchí). En el caso de las lenguas originarias, en Chiapas existen poetas contemporáneos que escriben en al menos cuatro de las lenguas compartidas con Guatemala (Jakalteko/Popti’, Kaqchikel, Mam y Q’anjob’al).
  • Y principalmente, la presencia del voseo dialectal centroamericano, rasgo único hallado en la poesía/literatura de Chiapas y de toda Centroamérica. En cuanto al voseo, más de 100 poetas chiapanecos —canónicos y contemporáneos— han incorporado el voseo en su escritura, es decir, han escrito y escriben poesía utilizando el dilecto centroamericano del español (de hecho, mi propia obra no es la excepción).

 

Los rasgos de centroamexicanidad/centroamericanidad considerados en estas líneas, quizá no son los únicos y tampoco son reduccionistas ni excluyentes, pues no todas ni todos los poetas centroamericanos y/o chiapanecos circunscriben o centran su poética en torno a estos rasgos/caracteres e incluso pueden no formar parte de su obra. Sin embargo, en términos generales los que rasgos y constructos propuestos son característicos de nuestra común geopoética centroamericana/centroamexicana.

En particular, creo que tanto el voseo como la poesía testimonial son dos de los principales rasgos identitarios que vinculan a la poesía de Chiapas con la poesía centroamericana, pues forman parte de una misma tradición. Pero estas consideraciones, así como la aceptación en México del voseo y de la poesía testimonial, no han tenido un camino fácil ni la mejor recepción, toda vez que la poesía mexicana es conocida por su proclividad hacia las formas tradicionales, cuando no, cultas.

Con respecto al voseo, los mexicanos que no conocen Chiapas, las más de las veces rechazan nuestro voseo y dicen que ningún mexicano habla o escribe así. Y si un mexicano afirma que ningún otro mexicano utiliza el voseo para hablar, para comunicarse, para escribir poesía, eso significaría que los chiapanecos no somos mexicanos, lo cual es absurdo. Entonces ¿qué somos los chiapanecos en términos identitarios?: mexicocentroamericanos, pero sobre todo, centroamexicanos. Más del noventa por ciento de la población de Chiapas utiliza el voseo y el dialecto centroamericano del español para comunicarse de manera común y corriente todos los días, es decir, el voseo forma parte de su lengua materna y lo emplea para la comunicación cotidiana, familiar, verbal, popular, literaria. Lamentablemente, es mucho más fácil que un mexicano no chiapaneco utilice e incopore anglicismos, pochismos, chicanismos e incluso spanglish en su español común o literario, a que acepte el natural voseo chiapaneco/centroamericano.

¿Dónde hallar ejemplos literarios recientes de la centroamexicanidad aquí propuesta, de la literatura centroamexicana que incorpora los rasgos identitarios señalados? En narrativa, en el libro de cuentos La ciudad me pudrió el alma (Coneculta-Chiapas, México, 2021) de Ornán Gómez, en la novela Máscaras de palo (Coneculta-Chiapas, México, 2021) de Luis Antonio Rincón García, y en el magnífico y conmovedor libro poético epistolar Cartas a la primavera (Heredad, Ciudad de México, 2020) de Shantí Vera, los cuales incluyen excelentes muestras del voseo dialectal centroamericano/centroamexicano. Y en cuanto a la poesía, tanto en la obra de las y los poetas en lenguas originarias (mayenses y no mayenses) Ruperta Bautista (tsotsil), Mikeas Sánchez (zoque), Juana Karen Peñate (ch’ol), Susi Benzulul (tsotsil), Manuel Bolom Pale (tsotsil), Adriana del Carmen López (tseltal), Noel Morales de León (Mam), Isabel Pascual Andrés (Q’anjobal) y otros más, como en la de los poetas mestizos Roberto López Moreno, Máximo Cerdio, Berona Teomitzi, René Morales Hernández, Chary Gumeta, Fernando Trejo, Mirtha Luz Pérez Robledo, Ameht Rivera, Socorro Trejo Sirvent, Víctor García Vázquez y César Trujillo, por mencionar algunos.

La literatura de Chiapas tiene un pie en Centroamérica y otro en México, es un puente/bisagra que une dos tradiciones literarias (la mexicana y la centroamericana), no un muro que las divide y las separa: la literatura chiapaneca no ha dejado ni dejará de ser centroamericana, y según lo que propongo, centroamexicana: sin importar si trabaje, piense o descanse, Chiapas (y la Frontera Sur), es, ha sido y será, Centroaméxico.

Tags: , , , ,

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: