El Sacrificio del Asceta – Por Luis Bolaños
CIENCIA FICCIÓN DORADA:
El Sacrificio del Asceta
Luis Antonio Bolaños de la Cruz

Basawan – Dominio público
En nuestro planeta Dracocólquida, existe una leyenda relacionada con los brutales métodos de extracción de personas para alimentar la hoguera de la guerra imperial, es cierto que siempre con cada sustracción se llegaba a firmar un contrato & convenio (ver Canto del Androide; Reclutador; Aporofobia y Desiderátum) con engaño o transparencia, pero el imperio esgrimía que todo era legal al existir un documento que lo eximía de la mayoría de las responsabilidades respecto al cuerpo y la mente de las personas envueltas en el proceso.
Apacible, agradable, leve gravedad standard de 0.89, de rica biodiversidad y cadenas tróficas sin super predadores, equilibrio entre masa oceánica y tierra, con multitud de enormes y poco profundos lagos entrelazados, enormes penínsulas, cadenas de colinas esculpidas en miles de formas por el suave viento, casi coexistentes tepuyes y senotes, facilitada esa hermandad orográfica por el tipo de suelos donde ocurría, por la escasez de metales pesados y frecuentes cavernas con ríos subterráneos, era ya antiguo cuando fue colonizado, desgastado por los elementos y con una aminorada tectónica de placas su riesgo de accidentes por fenómenos naturales era insignificante, parecía destinado a concedernos a sus moradores, ese esquivo don de la felicidad.
Y lo fuimos, hasta que se entrelazó nuestra existencia con las intenciones del imperio, lo(a)s jóvenes empezaron a marcharse por bandadas y cuando alguno retornaba era un simple desecho callado y esquivo. Fue entonces cuando uno de los dirigentes, Aeqro, famoso por su indulgente justicia y su capacidad de control sobre su musculatura y armazón, ósea mediante técnicas ancestrales guardadas por eones en vetustas bases de datos, se retiró a un lugar denominado Nebetit, considerado la síntesis de lo deseado por las personas y lo ofrecido por la naturaleza, donde el velo de la cascada de un tepuy con su rocío nutría a un árbol de driaco, especie identificada como articuladora de ecosistemas, colosal y majestuosa, el sonido del frote de sus ramas semejaba música, sus amarillentos frutos macizos, dulces y jugosos eran regalo para la vista y el paladar, mientras que gordas y abundantes orugas, auténticos cilindros de proteínas inmediatas, convertían la hierba sombreada por su follaje en el paraíso de los perezosos.
Nunca nos dio a conocer su plan, en el ínterin mientras seguían llegando los bajeles destinados a enrolar, lo fuimos comprendiendo al observar e inferir y entendimos los resultados de aplicarlo; como la suavidad de las estaciones permitía que sencillas instalaciones e instrumentos colmaran las necesidades del anacoreta, -que durante un breve lapso pareció coquetear con la opción de un estilita por trepar a la meseta del tepuy, no obstante, aunque no lo transmitió se captó, se estaba empapando de las características del sitio, convirtiéndose en parte del entorno-, también cubrían las nuestras de acompañamiento y solidaridad.
Supimos que llegaba el día crucial cuando se abrazó a uno de los tallos del tronco principal. Nunca más volvió a comer y en algún momento, preocupados por su inmovilidad, temimos que hubiera muerto, lo revisamos y hallamos haces de fibras vegetales que atravesaban y abrazaban sus miembros y órganos, vertiendo en su sangre clorofila. El Comité de Administración de Dracocólquida exigió que se interrumpiera por un intervalo razonable la leva aduciendo motivos referidos a la economía y la demografía, el análisis de dichos documentos es con frecuencia prolongado, estuvimos seguros, lo que fuera a lograr Aeqro estaría acotado entre la interrupción del flujo de nuestros hijos y la próxima visita
Su capacidad de monitorizar y regular sus funciones en la etapa previa de monje-gimnasta, permitían su conversión en un interlocutor ardiente y apasionado pero ecuánime y digno, que solicitaba la participación de la biosfera con una interdicción contra el imperio. No se ha dilucidado si fue la primera ocasión que ocurrió en algún planeta y/o si siempre se requería el sacrificio de un humanoide como intermediario para adquirir dicha condición comunicante manipuladora de energía, pero ese interés se le deja a los historiadores.
Durante un lapso sus restos y escombros se fueron acomodando en las anfractuosidades de las raíces y disolviendo, antes logró transmitir una exigencia de Dracocólquida, los representantes de las naves imperiales al arribar debían ir a Nebetit a conversar con él. Y así sucedió. Una manada de imperiales en platigravs se ordenaron en semicírculo alrededor de Aeqro y el diacro, empujándonos a los lugareños hacia atrás; nos sorprendió que de nuevo encarnara con su figura auténtica, que creímos perdida para siempre, pero retornó, sólo que celeste y luminosa, casi transparente, se podían seguir las palpitaciones de su carne, sangre y huesos, era cual cristal, no parecía guardar secretos, también se discernían los erizados nódulos en su periferia que se abrían en túbulos y capilares penetrando en su interior. Era impresionante.
Durante un lapso el silencio se adueñó del paraje, el jefe de los recién aterrizados envuelto en su espeluznante armadura de combate carraspeó e intentó parlamentar, crujidos y restallidos de estática inundaron lo que ahora sentíamos como un recinto. Las discusiones sobre cuantas burbujas celestes de energía expresadas simultáneamente en pulsos electromagnéticos, chorros de iones, anomalías cuánticas, vectores múltiples de impulso, vórtices desgarrantes, etc. se sucedieron oscilan entre dos y cuatro, lo cierto es que el semicírculo de imperiales se convirtió en ceniza, los sensores e indicadores de datos registraron asombrosas cantidades de energía disparadas, la flotilla de naves que rodeaban el planeta debe de haberse desintegrado también en ese momento, las dos (una en cada hemisferio) organaves que nos cautelaban quedaron como flecos y lluvia de mínimos trocitos orbitando más allá de la atmósfera, desde entonces una vibración defensiva quedó vibrante a un par de unidades astronómicas desbaratando cualquier artefacto que intentara perforarla.
En el driaco de Nebetit, en una especie de hornacina vegetal que siempre se renueva y con el acompañamiento de la música de sus ramas, se yergue una efigie exacta a como fue en vida Aeqro reproducida por el protoplasma del árbol, simbolizando la indisoluble alianza de humanoides y planetas contra el imperio.