El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora). Día trece (etapa doce).

CHAUVIGNY-SARRAN CORRÈZE

Ganador de la etapa: Marc Hirschi (Suiza-Sunweb)

Líder de la clasificación general: Primoz Roglic (Eslovenia-Jumbo)

Los poetas y músicos que se matan, luego de grandes episodios de tristeza medicalizada en patobiografías, sirven para que, quienes tememos a esos meandros, podamos consumir algo de lo que ellos enseñan: sus canciones y versos instituyen el parque temático de la depresión que sirve para que cada uno de nosotros tenga sus cinco minutos de malditismo. Es más, no importa el nombre del nuevo muerto, salvo para algunos fanáticos; los demás buscaremos otros jóvenes que se inmolarán y se convertirán en el souvenir de un lustro o, con suerte, de una década.

En el ciclismo también hay suicidas en las carreteras. Se los llama valientes o aventureros y se les permite escapadas de kilómetros. Los espectadores nos solazamos y les hacemos hurras, aferrados a una reivindicación de la «esencia del ciclismo», cifrada en el núcleo de lo “épico”; pretendemos que ello hará emocionante a un espectáculo que, para quienes se educan en el boxeo o el fútbol, les semeja una “carrera de bicicletas”, como me lo dijo alguien en estos días.

Esos héroes ocasionales se difuminan tan pronto cruzan la meta. Los periodistas se ocupan de la clasificación general, la cual no se mueve en etapas entretenidas como las de hoy. Y es que el carácter doble de las competencias largas se da en estos momentos: “se corren dos carreras”, dicen muchos, para explicitar que una es la situación de la etapa y otra la de la clasificación final, que comprende el tiempo empleado durante los 21 días de competencia si es una gran vuelta. En esa duplicidad, predomina el segundo rostro, con lo cual, lo que pasa en concreto en la carretera se torna en lo incidental y propicia que con esos aventureros ciclistas ocurra lo mismo que los poetas y músicos que se matan: se los consume y olvida.

El lugar ocupado por Hirschi en este tour ha sido el del constante buscador. Se le exalta su valentía y se proclama su prospecto como gran estrella del «mundo pedal». Hoy muchos hicieron fuerza para que llegara en solitario; a diez km de meta, distanciaba a más de medio minuto a sus perseguidores, casi todos ellos abrasados por el hálito de esa valentía que, si no se refrenda con el cálculo de un triunfo en una clasificación general o en una clásica con prestigio – esa modalidad en la que se siente que el ciclismo aún cuenta con reductos no invadidos por la tiranía de los libretos-, serán tirados al estante de las curiosidades del que nos valdremos cuando nos pavoneemos por con algún gesto que nos coloque en el sobrevalorado lugar de erudición ciclística.

Finalmente, Hirschi ganó. Ya se tomó como dato curioso que el último connacional suyo que había ganado una etapa fue Cancellara, el suizo al que llamaron Spartacus – los apodos, en el ciclismo, como en casi todo espectáculo, operan con la misma función que tienen en el circo: enfatizar y exagerar una característica y relacionarla con algún héroe que sirva para enfatizar eso «épico» en torno al cual gravita la narración «ciclosófica»-.

A Alaphilippe se le estropeó la bicicleta a dos kilómetros de meta, confirmando su mala suerte en la competencia y Rolland salió al ataque para lograr un segundo puesto que lo colocará en ese lugar donde le valdrá algunas crónicas y libros a futuro: el hombre que siempre fue un casi.

El ganador, con 22 años, ya aparece en la generación de jóvenes osados como Evenepoel o Pogacar y muchos otros que, ojalá, no se desboquen al punto de estar viejos y cansados cuando les llegue los 27.

Acá podrá leer una crónica sobre los hechos acaecidos desde el kilómetro 0 de la etapa

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