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El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora). Día veintiuno (etapa veinte).

LURE-LA PLANCHE DES BELLES FILLES

Ganador de la etapa: Tadej Pogacar (Eslovenia-UAE)

Líder de la clasificación general: Tadej Pogacar (Eslovenia-UAE)

La ventaja del aburrimiento es que las lagunas que permiten omitir ciertas circunstancias no se perciben. Fueron cuatro días, hasta hoy, en los que no escribí nada sobre el tour que, a falta de la contrareloj, pintaba para convertirse en el más mierda de los últimos diez años (lo cual dice mucho, gracias a Sky/Ineos). Pero, en los cambios normales que suceden en esas historias donde al final no sorprenden con “todo lo que pasó antes fue un sueño” o “una mentira”, con lo cual terminan optando al Oscar del año subsiguiente a su aparición, todo cambió, como en las telenovelas.

Tadej Pogacar paseará (porque la etapa 21 no tiene competencia) como campeón en París. Lo que hoy ocurrió marca el final del período de transición entre un tirano y otro en el tour. Froome será un recuerdo y Pogacar se instituye como el próximo dominador. En 2021, si es que la peste amaina, en julio el viejo emperador se arrastrará mientras el nuevo lucirá su juventud, sin saber que en unos años también será tragado por la dinámica del aplastamiento propia de estos espectáculos.

Se escribirán crónicas sobre el rostro desencajado de Roglic en la ascensión y su casco tan deslucido como el de don Quijote, el comodín para convertir a cualquier crónica en literaria y para desembocar con el adjetivo más usado en el ciclismo: “épico”. El golpe de efecto de hoy permitirá el acaloramiento de los espectadores y la exaltación de un “momento histórico”.

Ya en las llamadas redes sociales aparecen los esputos; los hechos por los fanáticos que dicen que Roglic ha pagado por su dopaje, las cetonas y los motores, hasta los que se burlan de López, que cayó del tercero al sexto puesto, superado incluso por Landa, que ya se perfila como un buen titulador de medios de comunicación para cuando se retire. Todos estos comentarios se ubican en la ingenuidad de creer que los ciclistas atacan porque quieren o no lo hacen porque, como dicen en el fútbol y sus rudimentarias consignas, “no tienen huevos”. El show del tour se ha salvado, al menos para los entusiastas. Se augura que en el 2021 Pogacar extenderá su dominio y se hará un lugar en el panteón de héroes de los fanáticos.

Hace más de un año escribí que me parecía más digno un retiro luego de ganar el tour que el hambre de dominar; supuse a Bernal abriendo una panadería en Zipaquirá, donde atendería luciendo su camiseta amarilla: esa hubiera sido la confesión de que el show tampoco es tan importante y ni siquiera ganar en el mismo es un fin en sí mismo: eso no pasó y este año Bernal está convaleciente. Con Pogacar tampoco ocurrirá que abandone el ciclismo en este momento porque existe algo a lo que los deportistas y cronistas entienden como “gloria”.

Y la gloria es ganar y ganar, como dicen algunos difuntos directores técnicos del fútbol: ganar y ganar, acumular y acumular.

Y, al final, morirse y pensar que lo recordarán.

El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora). Día dieciocho (etapa diecisiete).

GRENOBLE-MÉRIBEL COL DE LA LOZE

Ganador de la etapa: Miguel Ángel López (Colombia-Astana)

Líder de la clasificación general: Primoz Roglic (Eslovenia-Jumbo)

Hay reclamos y majaderías. La fiebre del fanático y la demanda de que su campeón luzca su hambre desatada de aplastar al otro – y así convertirse en alguien memorable o inmortal, como si no morir fuera el objetivo último de la vida – sólo se esclarece cuando su dios cae: empiezan las caras de amargura y las preguntas cuyas explicaciones son divertidas; en estos días donde dos de los ciclistas colombianos más nombrados han caído a puestos de segundo o tercer orden de la competencia, afloran las peleas y los orgullos heridos. Es más, aparecen reclamos de ecuatorianos que inculpan a Bernal por el lugar de Carapaz o las sospechas de algunos españoles que creen que Quintana está haciendo un drama para justificar su nuevo fracaso: falta poco para que afirmen que simuló su caída con Bardet y Mollema, lo cual lo haría un muy buen candidato para hacer de doble en Los Ángeles cuando termine su carrera ciclística. Lo enternecedor de este asunto es que se olvida que los ciclistas trabajan para corporaciones, que son asalariados y que, incluso, algunos han sido cobayas porque la competencia también es entre médicos, ingenieros, nutricionistas, preparadores físicos, masajistas y administradores de empresas.

La conciencia de que en la carretera opera una competencia que remeda la de afuera, propicia la pérdida de expectativas con respecto al entretenimiento dispensado por el tour. Abundan alegatos en torno al aburrimiento en el que se ha hundido la prueba -alegato repetido a lo largo de una década- y el anuncio de la agonía del espectáculo, como si este fuera el fin último del negocio, cuando puede que la entretención sea el rostro más superfluo de un trabajo que se centra en el desarrollo tecnológico de diferentes disciplinas: habría que preguntarnos sobre los avances en el conocimiento del EPO que se dieron luego de su uso indiscriminado en el ciclismo profesional durante la década de los noventa.

El nacionalismo enternece si no es que también funciona para que gobiernos le regalen dinero a empresas que se valen del nombre de un país para reflotar de sus quiebras o para que algún inservible se disfrace de policía y apoye a quienes han matado. En el caso del ciclismo, opera como el último bastión para que los televidentes se distraigan y discutan en los foros: si no está bien visto el fanatismo en muchos cenáculos ciclistas, los cálculos y las discusiones suelen incurrir en los reclamos por una distracción que, en el negocio, es secundaria: quizá estamos viendo la televisación de las reacciones corporales de hombres ultramedicalizados y nutridos con el fin de explorar los límites del cuerpo humano, así como las llamadas burbujas inmunológicas que buscan dar cuenta de una inmunidad en el pelotón pueden ser el piloto de medidas para que corporaciones y demás instituciones implanten políticas que ayuden a fortalecer la defensa contra el Covid.

La etapa del sábado tuvo como particularidad el hundimiento del campeón del año pasado, Egan Bernal, que trata de desdramatizar todo el asunto con la retórica de quienes saben que este es apenas un trabajo. Ayer siguió perdiendo tiempo en una de las peores etapas del tour de este año -no se puede decir que la peor pues, aunque parezca lejano, aún se recuerda lo ocurrido en la primera semana, justo antes de los vientos que prologaron a los Pirineos- y hoy se ha retirado. El Jumbo sigue dominando -continuamos bajo el imperio del gerundio-, gracias a que Van Aert, un belga que con seguridad disputará hasta último momento el título del campeonato mundial de Imola, impone un ritmo en las ascensiones que llevan a pensar que, con un poco de trabajo, podría  perfilarse como un campeón de esta prueba de no ser porque, en la tradición ciclística donde él nació, es más importante ganar las clásicas, y al alemán Martin, que se portó como el pastor implacable del rebaño durante la primera semana, que hoy día autoriza o no las escapadas insustanciales de todos los días.

Hoy, desde la subida a La Madeleine, Bahrein Mc Laren intentó dominar al pelotón e impuso un ritmo que parecía consumir a la escapada. Adelante, ya en el Col de la Loz, Carapaz, el ecuatoriano, luchó para no ser atrapado mientras atrás se desgajaban los rivales del Jumbo pese a que la intención del equipo Bahrein fuera la de acabar con la compañía del esloveno. Al final, cuando ya quedaron los llamados “capos”, el líder del equipo que trabajó todo el día no pudo atacar – Mikel Landa- y entonces vino el arreón de López, acompañado por los eslovenos, y el ecuatoriano fue rebasado: esta es la historia de una etapa que se calificará como emocionante pues el tour no da para más.

Al final, el colombiano llegó primero a meta y, en segundo lugar, el líder de la general que ha distanciado más a su connacional y se consolida como el virtual campeón del tour de la pandemia. En las cunetas había aficionados con sus tapabocas: eran como unas cobayas que miraban a otras, cuidándose de no contagiar ni contagiarse. Y nosotros, tras la pantalla del televisor, también nos aconductamos como cobayas, esperando el show de un negocio cuyo objetivo no es entretener sino experimentar.  

El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora). Día trece (etapa doce).

CHAUVIGNY-SARRAN CORRÈZE

Ganador de la etapa: Marc Hirschi (Suiza-Sunweb)

Líder de la clasificación general: Primoz Roglic (Eslovenia-Jumbo)

Los poetas y músicos que se matan, luego de grandes episodios de tristeza medicalizada en patobiografías, sirven para que, quienes tememos a esos meandros, podamos consumir algo de lo que ellos enseñan: sus canciones y versos instituyen el parque temático de la depresión que sirve para que cada uno de nosotros tenga sus cinco minutos de malditismo. Es más, no importa el nombre del nuevo muerto, salvo para algunos fanáticos; los demás buscaremos otros jóvenes que se inmolarán y se convertirán en el souvenir de un lustro o, con suerte, de una década.

En el ciclismo también hay suicidas en las carreteras. Se los llama valientes o aventureros y se les permite escapadas de kilómetros. Los espectadores nos solazamos y les hacemos hurras, aferrados a una reivindicación de la «esencia del ciclismo», cifrada en el núcleo de lo “épico”; pretendemos que ello hará emocionante a un espectáculo que, para quienes se educan en el boxeo o el fútbol, les semeja una “carrera de bicicletas”, como me lo dijo alguien en estos días.

Esos héroes ocasionales se difuminan tan pronto cruzan la meta. Los periodistas se ocupan de la clasificación general, la cual no se mueve en etapas entretenidas como las de hoy. Y es que el carácter doble de las competencias largas se da en estos momentos: “se corren dos carreras”, dicen muchos, para explicitar que una es la situación de la etapa y otra la de la clasificación final, que comprende el tiempo empleado durante los 21 días de competencia si es una gran vuelta. En esa duplicidad, predomina el segundo rostro, con lo cual, lo que pasa en concreto en la carretera se torna en lo incidental y propicia que con esos aventureros ciclistas ocurra lo mismo que los poetas y músicos que se matan: se los consume y olvida.

El lugar ocupado por Hirschi en este tour ha sido el del constante buscador. Se le exalta su valentía y se proclama su prospecto como gran estrella del «mundo pedal». Hoy muchos hicieron fuerza para que llegara en solitario; a diez km de meta, distanciaba a más de medio minuto a sus perseguidores, casi todos ellos abrasados por el hálito de esa valentía que, si no se refrenda con el cálculo de un triunfo en una clasificación general o en una clásica con prestigio – esa modalidad en la que se siente que el ciclismo aún cuenta con reductos no invadidos por la tiranía de los libretos-, serán tirados al estante de las curiosidades del que nos valdremos cuando nos pavoneemos por con algún gesto que nos coloque en el sobrevalorado lugar de erudición ciclística.

Finalmente, Hirschi ganó. Ya se tomó como dato curioso que el último connacional suyo que había ganado una etapa fue Cancellara, el suizo al que llamaron Spartacus – los apodos, en el ciclismo, como en casi todo espectáculo, operan con la misma función que tienen en el circo: enfatizar y exagerar una característica y relacionarla con algún héroe que sirva para enfatizar eso «épico» en torno al cual gravita la narración «ciclosófica»-.

A Alaphilippe se le estropeó la bicicleta a dos kilómetros de meta, confirmando su mala suerte en la competencia y Rolland salió al ataque para lograr un segundo puesto que lo colocará en ese lugar donde le valdrá algunas crónicas y libros a futuro: el hombre que siempre fue un casi.

El ganador, con 22 años, ya aparece en la generación de jóvenes osados como Evenepoel o Pogacar y muchos otros que, ojalá, no se desboquen al punto de estar viejos y cansados cuando les llegue los 27.

Acá podrá leer una crónica sobre los hechos acaecidos desde el kilómetro 0 de la etapa

El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora). Día once (etapa diez).

ÎLE D’OLÉRON LE CHÂTEAU-D’OLÉRON-ÎLE DE RÉ SAINT-MARTIN-DE-RÉ

Ganador de la etapa: Sam Bennet (Irlanda-Sunweb)

Líder de la clasificación general: Primoz Roglic (Eslovenia-Jumbo)

Ni las veletas de las iglesias ni los árboles se movieron y ya los ciclistas estaban a unos setenta y cinco kilómetros de la meta; más hubiera valido diseminar algún gas colorido para saber el rumbo y velocidad del viento, elemento este que se ha convertido en fundamental para la ilusión del tour.

Con la quietud, que pareció desmoronarse luego del penúltimo tramo urbano, cuando las banderas ondeaban, apareció la resignación sobre lo que hoy podía ocurrir. La explicaciones  de los comentaristas intentaban dar cuenta que el hecho de que alguien escriba algo aburrido o “malo” no significa que no se haya tomado el trabajo de hacerlo: de alguna manera admiten que las historias de las etapas pueden ser chatas pero, igual, el recorrido hay que realizarlo.

Fue entre esas ilustraciones que ocurrió la caída de Pogacar y Martin. Ambos pudieron regresar al lote, pero lo del esloveno apunta a convertirse en el principal problema que tiene si quiere llegar al primer puesto de la competición; su inexperiencia lo ha llevado a sufrir en este tipo de trazados y parece que este tour será el capítulo inicial de su novela de formación en Francia y la confirmación como el prospecto que dominará el espectáculo en la década que recién comienza.

En cuanto al francés, lo más importante, en el mundo hispanoparlante, ha sido la entrevista que le hicieron en el diario El País. Se enfatizó su trayectoria de estudios y el trabajo escritural que arrojó un libro llamado “Sócrates en bicicleta”. En sus declaraciones, Martin opuso a la paz con victoria, ubicándose en la “mentalidad de campeón”- que le sirve a ciertos deportistas para justificar sus patanadas, envidias y egoísmo (como ocurre con Jordan en el ya “viejo” documental sobre su carrera en Chicago Bulls, emitido en netflix) y a los seguidores para erigir ídolos por los que se pueden ir hasta las manos o a los insultos si es que alguien no comparte dicha idolatría y continuar ensalzando a aquellos que son capaces de “darlo todo y algo más por la gloria”-: su dilema es equívoco; el antónimo de la paz no es la victoria, de hecho, se acerca más a lo bélico la derrota y subsiguiente revisión de la propia caída que la alegría fácil por ganar. ¿Hay conflicto más grande que ver cómo se pasa la vida sin que pase algo o nada? Suele ocurrirnos que, en mitad de la vida, nos internemos en una oscura selva: la selva hecha de lianas que nos dicen lo que ya dijo el Esfera Nelso: tanta mierda pa´ni mierda. Claro, el espectáculo deportivo se concibe como divertimento para los jóvenes y distracción para los viejos, pero jamás tiene una pregunta para los que estamos en las medianías, sin mucho tiempo y desangrándonos en nuestras cotidianidades de ganapán.

Al final, el lote, salvo por las escaramusas del Quick Step, se quedó tranquilo, con leves arrancones de Jumbo y amagues de Ineos. El otrora malhadado Mikel Landa se ubicó, gracias a su equipo (Barehin- McLaren), en cabeza del pelotón y evitó una nueva pérdida.

Ayer, con las pruebas masivas de Covid, aunadas a mi ingenuidad, supuse que algo más grande ocurriría. El Ineos tiene a uno de sus integrantes del staff- un “no ciclista”- contaminado y ya fue desterrado de la carrera; si llega a tener otro, ¿será expulsado el equipo o se requiere que dos sean positivos simultáneos para que se haga efectiva esa medida dispuesta por el democrático gobierno francés? También tiene el mismo problema el Cofidis, que tiene en sus filas a Martin, el ciclofilósofo del pelotón internacional. Y escribo ingenuidad porque otros vieron en todo ello un circo para simular una rigurosidad que jamás se ocupa de los deportistas de alto rendimiento: estos, gracias a esas “mentalidades ganadoras”, tienen una película resbalosa en donde ninguna medida sanitaria les afecta de la misma manera que a los demás mortales; además, ya el tour ha dado su condimento pestífero de la semana pues su director ha salido positivo y debe resguardarse para salir avante y sonriente el día del final de la carrera en París.

Parece que no habrá suspenso con respecto a la continuidad del espectáculo. Todo esta dispuesto para que haya dos semanas más de divertimento y conjeturas como la que salió ayer de Colombia cuando se dijo que Quintana insinuó una alianza entre sus paisanos. Hoy puso en entredicho esa propuesta el propio Egan Bernal; supongo que el campeón del tour 2019 se hará a más detractores por no obedecer a esos impulsos nacionalistas que mucho televidente colombiano vierte en el ciclismo; este tiene una sed reivindicatoria ocasionada por las frustraciones futboleras -juego propicio para construir cualquier forma de “gesta nacional” que ubique a un hombre que hace un gol como sucesor de Simón Bolívar-, en donde el “nombre del país no es respetado”.

Mañana habrá otra etapa que parece no prometer mucho. Y así es mejor, sin promesas para que haya sorpresas o confirmaciones de un nuevo día sin que pase nada y se recuerde lo que dijo Esfera Nelso.

El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora). Día nueve.

PAU-LARUNS

Ganador de la etapa: Tadej Pogacar (Eslovenia)

Líder de la clasificación general: Primoz Roglic (Eslovenia)

Hoy se llega a la primera pausa del tour y los gestos de la carrera se ven con más detenimiento. Al llegar al último premio de montaña, en el embalaje, Pogacar volteó a mirar y casi choca con Primoz Roglic, el ahora líder general de la carrera; lo que hizo el joven esloveno se ha tomado como un acto de inexperiencia, la misma que fundamenta la sospecha de que no alcance a ser el mayor oponente de su paisano, nueve años mayor.

Salvo Egan Bernal, el campeón defensor del título, y Mikel Landa, que ya viene retrasado a más de minuto y medio del primero en la clasificación, nadie pudo seguir el ritmo de los dos eslovenos que, con esta primera pausa, son los que han salido mejor librados, al menos en los gustos expuestos en diferentes medios de comunicación.

Los demás competidores empiezan a sentir que sus límites no les permitirá pensar en el primer lugar y entraremos a una segunda semana donde aparecerá la resignación. ¿Cuántos lucharán contra Roglic? Se piensa en futuras y ocasionales alianzas que arrojarán una primera asociación: Ineos y Jumbo. Ambos quieren distanciar al jovencito Pogacar y luego, cuando la eliminación se dé, entre ellos definirán al ganador. Durante esta primera pausa, todo apunta a que Jumbo ocupará, con Roglic, el primer lugar, pero quedan varios días de competencia -si es que la peste deja-; y, en los equívocos que tiene el ciclismo, aparecen los trazados que los periodistas y analistas escriben en sus cabezas que luego contrastan con los que hacen los ciclistas.

Mañana, más que descanso, es probable que se sentencie la suerte de varios equipos; si dos integrantes de una escuadra dan positivo para el Covid, debe retirarse de inmediato. La eliminación no sólo se da en la carretera aunque, en ella, puede desencadenarse la contaminación. Ayer, en la subida al Peyresourde, los aficionados se acercaban a los competidores sin taparse la boca: miles de pequeñas partículas tocaron los rostros sudorosos de quienes subían en una bicicleta.

Los fanáticos de quienes queden fuera argumentarán alguna trama en donde personas asintomáticas y positivas fueron colocadas en las cunetas para esputar Covid. Surgirán thrillers víricos donde los positivos en el ciclismo, por primera vez, serán castigados con el destierro y les beneficiará más anunciarlos que ocultarlos.  Si viene un embate de la peste, lo ocurrido hasta hoy será tan lejano como el tiempo de la “vieja normalidad”.

El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora). Día ocho.

CAZÈRES-SUR-GARONNE-LOUDENVIELLE

Ganador de la etapa: Nans Peters (Francia)

Líder de la clasificación general: Adam Yates (GBR)

El final signado es un deseo de los dioses, materializado en promesa y, en medio de su telar, el humano cree que lo que le ocurre es el destino. Vistos en retrospectiva, los días pasados se justifican con lo que ha ocurrido ayer y hoy: el cansancio ha empezado a cobrar sus primeras víctimas del tour y, al octavo día, en los primeros diez puestos de la clasificación general, hay un competidor por cada equipo. Esto, que puede parecer una obviedad, tiene entrañan una reminiscencia de los tiempos en que esta disciplina parecía tender más hacia lo individual que a lo colectivo.

Con la irrupción de la lógica anglosajona, se dio un giro corporativo:  ganaba un individuo, pero los demás integrantes de la escuadra, a cambio de un buen salario, dejaban de lado sus ambiciones deportivas y apoyaban a ese ganador Esto desembocó en que lo único que valía era ganar, sin importar que ello costara un tour aburrido. El contagio de esa lógica fue acelerado: los demás competidores temieron perder y todo culminó en el imperio del Us Postal de Armstrong.

Hoy, con las individualidades en cabeza de la competencia, empieza a darse una competencia de fuerzas personales, aunque hay quienes afirman que mañana Roglic volverá a tomarles ventaja para así demostrar su superioridad actual.

Si de nacionalidades se trata, por primera vez en el tour de Francia los dos ciclistas más fuertes vienen de un pequeño país de Europa del este: Eslovenia. El rival más competitivo de Primoz es Tadej Pogacar, nueve años más joven y con la perspectiva de ser el próximo dominador de esta competencia. Entre ellos dos emergen los escaladores colombianos y Bardet, que tienen en contra una desventaja virtual de dos minutos con respecto a los favoritos para la penúltima etapa contra el reloj.

En los diferentes resúmenes otorgan a Pogacar el lugar del nuevo valiente del pelotón mientras que otros aseguran que esto es un espejismo para el aplastamiento de mañana. En Colombia proclaman la “resurrección” de Quintana y manifiestan cierta indiferencia para con Bernal, el campeón defensor. Los franceses, por su parte, repiten la telenovela del año pasado: Pinot llorando porque no puede seguir el ritmo de los mejores y la subisiguiente disculpa con los fanáticos. En el Jumbo, el equipo holandés que ha sido, hasta hoy, una aplanadora, ya se ha hundido Kuss, el gregario que tantas vece aupó a Roglic en Dauphiné y en la primera semana de esta competencia. Hoy, en la penúltima ascensión, Doumolin tomó la cabeza del grupo, entregando sus fuerzas para que Roglic gane: quizá sea la confesión de que él es el segundo y no está para ganar la prueba, como ya lo afirmó Alberto Contador.

Por primera vez parece que el tour incurre en una incertidumbre que coincide tanto en la competencia como en la organización. Hoy aguantó un aparentemente débil Adam Yates en la primera posición, mañana se puede dar un cambio y la perspectiva de la segunda semana es la de futuros hundimientos y luchas frontales, claro, si es que se materializa una ilusión. También será crucial el día de descanso (lunes): harán pruebas generales de Covid y si un equipo tiene a más de dos portadores, será expulsado, como suele ocurrirle a los apestados en cualquier ámbito de la vida. Entre lo vírico y la competencia se coinciden unas proporciones en las que el deseo de los dioses se cumplirán y entonces los ciclistas inculparán al destino.

El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora). Día siete.

MILLAU-LAVAUR

Ganador de la etapa: Wout van Aert (Bélgica)

Líder de la clasificación general: Adam Yates (GBR)

¿El tour es El tour?

El séptimo día fue el primero del tour, dicen muchos, como para olvidar el sopor de lo que antes ocurrió. Sin embargo, esa singladura del aburrimiento ha medrado el ánimo y la concentración de los espectadores y competidores.  

Cuando desperté, aparecía el tren de Bora al frente del pelotón y se dieron los primeros cortes, en donde quedaron los potenciales rivales de Peter Sagan para el embalaje final -hoy día el corredor eslovaco no convoca el entusiasmo de hace un par de años, cuando todos le celebraban sus patanerías, empujones y soberbia (directamente proporcionales a su pericia en la bicicleta), al colocarlo en el lugar, siempre sospechoso, de “genio”; muchos de sus más furiosos defensores se han pasado al club de algún joven belga cuya valía se eclipsará en unos años para dar paso a otro “niño terrible”- eso sí: la ventaja que tienen estos seguidores con respecto a los fanáticos de Landa o Quintana es que no se enganchan con un nombre; cambian de ídolo como las filiales estadounidenses de ciudades para hacer sus equipos de beisbol o fútbol americano-. Al final, Sagan perdió con Van der Poel (el muchacho de moda que aleja la explosión de Evenepoel), aunque ya tiene la camiseta verde, acumulando otra distinción a su hoja de vida.

En medio de eso que los cronistas llaman “caos”, lo cual supone un orden y evidencia nuestro acostumbramiento al discurrir cansino de algunas etapas, se dio el movimiento de ataque. Fue a 35 kilómetros del final y lo lideró Ineos; justo después de un municipio, Kwiatowski se puso en cabeza del pelotón. En el equipo sabían que una ráfaga de viento lateral posterior haría estragos y, en la curva de una glorieta, se haría imposible que los rezagados más peligrosos remontaran; el polaco jamás se abrió y, como muchos lo han explicado, el pelotón se formó en fila india pues, con el viento, perder la línea implicaba un retraso mayor; entre los que perdieron están Pogacar y Mikel Landa, que se alejaron a más de un minuto respecto a los integrantes de Jumbo, a Bernal, Quintana, López, Bardet y Pinot.

El sinsabor está en el extraño comportamiento de Astana. Tenía siete ciclistas en la cabeza de la carrera, mientras Jumbo contó con cinco y, sin embargo, no intentó romper. Algunos refieren un acuerdo que entre las diferentes escuadras para eliminar a Pogacar: el ciclismo tiene como base, además del deportista, los médicos, nutricionistas y constructores de bicicletas, a las relaciones políticas. Mañana, los que hoy fueron amigos, se enemistarán. O se resignarán con la tiranía liderada por el alemán Martin y asumirán que el equipo holandés será el tirano en lo que queda de competencia. La etapa terminará en un descenso de once kilómetros, después de pasar por el Peyresourde, y Roglic, que fue un esquiador, bajará con un ritmo suficiente para alejar a los demás y cuenta con el descanso que se dio hoy Kuss, siempre agazapado en el grupo. Primoz es el favorito y todo apunta a que amplíe su ventaja e, incluso, que suba al primer puesto de la general para no volverse a bajar salvo por un desfallecimiento y, si ello ocurre, le quedará a su equipo – el Jumbo –Doumolin.

Lo que hoy pasó se acrecienta con la quietud de los días pasados y la ansiedad de la pandemia. Lo más interesante de este tour es que no hay seguridad de que se corra en su totalidad. Y esa incertidumbre hará que todos los días aguardemos por una noticia que notifique su interrupción; de llegar ser así: ¿cómo será el podio? ¿nos quedaremos con la imagen de personas con la cara tapada que simulan estar felices? ¿Cuál fue el ideal del tour que hemos tenido en nuestras cabezas y que siempre alumbra cuando nos defraudamos con cada nueva edición? Hoy ha aparecido una promesa: ojalá Pogacar y Landa ataquen; el más joven es el único que surte una sensación real de peligro a las filas de Jumbo, si es que resulta peligrosa la perspectiva de perder una carrera de ciclismo mientras circula una peste por el mundo.

Quizá todo termine en los Pirineos este domingo y nos quedemos con ese tour ideal que tuvimos en nuestras cabezas. Pensaremos cómo serían esas etapas que jamás se harán: serán más feroces en nuestras ilusiones que en las carreteras. El ciclismo tiene un doble en torno al cual discutimos y cuyo remedo es lo que vemos por la televisión.

Pd: Algunos plantean que no fueron vientos sino daños mecánicos los que ocasionaron el corte de Pogacar.

El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora). Día cinco.

GAP-PRIVAS

Ganador de la etapa: Wout van Aert (Bélgica)

Líder de la clasificación general: Adam Yates (GBR)

En Imola se mató Airton Senna hace veintiséis años y en Imola se hará el mundial este año. El detalle no es menor y se convertirá en el centro en torno al que gravitarán las notas llenas de nostalgia; no queda sino el pasado: el espectáculo del ciclismo de hoy día sólo atrae porque boquea como un moribundo al que nadie ayuda. Ya han empezado a anunciar que dicho certamen, el mundial, será un laboratorio más para poner a prueba diferentes medidas de protección frente al Covid.

Hoy en la etapa ni siquiera se dio la consabida fuga de mentiras. Quizá fue un arresto de sinceridad de los ciclistas y, por primera vez, quisieron decir que todo esto es el punto culminante del fingimiento de la heroicidad. La mayor parte de la transmisión fue ocupada por un pelotón extendido a lo ancho de la carretera, con lo que se puso en evidencia la decisión de que hoy se tragaran la distancia sin que ocurriera nada más.

Lo único que quedó, a falta de menos de cuarenta kilómetros, fue la esperanza de la aparición del viento: quizá se deba trasladar el tour al caribe en época de huracanes. Algunos pronosticaron que ese sería el momento de una explosión entre los corredores que pasaban y, a 34 kilómetros de la llegada, se dio la primera noticia: una caída de Kuss, el gregario estelar de Roglic. Luego Ineos intentó dominar al pelotón pero Carapaz pinchó y debieron mermar la velocidad. Finalmente, a escasos metros del último puerto montañoso puntuable de la jornada, el líder de esta modalidad, Cosnefroy, salió para ganar los puntos y nadie le compitió; esta fue la imagen que retrató lo ocurrido: ¿qué le puede importar a un ciclista una carrera si estamos en medio de una plaga que ahora normalizan por decreto?

Dicen que a menos de diez kilómetros el viento golpeó y que Ineos intentó atacar. Es más, hay quienes afirman que este ha sido el mejor momento del tour porque se vio un “intento”. Jumbo se acercó a la punta del grupo e hizo su propio trazado, ninguneando al otrora poderoso equipo inglés; luego, todo desembocó en un triunfo para Van Aert -efectivo de la escuadra holandesa y uno de esos ciclistas que sirven para aquellos seguidores que se ufanan de no limitarse a las grandes vueltas: en ciclismo también hay “capas sociales del conocimiento” y los más despreciados son los que apenas ven las etapas montañosas y los últimos metros de cualquier jornada, como si no fuera una proeza soportar capítulos como los de hoy-.

Lo que no ocurrió dentro de la carrera, pasó en la reunión de los comisarios. Alaphilippe, por recibir vituallas en los últimos kilómetros, fue sancionado con veinte segundos y el nuevo líder es el británico Adam Yates. Ya se sabe que Roglic, segundo en la clasificación general, es el verdadero líder y que este fin de semana podrá tomar más distancia con respecto a sus rivales, mientras su compañero Doumolin espera por el cansancio del esloveno.

Ya los franceses no aguardan por un final abrupto a causa de la pandemia. Sus ilusiones se concentran en Pinot, que aún se queja por los dolores de su caída y se prepara para hacer cara de sufrimiento en las montañas venideras.

Quise escribir que hoy no pasó nada, pero pasó mucho. Quizá todo: por primera vez, se ha visto que en el pelotón hay ritmos acordados; el ciclismo contemporáneo debe juzgarse por su coreografía y no por la competencia propiamente dicha.

El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora). Día cuatro.

SISTERON-ORCIÈRES-MERLETTE

Ganador de la etapa: Primoz Roglic (Eslovenia)

Líder de la clasificación general: Julian Alaphilippe (Francia)

En una transmisión radial de Colombia, el analista que durante todos estos días ha obviado la peste, por primera vez refirió que el mundo tenía los ojos puestos en el tour principalmente por ver cómo se lucha contra el Covid y luego venía el asunto de los resultados deportivos. Este giro de atención responde a lo que ocurrió hoy: un embalaje en una montaña de primera categoría con el final de los últimos tiempos: el triunfo del esloveno Primoz Roglic.

Además de vivir en el reino de los gerundios, el relato ciclístico se pivota en los condicionales que, a medida que los días avanzan, empiezan a diseminarse como el virus cuando se decreta una “nueva normalidad”. De ahora en más, se hará referencia a lo que podría ocurrir, a lo que sucedería si a Roglic le descubren alguna trampa o si se cae o se desfonda. El suspenso se sustentará en la espera y, casi con toda seguridad, todo culminará en la confirmación de lo que se ha planteado desde las casas de apuestas mucho antes de que empezara todo esto.

Restan las especulaciones que preceden al final y los ejercicios de la imaginación que relaten otros posibles finales de la competencia. Hay uno al que se le teme más que al aburrimiento: la cancelación de las próximas etapas por los rebrotes, aunque como muchos han dicho, el pelotón está saliendo del sur de Francia, zona donde el Covid toma un nuevo aire para convertirse en enfermedad.

Hoy se dio una fuga consentida que se apagó a pocos kilómetros del inicio de la última ascensión. En ese momento empezó a urdirse la trampa de Jumbo, un equipo que al final dejó, a escasos metros de la meta, a Roglic ante su primera llegada triunfal. Parece que ni la caída que sufrió en el Dauphiné le hizo mella. Atrás estuvieron los demás favoritos y, con sigilo, Doumolin sigue los pasos del que se dice que es el líder del equipo pero que puede perder el lugar en cualquier momento.

Y también apareció otro esloveno: Pogacar, el muchacho que se consolida como el prospecto para ocupar el puesto de dominador que Froome ha dejado libre. Tanto el año pasado como parece que puede ser este, vivimos una transición entre una hegemonía y otra; el ciclismo tiene vocación autoritaria. En unos años, los que sigan vivos, recordarán a este tour como el de la incertidumbre, pero no por la competencia sino por lo que ocurrió afuera. Parece hoy que es más probable una cancelación por el virus que la derrota final del Jumbo.

Aún se espera que, al final de la semana, con el cierre en los Pirineos, haya un cambio. Esta perspectiva incita al enternecimiento, así como lo hace el deseo de que el viento sople en las primeras etapas de la segunda semana de competición, o los minutos de coloquio que se ocupan en las posibles palabras que dijo Egan Bernal a su equipo en los últimos kilómetros: una ternura para escribir y hacer debates en youtube.

En el aludido programa colombiano ya saben que el éxito se debe proclamar por la gesta de una burbuja inmune a los daños que la peste ocasiona fuera del pelotón; no es apropiado limitarse a relatar el resultado en la clasificación general porque desanima a los espectadores que se sustentan en el orgullo nacional. Quizá sea el momento para exaltar las fotografías de Didi con tapabocas y escarbar el instante en que el viejo alemán salta con desánimo, como si el mismísimo diablo festejara un show en el que descree.

Ahora emerge otra palabra, más usada en España: las sensaciones. Hace mucho que ella ha desaparecido del pelotón ciclista profesional -al menos en lo que se refiere a su carga indicial con respecto a un estado físico-, pero es necesaria para que los periodistas otorguen algo de tensión. Las sensaciones son el intersticio por el que se cuela la heroicidad, la épica y el hambre de pleitesía para con algún dios del ciclismo que, como el diablillo alemán, ejecuta un fingimiento sin pericia.

El tour de la peste: diario del tour de Francia sin estar en Francia y sin Covid (por ahora). Día tres

NICE-SISTERON

Ganador de la etapa: Caleb Ewan (Australia)

Líder de la clasificación general: Julian Alaphilippe (Francia)

Los pactos en el tour hacen fortalecen la ilusión de julio y la ausencia de la peste. Hoy permitieron la fuga de tres ciclistas que no eran peligrosos en la clasificación general; nadie de los equipos poderosos se apuró, había un pacto que se sella en escenarios diferentes a la carretera. En ella, mandamases como Tony Martin- que será un importante colaborador en la consecución del título de Doumolin o Roglic dentro de tres semanas, como se pronostica por la mayoría de los seguidores- se dedican a manotear y matonear: uno se pregunta si la soberbia de Armstrong más bien fue castigada porque semejó la de los vaqueros del oeste estadounidense y no la frialdad de la selva negra o el “señorío” eurolatino que se lamenta porque ya no hay un Carlos V al cual serle obsecuente.

Luego de una carrera que obedeció las ordenes de quienes están destinados a dominar (y cuyo mecanismo nos lo dibujan como una estructura apalancada en la capacidades deportivas), llegó un embalaje que sólo se condimentó con la caída del virtual líder de montaña, el francés Pérez que debió retirarse sin siquiera poder subir al podio. Caleb Ewan hizo maromas semejantes a las de habilidosos futbolistas y levantó los brazos; luego proliferaron las crónicas en las que ensalzaron el tamaño diminuto del corredor y su proverbial fortaleza para así desembocar en el adjetivo favorito para justificar al ciclismo: épico.

Con esa palabra titularán el día que haya un ataque a un poco más de ocho kilómetros de meta. El ganador se convertirá en un héroe breve y todos regresarán a sus casas, a esperar a que salga la vacuna y asegurar que el tour del próximo año será tan aburrido como la mayoría de los acaecidos en el presente siglo.

Y cuando escribo aburrimiento no lo hago como una condena: lo llamativo del tour es que no pasa nada y que siempre se espera lo que casi nunca llega. Las discusiones que se dan en los cenáculos y las peleas se olvidan pronto porque es un show que propicia fruslerías. En estos días se advierte cómo lo milimétrico, la domesticación de los bosques y la alteración de los potreros para que tomen el color de bodegones que hieden a verano, conviertan al tour en el mejor reportaje publicitario que tenga Francia.

Dicen que mañana pueden darse escaramuzas pues hay ascensiones. El tour, por ahora, sigue el rumbo de la de todos estos años: la espera y la confirmación de las casas de apuestas.