Ya incurrida la primer oleada de cuarentena. Por Augusto Orta

Ya incurrida la primer oleada de cuarentena, en algunos lugares más que otros. Mediante redes, memes y medios nos informamos todos, en todos lados; cada uno con su teléfono celular. Muchos atónitos por lo distópico. Otros resignados. Y algunos preparados. Las personas parecen dividirse en dos, los que tienen lugares dignos dónde pasar la cuarentena y los que no. De ahí, los que pueden permanecer tranquilos en su hogar y los que desesperan. Los que no son esenciales para el desenvolvimiento básico social, a la casita. La mejor forma de entenderse, palparse, coronarse de inútil. Es innegable, bienvenidos a algo que los escritores, los artistas y todo ser del mundo de la cultura sentíamos y así se encargaron de percibirnos siempre: como unos buenos para nada. Ahora son escasos los que sirven. Y listo. Cómo no caer en ese vacío. Depende de cada uno, lo primero: saber si puede convivir consigo mismo. Luego los cohabitantes y luego los vecinos. Espero como Poeta de que se empiece a valorar cada grano de arroz. No desperdicies. Le recomiendo a su vez la lectura, señor. Pero si es muy holgazán para las actividades del entender, vea series y películas de sobrevivientes, así por lo menos aprende algo. Contemple lo hermoso de ver a la gente preocuparse de su higiene, del distanciamiento social. Cada persona en su propio ecosistema, es algo que nadie hubiera imaginado, se le echa la culpa a ese chino que comió un caldo de murciélago pero esto ya venía de antes, no hace falta ser un genio para darse cuenta de que la Tierra necesitaba un respiro. O lo hacemos por las buenas, o lo hacemos por las malas. Ahí aparece en todo su esplendor la miseria humana, los cambios de paradigmas. Justo empezando el año, ya ese impulso se acabó. Fueron los dioses (los actuales y los del pasado), poneles el nombre que quieras. Conspiranoiquiemos. Pero si no te cuidas te morís, o matas a alguien. La muerte personal es una cosa. Muchos de mi edad (soy calibre 38) tienen miedo de contagiar a ancianos y que empiece la fiesta de la parca a sucumbir a la mami y al papi, ni hablar de los nonos. Y yo te digo: de algo hay que morir.