Q.E.P.D. Arnoldo Palacios
Querido Arnoldo nunca supiste si ese libro que te entregamos fue tuyo o nuestro. Nosotros tampoco lo supimos. Solo que eras entre todos el más bello. La más hermosa estrella negra de nuestra literatura nacional.
A Arnoldo Palacios, autor de «Las estrellas son negras» y «La selva y la lluvia», lo conocimos en la penúltima edición de una feria del libro de Bogotá a la que fuimos (2011). Ya sabíamos que «Tríptico de verano y una mirla» no se diseminaría por sí mismo, como las plagas o los libros de autores apadrinados por editores pudientes; debíamos impulsarlo y vimos una oportunidad en aquella tarde-noche en donde homenajearon al divino Palacios.
Al final del evento y un poco antes de que comenzara una coreografía con los bailes del Chocó, nos acercamos al escritor y le dimos nuestro libro. Él nos pidió, entre las ráfagas de luces que acentuaron su ternura hundida en la oscuridad del homenaje, un lapicero para firmarnos el ejemplar pues quería obsequiárnoslo; le explicamos que era un libro que escribimos junto a Julián Marsella y que deseábamos que lo leyera. Nos pidió que anotáramos nuestros números de teléfono y direcciones, lo cual hicimos a sabiendas de que jamás nos llamaría. Durante todos estos años nos figuramos, cada tanto, a Arnoldo Palacios frente a su biblioteca, preguntándose por esa extraña época en la que escribió «Tríptico de verano y una mirla».
Él no alcanzó a pasar esta navidad; ni siquiera supo de los atentados que ocurrieron en París, la ciudad en la que vivió por más de medio sigo: fue muy bello para embadurnarse con la histérica vulgaridad de estos días. Y nunca leyó nuestra ofrenda porque prefería leer textos escritos por otros que los elaborados por él mismo.