Llegarás tarde a la playa (segunda entrega)

Presentamos la segunda entrega de «Llegarás tarde a la playa, una novela escrita por el autor ecuatoriano Edison Delgado Yépez (acá podrán leer la primera). De este mismo autor, milinviernos ya ha publicado otros dos trabajos:  “De Chuyuipe a Canoa” y  “La necesidad del corazón”.

Aves cayendo al mar. Alejandro Obregón

Aves cayendo al mar. Alejandro Obregón

 

MAREA LLENA o TAKE ME TO THE LIMIT ONE MORE TIME

 

Nada es más cobarde que hacerse el valiente con Dios

 

Pascal

 

Feliz hogar aquel en que cada uno de los cónyuges concede al otro la posibilidad de que tenga la razón aunque ninguno de los dos lo crea.

 

  1. F.

 

La prueba decisiva del matrimonio es la hora del desayuno

 

  1. P. H.

 

 

La vida, como una marea, fluye veloz y transcurre y todo lo mezcla en un gran torbellino de espuma.

¡Oh, cielo, que duermes ahora!

Levántate y hazte potente; y tú, ¡oh, Tierra! Ejerce tu poder a favor mío,

Abre de par en par las puertas de mi última morada,

Donde, en el cielo, me esperan calma y tranquilo reposo.

 

Poema Máori, de Nueva Zelanda

 

Joey Pulido finalmente se había graduado de bachiller en el colegio claretiano Espíritu Santo. El apellido Pulido, venía según una crónica familiar antigua, porque el primero de la estirpe nació ensangrentado y una tía lo lavó bien y cuando lo entregó le dijo a la madre y hermana:

 -¡Aquí te lo traigo bien pulido!

Desde entonces se formó el clan de los Pulido.

Mientras empezaba la rutina de vestirse, recordaba el bello título de su tesis de filosofía, inspirada en los trabajos de filosofía política de Raymond Aron: “LA REBELION CONTRA OCCIDENTE”.

Se trataba de un ensayo más o menos extenso sobre la pérdida de poder e influencia de las ideas fundamentales de libertad, igualdad y democracia en Sudamérica. ¡Ah, qué noches aquellas!, horas y horas sentado frente a la máquina de escribir, tipeando toda clase de razonamientos, que demostraban la pérdida de poder de la libertad y el poco valor que ahora se le daba a la palabra democracia.

Sesudos análisis que demostraban el proceso suicida en que se hallaba embarcada Latinoamérica para destruir su futuro. Joey analizaba con la sutileza de un cirujano, el proceso de descomposición de las democracias y cómo los militares sucumbían ante las tentaciones totalitarias o a las provocaciones del idealismo anárquico e incurable de los activistas sociales. Al final el ensayo concluía, que las sociedades modernas, al alejarse de la opinión del pueblo; y al suprimir las elecciones, no lograban llevar a la sociedad a una etapa de desarrollo económico pleno y positivo para la democracia con igualdad y libertad.

Realmente fueron horas y horas de pasar sentado tipeando en la máquina de escribir sobre el derecho natural, el romanticismo y las democracias, vistas según el enfoque de los profesores Jean Francois Deniau y Jean Francois Revel.

Joey caminó hasta el closet de su cuarto, empapelado de fotos de surf, pintado y alfombrado de azul, lo abrió y contempló su único terno azul con una mezcla sui géneris de sentimientos: miedo, duda, esperanza, ansiedad. Su madre siempre le recordaba que no se olvidara de sacar la basura, que después se lavara las manos y se cepillarse los dientes.

Pulido había conversado su deseo de hallar un trabajo con el director del colegio y éste le había dado una tarjeta para que llame por teléfono al número de una compañía de seguros y consiguiera una entrevista con el dueño de la empresa.

Joey tenía a su disposición otros ternos para escoger-en el closet del cuarto de su padre-, pero ninguno le ajustaba tan bien como aquel azul que había utilizado para el sexto año de colegio.

Finalmente se bañó y ágilmente se metió en el terno y se fue con valor a la entrevista donde posiblemente le darían una solicitud de empleo para que la llenase.

Cuando salió de la casa, se percató de que no había llamado por teléfono para confirmar la cita por lo que en ese momento-en realidad- no iba a ninguna parte. Pulido pronto descubriría que su destino siempre sería un eterno no where, hacia ningún lado. Por lo tanto caminó en medio de la marea humana de gente que congestionaba las calles de Salinas y buscó una cabina telefónica. Marcó con dedos cadavéricos, angustiosos e impacientes el número de la compañía, y al otro lado de la línea le contestó la voz melódica, tranquilizadora e infantil de la recepcionista de la compañía RESEGPAC. Quedaron en recibirlo a las once de la mañana y cuando Joey miró su reloj, apenas eran las ocho y media. Acalorado por el terno y la corbata decidió caminar por el malecón y fumar un cigarrillo para hacer tiempo hasta las once.

En los 70’s estaba de moda drogarse un poco y a finales de los 80’s ya no era algo bien visto, pero el hábito se quedaba con uno. No pensó para nada en que no había desayunado ni le apetecía nada todavía.

En Salinas era invierno y el clima estaba frío, sin sol, nublado. Las olas del mar azul eran verdes, pero también grises, soñolientas, pero también revueltas, y de manera constante se estrellaban contra la orilla de arena. Las gaviotas caracoleaban en el aire y se apilaban en las esquinas y en los senos, que el ímpetu del mar formaba en la arena. Y se daban gusto hostigando a los millares de cangrejos rojos que iban, enloquecidos, amenazando con sus tenazas, de aquí para allá. Algunas gaviotas se posaban sobre los cadáveres y restos de algún cangrejo y clavaban su pico carroñero para remover la poquita carne de entre los escombros de la coraza, para comer cualquier cosa.

Unos surfistas, a lo lejos, se deslizaban sobre las olas, una y otra vez, de manera incansable, y los ojos de Pulido se quedaron estáticos, observando aquellas maniobras, que en un momento de su vida, habían sido el pan nuestro de todos los días.

Cansado de caminar por el tumultuoso malecón entre apretujones de gente vestida con ropa sport pero abrigada, se metió en la playa y sacó de su billetera un cigarrillo, lo encendió y lo fumó hasta la mitad. No quería apestar a nicotina en la entrevista de trabajo, no sea que vaya a cometer una torpeza y hable demasiado.

¡Bueno!

Para Joey Pulido salirse del congestionado malecón de Salinas, meterse en la playa y fumarse un cigarrillo era un placer culto.

Una vez que se lo fumó, volvió a meterse entre la corriente de personas que caminaban por el malecón, porque sabía que si pasaba mucho tiempo con zapatos en la playa, la arena se le metería en los calcetines.

Al subir los peldaños de madera e introducir su cuerpo trajeado entre la multitud sintió pánico y empezó a vibrar, y a pensar en los motivos de querer trabajar. Necesitaba el dinero como cualquier otra persona, pero también era porque estaba de moda trabajar y ganar dinero después de graduarse.

Entonces, Pulido trabajaría recorriendo los centros comerciales y buscaría citas con gerentes de supermercados y jefes de empresas para asegurarlos. Y usaría además de su terno azul, que le quedaba perfecto, los ternos de su padre, que no le venían mal tampoco, para su nuevo aspecto de ejecutivo de ventas.

Joey entraba a toda clase de negocios: boutiques, peluquerías, empacadoras, restorants de comida cruda japonesa, almacenes de muebles, academias de inglés, salas de masaje, cines, hoteles y su agenda se iba llenando de nombres, teléfonos, direcciones y el porta tarjetas también se iba llenando de tarjetas de presentación de diferentes personalidades del comercio formal e informal de Salinas.

Había una boutique en particular en la que se quedaba siempre un poco de tiempo más de lo programado, porque la atendía una amiga que siempre conversaba con él para que pudiera seguir trabajando con más ánimo.

Su conversación era graciosa porque Verónica era una gordita rubia, bien amistosa, que le ofrecía colita helada y cuando había algún bocadillo también se lo ofrecía para picar un rato. Y hablaban de surf y del tiempo de la playa, con sus noches abismales, frías, sus palmeras oscilantes y sus vientos huracanados. Otro cliente duro de roer, pero al cual terminó persuadiendo de contratar un seguro, era a un dentista judío, que nunca estaba o estaba ocupado y le decía que regresara otro día. También estaba la señora dueña de un restorant mexicano que le dio un cheque por diez mil sucres de entrada; estaba el café-bar de un personaje de la farándula que también de entrada le dio un cheque por cinco mil sucres…

 

-0-

Cuando finalmente estuvo frente al ingeniero Van Der Voeken, dueño de la compañía de seguros, se quedó pasmado al escuchar con qué íntima familiaridad le hablaba él. Era como si se hubieran conocido de toda la vida. De inmediato le preguntó si ya había almorzado y como Pulido le respondió que ni siquiera había desayunado, el ingeniero Van Der Voeken le invitó a almorzar unos cangrejos con arroz y cerveza. Se prepararon y se fueron en el vehículo del futuro jefe y almorzaron en EL GRILLO, un suculento arroz con cangrejo y abundante cerveza. Al parecer la recomendación que traía Pulido era buena y la cita coincidió con la salida a almorzar del ingeniero.

El ingeniero Van Der Voeken le dijo que quería que él, Pulido, se encargara de cerrar contratos de seguros con todas las compañías que se ubicaban desde Playas hasta Canoa. Y que lo único que tenía que hacer era asegurarse de cuándo la compañía tenía dinero y quién era la persona correcta para firmar el cheque para invertir en un contrato de seguro. No había que hacer perder el tiempo a los clientes, había que detectar cuándo el cliente estaba interesado en suscribir un contrato para prevenirse contra algún desastre y cuándo no. Y lo más importante –dijo Van Der Voeken mientras acercaba su rostro blanco y pecoso a la cara de Joey-:

– Nunca te olvides, Joey, de hacer la pregunta mágica: ¿Si usted se muere o su esposa se muere, sus hijos dispondrían de tres millones de sucres para afrontar cualquier eventualidad?

Joey no podía dar crédito a tanta buena suerte y para rematar el ingeniero Van Der Voeken le dio la dirección de una chica amiga de él, que mediante una pequeña renta, le podía dar alojamiento y sexo en Canoa.

Un día que salía de su casa recordó el momento cumbre cuando conoció a Penélope, su actual esposa. En ese entonces Joey era víctima de sucesivos ataques de depresión y asistía a la consulta de un psiquiatra que le recetaba unas pastillas para la esquizofrenia, que le provocaban soñolencia.

Pulido recordaba perfectamente aquel día lluvioso en que le tocó ir a tocar la puerta de su tío para que le dé un trabajo. Salió de su casa envuelto en una gran funda negra de basura y en medio de una tormenta eléctrica y cogió el bus de la 14 para ir a entrevistarse con el tío William.

El tío William era dueño de un taller electrónico que reparaba microondas, televisores, radios y casi toda clase de equipos eléctricos. Joey era el chico de los mandados y recorría todo el centro de Salinas en busca de pequeñas piezas de repuesto para televisores como Fly Backs y otras cosas así. También trapeaba el piso del taller y se quedaba asombrado de lo negra que salía el agua, abría y cerraba la puerta metálica del negocio. Su tío William lo quería instruir en el mundo de la electrónica, pero Joey en lugar de memorizar el valor de cada cable por su color, se quedaba dormido por los efectos de aquellas pastillas. El tío William le enseñó a Pulido, que todo en la vida consiste en desarrollar una capacidad para algo, hacerse famoso en la vida por alguna destreza que tú tengas, y que te permita hacer dinero con ella. Eso aplicado en su trabajo era lo que él llamaba su cosecha. La mayor parte del tiempo la pasábamos corriendo en su HONDA CIVIC dirigiéndonos a FILANBANCO, para hacer el mantenimiento a las máquinas contadoras de billetes y a las cajas, que empezaban a fallar, por la acumulación del polvo. Otras veces el destino era IETEL, donde el tío William hacía el mantenimiento de las cajas registradoras por el mismo problema. En una ocasión me contó, en el camino, que él había conocido a Nahím Isaías en persona, porque lo había llamado para arreglar un asunto sobre las facturas de su servicio de mantenimiento electrónico, la secretaria lo había hecho pasar a la oficina para esperarlo. Y el tío William se había sentado en el escritorio y cuando llegó el omnipotente Isaías, le dijo de entrada:

 -¡Buenas tardes caballero, tenga la bondad de sacar su hermoso culo de mi escritorio!

El tío William siempre se reía por esa original llamada de atención, que recordaba con entusiasmo de  Nahím Isaías.

El tío se pasaba sus ratos libres dedicándose a reparar los ejes de las llantas de su HONDA CIVIC. Un día harto de que Joey se pasara durmiendo llamó a la casa y habló con su madre y le dijo que estaba despedido.

En esa misma época, Pulido se embarcaba en el colectivo de la 9 para asistir a unas clases de reforzamiento de ortografía para el sexto año de colegio– la profesora le hacía leer a Pulido el libro titulado: “EL NOMBRE DE LA ROSA”, pero Pulido con esas pastillas para la esquizofrenia, que le daban tanto sueño, no tenía cabeza para comprender nada.

La anciana madre de Pulido había sido compañera de trabajo de la profesora y en una conversación telefónica habían tocado el tema de que Pulido tenía problemas con la ortografía y que ese minúsculo detalle era un verdadero obstáculo para que Pulido continuara estudiando.

La profesora le hacía redactar textos que ella le dictaba y él cometía tantos errores ortográficos que terminó dándose por vencida-, y fue entonces en ese colectivo de la 9 cuando Pulido se quedó mirándola a los ojos a Penélope y ésta le giñó el ojito. Cuando ella se bajó del colectivo, él se bajó también porque se quedaba cerca, y la acompañó hasta la casa. Desde entonces iba constantemente a visitarla.

En una tarde lluviosa casi se queda electrocutado porque el timbre hacía contacto con las lluvias y Joey usaba zapatos de cuero que transmitían la electricidad cuando el piso se mojaba. Siempre le llamó la atención que en aquella casa, donde vivía Penélope, las cucarachas salían de adentro para afuera y no al revés. Las cucarachas no buscaban entrar sino salir de aquella casa. Pulido recordó un poema de Augusto Rodríguez que dice así:

EN LA CASA DE LA POBREZA

En la casa de la pobreza

Existen deseos sinceros

Con olor a tierra mojada

Quebrantados por la basura y el olvido.

En la casa de la pobreza

Existen sueños, cucarachas,

Tenedores, platos de cartón,

Sillas, camisas

Y una olla en la mesa.

En la casa de la pobreza

Hay miles de niños

Una madre y un padre

Desde el amanecer hasta el anochecer

Entre sudores

Desde que la conoció, hasta los tres meses después, cuando finalmente se casaron de civil y de eclesiástico en la iglesia católica de su barrio, Pulido no dejaba de llamarla por teléfono a la casa y al trabajo. Cada vez que podía la iba a ver a su trabajo en el Ford Mustang de su padre. Aquel Ford Mustang duró en aquella casa hasta que se quedó indefinidamente parqueado en el garaje porque le faltaba una pieza de repuesto muy difícil de encontrar en el mercado nacional. Los ratones hicieron pedazos el tapizado y por último una asfaltadora del municipio se le vino encima convirtiéndolo en tatuín de lo apachurrado que quedó. De esa manera el Ford al interponerse en el impacto de la asfaltadora y el pilar de la casa salvó de una muerte segura a la anciana madre de Pulido y el recién nacido Danni Pulido.

La ceremonia religiosa de su matrimonio con Penélope fue humilde y como Pulido se la había sacado a la fuerza de la casa de los padres de Penélope, la persona que la entregó fue el tío William. Así había ocurrido todo: Pulido la fue a buscar a Penélope y armó un escándalo en la calle porque le prohibían a Penélope ver a su enamorado y cuando un familiar amenazó a Pulido con una pistola, Penélope salió corriendo y los dos de la mano se fueron huyendo por las calles, perseguidos por los familiares, hasta que la pareja de prófugos escaparon al subirse al vuelo a un colectivo.

Con el tiempo aquel recuerdo provocaría carcajadas nerviosas en Penélope porque cuando llegaron al barrio donde vivía Pulido, entraron por una parte remota y subiéndose por un muro, toda la operación estaba envuelta en un sigilo infantil y cómico.

Penélope vivía con su abuela y ésta no quería que su nieta se casara con un tipo como Pulido, que era un verdadero enigma, un desconocido. Ella necesitaba de Penélope para vivir y cuando vio que todo estaba perdido y que Penélope había decidido que se iría, se desmayó y Pulido podía oír los latidos del corazón que bombeaban como un tambor.

En esa pequeña iglesia católica del barrio, Joey Pulido le prometió a Dios que iba a cuidar para siempre de Penélope.

Allí en el trabajo de Penélope, Pulido conoció y trabó amistad con uno de los choferes de la compañía, que más tarde trabajaría de chofer de la línea 54 en la que siempre se embarcaba Pulido, y el chofer al reconocerlo no le cobraba el pasaje. Penélope trabajaba en el departamento de contabilidad de una distribuidora de embutidos. Tenía poca salud y lo más terrible de su trabajo era meterse en el gigantesco congelador para hacer inventario de los jamones y mortadelas y sufrir, con su precaria salud, el tremendo frío agarrotante del cuerpo y del ánimo.

A la hora del almuerzo, la compañía le brindaba un sánduche de mortadela, por lo que Penélope ya estaba hasta las narices de los embutidos. Ella se había graduado de bachiller contable en el colegio República del Ecuador. Pero Penélope vivía mal. De entrada le advirtió a Pulido de su mal carácter y ¡cosa tan rara!, le dijo que si quedaba embarazada se iría a vivir a Montañita con su hermana. Esa fue una señal que Pulido no supo detectar tal vez por el efecto idiotizante de las malditas pastillas del psiquiátra: Penélope como nunca tuvo una familia siempre quiso ser madre soltera. Esto a la larga sería una falla catastrófica para la salud mental del pobre Pulido.

Así era Penélope, siempre triste y deprimida, siempre pensando en escapar, caminando por la playa durante los hermosos atardeceres rosa, sintiendo en sus tobillos las lenguas del mar helado, para luego encerrarse en su casa y asomarse por la ventana para mirar pasar a los turistas, mientras escuchaba en un casete, una melodía depresiva de Lupita D’Alessio.

Esta advertencia de Penélope de irse a Montañita en cuanto quedase preñada le causó grandes desasosiegos a Pulido, que siempre temía las peleas con su esposa porque ella siempre tenía en la mente irse y llevarse a su Danni, que tanto amaba. Muchas veces Joey vivía mal, con la eterna pesadilla paranoica, agravada por el bombardeo radial de la música salsa y latinoamericana, de regresar a su casa y no encontrar a Penélope porque ésta se había ido a montañita. Este bombardeo radial surgía como consecuencia de la actividad política de Joey. Pulido escribía análisis políticos y los enviaba a EL GLOBO y luego a EL PANFLETO RADICAL y lo más probable es que este bombardeo radial sea la consecuencia de alguna venganza contra la salud mental de Joey. Esta música odiosa, utilizada con fines perversos, inducían a Pulido a pensar que Penélope se había ido del trabajo a Montañita y que lo había abandonado o que lo traicionaba con otro y en otras ocasiones lo inducían a pensar que Penélope era una espía de la Democracia Popular. Este bombardeo radial hizo crisis una noche en que Pulido, completamente loco, subió las escaleras hasta el cuarto donde estaba recostada, descansando Penélope preñada de Danni y le puso un cuchillo en la cara mientras le interrogaba, diciéndole:

 -¿Dime para quién trabajas?

Después de ese incidente, Penélope abandonó a Pulido y se fue a vivir a Montañita y Pulido no sabía qué hacer. No podía vivir sin su Penélope y sin su Danni que todavía no nacía, así que la fue a ver a donde estaba y le rogó tanto que volviera, que ella lo pensó mejor, no quería dejar a su hijo sin padre, además ya había metido la pata con este maniático, así que regresó al hogar.

Todo esto era muy doloroso de recordar, muy doloroso, pero Pulido lo arrastraba en su conciencia y no podía creer cómo él se había dejado manipular de esa manera por P2 Inteligencia Naval y los servicios de inteligencia de la política ecuatoriana. Por eso Pulido odiaba la cultura latinoamericana, su música y muy en el fondo creía que todo el subdesarrollo mental de Latinoamérica también se reflejaba en aquel arte.

En una ocasión, Penélope- cuando todavía no estaba embarazada de Danni-, le contó a Pulido que habían querido violarla en su camino de regreso a la casa y ella se había defendido como una loca, y después de un tiempo de transcurrido el suceso en una de aquellas noches se había deprimido tanto, que había buscado la pistola de su abuelo y se había apuntado a la cabeza y hasta había halado del gatillo, pero la bala no se detonó y de esa manera se había salvado de milagro. Esto lo confirmaría Joey durante su corto noviazgo de tres meses porque en los hoteles a los que acudían para hacer el amor, ver televisión, leer el periódico, comer hamburguesas y comida china, cuando Penélope se quedaba dormida, sufría de crueles pesadillas y hablaba de violación y gritaba. Joey tenía que dejar de leer el periódico y despertarla para consolarla hasta que le pasara la crisis.

Además estaba infestada de todo un microzoológico de parásitos. Había adquirido la mala costumbre de automedicarse antibióticos, tenía anemia, su conteo de glóbulos rojos era bajísimo, se desmayaba a cada rato y en cada esquina, y hasta hubo un momento en que Joey sospechaba con tristeza y desesperación, que Penélope tenía afectada la médula.

En una ocasión la llevó a SOLCA para que la examinara un ex compañero del colegio. Con la paciencia y la ternura de un santo, Joey sacó dinero de donde no tenía, mendigó por las calles de Salinas en la noche y entre los turistas, y la purgó con tratamientos, tanto vegetarianos como químicos. Y hasta se tomaba la molestia de examinar cuidadosamente en la bacinilla todas las porquerías palpitantes y las lombrices acuosas, que su esposa expulsaba de su organismo como fideo tallarín. También la llevó donde un amigo de su padre, un sabio de la medicina occidental, que decía que curaba el cáncer y el sida. Muchas personas afirmaban que se había curado él mismo un cáncer de piel. Y le pagó para que le pusiera toda clase de sueros a Penélope para restablecerla. En una ocasión una de las compañeras del colegio los había acompañado a esos tratamientos y se había quejado con Joey por llevarla a ese consultorio tan desastrado. Pero lo que no sabía la compañerita de colegio es que los Pulido estaban completamente chiros, y que el médico en cuestión, era un genio medio chiflado.

El mismo Pulido había acudido anteriormente con su padre al notable científico, doctor de una importante aerolínea, para que éste le administrara unos sueros para el crecimiento de los adolescentes sin necesidad de hormonas.

-Las hormonas traen efectos secundarios-había dicho el doctor con el ceño fruncido y con tono de gravedad-.

En una ocasión mientras Pulido estaba sentado junto a su esposa a la que se le había inyectado un suero en la vena, escuchó la queja de Penélope por la lentitud del proceso y el dolor que le ocasionaba, y Joey le abrió un poco el conducto de cuentagotas a la manguerilla del suero y el líquido penetró más rápidamente en el organismo de la muchacha. Cuando el doctor – que aparte de ser un científico notable, tenía la manía de arreglar motores de un montón de vehículos que apilaba en el patio delantero de su casa, como si se tratara de una enorme colección de chatarra- se enteró de lo que Pulido había hecho, le reprochó con energía el meterse en esos asuntos, porque el líquido se le pudo haber metido en los pulmones y causarle complicaciones a la chica.

Después del matrimonio decidieron irse de luna de miel a Playas, pero justo ese día, Pulido tenía que rendir el examen de psicología para aprobar el pre de filosofía en la universidad y era tanto el apuro por terminar que hizo mal las pruebas y reprobó el examen. En esa época Pulido trabajaba como digitador de cheques para FILANBANCO.

Para entrar a trabajar a FILANBANCO, Pulido tuvo que aprobar un curso de introducción en que le hablaron de todo, menos de lo que realmente iba a enfrentar: la mecánica necesaria para introducir la clave de acceso a la computadora y alguna técnica comprobable de cómo digitar cheques a toda velocidad.

Todas las tardes Pulido se embarcaba en la 54 y se iba a trabajar. Pulido llegaba bien trajeado con corbata a la cafetería del banco, cenaba delicioso, y de ahí se iba a digitar cheques. Le daban un manojo de cheques, mil en total, en los que tenía que verificar la firma, comprobar electrónicamente si tenían fondos para pagarlos, verificar la fecha, las letras si coincidían con la cantidad. Era lo que se llamaba leer el cheque y al final de toda la operación tenía que cuadrar hasta el último centavo. Duró poco tiempo en la cámara de compensación porque en el banco necesitaban gente que cuadrara una mayor cantidad de cheques y con mayor rapidez y que no sean viciosos del cigarrillo. Pulido a cada rato interrumpía su trabajo para ir a comprar un cigarrillo. Cada vez que pasaba por el corredor donde se exhibían los cuadros de los pobres artistas, se quedaba pasmado ante el realismo plástico de aquellas obras: mujeres corruptas, vestidas con ropa íntima y seductora que invitaba a los hombres a desatar su pasión.

Pulido nunca llegó a comprender bien el asunto de ingresar la clave en la computadora y muchas veces pasó momentos aciagos cuando todo el mundo ya había digitado su montón de cheques y él seguía con su trabajo sin terminar. Un día un supervisor le gritó desde el otro lado de la oficina:

-Mueve esa mano, Pulido, que el fantasma de Nahum Isaías se te va a aparecer en pelotas…

En uno de los últimos días de trabajo, Pulido se había metido en un gimnasio del barrio y le habían proporcionado un entrenamiento dirigido, tan bestial, que al día siguiente cuando fue a trabajar al banco, casi no podía mover las piernas y caminar de manera normal. Parecía como si todo un equipo de fútbol lo hubiera violado. También le daba a Pulido por golpear el saco de box, que tenían en el gimnasio, hasta cuando empezó a sentir fuertes dolores de cabeza, como si con cada golpe que le pegara al saco, se le estremeciera en el cerebro alguna placa de metal que un cirujano le hubiera colocado por causa de un accidente. Probablemente se trataba de algún ataque con armas secretas indetectables de P2 Inteligencia Naval para disuadirlo de que se entrene.

Cuando los recién casados llegaron a Playas a pasar su luna de miel, Pulido y Penélope se quedaron tristes, al ver que su cuarto de matrimonio no tenía baño propio sino que había que compartirlo con los demás huéspedes, que tenían que salir al corredor del piso para hacer sus más ínfimas necesidades. Pero lo peor fue cuando se acostaron a dormir en la cama después de caminar toda la noche por Playas y de ver una película italiana de vaqueros con Clint Eastwood. El colchón de su cuarto estaba repleto de chinches y no pudieron dormir en toda la noche. Apenas se habían acostado y entrado en calor con los besos y los abrazos apasionados, cuando empezó la microscópica picazón del cuello, que poco a poco se regaba por todo el cuerpo.

¡Menuda luna de miel!

Ahora que Pulido había purgado, y alimentado con amor a Penélope, vivían juntos y pronto serían tres, porque Penélope estaba retrasada de la regla con cuatro semanas. Esto sucedió en una temporada que Penélope se había hartado de la chirés de Pulido y de su mal carácter, así que simplemente lo abandonó, y Pulido destrozado por su ausencia, la buscó en Montañita y en esa reconciliación quedó preñada de Danni.

Pulido había tenido mucho cuidado de no embarazar a Penélope mientras le administraba los purgantes, para que el feto no resultara afectado. La muchacha era más fértil que una gallina.

Todas las noches, Joey llegaba fatigado del trabajo y de las clases de contabilidad en las que se había inscrito con valor, ya que de números, Pulido no entendía nada de nada. Y Penélope siempre lo estaba esperando con una taza de café. Después de atender a su marido, hacía que éste le pusiera la mano llena de esperanza en el vientre donde se estaba formando el pequeño Danni Pulido.

Por aquella época, Joey trabajaba con el ingeniero agrónomo Desbles, y viajaban en un Susuki Forza a Quevedo, recorriendo todas las bananeras en busca de los dueños para persuadirles de que compren un estudio de riego por goteo, con planos arquitectónicos y proyectos hidráulicos para instalar sistemas de riego en las haciendas bananeras. En otras ocasiones salían a las tres de la madrugada para ir a una hacienda que cosechaba espárragos y de ahí los iban a entregar a una bodega de Mi Comisariato para dejarlos y recibir un dinerito. Durante aquellos viajes realizados casi de noche, Pulido iba hablando como loco con el ingeniero Desbles y éste lo escuchaba a Pulido hablar sobre filosofía política, luego acerca de la doctrina de los testigos de Jehová y sobre economía y se quedaba en silencio calibrando lo que escuchaba. Seguramente se daba cuenta que algo andaba mal en el cerebro de Pulido.

Pulido conoció al ingeniero Desbles mientras trabajaba de vendedor de seguros y en una ocasión se le acercó al ingeniero, todo trajeado y dando una excelente impresión, y le habló de las posibles contingencias de la vida y del mecanismo del seguro de vida para amparar a los seres queridos, pero el ingeniero Desbles ya había contratado un seguro en dólares.

Se metían en ese Susuki Forza por los terrenos selváticos de las bananeras de manera increíble, Joey no se explicaba cómo aquel pequeño carrito podía internarse en semejante jungla. La gente que trabajaba excavando la tierra para instalar los tubos de plástico vivían como pordioseros y la comida que ingerían era babosa y mala. Joey comprendió que la vida de los campesinos era muy desesperada, que vivían siempre de fiado en las despensas y trabajaban, sin ninguna otra distracción que el puro y el sexo, para luego, pagar las cuentas atrasadas de las despensas. El problema de trabajar para el ingeniero agrónomo Desbles era que él sólo reconocía la alimentación del trabajador, sólo pagaba la comida y nada de sueldo por lo que todo era una sencilla pérdida de tiempo para Joey.

En una ocasión el ingeniero Desbles le dio el volante a Pulido mientras el carro estaba parqueado a un costado de la carretera, y Pulido se descuidó al arrancar, y si no es por una maniobra urgente del ingeniero Desbles, aferrando el timón y virando para la derecha, los dos hubieran muerto de contado al ser embestidos por un gigantesco transporte interprovincial, que venía a toda velocidad en sentido contrario. A veces Pulido tomaba el volante y manejaba por horas y horas, desde las cinco de la mañana hasta las diez u once de la noche para hacer una única parada a las ocho de la noche, en el centro de Quevedo y comer una crujiente y asada tripa. Cuando Pulido comía mucha tripa asada le entraba el temor de contraer una hepatitis, la boca le quedaba llena de grasa y cuando defecaba sentía el ano grasiento.

Por las noches Pulido y el ingeniero Desbles buscaban chicas y las metían en los hoteles, luego les daban de beber y fumar, se iban a comer arroz con cangrejo criollo y se mezclaban en unas orgías incomparables. Eran cuatro personas metidos desnudos en una cama, cada uno concentrado en su pareja y toqueteando a la pareja del otro. En una ocasión Pulido se metió a un hotel con el ingeniero Desbles con un par de putas y por más que trataba de mantener la calma, la puta le repetía a cada instante mientras subían la escalera del hotel:

 -¿No tienes preservativo?, ¡no vas a terminar dentro de mí!, ¿ok?

Y Pulido sufrió un ataque de impotencia y la puta tuvo que agacharse en la cama y pararle la picha con sexo oral y cuando Pulido se lo introdujo terminó rapidísimo y la puta le recriminaba que haya terminado tan rápido ¡y adentro!

A pesar de todas estas aventuras Pulido siempre tenía en mente a Penélope embarazada. En una ocasión, mientras inspeccionaba la salinidad de unas tierras donde se había sembrado limones, y donde se pensaba instalar un sistema de riego por goteo, cogió un poco de barro y lo moldeó como una pequeña estatuilla con la forma de Penélope embarazada, y cuando llegó ese día a la casa, se le formó en la mente la idea de hacer una escultura de yeso de una chica flacucha preñada de ocho meses con una barrigota. Joey se reía para sus adentros porque en el barrio las vecinas la molestaban a Penélope cuando llegaba del trabajo a la casa, porque le susurraban “piola con nudo”, y otras majaderías así por el estilo.

-0-

Cuando Joey terminó los cursos de contabilidad en IDEPRO, el profesor le recomendó que se pusiera a practicar y a practicar o de lo contrario todo sería una pérdida de tiempo y por último le dijo que se olvidara de la contabilidad y que se dedicara a las letras o a la filosofía. Toda la idea de meterse en ese curso de contabilidad provino de la esposa de Pulido que era bachiller contable del República del Ecuador.

Los padres de Pulido le ofrecieron una cena de graduación, como si al acabar aquel curso de contabilidad hubiera terminado su carrera de filosofía en la universidad, que había sido abandonada por falta de dinero y problemas políticos.

Pulido hizo vanos intentos de buscar trabajo como asistente contable, pero la gente le preguntaba si tenía conocimientos en contabilidad bancaria e incluso cuando Pulido mentía y decía que sí, de todas maneras le negaban el trabajo porque cuando se graduó no se había especializado en contabilidad sino en filosofía.

Por aquella época Pulido se sintió muy afectado por la situación económica del país y en las noches se ponía a escribir a máquina, sesudos análisis políticos y económicos y en la mañana los enviaba a la dirección del diario EL PANFLETO RADICAL. Ellos, por supuesto, nunca publicaban nada. Esto indignaba a Pulido, porque él se esforzaba por hacerle comprender a los lectores, que la única salvación del país estaba en la agroindustria exportadora, que evitaría el colapso; que el intercambio comercial con los agentes económicos del exterior era una posibilidad riquísima para inundar de divisas al país, bajar las tasas de inflación y de desocupación.

En vista de que le censuraban sus cartas y que nunca se las publicarían, Joey se vengaba de la censura recordando sus dos últimas cartas enviadas que versaban sobre política exterior, pero después de un esfuerzo inútil se dio cuenta que é también se había olvidado de aquellas cartas y de aquellos análisis.

Sí, definitivamente Joey había escrito esos análisis, esas eran sus palabras inmortales que ya habían sido borradas de su memoria. Todo lo demás había quedado perdido en el olvido. ¿Por qué lo había hecho?, ¿por qué se esforzaba en vivir de esa manera, entregando escritos que al parecer a nadie le importaban? Tal vez esa era su forma de contribuir con un granito de arena al orden y la estabilidad mundial, su forma de decir que amaba la libertad y la paz. Era su forma de demostrar el amor y el interés por un país lejano que nunca comprendería su situación y que jamás lo ayudaría en nada. Tal vez esa era su forma de equivocarse radicalmente y de sufrir y entregarse a las lágrimas y pagar por sus errores. El creer en aquellos ideales era su forma de errar y de fallarle a todo el mundo. Era la manera que él había elegido para convertirse en el portaestandarte de la libertad, la democracia y la igualdad. Su forma de decir NO a la injusticia y a los abusos de poder de las clases poderosas y privilegiadas.

La segunda carta decía así, pero cuando trató de recordar su mente quedó en blanco, seguramente, estaba experimentando los síntomas del Alzheimer y no pudo recordar nada.

Aquí había otra muestra de su erudición y de su compromiso ideológico con la libertad. Pero, ¿para qué servían? Nunca le iban a dar una medalla por su valor ni por su honestidad ni por su entrega. Nunca nadie le reconocería que había ayudado a Corea del Sur ni a los Estados Unidos ni a la causa de la democracia, la igualdad, la paz y la libertad. Todo eso lo abrumaba sobremanera a Pulido. Al morir, sería borrado de la faz de la tierra y de la historia. Sus cenizas serían esparcidas en el mar. No quedaría nada qué recordar de él. Nada. Nadie iría a su entierro. Sería una destrucción cósmica que pasaría totalmente desapercibida. Polvo estelar que nunca fue ni nunca sería y que sería devuelto al suelo desértico de Engabao.

Pero Joey sentía que le había devuelto algo a la causa de la libertad. Sentía que todos esos años de felicidad viviendo con libertad y sabiduría habían quedado pagados, había saldado su cuenta con la libertad. De todas formas no podía hacer más. América se había metido en un problema y Joey la había sacudido, alertado, salvado de la muerte y de su desaparición. Pobre de él. Al mundo poco le importaba la causa de la libertad. Al mundo le importaba la política y lucrarse de la manera más tranquila y pacífica mientras tanto el planeta se podía ir al infierno.

Joey era un personaje que amaba la lectura, la poesía y el análisis político-económico, y era contemplativo, lento y dado a trabarse cuando lo sometían a presión. Por eso a veces no le daban trabajos muy bien remunerados, porque cuando le preguntaban si estaba dispuesto a trabajar bajo presión, Joey demostraba cierta indecisión, una especie de tartamudeo, no sabía qué contestar, le faltaba seguridad.

En una ocasión se encontró con una compañera de colegio y ella al verlo pensó que ya Pulido había sacado la licenciatura en la universidad y lo contactó con el ingeniero Leleu para que trabajara por un sueldo de tres millones de sucres mensuales en CEDEGE, pero cuando Pulido estuvo frente al ingeniero, le tuvo que decir que él no era licenciado y así perdió otra oportunidad de salir de la miseria económica. Lo mismo le ocurrió cuando se encontró con un ex compañero de trabajo de su padre y éste le ofreció trabajar tras un escritorio en la Junta de Beneficencia y Pulido, de manera incomprensible, tartamudeo, no podía creer la buena suerte que le abría las puertas y respondió que no porque por aquella época estaba intensamente sometido al bombardeo radial y estaba bastante paranóico y le entendió al amigo de su padre que él iba a trabajar de inspector en el Lorenzo Ponce y la sola idea de estar desequilibrado y trabajando rodeado de locos le pareció insoportable. Cuando se dio cuenta que el trabajo no consistía en eso y de la bestialidad que había cometido al negarse a la increíble oferta, regresó, pero ya era demasiado tarde y la vacante se había llenado o eso fue lo que le dijeron.

En cambio Penélope era una mujer de acción. A ella le quedaba muy bien un puesto de diplomática en el servicio exterior de su país. También tenía muchas inclinaciones espirituales. En una ocasión mientras salía del baño de un hotel -al que habían ido cuando eran enamorados-, ella le dijo mientras se colocaba una toalla en el pelo mojado, que ella de chiquita quería ser monja, una esposa de Dios.

Durante mucho tiempo fue asistente de gerencia y la hubieran ascendido a gerente sino fuera porque no tenía un título universitario.

En esa época a Pulido le salió un trabajo de manager de una parrillada en Salinas y Pulido tuvo que hacer de pintor de brocha gorda para instalar el local, mesero, cajero y de muchacho de limpieza.

Primero entró a trabajar para el TIP como chofer y todo era un relajo con Pulido por su mala memoria. El TIP le decía que deje el vehículo en una lavadora de carro y Pulido la dejaba en otra, que quedaba cuatro cuadras más adelante. Cuando el TIP iba a ver el vehículo los trabajadores de confianza le decían: “que de qué carro les estaba hablando y que ningún tipo llamado Pulido les había dejado ningún carro”. Y luego el mismo Pulido se confundía con las direcciones y luego ya no se acordaba de en qué  lavadora había dejado el vehículo.

¡Y cuando manejaban juntos!

Pulido no lograba controlar el acelerador y el freno y a cada rato iban de tumbo en tumbo y pronto a estrellarse contra la parte trasera del otro auto y matarse, y el TIP le gritaba a cada rato como loco:

 -¡Pero cuidado!, ¡uf, qué inepto!

Y luego se mataban de la risa.

En esa época Pulido estaba con los nervios de punta porque estaba pasando por una temporada de abstinencia de toda clase de drogas, pero no tenía ni vivía bajo un programa de recuperación y todo era una desesperación y una gran desgracia tras otra.

¡Los nervios!

Cada vez que podía, Pulido le rezaba a San Cayetano una oración como ésta:

¡Padre mío san Cayetano! Capellán del Padre Eterno, que con tus manos nos das la victoria para el cielo; dadme pan, San Cayetano, Santo queridísimo de dios, dadme hogar, dadme vestido y pan de aquel que comiste vos, que como el pan es de Dios, por eso lo pide el cristiano. Dadme pan San Cayetano, Santo de la Providencia, míranos con paciencia y danos tu bendición .

San Cayetano: tu divina providencia se extiende sobre nosotros, a fin de que nunca nos falte ni pan, ni casa, ni abrigo, ni alimento, ni vestido. En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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