Laiseca y su chancho
Viernes de coquetería y sexo ajeno. Alberto Laiseca aún no se rinde y sigue el flirteo más tierno con la muerte, en este caso, personificado por una niña a la que le toca la cabeza y le dice: chanchito.
Ella escribe poemas y de alguna manera quiere que estos le gusten al viejo con cara de chino triste. Pero él no piensa sino en su sándwich que se enreda entre sus bigotes y la cerveza que bebe en medio de ese jardín porteño.