Carta a un joven reptiliano

Como todos los martes, reproducimos una nueva respuesta de Marsella a sus corresponsales, por lo general, aspirantes al mundo del parnaso literario, cultural y académico.  

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En el inicio de tu apellido está la prueba irrefutable de tu progenie, Lizar-d.  Dios creó a los reptilianos y los reptilianos te crearon a ti para refutarlo como parte de un plan divino de la insensatez.

Te comportas como el típico fanboy americano solo que, en lugar de ir al superbowl, lees papers para sentir que estás en el equipo de los vencedores y denostas, como lo hicieron los jueces de la inquisición, a aquellos que no se pliegan a tus creencias y evidencias. Si para algunos fue sacra la imagen de vírgenes que conciben dioses, para ti es la de un sello editorial que se acredite publicar a los premios Nobel de física, química y medicina.

Eres de los imbéciles más útiles que he conocido. Crees que la aventura más vertiginosa de la humanidad  sucede en el espacio libre de un laboratorio, libre de poder, de rencillas y de caca… lo mismo que los monasterios lo fueron durante tanto tiempo para los creyentes.  Haces campañas en pro de la defensa de la vida sin saber que tus enunciados son hechos por esos reptilianos que desean exterminarnos.

No puedo negarte que hay momentos en que no sólo deseo abofetearte sino escupir en tu jeta para hacerte sabedor de mis sentimientos para ti. Pero recobro la cordura y sé que la vida se encargará de cobrarte; habrá un momento en que la misión reptiliana a la que perteneces, habrá fagocitado todas tus energías y serás un lapo miserable que se autoendiosará diciendo que fue un escéptico.

¡Ay, mi pequeño conocido! tus giros retóricos y menosprecios son dignos de don Torquemada. Y tu entrega a la razón es hija de los autos de fe que ves con desprecio pero que practicas, en tu dimensión tan ínfima y pobre, en tu muro de facebook y tus ensayos académicos que nadie lee.

A lo máximo que puede aspirar un científico de nuestras coordenadas es al favor de políticos que patrocinen sus equipos médicos, mientras el científico cabeza se dedica a brindar conferencias con discursos de autosuperación humana para gente que lo compra a ojos cerrados como tú.

Te seguirás burlando de quienes profieren el final de los días porque se basan en las escrituras, pero harás gestos ceremoniosos cuando hables de que el mundo va directo a la debacle si no se hace lo que tú consideras  debe hacerse.

Creo que nunca te has preguntado para que cárajo queremos seguir viviendo, para qué tanto deseo de mantener la especie, si esto no forma parte de algo diferente a un circo hecho por los reptilianos para divertirse con criaturitas soberbias como tú.

Pronuncio mi más sentido pésame a tu cuerpito y conciencia toda que fueron abortados antes de nacer para hacerse un eructo de la indigestión reptiliana.

Al Espacio no irás, amigo lagarto, porque los reptilianos así lo decretaron. Al Espacio van los más bajos grados militares, cuya pérdida no sería mayor a la de un perro o un simio; pero  yo lamento  más la pérdida del perro y del simio, que del astronauta que regresa triunfante como actor de Hollywood.

Pues has de saber: vale más un perro muerto que un militar abyecto devenido héroe.

Finalmente ni el perro ni el simio pertenecían a esta horrible humanidad  y no merecían su destino. Tú sí mereces el tuyo, iguanita: trabajar en una empresa donde te dirán todo lo que tienes que decir y escribir, ganar premios y hacerte a un lugar en la burocracia del nuevo milenio, hasta que tu muerte pase a los anales de los cocodrilos que han burlado cualquier arresto de libertad que haya brotado en este mundo.

Julián Andrés Marsella Mahecha, Topaipí (Cundinamarca), 2015 

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