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EL CULMEN DE LA IGNOMINIA, por Zeuxis Vargas

ANDRÉS FELIPE ESCOVAR O EL CULMEN DE LA IGNOMINIA 

Por: Zeuxis Vargas

 

FELIPE ESCOVAR

 

Literatura policefálica, literatura de la estética Trash y literatura híbrida como dispositivos transgresores de la cultura.

Hacer literatura es obsesionarse por procurar universos. Es entregarse a una tarea que sólo es satisfactoria, mientras se realiza, para la pobre criatura que letra a letra, palabra a palabra, tramita con su imaginación la ambición de contar o decir algo innovador.

Claro está, que esta labor, completamente solitaria requiere ciertos conocimientos, lecturas y vida. Algunos optan por una vinculación a las tradiciones, se amordazan a los estilos, técnicas más reconocidas e historias justas para aquellos otros que consideran leerán sus obras. En este sentido, escribir constituye crear un público, cada texto apunta hacia la sensibilidad y los gustos de ciertos lectores y el futuro de esa literatura, su reconocimiento o su olvido dependerán cien por ciento de la generosidad de quienes pongan sus ojos con atención en las letras publicadas.

En Colombia, la literatura parece estar medida por las buenas costumbres y por el uso adecuado de ficciones que se ajustan a la escritura usual, o sea, aquella que narra historias probables, verosímiles, asequibles o sutilmente innovadoras. En resumen, la literatura nacional hasta hace pocas décadas le importaba muy poco, pero muy poco, experimentar con los costados más raros o inverosímiles de la escritura. Así que sin miedo alguno, cualquiera puede decir que Colombia es un país de literatura realista: dramas de la vida real o basados en situaciones históricas, tramas psicológicas, historias románticas o detectivescas, escritos cómicos y textos epistolares, estructuras biográficas o seudobiografías, crónicas noveladas, argumentos picarescos o satíricos y en muy contadas ocasiones, discursos aleg
óricos, son parte del material que se encuentra en la estantería nacional.

La ciencia ficción, el misterio, los argumentos distópicos, utópicos, ucrónicos, de fantasía y hasta góticos, que se desarrollaron con entusiasmo en Estados Unidos, España, Argentina, Gran Bretaña o Rusia, no lograron seducir a los escritores colombianos, que siendo buenos lectores de las mejores obras mundiales, contadas veces se aventuraron a experimentar con esta clase de visiones.

Contamos con algunos precursores, dos o tres nombres que se arriesgaron por historias sorprendentes y raras. Pero este campo arado parcialmente por un Fuenmayor, un Lizarazo, o un Sliger, no logró impactar con el mismo furor que lo hicieron Mary Shelley, Julio Verne o H. G. Wells en Europa; Lovecraft, Burroughs, Howard, Leiber o Bloch, en Estados Unidos; Tsiolkovski, Malinovsky o Zamyatin en Rusia.

Así que a diferencia de la ciencia ficción mundial que puede dividirse en períodos, tales como clásica, de oro, intermedia, tardía y contemporánea, o con otras clasificaciones, según el gusto histórico, y con representantes magníficos para cada uno de los conjuntos, en Colombia, hacer esta clase de distinción histórica sería en sí misma una quimera.

Pero para ser complacientes con aquellos que se sienten entrañablemente atraídos por esta clase de sistematizaciones, podríamos decir que el grupo pionero o grupo clásico mencionado, dio origen, casi 50 años después, al periodo de la ciencia ficción reconocida realmente como de origen colombiano. Quien inaugura esta etapa es German Espinosa y lo siguen, quizás, los escritores más reconocidos hasta la fecha de este género, ya que René Rebetez y Antonio Mora Vélez, son los padres, de todo lo que vendría después. Los dos escritores son, por así decirlo, los embajadores. Ellos hicieron posible la visibilización de un género y se constituyeron muchas veces en los jurados indiscutibles para valorar las nuevas obras de ciencia ficción colombiana.

Quienes han intentado realizar un archivo histórico de la Ciencia Ficción en Colombia han denominado a la ola que publicó a finales del siglo XX, como la generación de Cambio de siglo, la cual señalan, nace justo a partir del Primer concurso de cuento de ciencia ficción, iniciado en 1997, donde justamente Rebetez y Antonio Mora Vélez, fueron los jurados. Esa camada de escritores, que ahora si podemos decir, con agrado, pasan de cinco, se unen inevitablemente con los escritores del siglo XXI, o sea, con aquellos jóvenes nacidos en los 80 y los 90.

Hay un lazo común que une a los escritores de fin de siglo con los del siglo XXI, ese lazo es la tecnología. Los primeros, vivieron el nacimiento del internet y se acomodaron con facilidad a la globalización y el neoliberalismo, comprendiendo las razones y sin razones de la era digital, de la cual, ellos mismos fueron protagonistas y testigos; los segundos, por su lado, nacieron con aquellos dispositivos y ese mundo en red, en sus manos, son hijos naturales de la informática y por lo tanto tuvieron desde niños el privilegio de reforzar con más rapidez sus habilidades y destrezas para comprender los nuevos senderos y lenguajes por los que la era digital evoluciona.
Así que hablamos de una conglomeración literaria de la misma estirpe, algo así como una familia de primos que consiguen hablar el mismo idioma con las mismas reglas naturales que los códigos sociales les dictan.

De esa última camada de escritores es que proviene Andres Felipe Escovar, un joven catedrático de la universidad del Rosario, que a finales de la primera década del siglo XX, comenzó a generar una literatura cooperativa. O sea, aquella que se hace a dos, tres o cuatro manos y que conlleva el desvanecimiento del autor. Borges y Bioy Casares lograron escribir de esta manera y sin esfumar al autor idearon la brillante estrategia de propiciar, para su arreglo mutuo, la creación de un autor etéreo. Bustos Domecq, es ese autor irreal o fantástico que firma las obras escritas a dos manos por dos de los más grandes escritores de la Argentina. Quiero creer que este ejercicio fue la chispa que dio pie para que Cermeño, Marsella y Escovar, les diera por hacer una literatura policefálica exitosa, a diferencia de este fenómeno dado en la naturaleza, en todas las especies, y donde aquellas criaturas que nacen con esta condición mueren precozmente, la literatura policefálica, ha proveído al mundo con grandes obras nada defectuosas. Lo más llamativo es que esta clase de obras parecen desbrozar un nuevo camino, una clase de género neófito capaz de convertirse en un paradigma literario.

Así que si este experimento en un futuro se posiciona como una rama indiscutible para crear literatura, Escovar y Cermeño serían los pioneros nacionales. Solamente, con el hecho de ser el iniciador de la literatura policefálica, le bastaría a Escovar para ganarse un lugar en la historia de las letras nacionales. Más allá de este logro, es necesario reconocer dos circunstancias extras que hacen de la escritura de Andrés Felipe, un acontecimiento favorable para la literatura nacional.

La primera tiene que ver con el hecho de que junto a Cermeño, Escovar es también precursor de aquello que podríamos denominar como literatura extravagante, grotesca dura o literatura de la estética Trash. Esta clase de estilo que se dio una vez en la literatura estadounidense con Flannery O’Connor, y sus personajes a los que les faltan piernas, ojos o son asesinos seriales con remordimientos morales y que logra su punto álgido con Denis Hale Johnson, en su libro de cuentos Hijo de Jesús, también tuvo lugar en Europa con las historias surrealistas de Boris Vian, pero donde más tuvo proliferación fue en el cine con películas de culto tales como Freaks; Pink Flamingos; Guinea Pig: Mermaid in a Manhole; Nekromantik; Gummo, o algunas películas de Lynch y del primer cine de Jodorowsky.
La estética Trash, en sí misma es una trasgresión al gusto, o lo que podríamos reflexionar como una búsqueda de intencionalidades estéticas que permiten subvertir lo normal y normalizar aquello denominado socialmente como asqueroso, grotesco, extraño, perturbador o fenomenal. Así que la estética trash es algo que va más allá del camp o el kitsch, ya que filosofa sobre lo anormal o lo repugnante como categorías sociales que pueden ser superadas para ser observadas y analizadas como expresiones transgresoras de la cultura que al ser normalizadas comienzan a tener un mundo propio, un universo fenoménico interiorizado a la naturaleza de seres que ya no serían excluidos sino diversos y tolerados.

Este monumental ejercicio, que en la literatura logró proporciones polémicas con El fiord de Osvaldo Lamborghini, con Las tripas de Chuck Palahniuk o con Larva de Julián Ríos. Consiguió su representación en Colombia con el libro policefálico de Cermeño y Escovar titulado The Lola Verga’s big band.

Ya tenemos dos aspectos por los que Escovar es no sólo uno de los grandes escritores colombianos, sino a su vez uno de los renovadores de la literatura colombiana. Pasemos pues a discutir el último aspecto.

Su más reciente novela se titula Aniquila las estrellas por mí. Esta Opera prima, ya que es su primera obra en solitario, es un punto importante como publicación histórica para la ciencia ficción en Colombia. La obra trabaja, desde la estética trash, ya comentada, las posibles realidades de situaciones históricas que por ser disparatadas no dejaron de ser reales y reflexiona desde una trama de ciencia ficción suave, aquella posibilidad prevista por Philip K. Dick, donde, en el futuro, los seres humanos estaríamos bajo una sociedad vigilada mental y oracularmente.

A diferencia de El informe de la ironía, que cuenta con las fuerza policiaca Precrimen y los precognitivos, El mundo de Escovar en Aniquila las estrellas por mí, cuenta con una agencia policial que tiene a su servicio los verificadores de imaginerías, o sea, aquellos funcionarios que escudriñan los recuerdos de los muertos.

Este argumento que fue utilizado en la película La memoria de los muertos, protagonizada por Robin Williams, se ve modificado en la obra de Escovar, ya que, al contrario del filme donde la grabación mental sirve para perpetuar y mantener el recuerdo de los muertos, en Escovar, sirve como medida de control y coacción. Este sistema de poder, de ojo que mira hasta en los recuerdos de los muertos para criminalizar y mantener el orden social, abre la posibilidad de un mundo oneroso, aprehensivo y asfixiante que no da cabida a ningún tipo de libertad.

La novela es, entonces, un testimonio de una dimensión posible que por sí sola ya nos sumerge en una atmósfera agotadora y neurótica. Sin embargo, es la forma en la que está escrita esta obra lo que permite descubrir la circunstancia final que hace de la literatura de Escovar, un referente inevitable de importancia histórica para las letras de la ciencia ficción colombiana. Se trata pues, de una obra escrita bajo la hibridación técnica, estilo netamente postmoderno y que sigue siendo reconocido por el Ulises de Joyce, Los reconocimientos de Gaddis, El plantador de tabaco de Barth o, últimamente, por las obras de Vila-Matas y Javier Cercas.

Esta clase de literatura fronteriza, que mezcla ensayo, informes, epístolas, drama, poemas o imágenes, logró su última y más evolucionada forma con La casa de hojas de Mark Z. Danielewski.

La obra de Escovar es uno de los primeros híbridos de ciencia ficción, escritos en el siglo XXI en Colombia. Así que con esta última circunstancia, se puede decir que la literatura lograda por Andrés Felipe, hasta el momento sería el culmen de la ignominia, entendiendo ignominia, en este caso, como la afrenta indiscutible que un joven escritor ha logrado para con la tradicional y ya casi reseca literatura colombiana.

Un aplauso grande pues, para este escritor que con tres saltos de fe revolucionarios ha logrado oxigenar las letras nacionales. Si no lo han leído, ¿Qué esperan?

Zeuxis Vargas, 2020

 

Carta a un cretino de la farsándula literati

Pusilánime en su esplendor creativo frente a la mac comunista

Mientras tú eres pura soberbia e ineficacia, yo soy pura humildad y eficacia para masturbarme. Debe ser que vives muy pendiente de esas revistas culturales que dices despreciar pero que lees con ahínco y cierto tufillo de culpa, propio de todo mediocre que se peda en el transporte público y oculta su flatulencia. Estás goloso por ver qué te dicen qué es lo más marginal e irreverente establecido por los doctores de la mass media para enseguida adoptar esa pose que, consideras, te llevará al triunvirato de las letras transgresoras, irreverentes y marginales.

Recuerdo con ternura cómo, cuando te vi, se me derrumbó la imagen del monstruo burletero. Tu corporalidad es la de un pusilánime que ha decidido casarse para así sentir un poco de cariño seguro a costa del desprecio que su esposa le inflige cada día por no ser una vedette de esas revistas literarias que te gustan tanto.

Las telenovelas me gustan tanto como masturbarme. Las veo con sigilo y entera atención, tú me semejas la muchacha linda de rasgos mediocres que jamás pasará de ser un objeto del decorado donde la actriz central lucirá sus discretas dotes actorales y puteriles tetas. Es que si te digo, no te alcanza ni para ser una villana, eres mediocre, chiquita, y tus ironías solo sirven para pintorretear tu jeta de aspirante a promiscua.

Sueño con que algún día te den el papel de sirvienta vieja sometida por la villana; ¿sabes por qué? porque tus gestos con tu esposa y con lo que te circunda, se amoldan muy bien a este papel.

Entiendo, mi señor, porque debes regar toda tu bilis andrajosa e insípida en los comentarios de Facebook. A veces eres gracioso, pero tus chistes pasan muy rápido, como los pedos que niegas en el transporte público. Gracias a Dios morirás pronto y de ti no quedarán sino los gestos de tu hijo, que será un sometido y un mediocre como tú. Tal vez a él, quiera Dios, sí lo voltee a ver Vilis-Matas porque le dará pesar y lo volverá un artefacto literario de sus novelas que son también puestas en escena, es decir, es un artista conceptual de la literatura.

Pero, ¿sabes algo, cretino? Tú eres el artefacto conceptual de las divinidades: sirves para demostrar que todo este cosmos no es sino un respingo de medianía, intrascendencia e ignominia.

Yo me seguiré masturbando, no te preocupes por mí, no llores por mí, Argentina, mi prepucio se enrojecerá como turista yankee en playas caribeñas. El calor enfebrecido de este prepucio acompañará mis noches frías sin ti. Esperaré tus comentarios en Facebook y en los periódicos mass media en donde publicas tus vómitos mansos y amaestrados que sirven para hacer creer a los mafiosos dueños de esos pasquines que son demócratas que admiten a cretinos de tu talla.

 

Desde El Chochal (Caicedo), Antioquia,

Julián Andrés Marsella Mahecha.

Libros de editores de Mil Inviernos y Marsella reseñados en Cosmocápsula

Además de ser editores de este portal, Cermeño y Escovar, tienen un doble trabajo como médiums y secretarios de Julián Andrés Marsella Mahecha, que no pocas veces ha colaborado en Mil Inviernos, a través de sus poemas e innumerables cartas a todos los aspirantes al mundo de la cultura, como él los llama.

Este extenso trabajo se ha materializado en  una prolífica cantidad de textos, la mayoría permanecen aún inéditos, y algunos han sido publicados. Entre ellos los dos libros que ahora aparecen reseñados en la web de la revista colombiana de ciencia ficción Cosmocápsula. 

portadaramona

Es un libro de una belleza desquiciada, por momentos desopilante. Un relato steampunk con personajes que recorren todas las áreas del saber y del no-saber humano, sus arrebatadoras pasiones y la profunda ignorancia que a veces se esconde en la erudición. Está lleno de frases memorables. Empieza diciendo: “Jim Denski amaneció molesto por razones completamente predecibles. Se precipitó al ruedo del amor vaporoso y salió destripado”. ¿Cómo soltarlo? 

Laura Ponce ‹‹Ediciones Ayarmanot, Argentina››

Leer más:  ARRÚLLAME RAMONA

Han pasado muchos años pero la depresión no merma. Los sueños con prepucios sabios se han evaporado como espejismos de derviches decepcionados. Pese a la ilusión de las horas, Tríptico de verano y una mirla se ha hecho acreedor del premio Pómulo Gallego

Leer más: TRÍPTICO DE VERANO Y UNA MIRLA

Agradecemos a Revista Cosmocápsula por la difusión de estos textos que ayudan a enriquecer el panorama de la ciencia ficción en Colombia.

Carta a un novelista raro

Esta carta forma parte de una serie de respuestas de Julián Andrés Marsella Mahecha a la numerosa correspondencia que recibe  a diario de aspirantes al mundo del parnaso literario, cultural y académico.

novelista

Señor mío: es usted un trapacero, un soberbio como todos los que presumen modestia. Sus temas excéntricos no son más que un escapismo a su vida de mierda y a la sociedad de mierda que le tocó vivir. Hace gestos neoborgianos y busca serle gracioso, como cualquier truhán, a los académicos del país de Borges.

 ¿No se da cuenta, bellaco, que usted debió dedicarse a conducir un autobús de servicio público y a escribir florilegios que gustaran a las señoras? Así tendría más dignidad y mucha más altura en el arte poético.

He leído, con detenimiento, sus ensayos llenos de entelequias y erudición propias de los que se apoltronan en los congresos de profesores de literatura;  el reconocimiento que se le hace es una nueva legitimación de la academia,  como si esta tuviera algo creativo que expresar. Y usted es el peor ejemplo de ella: sus respingos de hombre de cultura cosmopolita solo pueden enternecer a quien advierte que, tras su figura, hay un cúmulo de desgracias que usted ha tapado, no por dignidad sino por infamia pues usted teme a la humildad.

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Carta a un señor inocente

Reproducimos una nueva respuesta de Marsella a sus corresponsales, por lo general, aspirantes al mundo del parnaso literario, cultural y académico.  

Topo

Nunca has pisado una facultad de ciencias exactas, magufo, aunque exacta es tu obsecuencia para con cualquier charlatán que esgrima una ecuación no lineal. Tu formación como  leguleyo y tus donaires de inteligente, no te permiten advertir al estafador. Porque has de saber, señor mío, que, en tu majadería y soberbia, se oculta un par de tetillas digno de besos prodigados por los dioses. Pero no crees en ellos, así como descrees en tu propio linaje annunaki; confías en que tu barriga protuberante es suficiente para sentirte terrestre.

Te vi justo al lado de los juzgados penales del municipio; tomaste una cerveza y comiste una empanada que te condujeron al orinal de eucaliptos a mear, sacando tu bajo vientre luminoso, como cualquier cristal extraño. Eres ciego y no quieres ver: en todos estos detalles existe una divinidad, tu propia divinidad tan acorde con los mensajes extraterrestes que no quieres escuchar.

Eres sarcástico y eso te quita la luz brindada por Inti. ¿Sabes por qué lo haces? Porque eres un gaznápiro, un mequetrefe de siete suelas que precisa de la burla para sentirse superior a los demás. Del derecho aprendiste a ser acorde a las leyes pero no obedeces la mayor ley de todas: ser hermoso y dedicarte a vender anticuchos en las plazas de los municipios más humildes de tu país. Tu moral del resentimiento me genera la ternura que me despierta un french poodle macho que intenta penetrar a una rottweiler hembra; te veo con el pesar que toda mujer siente por un pene pequeño.

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Carta a un joven reptiliano

Como todos los martes, reproducimos una nueva respuesta de Marsella a sus corresponsales, por lo general, aspirantes al mundo del parnaso literario, cultural y académico.  

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En el inicio de tu apellido está la prueba irrefutable de tu progenie, Lizar-d.  Dios creó a los reptilianos y los reptilianos te crearon a ti para refutarlo como parte de un plan divino de la insensatez.

Te comportas como el típico fanboy americano solo que, en lugar de ir al superbowl, lees papers para sentir que estás en el equipo de los vencedores y denostas, como lo hicieron los jueces de la inquisición, a aquellos que no se pliegan a tus creencias y evidencias. Si para algunos fue sacra la imagen de vírgenes que conciben dioses, para ti es la de un sello editorial que se acredite publicar a los premios Nobel de física, química y medicina.

Eres de los imbéciles más útiles que he conocido. Crees que la aventura más vertiginosa de la humanidad  sucede en el espacio libre de un laboratorio, libre de poder, de rencillas y de caca… lo mismo que los monasterios lo fueron durante tanto tiempo para los creyentes.  Haces campañas en pro de la defensa de la vida sin saber que tus enunciados son hechos por esos reptilianos que desean exterminarnos.

No puedo negarte que hay momentos en que no sólo deseo abofetearte sino escupir en tu jeta para hacerte sabedor de mis sentimientos para ti. Pero recobro la cordura y sé que la vida se encargará de cobrarte; habrá un momento en que la misión reptiliana a la que perteneces, habrá fagocitado todas tus energías y serás un lapo miserable que se autoendiosará diciendo que fue un escéptico.

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Carta a un truhancillo

Esta carta forma parte de una serie de respuestas de Julián Andrés Marsella Mahecha a la numerosa correspondencia que recibe  a diario de aspirantes al mundo del parnaso literario, cultural y académico. 

Truhancillo retratado por Don Diego Velázquez

Truhancillo retratado por Don Diego Velázquez

 

 Señor X,

le pido perdón por haber descubierto sus infulas de escritor de primer orden. Para bien o para mal, discusiones de ese tipo corresponden a los truhancillos, categoría a la cual no estoy adscripto (si acaso a la de ganapán desafortunado). Y usted, más que truhancillo, es un truhán con todas las letras en mayúsculas.

Nunca pensé que una diatriba dirigida a un ser infame fuera a ser tomada a título personal por alguien en quien, por otra parte,  jamás pienso;  y ello acrecienta sus cualidades de mediocre.

Anoche, cuando lo pensé, bajo el calor de mis cobijas, aumentado por el de las flatulencias, me pregunté: ¿ es enanazo el pequeñín que mide más de cien centímetros pero sus extremidades son un borrón no disimulado de Dios? O,  ¿será, más bien, un enanito, pues para ser enanazo se requiere tener una mínima de talla y una deformidad contundente en las extremidades?

Problema no menor que extrapolé, al instante, con la denominación de truhancillo.

Y mi conclusión es que usted, como ya le dije, es un gran Truhán: el verlo hacer chistes y comentarios llenos de veneno en las cortes más mediocres, atestadas de mandarines casi iletrados, que se ocultan en libros desconocidos para asi borrar todo indicio de no haber leído lo mínimo, me hace pensar que un truhán, cuanto más pequeña es la corte a la que acude a rendir su obsecuencia, pintada de picardía e irreverencia, se hace más grande como tal.

Y por tanto, aunque usted pueda acusar la existencia de un oxímoron, es usted el más pequeño gran truhán que en mi vida he atestiguado.

Me corrijo: el segundo o tercero más pequeño gran truhán, lo cual acrecienta su mediocridad y la candidez de sus felonías.

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CARTAS A UN JOVEN MAGUFO

Magufinho

Joven Magufinho

Esta carta forma parte de una serie de respuestas de Julián Andrés Marsella Mahecha a la numerosa correspondencia que recibe  a diario de aspirantes al mundo del parnaso literario, cultural y académico.

CARTAS A UN JOVEN MAGUFO

Por Julián Andrés Marsella Mahecha

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Para gente como tú,
la alta poesía solo es posible
con la abstinencia sexual
más férrea.

Una mujer solo proyecta lo vulgar que eres
tu genitalidad ha demostrado
lo que siempre sospeché:
tu pretensión se basa en el resentimiento
de los más viles.

 

Y te creiste refinado;
sí,
así es.
Porque ninguna mujer osaba en acostarse contigo.
Cuando una por fin lo hizo,
comprendiste
que eras
un Mario Benedetti.

Por más que leas el catálogo
completo de Herralde, Galaxia Gutemberg y Lengua de trapo,
seguirás haciendo poemas
de oficinista.

 

Hacer ese tipo de poemas no es repudiable,
si sabemos
que, en tus íntimas
creencias,
te consideras el más grande
escritor
de tu época.

El secreto mejor guardado
de la tradición
letrada
de Colombia.

Te creías la mesa más fina del instituto,
reservada para los culos más finos;
no sospechabas,
nadie se sentaba allí,
porque era la que más cerca quedaba al baño,
llena de moscas y olores.

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Ascenso y Delirio Marica: reseña al Tríptico de Verano y una Mirla por Felipe Orellana Baeza

 Via: CINOSARGO.COM 

http://mordor.cl/producto/triptico-de-verano-y-una-mirla/

Ascenso y delirio marica.

Sobre Tríptico de verano y una mirla

(Cermeño – Escovar – Marsella)

por:  Felipe Orellana Baeza

Un escritor mediocre hierve en su insaciable apetito marica y ni los genios del Baldor se salvan. Las palabras agonizantes de un rey a su hijo: entrégate a mi como yo lo hice con mi padre, así lo dicta la corte. Bogotá se remece y deja escapar una antigua civilización enana, mientras un charro lucha por su vida en las ruinas de una ciudad sexualmente violenta. Un ave aprende qué es el amor de la única forma posible: sufriendo. La tormenta rosa envuelve cuanto encuentra a su paso y arrastra al lector con ella. Los relatos de Tríptico de verano y una mirla, repletos de personajes que buscan defraudar cuanta certeza tengan, se levantan sobre el delirio y el absurdo como la jugarreta impredecible que debe ser la literatura cuando quiere explotar en la cara. Las historias parten al borde de un precipicio y la primera palabra es un paso seguro hacia delante.

Una jeringa llena del antídoto a la abulia: un virus.

¿Cuál? El predicado por Burroughs en la Interzona.

Pero, ¿a quién le interesa ese viejo maricón que escribía en inglés, si tenemos tanta loca arrebatada en nuestro continente? No olvidar el barroco trolo de Copi, de Osvaldo Lamborghini, de Vallejo, de Reinaldo Arenas o Lemebel. Y si quitamos el componente homoerótico, tenemos la locura de Aira, de Emar, de Caicedo, de Rafael Chaparro, entre tantos.

Y ahí entra Marsella con su libro.

Pues, en estos textos escritos a dos manos, es su voz asesina-creadores quien rompe el cascarón para surgir vaporosa entre los mocos. Marsella, el alter ego colectivo de Cermeño y Escovar, define los cuatro relatos presentes en el libro, además de protagonizar uno. Su obtuso espíritu ficticio corretea por los rincones de todos los cuentos, dejando estelas de una épica mutilada y sampleando su historia en cada uno.

El ser creado por Cermeño y Escovar, al igual que el resto de sus personajes, se acerca más al viejo Prometeo que al moderno. Y con la patota de monstruos a la siga, ofenden el decoro buscando algo que es capaz de destruirlos. ¿Qué? El placer, el amor, la desidia, en fin, la libertad.

Y cualquier persona cuerda se condenaría por ella.

Tríptico de verano y una mirla

Cermeño – Escovar – Marsella.

Editorial Cinosargo, 2012.

(Este libro fue publicado también por Editorial El Zahir, 2011 y Editorial Mil Inviernos) 

La narrativa del caos del Tríptico de Verano y una mirla

 

El 25 de abril se llevó a cabo el décimo primer Punto de Convergencia, en el que con la presentación de Mario Torres Duarte, se leyó y conversó sobre el libro Tríptico de Verano y una Mirla, de Julián Andrés Marsella Mahecha,  por cuya ausencia estuvieron invitados Luis Cermeño y Andrés Felipe Escovar como representantes suyos en la Tierra.

En esta conversación se trató el tema de «la narrativa del caos», clasificación de Torres Duarte a la propuesta de Marsella; abordando las influencias, métodos y temáticas que inciden en esta escritura.  Escovar leyó extractos de algunos cuentos y en su totalidad el cuento Mirla, que cierra el libro. Cermeño aprovechó para hablar sobre Mil Inviernos.

En el siguiente streaming presentamos momentos de lo vivido ese día:

Video streaming by Ustream

 

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