Unos zombis deambulando por Bogotá. Reseña de Campo Ricardo Burgos López

La revista brasileña “A COR DAS LETRAS”   de la Universidad Estadual de Feira de Santana  acaba de publicar: Número temático: Vertentes do insólito nas literaturas das Américas. A Cor das Letras — UEFS, n. 15, 2014. Este un número especial con todos sus textos dedicados a las literaturas fantásticas en América Latina, entre ellos aparece un artículo  de Campo Ricardo Burgos López sobre el género de los zombis y sobre la novela de zombis “Muérdeme suavemente” del colombiano Fernando Gómez. 

La revista completa se puede descargar desde este enlace: A COR DAS LETRAS 

El texto de Campo Ricardo Burgos López lo reproducimos con previo permiso del autor:

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UNOS ZOMBIS DEAMBULANDO POR BOGOTÁ: MUÉRDEME SUAVEMENTE DE FERNANDO GÓMEZ

Campo Ricardo Burgos López 

Resumen: El artículo analiza la obra Muérdeme suavemente de Fernando Gómez, uno de los primeros textos colombianos que incursiona en el género de los zombis. Para ello, se divide en tres partes. En la primera proporciona un breve panorama del modo en que ha evolucionado la figura del zombi en el cine anglosajón, así como de las interpretaciones de las cuales la figura del zombi ha sido objeto. En la segunda, con base en los presupuestos señalados, examina la obra Muérdeme Suavemente de Fernando Gómez. En la tercera, ofrece una conclusión.

Descriptores: Zombis, Zombis en la literatura colombiana, Literatura fantástica colombiana, Fernando Gómez.

Abstract: This article examines Fernando Gomez’s Muérdeme suavemente, one of the first novels in Colombian literature that explored zombie- fiction.The article is divided in three parts. The first part provides a panoramic view of the presence and development of zombie characters in American Cinema. The second part uses this characterization of zombie figures to analize Muérdeme Suavemente. The third part presents a conclusion.

Keywords: Zombies, Zombies in Colombian Literature, Colombian Fantasy Literature, Fernando Gómez.

1-  ACERCA DEL ZOMBI: EVOLUCIÓN Y METÁFORAS

Entre los entendidos en el tema, se sostiene que los zombis, muertos vivientes o cadáveres que caminan, son una figura que tiene su primer atisbo en algunas regiones africanas, pero que alcanza su pleno desarrollo al interior de la cultura haitiana (FARSON, p. 66-85). En las tradiciones de esta isla caribeña, es creencia común que un zombi es “un cuerpo sin alma ni mente sacado de la tumba y al que se le ha dado un remedo de vida mediante brujería” (FARSON, p. 68). El zombi no sería ni un fantasma ni una persona, sino una suerte de ser atrapado en alguna región intermedia entre la vida y la muerte. En Haití —según nos cuenta Farson— son muy corrientes las historias de brujos o “bokores” que reviven muertos por los motivos más disímiles: algunos lo hacen por venganza y otros —aunque parezca chiste— lo hacen para conseguir criados o sirvientes necesarios en una casa (textualmente, Farson afirma [p. 74] que lo hacen “para obtener mano de obra barata y que no se queje”). El desdichado que vuelve a la vida en calidad de zombi puede durar décadas enteras en esa condición, a menos que algún alma caritativa se apiade de él y para despertarlo le haga ingerir una mezcla de agua y sal. Por esta razón es que en Haití es usual que algunas familias cuiden las tumbas de sus familiares muertos varias semanas o meses después del suceso, pues se supone que una vez los cuerpos se descomponen, los brujos ya no pueden crear zombis a partir de ellos (FARSON, p. 77).

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Ante este fenómeno de los muertos vivientes en Haití (el hecho de que cierta población isleña crea tan firmemente en ellos), los investigadores han aventurado distintas teorías. Algunos afirman que los bokores emplean ciertas sustancias que, aplicadas sobre la piel de una persona, a la larga pueden provocarle catalepsia; de este modo, la víctima parecerá muerta, la familia la enterrará, el brujo la sacará de la tumba y una vez en estas circunstancias, el así afectado se convencerá a sí mismo de que es un auténtico zombi (WILSON, How Zombies Work, Haitian Zombies). Farson coincide con esta posible explicación, agregando que buena parte de los zombis haitianos son personas a quienes los brujos han drogado antes de enterrarlas y a quienes, una vez desenterradas, se les mantiene en un estado de trance químico permanente, de modo que nunca se les permite curarse (p. 85). Otras teorías apuntan a que varios de los sujetos que en Haití se creen zombis, sólo sufren de distintas enfermedades mentales que afectan la conciencia de la propia identidad (WILSON, How Zombies Work, The Zombie Controversy), o son retrasados mentales que los familiares han ocultado por años, o sencillamente discapacitados mentales forzados a trabajar en el campo (FARSON, p. 81).

Ya entrando al campo artístico, que es el que nos interesa, Martínez recuerda que los zombis son uno de los últimos productos simbólicos de una estética de la fealdad que se toma Occidente a partir del Frankenstein de Mary Shelley en el siglo XIX. En figuras como la criatura creada por el doctor Frankenstein, Jekyll y Hyde de Stevenson, Dorian Gray de Wilde y el Drácula de Stoker, aparece un hombre que ya no es hijo de Dios, surge un ser sin alma y sin posibilidad de redención (MARTÍNEZ, p. 42-43). Las criaturas de Shelley, Stevenson, Wilde o Stoker, tienen en común el ser monstruosas, y el representar una progresiva disolución de “lo humano del hombre” que en últimas permite calificarlas como “no muertas”. Es en este terreno previamente desbrozado por estos seres deshumanizados durante los siglos XIX y XX, que el zombi verá la luz —preferentemente en el cine y no tanto en la literatura— entre las décadas del cincuenta y el sesenta del siglo pasado (MARTÍNEZ, p. 69-78). A decir del referido Martínez, un filme donde ya puede hablarse de zombis es Invasion of the Body Snatchers (Don Siegel, 1956), una historia sobre unos alienígenas que usurpan los cuerpos de los humanos, de modo que, cada sujeto exteriormente parece igual, pero interiormente ha sido reemplazado por algo no humano. Por carecer de libertad y comportarse como una masa alienada, las víctimas de esta cinta ya serían zombis (MARTÍNEZ, p. 69-78). No obstante lo referido, la obra canónica por excelencia en el género es Night of The Living Dead (George Romero, 1968). Allí por primera vez los zombis aparecen como grotescos muertos que caminan y que están obsesionados por devorar humanos. Asimismo, la cinta no aclara cuál fue la razón de la repentina irrupción de los zombis entre los humanos. Así como en La Metamorfosis de Kafka el protagonista de repente se despierta convertido en insecto e ignoramos la causa, en Night of The Living Dead los zombis de un momento a otro están entre nosotros y también desconocemos cómo se originaron (hay especulaciones sobre ese origen, pero no explicaciones).

En años posteriores a la cinta pionera de Romero, hubo un alud de filmes que emplearon al zombi como su figura central. En esos casos, los zombis casi siempre eran seres lentos, deformes, torpes, poco inteligentes y que, como anota McLain (2010) no resultaban muy amenazantes por sí mismos, sino por su número virtualmente infinito que siempre acababa sobrepasando a los desesperados humanos que luchaban contra ellos (Mc Lain, A Need To Feed).Empero, con el transcurrir del tiempo este primer tipo de zombis ha ido dando paso a otro distinto. Películas como Dawn of the Dead (Zack Snyder, 2004) o Zombieland (Ruben Fleischer, 2009) ya muestran zombis que se mueven rapidísimo. Land of the Dead (George Romero, 2005) exhibe “ a un enorme zombi afroamericano capaz de razonar, de manipular armas y fuego, y de convertirse en líder de sus congéneres” (MARTÍNEZ, p. 144). Es claro que en algunos casos, algunos zombis ya “inician un camino evolutivo, que consiste en una mínima mejora de sus capacidades físicas e intelectuales, bastante deterioradas en el inicial mito romeriano” (MARTÍNEZ, p. 144). Según Martínez, así como los vampiros sobre todo a partir de The Vampire Chronicles de Anne Rice que inicia su saga en 1976, comenzaron a mostrarse más humanizados, sin obligación de ser malvados y con libertad para elegir el modo en que desean tratar a la raza humana, algo análogo está ocurriendo en los últimos años en el mundo de los zombis. No obstante —prosigue Martínez— “mientras algunos de los vampiros se pueden ir convirtiendo a la causa del bien y de la luz por su mayor parecido con los humanos, la monstruosidad del zombi no parece poder culminar ese mismo proceso” (p. 148). De acuerdo con este investigador, si en principio la figura del vampiro sí tiene la posibilidad de una extirpación total de lo negativo, ello no ocurre con la figura del zombi. En el zombi pareciera haber un componente de negatividad que no es completamente eliminable y que entonces le impediría avanzar en su proceso de humanización, tanto como sí ha avanzado la figura del vampiro en el cine y la literatura de las últimas décadas (MARTÍNEZ, p.148). Empero, en contravía con las tesis de este profesor español, no está de más consignar que en la galaxia mediática contemporánea ya existen obras donde el zombi sí alcanza, lo que ciertos académicos le niegan. En una película como Warm Bodies (Jonathan Levine, 2013) se retrata el tradicional mundo posapocalíptico donde los humanos combaten con los zombis. Estos muertos vivientes son de dos tipos: unos son crueles y tan sólo pretenden zamparse cuanto humano se les cruce por el camino, y otros no se han deshumanizado del todo. Esta segunda clase de zombis piensa con dificultad, pero lo hace, es capaz de articular palabras, tiene recuerdos de su vida antes de tornarse en “no muertos”, es empática y por esa misma razón lleva a cabo actos nobles con algunos humanos. De hecho, la película trata de cómo un zombi consigue volver a ser plenamente humano y al final alcanza el amor de una humana, pero eso es lo de menos. Lo fundamental es que en esta cinta de Levine (sin que ella sea un logro estético) se está anunciando un zombi que en el futuro consiga lo que ya ha conseguido la figura del vampiro en el cine y la literatura de las últimas décadas: Rehumanizarse. Así como en las últimas producciones del cine y la literatura de vampiros, los chupasangres son cada vez más libres, más ambiguos respecto al hombre y ya se dividen en dos grupos (los resueltamente malignos y los que ya no lo son), pareciera que Warm Bodies augura unos zombis menos alienados, más ambiguos respecto a los humanos, y que también se dividirán en dos grupos (los decididamente antihumanos y aquellos que pueden convivir con la humanidad).

Por otra parte, y para completar el panorama, debe anotarse también que el cine de zombis de las décadas más recientes, revela una serie de rasgos característicos del entorno posmoderno en el cual es concebido. Las películas de este género (así como las de vampiros que también suceden en el mismo lapso), son muy proclives al gore y a lo sangriento, los escenarios suelen ser apocalípticos y pesimistas, los héroes mueren a menudo dentro de la historia misma y, al igual que en este mundo globalizado donde ya no se sabe qué es bueno y qué es malo, las fronteras entre el bien y el mal se difuminan y se mezclan. Además de lo anterior, y también en consonancia con lo que ocurre en el arte contemporáneo, cada vez es más común que el género de los zombis se revuelva con otros géneros como la acción, la comedia, los superhéroes, el romántico, etc. (MARTÍNEZ, p. 93-106).

En cuanto a interpretaciones de la figura del zombi, las hay de toda clase. Ya mencionábamos que el zombi es otro de esos engendros que en los siglos XIX y XX representó la progresiva deshumanización que se cierne sobre el hombre. Así mismo, se ha planteado que el zombi —al menos el zombi clásico romeriano— es símbolo de la total alienación en tanto está por entero preso de su deseo, para él sólo existiría el devorar y el devorar sin tasa ni medida, y sin alcanzar jamás la satisfacción plena (MARTÍNEZ, p. 49-67). Las primeras películas de zombis que mostraban hordas de muertos vivientes perfectamente adocenados e indistinguibles, fueron leídas como alegorías en contra del totalitarismo. El zombi era visto como el ejemplo de la total esclavitud o carencia de libertad con la cual ciertos sistemas políticos amenazaban a la democracia (MARTÍNEZ, p. 69-78). Asimismo, en tanto examen del totalitarismo, el zombi denunciaba que esta clase de regímenes portaba en su interior las semillas de su propia destrucción pues la eventual victoria absoluta de los cadáveres vivientes (el comerse a todos los humanos), forzosamente comportaría su autodestrucción dado que, de manera literal, no tendrían qué comer y se llegaría a una “aniquilación por autofagia”(MARTÍNEZ, p. 77). Los zombis también han sido leídos como no-muertos que —al igual que los vampiros— tratan de la angustia humana ante el hecho de la muerte (MARTÍNEZ, p. 69-78), o como criaturas que critican la masificación inmisericorde a la cual pareciera estar condenada la civilización contemporánea (MARTÍNEZ, p. 93-106). De igual modo, siguiendo la lógica expuesta por Martínez acerca de los vampiros (p. 125-132), pero trasladándola al terreno de los zombis, la fábula del muerto viviente podría ser entendida como un alegato a favor de la eutanasia, pues un individuo mordido por los zombis padece una enfermedad incurable que le quita su libertad y su dignidad, y por tal motivo lo único razonable sería ayudarle a morir cuanto antes. También el zombi con su comportamiento totalmente sometido a una exigencia externa que no deja espacio alguno a la propia voluntad, sería una imagen del fundamentalismo que hoy en día amenaza al planeta y a las civilizaciones (MARTÍNEZ, p. 174).

De otro lado, en la necesidad insaciable de comer y en el hecho de que el zombi siempre viva hambriento y con deseos de devorar aún más, McLain ha visto la caricatura del perfecto consumidor que hoy esperaría el status quo, alguien que jamás podría detener su sed de consumo (A Need to Feed). Analizando World War Z de Max Brooks, McLain propone que las organizaciones financieras que han provocado el colapso mundial de los últimos años son idénticas a los zombis: ellas también carecen de rostro, ellas también buscan devorar sin piedad al ciudadano común y corriente, y ellas también son movidas por un deseo insaciable que no se detiene ante nada. Para McLain, las novelas y películas de zombis le plantean una clara advertencia al lector y al espectador de hoy: la especie humana sólo sobrevivirá si hace lo contrario de los zombis y controla de algún modo su deseo de hacer lo que le da la gana con el ambiente; sobrevivirá si aprende a consumir siguiendo patrones muy distintos a los actuales. La humanidad sobrevivirá al terror del consumismo irreflexivo en el cual hoy estamos embarcados, si hacemos lo mismo que hacen quienes se enfrentan a los zombis. Como ellos, debemos superar el miedo al otro y unirnos para enfrentar la amenaza que se cierne sobre todos. En las historias de zombis, sólo sobreviven los que dejan de tenerle miedo al otro y conforman una comunidad, los individualistas son destruidos (A Need to Feed)

2 –  MUÉRDEME SUAVEMENTE

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En este año 2013, la literatura fantástica colombiana ha incursionado por primera vez en el ya tradicional género de los zombis con dos obras: Ellas se están comiendo al gato de Miguel Ángel Manrique y Muérdeme suavemente de Fernando Gómez, que es el objeto de este artículo.

Desde un punto de vista meramente formal, Muérdeme suavemente mezcla texto escrito, con tres momentos en los cuales se narra mediante breves cómics, e instantes en que se insertan fotografías, especialmente de grafitis. La obra como tal, se mueve a lo largo de dos ejes. El primero de ellos se dedica a narrar la historia central que corresponde a los avatares de tres jóvenes protagonistas llamados Javier, Laura y Sofía. El segundo eje está conformado por una serie de instantáneas o cuentos muy cortos que nos muestran el modo en que distintos personajes colombianos son afectados por la invasión de los zombis (unos guerrilleros en la selva, un cantante de rock, un oficial del ejército, un jugador de un equipo de fútbol, unos borrachos). Entre estos capítulos del segundo eje hay también un minirretrato de un zombi que como producto de un particular delirio religioso en el cual está sumido, manifiesta el orgullo que le produce su condición de muerto viviente.

En cuanto al eje de los protagonistas, él consiste en la transcripción de los recuerdos y puntos de vista de Javier, Laura y Sofía.Allí nos enteramos que Javier es un estudiante de Diseño Gráfico que toda su vida la ha dedicado a plasmar grafitis en distintas ciudades del mundo, se nos revela cómo conoció a Laura en el ámbito universitario y cómo se enamoró de ella. Se nos relata también cómo los tres protagonistas vivieron la repentina irrupción de los zombis en Colombia y en Bogotá, cómo —el trío, junto a otras personas— se parapetó para defenderse de los zombis en un edificio de la ciudad, cómo sobrevivieron juntos un tiempo y cómo, cierto día, Javier decide salir solo del refugio, a fin de conseguir alimentos y contactar a otros posibles supervivientes.Como resultado de esta incursión en la Bogotá derruida tras el apocalipsis zombi, Javier resulta siendo mordido por uno de los muertos vivientes y acaba siendo también uno más de ellos. No obstante, aun en su nueva condición de zombi, Javier todavía puede rememorar su existencia pasada y expresa de manera constante cuánto extraña a su amada Laura. De otro lado, mientras Javier está en las calles de Bogotá unido a una particular tribu de muertos vivientes, Laura y Sofía (una adolescente que se ha unido al par de novios) aguardan la vuelta del otro protagonista, desconociendo su real situación. En esa espera, las otras personas que están junto a Laura y Sofía en el edificio-refugio, en cierto instante también deciden abandonarlas. De este modo, llegadas a cierto punto de la narración, el par de chicas se quedan solas viviendo en el último piso de un edificio que en el resto de plantas se encuentra infestado de zombis. Tras otro lapso aguardando la vuelta de un Javier que no reaparece, el par de mujeres se resignan a que él no volverá y también abandonan el edificio. Otra vez en las calles de Bogotá, Laura y Sofía se topan con Juan Pablo, un sujeto que vive solo en la ciudad, pero rodeado de decenas de perros que se han acostumbrado a devorar zombis. En las escenas finales, Laura, Sofía y Juan Pablo deambulan por las desiertas calles bogotanas resguardados por la patrulla de perros; en algún momento, los humanos se tropiezan con un grupo de zombis y, en medio del combate de cadáveres vivientes contra canes, Laura decide que no desea seguir en compañía de Sofía y Juan Pablo, y se aproxima decidida a un zombi, pidiéndole que la muerda y la contagie de su condición de no-muerto. Este cierre de la obra, está construido de tal modo, que en el lector queda flotando cierta duda: ¿El grupo de zombis con el cual pelean los perros, es el grupo al cual pertenecía Javier, y Laura le pide a su antiguo amado que la muerda? ¿El grupo de zombis que batalla con los canes es otro que no incluye entre sus filas al antiguo Javier? En medio de esta incertidumbre, la narración concluye.

Ahora intentemos una evaluación de este intento pionero en el medio colombiano de incursionar en el mediático y popular género de zombis. Para ello, quisiéramos señalar una serie de puntos:

a) Primero que todo anotemos los aspectos de la obra que revelan en ella originalidad respecto al género. Gómez describe unos zombis que además de la imperecedera hambre que les es característica, todavía poseen deseos sexuales. En cierto momento, el zombi Javier afirma que “junto al hambre descontrolada, el deseo sexual y carnal es lo único que sobrevive de nuestro pasado humano” (p. 26), y de cierta zombi femenina, el mismo personaje sostiene que “todavía tiene unas piernas fabulosas y el brillo de sus uñas rojas aún lanza destellos eróticos” (p. 26). También es original que varios de los personajes de la novela declaren un deseo explícito de ser mordidos por zombis y que, por distintas razones, acaben dejándose contagiar a propósito de los cadáveres andantes. En el eje narrativo de instantáneas o microrrelatos que ya hemos señalado, leemos de un general del ejército que en principio ha luchado contra los zombis, pero que en cierto momento percibe que vencerlos es imposible; entonces, este soldado deja que los zombis lo muerdan para estar otra vez de lado de los vencedores de la historia (GÓMEZ, p. 112). Leemos también de un científico de la Universidad Nacional de Colombia que, junto a otros colaboradores, consigue desarrollar una vacuna contra la peste zombi, pero que, a diferencia de quienes le rodean, se niega a inyectársela pues, como investigador, él no puede resistirse a la curiosidad que le genera saber qué se siente ser un zombi y por esa razón se deja morder (GÓMEZ, p. 137). Por último, en el eje de los protagonistas de la novela está el caso que ya hemos referido de Laura, que voluntariamente se deja morder de un muerto viviente, ya sea porque la mujer tiene frente a ella a su amado Javier devenido zombi, o porque (si tiene frente a ella a un zombi diferente a su amado Javier), desea sumirse en el mismo estado en el cual se encuentra su objeto de deseo (GÓMEZ, p. 193). Otro aspecto a resaltar como original es el momento en que Gómez nos acerca al zombi que es a la vez un fanático cristiano y que piensa que el haberse transformado en un muerto viviente es un paso más en el camino hacia la redención. Esta postal de la novela es graciosa porque, como ya hemos visto en la primera parte de este artículo, los zombis son una metáfora del fanatismo de toda clase, incluido el religioso. Así pues, este curioso zombi de la ficción, se encontraría doblemente alienado: primero por su obvia condición de muerto viviente, y segundo porque es un integrista religioso (GÓMEZ, p. 85). Para terminar este ítem, apuntemos como logro de Gómez que en algún instante el zombi es catalogado como “monstruo ecológico” (p. 91), debido a que los no-muertos no trabajan en industrias, no conducen máquinas, no derriban bosques, ni contaminan la capa de ozono (p. 91). A ojos del autor, los zombis son como los primitivos humanos nómadas antes de la invención de la agricultura, que sólo se dedicaban a caminar y cazar. Lo que ocurre con este argumento es que, aunque resulta chistoso, es contradictorio y de nuevo por un elemento que ya señalamos en la primera parte de este texto: los zombis son “anti- económicos” por la sencilla razón de que si algún día consiguieran su deseo (comerse a todos los humanos) simplemente se extinguirían. Dado que el zombi no es capaz de autocontrolarse, eso lo condena a la extinción (y por eso veíamos también que McLain sugiere que las historias de zombis son un eficaz llamado al auto- control de la humanidad en este siglo XXI, so pena de que nos autodestruyamos si no morigeramos nuestros apetitos).

b) Si exceptuamos los aspectos que hemos enumerado como logros del texto de Gómez, lo cierto es que en el resto de la obra este autor sólo se limita a copiar y copiar tópicos del género de los cadáveres vivientes, o de otros géneros. Los protagonistas (Javier, Laura y Sofía) son solamente tres adolescentes irresponsables que todo el tiempo pretenden ser “cool”, como lo hemos visto hasta la náusea en cualquier cantidad de cintas norteamericanas. El modo en que irrumpen los zombis en el mundo es exactamente igual al que hemos visto miles de veces en el cine, vemos de nuevo los mismos muertos humanos, las mismas explosiones de aviones, las mismas persecuciones, Bogotá luciendo idéntica al modo en que hemos visto otros miles de veces las ciudades atacadas por zombis. Por alguna razón incomprensible, Gómez cree que su texto es superinnovador por el hecho de incluir fotos de grafitis aquí y allá y se le olvida, sólo por poner un ejemplo revelador, que un tipo como Borges pudo renovar la literatura castellana y universal sin apelar a truquitos como esos (y con eso no estoy negando la posibilidad de que en el futuro haya eficaces fusiones de cómics y literatura). Los cómics incluidos —y de ninguna manera soy experto en ellos, tan sólo un aficionado— no son nada del otro mundo, la verdad es que la gran mayoría de ellos no alcanza una calidad visual mínima como para insertarse al menos en un cómic convencional de superhéroes de DC o Marvel.Las cosas que Gómez afirma sobre Colombia y los colombianos, hoy en día no pasan de ser lugares comunes que, además, no están sólidamente sustentadas. En las páginas 77 y 78, aludiendo al hecho que tras la invasión zombi todos los sobrevivientes tienen armas de fuego en la mano, dice por ejemplo: “Rápidamente —nunca supe cómo— todos teníamos una pistola en la mano. En Colombia teníamos una sólida tradición de asesinos. No era necesario ser militar o policía para matar con la precisión de un francotirador *…+ En los Juegos Olímpicos nuestras mejores cartas históricas eran los boxeadores y los tiradores. El deportista más destacado de todos los tiempos había ganado dos medallas de plata con su carabina, y la única medalla de oro era la de una levantadora de pesas. Éramos buenos luchadores, pero pésimos políticos…”. A semejante razonamiento, se le pueden hacer varias objeciones. La primera es que, siguiendo esa lógica, si de verdad todos los colombianos tuviéramos esa “precisión de un francotirador” es muy pobre resultado que en todos los Juegos Olímpicos de la historia, este país sólo haya obtenido dos medallitas de plata en tiro con Helmut Bellingrodt (que es quien obtuvo dos medallas de plata con carabina). Si todos los colombianos somos excelentes disparando ¿entonces no deberíamos haber ganado muchísimas o casi todas las medallas olímpicas en todo lo que signifique tiro, y no sólo un infeliz par en toda la historia? ¿Es válido generalizar que los colombianos tenemos “precisión de francotirador” por algo tan poquito a comparación de las centenares de medallas que en ese campo han ganado y siempre ganan otros países? ¿No es absurdo que se plantee que un país tiene “sólida tradición de asesinos”, sólo porque un deportista aislado se ganó alguna vez dos medallitas en tiro? Otras dos falacias simples ¿En qué lugar del mundo consideran “luchadores” a los levantadores de pesas? ¿Hay algún estudio científico que demuestre que los países con más medallas olímpicas en boxeo y tiro son también los que muestran mayor tasa de asesinatos por cada “n” número de habitantes? Claro que en Colombia hay demasiados asesinos, y claro que poseemos demasiados políticos mediocres, pero creo que eso se demuestra con razones muy distintas a las falaces que plantea Gómez. Desafortunadamente, aquí no hay espacio para plantear otros ejemplos de esta clase, ni tampoco es este el lugar para plantear semejante tema, pero dejemos sentado que, cuando Gómez hace afirmaciones generales sobre Colombia y los colombianos, este señor se queda en la reiteración de lugares comunes de esos con los cuales los mass media bombardean a la gente todo el tiempo. El análisis sociológico y cultural no es lo suyo. Por otro lado, para seguir en la misma tónica de señalar aspectos endebles de Muérdeme Suavemente, anotemos también en este apartado, que el desenlace de la novela es sospechosamente semejante a escenas que ya se han visto en la vendidísima saga de Crepúsculo (Twilight) de la señora Stephenie Meyer. Como ya hemos apuntado, el desenlace de esta historia de zombis sucede cuando Laura, enamorada hasta el tuétano de su deseado Javier, toma la decisión de dejarse morder (ya sea de Javier en estado zombi o de otro cadáver viviente a fin de unirse al amado en la condición que ahora él arrostra). ¿Esa escena no resulta casi idéntica al momento en que Bella, la protagonista humana de Twilight, decide dejarse morder de su amado vampiro Edward, para así compartir con él por los siglos de los siglos la condición de chupasangres? En general, todo el romance de Laura y Javier es estereotipado. Ambos son solamente adolescentes frívolos en busca de diversión que suelen recitar parlamentos típicos de adolescentes frívolos en busca de diversión y actuar como típicos adolescentes frívolos en busca de diversión; dado que este tipo de chicos ha visto hasta la saciedad historias donde la heroína sacrifica todo, incluida la vida, para que el romance funcione, es justamente eso lo que Laura finalmente hará.

c) Si sólo se analiza el eje de los tres protagonistas (Javier, Laura y Sofía) llama la atención que son sujetos que todo el tiempo están presos de su deseo, sólo existen para satisfacer sus apetitos sin otro norte alguno, y de allí la sensación de volubilidad y futilidad que emanan. Cuando Javier acaba siendo contagiado de la peste zombi, le ocurre porque no sabe controlar su deseo de salir a las calles, pese a que la ciudad entera está en manos de zombis; Laura se deja morder de los cadáveres caminantes porque le resulta imposible oponerse a los caprichos pasajeros que la obseden; Sofía es definida sencillamente como una niña malcriada acostumbrada a hacer lo que le da la gana. Por otra parte, en la primera parte de este artículo ya hemos mencionado que el zombi es alguien que sólo consume y consume porque su deseo es insaciable. Como se advertirá, bien se puede aseverar que incluso antes de ser mordidos por los zombis, ya Javier y Laura se comportaban como tales. En esta novela, dos de los tres protagonistas ya eran de algún modo zombis y cuando son contagiados, sólo pasan a serlo físicamente, pues desde un punto de vista puramente comportamental y axiológico, ya lo eran hacía mucho tiempo (por otro lado, lo mismo puede afirmarse de Sofía quien, aunque termina la novela sin ser mordida por los muertos vivientes, una vez ello le ocurra, sólo será el tercer ejemplo que confirme la regla).

d) Considerando la evolución de la figura del zombi que hemos reseñado en la primera parte de este artículo advertimos que en Muérdeme Suavemente, como es tradicional en el género, no queda clara cuál fue la razón de la mutación de los humanos en zombis; asimismo, se retrata un zombi lento, torpe y deforme, como en el modelo romeriano, pero que a su vez se aleja de ese modelo en tanto se lo muestra como alguien con deseos sexuales, que recuerda su pasado y que cuenta al menos con algún grado de libertad. Diríamos que los zombis de Gómez, están a medio camino entre los zombis de Romero (que están totalmente deshumanizados) y los de Levine (que en Warm Bodies, dibuja unos que se logran rehumanizar casi por entero). Los zombis de esta novela están en proceso de deshumanización, pero todavía no se han deshumanizado del todo.

 

CONCLUSIÓN

En un artículo de hace algunos años, mencionábamos que en la literatura fantástica colombiana existían ciertas obras que se limitaban a ser clones, es decir, copias de modas, movimientos y subgéneros fantásticos por lo general del mundo anglosajón; mencionábamos allí dos casos como son las novelas de ciencia ficción de Diego Darío López Mera (Los hombres que aterrorizaron al mundo y Calien) que se limitan a copiar el modelo de cine de acción taquillero e inverosímil patentado por Hollywood, y las novelas de vampiros de Carolina Andújar (Vampyr y Vajda, príncipe inmortal) que reproducen la saga Twilight de Stephenie Meyer (BURGOS, p. 74-81). Pues bien, más o menos ese sería el caso de Muérdeme Suavemente de Fernando Gómez, esta novela puede que tenga algunos rasgos originales, pero en general se limita a calcar el modelo de cine de zombis anglosajón. Analizando las novelas y las películas de zombis, McLain afirma que la gran mayoría de ellas son como algodones de azúcar, sin mucho valor mental nutricional, pero divertidas y dulces cuando están bien hechas (McLain, A Need To Feed); desde mi punto de vista, esa sería la descripción apropiada para Muérdeme Suavemente de Fernando Gómez: estamos ante un algodón de azúcar de esos que uno se come cuando va al parque de diversiones, no hay que pedir mucho más.

REFERENCIAS

BURGOS LÓPEZ, Campo Ricardo. Los últimos años en la literatura fantástica colombiana. In: Otros seres y otros mundos. Estudios en literatura fantásticas. Bogotá: Fondo de Publicaciones Universidad Sergio Arboleda, 2012, p. 71-105.

FARSON, Daniel. Hombres lobo, vampiros y aparecidos. Trad. Marta Pesarrodona. Barcelona: Editorial Noguer, 1976.

GÓMEZ, Fernando. Muérdeme suavemente. Bogotá: Reservoir Books, 2013.

MARTÍNEZ LUCENA, Jorge. Vampiros y zombis posmodernos. La revolución de los hijos de la muerte. Barcelona: Gedisa, 2010.

MCLAIN, Jack. A Need To Feed. America Magazine online. Disponível em: http://americamagazine.org/issue/737/ideas/need-feed. Acesso em: 12 oct. 2013.

WILSON, Tracy B. How Zombies Work. How Stuff Works. Disponível em: http://science.howstuffworks.com/science-vs-myth/strange- creatures/zombie.htm. Acesso em: 12 oct. 2013.

Filmes:

 

Night of the Living Dead. Dir. George A. Romero. Actores: Duane Jones, Ju- dith O ́Dea, Karl Hardman, Marilyn Eastman, Keith Wayne, Judith Ridley, Bill Cardille, Kyra Schon. The Walter Reade Organization, Estados Unidos, 1968.

Warm Bodies. Dir. Jonathan Levine. Actores: Nicholas Hoult, Teresa Palmer, Rob Corddry, Dave Franco, Analeigh Tipton, Cory Hardrict, John Malkovich. Summit Entertainment Lionsgate. Estados Unidos, 2013.

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