Claudio Arrau, el hombre que llenó de carne al esqueleto de Beethoven

Arrau

Claudio Arrau interpretaba las composiciones de Beethoven, Liszt o cualquier otro maestro mediante la adivinación; en lugar de utilizar alguna estratagema metafísica para llamar a los muertos, las partituras se convertían en los rastros de una atmósfera que él buscaba atrapar y, luego, liberar en su piano. También las comprendió como un esqueleto que debía llenar con su sangre.  Arrau nació en Chile y sus restos están en Chillán, sin embargo, toda su vida discurrió, desde los nueve años, entre Europa y Estados Unidos y, como siempre ocurre en nuestros países, hoy día se ha convertido en un producto del orgullo nacional (no faltarán las batallas en foros entre los que discuten la superioridad de Arrau con respecto a Baremboim y viceverza, como si se tratara de un partido de fútbol entre Chile y Argentina, reduciéndolos a figuras como el bambam Zamorano y Messi). Arrau tuvo el infortunio de que la última vez que pisó el país donde nació, estaba ejerciendo el sumo poder Augusto Pinochet; el dictador no tuvo ningún empacho en asistir a uno de los recitales que brindó el intérprete a pesar de que Arrau podía ser un «prospecto peligroso» pues hacía pública su admiración por Neruda. Les presentamos una entrevista que le hicieron a este músico y, además, la presentación que hizo en Santiago en mayo de 1984, a la que asistió el pontífice del ejército chileno de la época:

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