Frederik Pohl: fragmento de un psicoanálisis entre un cuarentón y un autómata
In memoriam Frederik Pohl.
Fragmento de novela PÓRTICO (Gateway):
Todavía me gusta que me mimen. Ahora observo un régimen mucho más selecto, que no engorda tanto y es mil veces más caro. He comido caviar auténtico. Con frecuencia. Procede del acuario de Galveston. Bebo champaña auténtico y como mantequilla…
— Recuerdo una noche que yo estaba acostado— digo—. Debía de ser muy pequeño, quizá tenía tres año. Tenía un oso de felpa sonoro. Me lo llevé a la cama y me fui recitando cuentos mientras yo le clavaba lápices y trataba de arrancarle las orejas. Le quería mucho, Sigfrid.
Me interrumpo y Sigfrid mete baza inmediatamente.
—¿Por qué lloras, Robbie?
— ¡No lo sé! — vocifero mientras las lágrimas ruedan por mis mejillas; miro mi reloj de pulsera y los dígitos verdes tiemblan a través de las lágrimas—. Oh— digo con naturalidad y me siento; las lágrimas siguen cayendo pero la fuente ya está cerrada—. Ahora sí que debo irme, Sigfrid. Tengo una cita. Se llama Tania. Una chica muy hermosa. La Sinfonía de Houston. Adora a Mendelssohn y las rosas, y voy a ver si encuentro aquellas híbridas de color azul oscuro que hacen juego con sus ojos.
—Rob, nos quedan casi diez minutos.
— Los recuperaremos otro día. — Sé que no puede hacerlo, de modo que me apresuro a añadir—: ¿Puedo usar tu cuarto de baño? Lo necesito.
— ¿Vas a evacuar tus sentimientos, Rob?
— Oh, no te hagas el listo. Sé lo que piensas: que esto parece el típico mecanismo de evasión…
— Rob.
—… Está bien, quiero decir que da impresión de que quiero despistar. Sin embargo, la verdad es que tengo que irme. Quiero decir, al cuarto de baño. Y también a la floristería. Tania es muy especial y una persona excelente. No hablo de la parte sexual, aunque también en eso es estupenda. Sabe… sabe…
— Rob, ¿qué intentas decirme?
Inspiro con fuerza y consigo decir:
— Es magnífica en el sexo oral, Sigfrid.
— ¿Rob?
Reconozco el tono. El repertorio de inflexiones vocales de Sigfrid es muy extenso, pero ya he aprendido a identificar alguna de ellas. Cree que ha encontrado una pista.
— ¿Qué?
— Bob, ¿con qué palabra defines el sexo oral?
— Oh, por favor, Sigfrid, ¿qué juego es éste?
— ¿Cómo lo llamas?
— ¡Vamos! Lo sabes tan bien como yo.
— Te ruego que me lo digas, Bob.
— Se dice algo parecido a: ‹‹Me está comiendo.››
— ¿Qué otra expresión, Bob?
— ¡Hay muchas! ‹‹Echar el cabo›› es otra. Creo que existen mil maneras de decirlo.
— Dime otra, Bob — Dime otra, Bob
El dolor y la rabia se han ido acumulando y de improviso tengo que desahogarme.
— ¡No me vengas con esos malditos juegos, Sigfrid! — Me duelen las tripas y tengo miedo de ensuciar mis pantalones; es como volver a ser un niño pequeño—. ¡Dios mío, Sigfrid! Cuando era pequeño hablaba con mi oso de felpa. ¡Ahora tengo cuarenta y cinco años y sigo hablando con una máquina estúpida como si estuviera viva!
— Pero hay otra expresión, ¿verdad, Bob?
— ¡Hay miles de ellas! ¿Cuál quieres que diga?
— La expresión que ibas a usar y no te atreviste, Bob. Intenta decirla, por favor. Ese término significa algo especial para ti, de lo contrario podrías pronunciar las palabras sin esfuerzo.
Me contraigo sobre la alfombra, y ahora estoy llorando de verdad.
— Por favor, Bob, dilo. ¿Qué término es?
— ¡Maldito seas, Sigfrid! ¡Tragarla! ¡Eso es! ¡Tragarla, tragarla, tragarla!
PÓRTICO
Traducción: Pilar Giralt y M.ª Teresa Segur.
Barcelona, Ediciones B. 2009