Un espíritu libre…: sobre la crisis de la cultura y los medios- una lectura de izquierda.
Por Luis Carlos Muñoz Sarmiento*
A mis hijos Santiago & Valentina,
espíritus libres y hacedores de mi libertad.
Un hombre que oculta lo que piensa o no se atreve a decir lo que piensa,
no es un hombre honrado.
JOSÉ MARTÍ
Desde hace más de cincuenta años,
el ensayo es la lengua misma del arte moderno.
Es la libertad, la inquietud, la búsqueda, la espontaneidad…
JACQUES RIVETTE, Carta sobre Rossellini
Aunque algunas cosas me molestan de la Izquierda, que aquí diré, no vengo, en todo caso, a hablar contra ella… No me parece ético ni decente en un Congreso Internacional de Izquierda, esgrimir tesis, así sea a nombre de sesudas y prolongadas investigaciones salidas de no se sabe qué caletre, que más se ajustan a un congreso de derecha y que arrastran el triste prurito de legalizar al Sistema. Tampoco vengo a hacer una de esas charlas que más parece financiada por la CIA, que promovida por la Academia. Estoy contra la derecha, contra el Estado, contra el Sistema: los tres han demostrado, históricamente, estar contra el bien-estar del ser humano, contra la vida digna, en fin, a favor de la muerte… siempre con la máscara de la hipocresía. Recuerden al cineasta chileno Miguel Littín, quien dijo: “El alcohol, la religión, las sonrisas, la ley y la gentileza son parte de las herramientas que posee el Sistema para disciplinar y dominar a los hombres”.
Si “la verdadera Universidad hoy día son los libros”, como diría Carlyle, no hay duda de que Un espíritu libre no debe aprender como esclavo, constituye una universidad… Libro escrito en 1976, del cual G. Gili hizo la primera edición en español en 1979 y en 2001 Paidós Ibérica, con traducción de José Luis Guarner, sacó la definitiva de todas las ediciones en castellano: se habla de ese tesoro literario sobre cine y educación de Roberto Rossellini, una de las figuras cimeras de la historia del cine. En él señala que, dada la alienación del hombre actual, no queda otra salida que transformar la estructura mental frente al incesante flujo de descubrimientos científicos y técnicos. Se trata de un libro sucedáneo de universidad, no las de hoy supeditadas al lucro (“Universidad, sinónimo de lucro”) (1), sino un espacio libre, abierto, ecléctico, si se quiere, pero sin la carga peyorativa que se asigna al término. Tolerante, también, y respetuoso de la diferencia, que en él se remarca a través de un juicioso estudio de Marx, a quien aclara sin desvirtuarlo. Un libro que permite una lectura de izquierda, subversivo en tanto versión por debajo de la oficial pero no contra ella. Un libro contracultural en cuanto desafío a la cultura dominante para que cambie sus prejuicios y paradigmas. Para así consolidar el oficio de hombre (2): lo que hace imperativo transformar los métodos de aprendizaje del pensamiento: revolucionar la escuela; cambiar los hábitos de enseñanza tradicional; dejar atrás los paradigmas-espejismos de la memoria y la repetición; volver sobre el porqué de la crisis de la cultura y los medios masivos, eje del texto.
La obra-testamento, escrita un año antes de morir el cineasta, describe la historia de la cultura desde la Revolución Industrial hasta hoy y se divide en Prólogo a la edición en español, por Guarner; Introducción, a cargo de Rossellini; tres grandes capítulos; Apéndice que habla de los precursores; y Anexos. Este ensayo aborda temas relevantes de esos tres grandes capítulos, así como hace mención de los anexos. Realiza una síntesis de lo que ha significado la Derecha y la Izquierda y termina por proponer al socialismo libertario como única salida posible ante la crisis ética y la corrupción política del país. Para empezar, un comentario sobre el Prólogo de Guarner, autor de varios libros sobre cine y co-guionista de Libertarias (1995), de Vicente Aranda.
PRÓLOGO: APROVECHAR LA FUERZA DEL ESPÍRITU…
Guarner recuerda que en 1963 Rossellini tomó la dramática decisión de abandonar el cine como resultado de una larga reflexión y preocupado por el inquietante paralelismo entre la alienación industrial y el estancamiento del arte contemporáneo. Su conclusión fue: “Todo lo que se hace en el cine es vano, desde el punto de vista de la utilidad general”. Deseoso de ser útil, pensó dedicarse al ensayo con el fin de “… intentar ver con ojos nuevos el mundo en que vivimos, intentar descubrir científicamente cómo está organizado. Verlo. Ni afectivamente, ni intuitivamente, sino con la mayor exactitud posible y en su totalidad”. Desde entonces y hasta su muerte creó y organizó “uno de los comandos culturales más singulares en la historia contemporánea”. No dejó el cine: hizo una serie de filmes didácticos concebida para su difusión ya no en salas sino por TV. E hizo honor a su propósito de escribir ensayos que recogen y generalizan sus reflexiones a lo largo de 15 años. El libro motivo de este trabajo, Un espíritu libre…, lleva por título y lema una frase de Platón y según Guarner se presenta y comenta por sí solo gracias a su discurso simple en cuanto a ideas y estilo. Expresa los problemas del cine y la educación, el acceso del hombre al conocimiento. El aumento de información en todas las disciplinas, anota, ha desbordado las posibilidades de asimilación no ya por parte del ciudadano medio, sino del propio especialista. El resultado: la comunicación entre la comunidad científica y no-científica se ha hecho antes que problemática, imposible.
Rosselini, sin embargo, no se conformó con que las nuevas ideas, los nuevos progresos, estuvieran al margen de nuestra comprensión. Movido por su insobornable espíritu de humanista intentó nuevas síntesis, trató de desarrollar un sistema que hiciera asimilables las ideas esenciales del progreso social y científico. Y para ello recurrió al testimonio de algunos precursores del pasado, desde León Battista Alberti (1404-1472), humanista y artista insigne del Renacimiento que desde 1450 propugnó una concepción científica del arte y apoyó el abandono del latín en pro del italiano vulgar para democratizar la cultura, hasta Jan Amos Comenius (1592-1670), humanista checo pionero de la escuela por el juego (3) y cuya intuición de la enseñanza por visión directa fascinó siempre a Rossellini. A quien a Guarner le interesa presentar, como hombre, más que al texto mismo, y en general a su obra así como al giro tomado por ella a partir de 1964: reacción que tal vez obedezca a que uno de los propósitos del cineasta, y leit-motiv de Un espíritu libre…, fue siempre trabajar sobre la idea de que “la escuela no es capaz de enseñarnos el único oficio que deberíamos adquirir: el oficio de hombre” (2001: 61- 100). Lo que significa ir contra la doma de la escuela pues “hacer de nosotros seres totalmente conscientes no forma parte de sus planes” ya que antes de enseñarnos cómo pensar pretende inculcarnos qué pensar: así nos aleja “de nuestra misión natural: la de devenir más humanos” e “induce a confusiones y extravíos” (Ibíd.: 101).
Al morir Rossellini, los medios masivos hicieron eco de su personalidad, su condición de padre-fundador del neorrealismo así como director de Roma, ciudad abierta (1945), Paisà (1946) y Alemania año cero (1947), la llamada Trilogía Neorrealista; ignorando, eso sí, que también era el autor de La Nave Bianca (1941), Un Pilota Ritorna (1942) y Uomo Dalla Croce (1943), la llamada Trilogía fascista; y, aun más, desconociendo su actividad más reciente, la del cine didáctico, que representa la mitad de su obra. Etapa a la que Rossellini no llegó por casualidad, advierte Guarner, sino como producto del impulso informativo que animó a su obra desde su primer filme, La nave blanca. Testigo de las distintas fases de posguerra (reconstrucción, milagro económico, extravío existencial), Rossellini estuvo siempre allí con su cámara para dejar constancia de cada crisis: una lección para quienes aún creen que el arte es entretención, cuando por el contrario es motivo para reflexionar, al ser al tiempo el reflejo del inconsciente, de los abismos y de los fantasmas de quienes como artistas lo han creado y seguirán haciendo.
Guarner hace notar que Rossellini fue el primer gran artista en comprender los alcances de la televisión, sin prejuicios de ninguna clase, y que vio necesario acomodar su trabajo a las exigencias del medio para que fuera eficaz. Advierte que el estudio a fondo de la obra rosselliniana aún está por hacerse y subraya que la burocracia televisiva no contribuye en nada a su difusión; que ese estudio es imperioso hacerlo por urgente y necesario. Rossellini no propone sus experiencias como maestro, sino como un compañero del espectador en busca del conocimiento. En busca de la libertad del espíritu, de la necesidad de sentirse libre, más que de serlo. Por ejemplo, a partir del tratamiento de personajes históricos (Sócrates, Comenio, Alberti, Pascal, Marx) a los que trata como sus dobles: no los sacraliza, ni los hace simpáticos, sino los muestra a su mismo nivel en tanto hombres. Prescinde, así, de las figuras históricas y del oropel, el elogio gratuito, la loa tonta. Y aunque algunos de sus documentales omiten las relaciones entre el intelectual y el Estado y muestran un concepto paternalista de la historia “suponen un experimento único en el campo de los medios audiovisuales de cómo clarificar sin distorsionar”, según Guarner. Su Prólogo concluye con que el día que esta etapa didáctica de Rossellini sea analizada como se debe, se podrá no sólo establecer su verdadero valor y alcance sino además sacar provecho de su experiencia para otras iniciativas culturales. Y políticas, como la que aquí se intentará…
Porque la obra rosselliniana, conformada por diferentes filmes y series didácticas, contiene un deliberado discurso entre cultural y político. Su intención parece abarcar los mojones principales de la historia de la humanidad, como se puede inferir de algunos títulos: La edad de hierro; La lucha del hombre por la supervivencia; el estudio de las civilizaciones de la antigüedad, la griega, la romana, la hebrea; en fin, Descartes, Blaise Pascal, La toma del poder por Luis XIV… Eso, va sin citar los proyectos que preparó y no completó: Calígula, La revolución industrial, La revolución americana, La civilización de los conquistadores, Karl Marx, entre otros, hasta el proyecto de La ciencia, que debía significar su culminación. “Rossellini nos ha legado un valioso, estimulante, provocativo y útil testamento. ¿Por qué no aprovecharlo?”, pregunta Guarner y concluye así su Prólogo, el que puede sintetizarse como una invitación a aprovechar la fuerza del espíritu: el que es libre y no debe aprender como esclavo…
INTRODUCCIÓN: TRANSFORMAR LA ESTRUCTURA MENTAL…
En la Introducción a su libro-testamento, Rossellini empieza mostrando cómo a lo largo de su existencia la especie humana se ha visto obligada a modificar poco a poco su sistema de raciocinio y su concepto del universo, para poder ampliar sus conocimientos y ejercer un dominio cada vez mayor sobre el mundo circundante. Basado en Freud señala que la humanidad ha pasado por tres grandes sistemas intelectuales y ha elaborado tres grandes conceptos del mundo: una representación animista o mitológica; una imagen religiosa; para, por fin, ir hacia el análisis y el conocimiento científicos. Este proceso nos ha conducido de lo alegórico a lo real y ha significado un esfuerzo considerable. Y ya hoy, sin que lo diga Rossellini, de lo real a lo virtual. Hasta tal punto que, podría decirse, lo real devino virtual y lo virtual, real: piénsese en la guerra… o en el afecto que se derrama en la red.
Ahora bien, los descubrimientos científicos y técnicos, señala Rossellini, imponen la obligación de transformar nuestra estructura mental. Para conseguirlo es preciso ser capaces de superar las prefiguraciones y conjeturas para acceder a las realidades tangibles. Si se quiere materializar el tránsito de un sistema intelectual a otro, lo que de por sí entraña un enorme sacrificio, hay una sola opción: concebir nuevas formas de información, nuevas modalidades de preparación al pensamiento. Si bien los conceptos tradicionales, religiosos y filosóficos, orientaban hacia los problemas esenciales (vida, muerte, eternidad), hoy hay que renunciar a ellos: el nuevo sistema intelectual, el científico, arrebata el sentido de lo irrefutable, despoja de toda certeza absoluta. Previene sobre el devenir perpetuo del conocimiento. Y eso angustia, pues no resulta fácil admitir una puesta en tela de juicio continua y, aparte, es arduo en extremo pensar en términos científicos. Quizás porque de ahí a la locura sólo hay un paso.
Todas las sociedades se han apoyado en la dependencia de los hombres, recuerda el autor italiano. La sociedad futura o sea la actual tiene que sustentarse en la libertad de todos, no en su esclavitud. Libertad que no se conseguirá sin sacrificios. Cabe aquí, por eso, la definición que de ella tenía Tarkovski: “Libertad: sacrificio hecho en nombre del amor”. La que coincide con parte del discurso final de Chaplin en El gran dictador: “Y en tanto los hombres den la vida por ella, la libertad no ha de perecer”. Lo interesante aquí: la libertad como sacrificio no en el sentido de inmolación sino de entrega a una causa. A una común, no solipsista (sólo yo existo) (4) ni inspirada en la vanidad o la avaricia. Para lograr la libertad hay que renunciar a los fantasmas y sustituirlos por realidades biológicas. Para perfeccionar nuestro sistema mental, es condición sine qua non según Rossellini, “transformar nuestros métodos de aprendizaje del pensamiento”. Las páginas siguientes del texto contienen reflexiones que enfocan el problema. Mientras, una evidencia se impone: el orgullo, el apetito consumista, el egoísmo, la avaricia, la guerra, no tienen ya sentido. Sólo al renunciar a estos errores atávicos el hombre podrá vivir más libre y más feliz. El cineasta concluye recordando la profecía de Lenin, con la que en 1919 respondió a una pregunta de H. G. Wells:
“Todos los conceptos humanos están atados a nuestro planeta. Si conseguimos establecer comunicaciones interplanetarias, tendremos que revisar todos nuestros conceptos filosóficos, sociales y morales. Y en tal caso, el potencial técnico, limitado en lo sucesivo, impondría el fin de la violencia como medio y como método de progreso”.
Pero, aunque la violencia se impuso como medio nunca ha pasado de ser un método de progreso: jamás será el progreso mismo. Cambiar dicho prejuicio implica modificar nuestras estructuras mentales. ¿Cómo? Siguiendo el ejemplo de Comenio, quien en su tiempo se pronunció contra la prolijidad de los estudios que exigían ingentes esfuerzos de memorización y, por ende, de coordinación del pensamiento. Aprender a distinguir las cosas necesarias de aquellas que no lo son. Lo que lleva a Séneca: ignoramos las cosas necesarias puesto que conocemos las que no son necesarias. Y además, se agrega, las repetimos. Si no se repitieran o “se eliminaran del estudio las menos necesarias”, acota Comenio, “dispondríamos (por así decirlo) del doble de tiempo o, por lo menos, haríamos la mitad del trabajo” (2001: 57). Y menos necesarias son, por ejemplo, las futesas de los gentiles, los nombres de las divinidades con sus falsas tradiciones, las reglas gramaticales con las que se mortifica a los niños y se les hace perder años y años… O los estudios literarios que no implican per se adquirir una cultura más sólida:
“… los estudios literarios son como un laberinto inextricable, donde la mayoría de los discípulos se pierde antes de hallar una salida; en tanto que la variedad de los temas tratados forma un océano donde es más fácil ahogarse que nadar, se dimana una gran confusión en los estudios, por cuanto las cosas a aprender no han sido compiladas todavía según un orden cierto y evidente” (Ibíd.: 57-58)
La dificultad mayor proviene del método con que habitualmente se enseñan las ciencias y las artes, el cual no se adapta de forma suficiente ni a la mente humana ni a las cosas.
De los eruditos (el erudito no es sabio, recuerda Lao-Tsé) que han poblado el mundo, a duras penas se halla uno de cada mil que haya catado un saber universal, que esté en capacidad de proponer una explicación razonable de todo cuanto se suscita en los asuntos humanos.
Rossellini: “Tan raros son los pansofoi (los que lo saben todo) o los panmatheis (los que lo aprenden todo), que hasta los polymatheis (los que son muy instruidos) o los polyístores (los que son capaces de grandes búsquedas e investigaciones), son vistos como un milagro” (Ibíd.: 58-59).
De ahí la fragmentación constante del saber, así como al tiempo la falta de la interdisciplinariedad: teólogos que apenas consideran la filosofía; filósofos que no tienen por qué actuar al contrario; abogados que desprecian olímpicamente las cosas de la Naturaleza; políticos que no leen ni van al cine u otros a los que la Constitución sólo les sirve para ir al W. C.; médicos a los que no les dicen nada las leyes o la justicia; procuradores, a los que tampoco…
Comenio: “¿Quién no comprende que una tal división de las artes, las ciencias y las facultades nace del supuesto de que es imposible a la mente de un solo hombre acceder fácilmente al conocimiento de todo?: …no sueño con un hombre capaz de sobresalir en todo, pero estoy convencido de que es posible y necesario que toda mente mediocre bien instruida conozca todas las cosas que precise y sobresalga en su profesión…”
Y si no, como decía Chesterton, a ese hombre sólo le queda hacerse político… Por su contraparte, el antiguo proverbio: “Buen escolástico, mal político”. Como se ve, las advertencias de Comenio no han sido escuchadas. ¿Y entonces…?
- EL NACIMIENTO DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO: LA LIBERTAD DE CADA UNO, CONDICIÓN PARA LA LIBERTAD DE TODOS
El primer gran capítulo de Un espíritu libre… se subdivide en nueve partes que van desde La Revolución Industrial y el reinado de la máquina hasta La crisis del capitalismo pasando por La teoría del capital y el nacimiento del proletariado, La evolución de la democracia y el ejercicio del poder, Los medios de comunicación, espejo del mundo contemporáneo, La alienación (por deshumanización: para que no se tome alienado por loco), Las variaciones de la moral, Ideología y teoría: el concepto de revolución, Las diversas formas del saber y la especificidad de la especie humana. A continuación, se volverá de forma breve sobre esas nueve partes…
En La revolución industrial y el reinado de la máquina, Rossellini señala que en 1774 comenzó el periodo más fértil en mutaciones políticas de la historia del hombre, con la sublevación de las colonias británicas de América (5). A esa Revolución Americana sucedería la Revolución Francesa (1789-92): en ambas revueltas, aparece una nueva clase: la burguesía. Al tiempo, surge la gran industria, que hizo su aparición en Inglaterra durante el último tercio del siglo XVIII y cuyo desarrollo técnico y organizativo (y su difusión) fueron tremendos. Tanto como sus consecuencias económico-sociales y ético-políticas, por lo que tal conjunto de fenómenos se hizo acreedor al mote de Revolución Industrial (RI), asignado al comienzo por Marx y Engels y luego por historiadores como Toynbee (1889-1975) y Rappard (1883-1958).
La gran industria ha contribuido, en el curso del tiempo, a descubrimientos técnicos poco importantes en apariencia aunque tan significativos como la máquina de vapor, inventada por James Watt (1765), o la pila eléctrica, construida por Alessandro Volta (1799): tal es el caso de la lanzadera volante (fly shuttle) de las máquinas textiles, inventada por John Kay (1773), que en el proceso de consolidación de la industria va a significar tanto como los inventos ya citados. Entre los caracteres específicos de la gran industria Rossellini destaca cuatro: 1. Construyó máquinas que, por primera vez en la historia, ejecutaron con rapidez trabajos complejos y difíciles. 2. Para poner tales máquinas a funcionar, la fuerza motriz muscular empleada (humana casi siempre; a veces, animal) se sustituyó por fuerzas inanimadas: fuerzas naturales (viento, agua) y sobre todo fuerzas artificiales (vapor, electricidad), dóciles por su condición de materias inertes, fáciles (al menos, eso se creyó entonces) de producir e incrementar. 3. Concentró y multiplicó los medios de producción mecánicos para aumentar y acelerar el rendimiento. 4. Creó y perfeccionó un tipo de organización y régimen de producción, cuyos efectos afectaron el orden social y económico entero.
Rossellini señala que con tales medios, la sociedad humana imaginó que podría dominar para siempre las condiciones del desarrollo de las riquezas y su distribución. El principal recurso de la RI era la máquina, la que se ha erigido con el tiempo en protagonista de la vida de los hombres. Yendo más allá, podría decirse que lo que vaticinó Marinetti (1876-1944), padre del futurismo, en su manifiesto (24.II.1909), se ha cumplido: el hombre ha terminado por adorar a la máquina: “… un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia”, decía (6). Y el hecho se evidencia en un filme como Crash (1996), de Cronenberg, en el que los personajes desarrollan una atracción erótica hacia los choques y las cicatrices resultantes, lo mismo que un placer sexual por el contacto con los autos. La gente que ha resultado herida en accidentes de tránsito trata de ver su calvario como “un fertilizante en vez de un evento destructivo”, dice Cronenberg.
A partir de 1771, máquinas cada vez más complejas, a cargo de un número cada vez mayor de obreros, rigurosamente controlados y organizados, devienen los elementos básicos del trabajo industrial. Momento que señala el fin de los artesanos, al tener que abandonar sus viviendas, al tiempo sus talleres. Por la ley de la fuerza tienen que concentrarse en aquellos puntos geográficos ricos en materias primas y adecuados para la venta de sus productos: los mismos lugares en los que aparecen las nuevas fábricas. Mientras, la población obrera se reproduce y amontona a su vez en los núcleos urbanos que van surgiendo en torno a las recién nacidas industrias. El fenómeno urbanístico alcanza tal grado de expansión que el campo se convierte en ciudad y esta en megápolis. El monumento típico de la industria es la fábrica. Allí las máquinas se mueven a un ritmo regular y con un ruido ensordecedor que marcan el ritmo a la fatiga y disciplina de los obreros. Más tarde, en 1936, Chaplin volverá sobre el asunto en el pionero de los filmes contemporáneos, no en vano titulado Modern Times: cuando ya el hombre deja de ser sujeto histórico para pasar a ser objeto sin historia de la nueva esclavitud…
En La teoría del capital y el nacimiento del proletariado, Rossellini expone que la ley que rige toda empresa industrial es la producción ininterrumpida que desemboca muchas veces, por la tendencia paradójica e instintiva de su motor, el capital, en la superproducción, causa de crisis periódicas y notorias en el sistema industrial capitalista. Para que este sea rentable, las mercancías han de venderse. Para sobrevivir, el capital y la industria exigen una expansión continua, lo que hace necesaria la creación incesante de nuevos consumidores. Motivo de cambios profundos y de una gran inestabilidad ética y social entre los hombres. Teoría del capital: a más productos en el mercado, precios más bajos. Entre más bajos, mayor difusión de la mercancía al multiplicarse la demanda. Así, la competencia aumenta y se hace cada vez más feroz. El progreso en los medios de transporte ofrece a la producción un mercado cada vez más amplio. Del comercio circunscrito a una región, un país, un continente, se ha pasado al mundo entero. Pero, si bien el desarrollo de su expansión geográfica hace disminuir el precio de los productos, el proceso tiene un fin. El aumento de la demanda incrementa los costos de las materias primas, del trabajo y de todos los servicios afines. Cuando el alza de precios alcanza cierto nivel, se estancan los intercambios y, por tanto, la producción: surgen así las crisis, las recesiones típicas del sistema capitalista, con ciclos alternos de expansión y depresión. De la euforia al pánico. La sociedad capitalista es neurótica por naturaleza, dice Rossellini. Por último, la expansión de la industria hizo nacer una nueva clase: la de los proletarios. En la Roma antigua eran todos aquéllos que carecían de status social definido, que no eran patricios ni plebeyos aun no siendo esclavos, los indigentes que pasaban hambre y engendraban hijos: su origen está en proles. El término volvió a emplearse después de la RI, pero sus masas experimentaron una profunda mutación social. En su Aportación a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1844), Marx definió por vez primera al proletariado, luego un tema principal de su obra: “El proletariado no empieza a existir como clase hasta que se inicia el desarrollo industrial, porque no es la pobreza el resultado de factores naturales, sino la pobreza generada artificialmente la que constituye el proletariado” (2001: 25).
En La evolución de la democracia y el ejercicio del poder, Rossellini muestra cómo según la economía liberal (nacida de la Ilustración, la que destruyó el absolutismo monárquico de los siglos precedentes y en la que destacan Diderot, Rousseau, Voltaire), el instinto del trueque determina la naturaleza del hombre: si sus principios postulan la autonomía del intercambio, sobre la justa repartición del producto social no puede incidir el Estado que debe limitarse a establecer con sus leyes las reglas del juego de la propiedad, en teoría son expresión de la voluntad de la mayoría y de ahí democracia: gobierno de, por y para el pueblo, como decían los griegos. Y hoy, Saramago: “El poder real es económico, entonces no tiene sentido hablar de democracia”.
Rossellini muestra cómo al instituirse la democracia, la expresión de la voluntad mayoritaria se daba a través de un número reducido de ciudadanos: los que tenían derecho a votar. Y cómo el sistema electoral democrático ha seguido el mismo proceso en todo el mundo: el derecho a votar se ha obtenido por renta; luego, en función del ingreso; y por último se concedió a los alfabetizados, aún en minoría, entonces. Tuvieron que pasar más de 200 años para que el derecho a votar se extendiera a los ciudadanos de ambos sexos, sin distingos de renta, ingresos o cultura. Por último, cómo en todos los países capitalistas quienes detentan el poder económico han podido controlar y dominar los medios masivos, desde los más antiguos, prensa, hasta los más recientes, cine, radio, televisión, Internet y multimedia. Un instrumento de gran importancia para orientar a las masas hacia valores sociales y políticos determinados y constituir grupos de presión que impongan su voluntad al Gobierno y, a la vez, condicionen a la opinión pública. El poder económico proporciona a las masas, a través de los medios, unas diversiones distractivas, trastornadoras y narcóticas. Hoy, sólo… En la escalada difusiva del atontamiento colectivo se ha llegado a la permisividad: violencia, sexo, erotismo y todo tipo de perversiones se ha hecho de consumo habitual, incluso bajo pretextos psicoanalíticos. Curioso, quienes se pretenden revolucionarios reivindican estas prácticas como una conquista sobre los esquemas convencionales. Pero, muy al contrario, tales procedimientos sirven sólo para crear nuevos fetiches y para hacernos cada vez más confusos, insensibles, incapaces de percibir lo real: vivimos cada vez más frenéticamente de ilusiones (lo real devino virtual, se dijo). A medida que el hombre se acerca más a esas imágenes confusas, se aleja de la visión coherente de las cosas: lo que hace más fácil condicionarnos en la dirección que el Sistema desee.
En Los medios de comunicación, espejo del mundo contemporáneo, para no formular opiniones personales, Rossellini se limita a transcribir lo que está a la vista: la prensa diaria espejo de lo que ocurre, tanto a causa de la crónica diaria de los sucesos como a la de los espectáculos que consumimos. Y cita los filmes del día, mientras lee la prensa: “Título de la película: Violación de una menor; la frase publicitaria que la acompaña: Buscaba el amor… creía en la amistad… amaba la libertad… pero sólo encontró bestias salvajes sedientas de sexo y de muerte”. No sé por qué, aquí, pensé en Colombia hoy, no en el libro de Arrubla, Kalmanovitz y cía. sino en sus telenovelas: y se me vino en tropel la Pola y el lema erreceeneano: El amor la hizo libre… y aún veo caer sobre ella toda suerte de bestias salvajes sedientas de sexo y de muerte. Después de citar varios títulos y sus frases publicitarias, no vale la pena pararse a examinar los filmes. Basta observar cómo se intenta atraer al público, para percibir modas, tendencias y comportamientos. Pone más ejemplos sobre sexo, compra de armas, desesperación de los jóvenes, hasta llegar al artículo de L’Espresso titulado: El orgasmo hierve en la olla.
Se lee allí: “Puede ocurrir que las relaciones sexuales con el cliente duren más de lo previsto, con lo cual las papas que se estaban cociendo se queman y la mujer ha de tirarlas y salir a comprar otras. […] Y puede ocurrir también lo irremediable, que es lo que ocurre: uno de los amantes ocasionales se lo toma tan en serio que obliga a la mujer a llegar al orgasmo. Jeanne vuelve a vestirse lentamente, mientras mira en el espejo al hombre que duerme en su cama. Toma entonces unas tijeras y se las clava en la garganta…” Acto seguido, la misma crítica destaca el amor homosexual, el alto nivel de expresión y la originalidad notable de la autora del filme, una idealista del feminismo…: “A ese idealismo debemos una representación tan casta y poética del amor lésbico; a través de él aparece tan triste y tan cruel la vida cotidiana de Jeanne Dielman. Según la visión de la cineasta, esta vida cotidiana se erige en una nueva especie de martirio: el de un ser humano transformado en autómata por el concepto masculino del papel de la mujer en nuestra sociedad” (2001: 30).
Rossellini ve la prensa llena de reportajes sobre atentados con dinamita, asaltos contra funcionarios de justicia, seguridad pública y policías, atracos con metralletas en bancos y oficinas públicas para robar el pago de empleados y obreros. Y pensé que hablaba de Colombia hoy (ya saben, no el…). Las primeras planas amenazan con recesión, inflación, incremento de la deuda pública y del paro obrero. Los delincuentes comunes se politizan, proclaman sumarse a partidos tradicionales, para subrayar, siguiendo la moda, la validez de sus actos. Estos pretextos ideológicos hacen concebir la sospecha (compartida por los medios) de que se proclaman para provocar la reacción y la limitación de las libertades. Lo que en efecto ocurre, sólo que esto no lo dice Rossellini: se puede ahora. El resultado: el creciente deterioro de las relaciones humanas. Ya no es posible el diálogo ni, menos, la confrontación de teorías opuestas. La agresividad en boga es el aspecto dominante de la personalidad: el síndrome del capataz, que imperó de 2002 a 2010 ha vuelto: “Si no se va, le doy en la cara m…”
Nadie, en cambio, muestra interés por el escándalo base de este cataclismo social: el tráfico de armas. Todos aquí hablan de paracos, guerrilla, políticos, narcotráfico, trata de blancas, mal trato a los negros, ChuzaDAS, DIAN, DNE, DMG y de su liquidación: para no dejar huellas. Pero, nadie habla del tráfico de drogas legales; tampoco, del de armas. Si este comercio no tuviese la difusión que hoy cobra, no habrían llegado al extremo los conflictos, la injusticia, la represión, los actos terroristas. Entonces, recordé a James Baldwin, el escritor afro-gringo homosexual que de marica no tenía un pelo:
“¿Quién tiene mayor pericia en la utilización del terror que mi propio desventurado país? Sí, ya lo sé, pero, hijos, lo que sale retorna, lo que enviamos nos es devuelto. Un terrorista recibe ese nombre sólo porque no está avalado por el poder estatal; es terrorista porque no pertenece a ningún estado. El Estado, cuando la suerte está echada, gobierna en el fondo por medio del terror legalizado… Nadie llamó terrorista al difunto J. Edgar Hoover, aunque fue exactamente eso, y si en este contexto alguien desea hablar de democracia o de ética, perdonen a este pobre negro por taparse la boca con la mano para disimular que se está riendo” (7).
Tantos vándalos no tendrían tanta fuerza privados de sus armas, que no deberían estar a la venta como las que son para defensa personal o deportes, concluye Rossellini.
En La alienación, Rossellini plantea que la mayor parte de las ideas que hoy domina al mundo pretende descender de Marx o, bien, oponerse radicalmente a él. Y se refiere a sus teorías. Afirma que todas las actividades llamadas culturales aumentan la alienación: la distancia que nos separa de nuestra esencia humana. Según Marx, la gran meta a perseguir y alcanzar es la humanización del hombre, que se convierta en uno verdadero, capaz de expresar las cualidades que le son propias: de ahí el oficio de hombre. Aunque muchos se resignen al despropósito, como si fuese una fatalidad o un designio divino. Tales pensamientos deben ser combatidos y la dialéctica marxista tendría que ser útil ya que al estudiar las contradicciones del hombre y de la sociedad, Marx intentó fijar un método que le permitiera a aquel ser auténtico y escapar al absurdo. Los metafísicos han procurado definir lo humano a partir de la razón e ignorar los vicios, que relegan al cuarto de Mefisto. Marx afirma que, por real, de lo inhumano no se puede prescindir. Lo humano es positivo: la historia es la historia del hombre, su crecimiento, su evolución. Lo inhumano es negativo: es la alienación, un fetiche, como tantos más. El mundo de los fetiches es falso y la historia del hombre muestra a las claras la interacción incesante de tres elementos: el espontáneo (biológico, fisiológico, natural); el reflexivo (la conciencia naciente); y el ilusorio (lo inhumano de la alienación y los fetiches). El análisis dialéctico es el único medio capaz de discernir entre estos elementos, por estar en perpetuo conflicto dentro del movimiento real de la historia (8). Los hombres han creado la sociedad, la economía, la cultura y, cómo no, la historia. El objetivo final de Marx es la sociedad humana: en la que la alienación ya no exista y en la que el hombre halle las condiciones necesarias para su desarrollo y para la afirmación de su propio ser. Empero, no propone una sociedad ideal, donde el individuo accede de forma automática a la libertad. Esa sociedad sería una abstracción, mientras cada individuo no sea libre. Una sociedad nueva sólo puede ser una asociación en la que “la libertad de cada uno se erige en condición indispensable para la libertad de todos”. Tesis que coincide con la de los anarquistas (9), con la de Castoriadis, con la de los socialistas libertarios. Recíprocamente en una sociedad capitalista en la que el individuo es víctima de la servidumbre por el dinero, la decadencia moral es inevitable.
Así lo plantea en La cuestión judía (1843): “El dinero es el valor del hombre formulado en números; es la marca de nuestra esclavitud, los estigmas indelebles de nuestra sociedad. Cuando los hombres pueden comprarse y venderse, no son más que esclavos” (2001: 33).
¿Hay un remedio para combatir la alienación? Varios: poner cada concepto permanentemente en tela de juicio; hacer una crítica sin compromiso del mundo en que vivimos; rechazar las ideas y los prejuicios que representen una forma de represión que la sociedad ejerce sobre el individuo. Otra noción de Marx acostumbran a ignorar muchos marxistas: el hombre no debe ser sacrificado jamás a futuros intereses, declarados más importantes. Si bien no se puede olvidar el fin último: el de una sociedad humana cada vez mejor, en la teoría como en la práctica. Para ello, primero hay que definir qué somos. Si se logra, al tiempo será más fácil reconocer nuestras alienaciones y falsos ídolos. Pero lo difícil es definirnos ya que somos a la vez sujetos y objetos de nuestra reflexión, la historia de nuestras definiciones, nuestras propias determinaciones. Aunque, al tiempo, no se puede olvidar al mismo Marx cuando decía “somos juguetes de poderes extraños”. Y esto se dice por ética, es decir, por honestidad.
En Las variaciones de la moral, Rossellini intenta acercarse a conceptos como ética, moral, virtud. Los poemas de Homero exaltan virtudes humanas, desde los valores militares hasta la simple habilidad o la astucia. En una época próxima a la Ilíada y a la Odisea (la Esparta de Licurgo, la Atenas de Solón), se da más importancia a la virtud colectiva de un pueblo que al valor individual en la guerra. El instrumento principal de este nuevo aspecto de la sociedad es la ley y el protagonismo pasa del héroe al legislador. A partir de ahí, la virtud consiste en observar las leyes. Aparecen los sofistas, escépticos que ponen en duda la capacidad del hombre para sentar verdades absolutas y reconocer principios morales universales. Nace así una nueva virtud: la de saber aconsejar a los conciudadanos y tomar decisiones en la vida política. Más tarde, Gorgias renuncia a hacer de la virtud el contenido principal de su enseñanza. Para él, el valor de una idea es proporcional a su fuerza de persuasión. De ahí nacen el concepto y la ética del deber. Para Epicuro los actos humanos han de juzgarse simplemente por lo que son y por el disfrute inmediato que reportan; el único criterio posible es el placer, principio y fin de una vida dichosa; todo placer, por ser natural, es bueno en sí, pero no por eso es libertinaje o vida disoluta: el verdadero placer significa no experimentar dolor en el cuerpo ni angustia en el alma. Los estoicos, luego, enseñan lo contrario: que hay que pagar, con el ascetismo, el precio de nuestra inserción en el orden cósmico. La moral estoica aspira a la salvación de la colectividad. Las éticas tienden a evitar los errores de comportamiento: el error es culpa, recuerda Rossellini. Y señala que el tema de la salvación y de la culpa supone el punto de intersección y de diferenciación entre ética, filosofía y religión. Para zanjar en parte esta discusión, propongo la ética como honestidad; la filosofía como política; la religión como opio. O, conocida la tesis de Eco, como una Diosa Razón (instrumentum regni), expediente que un poder político usa para controlar a sus súbditos: por no ya adormecer sino activar tantas guerras, tanto odio y violencia, hoy la religión puede verse como la cocaína de los pueblos (10). Con razón Saramago concluía que “si todos fuéramos ateos, el mundo sería más pacífico”. Rossellini: “¿Podemos tener aún esperanzas de transformar nuestro sistema de comportamiento?” Tal vez cambiando nuestras ideas por medio de la ciencia. Otros factores han modificado profundamente el entorno: la irrupción de una enorme masa de individuos en las estructuras sociales activas; el aumento desmesurado de la población mundial; el incremento de la ignorancia relativa: no se sabe aún cómo difundir este nuevo saber, todos los conocimientos acumulados a lo largo de los últimos decenios.
En Ideología y teoría: el concepto de revolución, luego de recurrir a la gran capacidad de síntesis de Marx: “Religión, ateísmo, humanismo son ideologías, pero la práctica revolucionaria debe basarse en teorías, o sea, en los conocimientos científicos de la sociedad”, Rossellini subraya que ideología viene de idea. Término que, aun siendo poco empleado hasta fines del siglo XVIII, se deriva del latín y del griego y posee el sentido filosófico de representación que la mente hace de las cosas. Por su parte, teoría viene del latín theoría, tomada a su vez del griego filosófico, en sentido lato, “acción de observar, de contemplar”: el de meditación, especulación que se le atribuye es incorrecto y no surgió hasta fines del siglo XVI. La distinción entre ideología y teoría es válida para todos nuestros sistemas de pensamiento, creencias, consuelos, anota Rossellini, para quien una auténtica revolución sería posible si el hombre llegara a un conocimiento verdadero, se hiciera por completo inteligente, fuese capaz de leer en la esencia de las cosas. Y recuerda que Feuerbach afirmaba que Dios no había creado al hombre a su imagen y semejanza, sino al contrario. Lo que le permite preguntar: “¿Cómo puede colmarse el vacío que deja una religión negada o temida?” Responde: “Pues cambiando nuestro sistema de pensamiento”. Para ello se requiere una revolución, término si bien extendido también ha generado miedo y resentimiento. Y propone que a cambio del sentido estereotipado de “golpe de estado que hace estallar una gigantesca explosión de violencia” o “fruto de la acción conjunta de todos los explotados y marginados” (Bakunin), se le atribuya el de “cambio radical en nuestro modo de pensar”, uno que intenta llegar a la realidad, en vez de complacerse en las ilusiones y simplificaciones que, durante un largo periodo, fueron nuestros consuelos.
El estallido destructor de la guerra contra las ideas tradicionales, iniciada precisamente con la Ilustración (justo antes de la Revolución Francesa) ha sido la causa, como en toda guerra, de una gran conmoción que afectó al racionalismo, factor desencadenante de todas las nuevas ideas: el método destructivo racionalista, opuesto a las ideas y creencias que lo precedían, hizo nacer un gran temor entre los hombres. El pánico y la confusión alentaron las incoherencias, que abundan desde entonces. Y el capitalismo, nacido también en aquel momento, destruyó a su vez la lógica de la identidad del hombre (11). Cabe preguntar si resulta procedente seguir soportando las leyes político-sociales, del mismo modo que los primitivos soportaban las de la Naturaleza, o si ha llegado el momento de adaptarlas a la condición humana. Rossellini cree lo que decía Marx en un texto sobre la censura:
“Las leyes no son [no deben ser] medidas represivas contra la libertad, del mismo modo que la ley de la gravedad no es una medida represiva contra el movimiento. Las leyes son [deben ser] más bien normas positivas, claras, universales, por las que la libertad ha adquirido [adquiere] una existencia impersonal, teórica, independiente del capricho de los individuos. Un código de leyes es [debe ser] la Biblia de la libertad de un pueblo” (12).
Antes del Siglo de las Luces, la religión y la filosofía se basaban en el supuesto de que constituían, cada una, la ciencia del todo: pero, ninguna ha logrado la unificación ni la ayuda entre los hombres. Saramago sigue teniendo razón al ver en la primera un motor de conflicto:
“… las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana” (El País, El ‘factor Dios’: 18.IX.2001).
En Las diversas formas del saber y la especificidad de la especie humana, Rossellini explica que ciertos filósofos actuales se refieren a la unificación del saber. Sin embargo, aparte de las formas tradicionales de la religión y de la filosofía, esos filósofos admiten otra forma del saber: la autónoma, la que parte de la ciencia. ¿Es posible integrar religión, filosofía y ciencia? Si bien la ciencia indica una manera nueva de acceder al conocimiento del todo, aún no se puede prever cuándo llegará a la meta; el saber religioso es unitario: lo basa en la tradición, en la revelación y soporta todo ello en la intangible fe; para él, todo se resuelve en la existencia de Dios y en su voluntad… y ya se sabe que “Fe es una creencia en una falta de evidencias” (Carl Sagan). Para Rossellini, el saber filosófico es el mejor medio de conocimiento de la realidad. Los filósofos consideran a la ciencia incapaz de desarrollarse sin especialización: tan especializada la creen, que escapa a ella formular una visión general de las cosas. La filosofía y la religión aspiran a ser ciencias del todo. Si Hegel desarrolló la crítica más rigurosa de la unificación formal del saber, más tarde Marx reafirmó que sólo la ciencia era capaz de un saber absoluto: proclamó, el conocimiento es un continuo devenir.
¿Es posible conciliar las contradicciones entre filósofos y científicos? Se ha intentado, sostiene Rossellini, mediante la elaboración de ideologías. La experiencia ha demostrado que no se acercaron a la solución: al parecer el problema de un saber unitario se vuelve cada vez más indefinido, vago, abstracto. Según él, sólo queda seguir buscando la solución, partiendo del hombre mismo y basado en la visión científica del mundo que ahora está a su alcance. Mientras tanto, le suelta la batuta al médico y profesor Jean Hamburguer y a su libro El Hombre y los Hombres: éste, al cabo de su exposición acerca de los órganos humanos concluye:
“La sensación de libertad que experimenta el espíritu humano, esa ‘libertad que induce, como decía Montaigne, a mofarse […] de la fuerza y de la injusticia’, traduce únicamente la multitud de influencias, relaciones, caminos y encrucijadas de nuestro pensamiento, el cual depende a su vez de la inconmensurable complejidad de nuestro sistema cerebral”. Y cita a François Jacob: “En el hombre, el número de respuestas posibles deviene tan elevado, que cabe hablar de ese ‘libre arbitrio’ tan caro a los filósofos […]” (2001: 44).
Para cerrar la primera parte, en La crisis del capitalismo Rossellini recuerda: “Eso es el hombre; eso somos nosotros” y examina la historia que han hecho en calidad de amos y de esclavos, se pregunta si han alcanzado la madurez y adónde han llegado. Al lugar en que todos, incluidos los dirigentes y su clase, han perdido el optimismo que alentaba a la humanidad cuando estaba segura de que la industrialización, la ciencia, la técnica y la racionalidad intrínseca de la producción, unida a los efectos del conocimiento y a la expansión del capitalismo, eran la garantía de un progreso social ininterrumpido. Aquí deviene tan profético como el economista al que cita, Schumpeter, quien en su ensayo Capitalismo, socialismo, democracia sostuvo que la evolución del capitalismo lo arrastra ahora hacia lo que siempre ha odiado y combatido: el socialismo (13). Al que, ante la tozudez de quienes creen en su muerte, se agrega… libertario: socialismo libertario. Del que se hablará luego. Rossellini concluye que el sistema capitalista padece una crisis de extrema gravedad y que analizar las miradas, reformistas o revolucionarias, propuestas para dar con una posible salida, excede los límites de su trabajo. También, los de este. No obstante, en la segunda parte propone algunas ideas que lo obsesionan y que según él pueden ejercer saludables efectos en la educación.
Sobre las crisis, cabe recordar a Libardo Sarmiento: “El capitalismo no está solamente asediado por crisis sino también depende de las crisis. El capital se acumula a través de las crisis. Estas funcionan como un mecanismo económico disciplinario. La crisis es la coyuntura a la cual el capital se agarra para reestructurarse y racionalizarse, para restaurar su capacidad de explotar el trabajo, expoliar la naturaleza y gestionar la sociedad en su conjunto” (14).
Es decir, a mayor plusvalía, mayor dificultad de establecer beneficios; a mayor ganancia por la apropiación dañina de la naturaleza, mayor alza de precios y menor poder adquisitivo; por ende, deterioro de la sociedad.
2. LA EDUCACIÓN INTEGRAL: POR UNA EXISTENCIA CONSTRUCTIVA…
En la segunda parte de su libro, Rossellini es elocuente desde los títulos de cada uno de los 15 capítulos. Algunos: Una nueva forma de educación, Cada hombre es único, La inteligencia del hombre, La enseñanza de Comenio, El oficio de hombre, La visión directa, La renovación de la cultura. Este ensayo se limita a condensar ciertas partes. Políticos, moralistas, idealistas que se propongan llevar a cabo transformaciones sociales deben concebir y promover nuevas formas de instrucción, educación y cultura. Todo cambio radical supone la destrucción (no temer: crear algo implica destruir algo) de lo existente, aunque también presupone el desarrollo de nuevos sistemas de pensamiento, nuevos intelectos, valores, modelos culturales con qué sustituir los tradicionales. Sólo así se conseguirá expresar, con claridad, lo que conviene poner en práctica para acelerar una transformación coherente del hombre y de un mundo en constante evolución. Porque hasta ahora no se ha logrado desarrollar una educación integral en su plena acepción: sólo algunos precursores han indicado su posibilidad. Los sistemas educativos que se han institucionalizado tuvieron como fin el de integrar y adaptar al hombre a las estructuras sociales creadas por él mismo, en perjuicio de aspectos importantes de su esencial naturaleza. Las sociedades consideran que la obediencia, la adaptación y la sumisión a las estructuras existentes y a los módulos de acción que pregonan, tienen mayor importancia que la imaginación o el ánimo inventivo: A las sociedades les ha preocupado la estabilidad y no la evolución, sostiene Rossellini. Basta revisar la historia para advertir la cantidad de sangre, sudor y lágrimas que ha vertido la humanidad antes de que las nuevas ideas de algunos de sus hombres fueran aceptadas y aplicadas. Para Castoriadis un sujeto diferente implica una nueva sociedad, algo inaceptable para la establecida: “Si un nuevo pensamiento irrumpe, amenaza la sociedad; abre la posibilidad de otra sociedad y otro sujeto” (15).
Para desarrollar nuevos sistemas, eficaces y cómodos, de preparación al pensamiento, piensa Rossellini, habrá que sustentarse no en las enseñanzas de los psicólogos sino en las de los biólogos, dadas las certezas científicas a que han llegado: el genoma humano, por ejemplo. Pues son quienes conocen y profundizan cada día más en sus diversas facetas el complejo funcionamiento del cerebro, el órgano que caracteriza y diferencia al hombre de los demás seres vivos. Para acceder al oficio de hombre propone ver a la educación como un componente de la propia vida, no un prólogo a ella; la actividad que cada individuo desarrolle no debe significar el fin supremo de su vida sino algo contingente, una obligación cívica; desde el primer momento de la infancia en que se manifieste la voluntad de saber, esta debe satisfacerse ya que es el mejor procedimiento para mantenerla viva. Es inútil concebir la educación como una propuesta de modelos heroicos y edificantes pues todo ser humano, mientras no se le pervierta o reforme, es espontáneamente capaz de heroísmo y tiende a ser ejemplar, sin necesidad de modelos. Krishnamurti: no hay maestros ni guías ni gurúes. Machado: no hay camino, se hace camino al andar. En cambio, hay que orientar las mentes hacia una sociedad humana bien dispuesta a la cooperación. Por tal razón, hay que rechazar los modelos que hoy ofrece la escuela. Es preciso transformarla.
¿Es posible hallar un método sintético para enseñar todo a todos, como pensaba Comenio? Ofrecer las cosas por visión directa, haciéndolas presentes a los sentidos: lo visible a la vista, lo tangible al tacto, etc. Así, con sólo ver a un elefante, su apariencia quedará fija en la mente con mayor facilidad y de modo más duradero que si se hubiese descrito al animal diez veces. Es evidente que la vista es el sentido fundamental pues ver es lo primero que el niño hace. Goethe: “El órgano por el que he comprendido al mundo es el ojo”. Lo que es tangible al gusto y al tacto cualifica en seguida a lo que se ha percibido con la vista. El más próximo a este sentido soberano es el olfato. Durante milenios la especie humana se ha consagrado a la práctica y perfeccionamiento de su invención fundamental: la palabra. Desde el alba del tiempo, el hombre se habituó a traducir sus observaciones y procesos mentales en palabras. Si bien hoy se dispone de medios técnicos refinados, para registrar y reproducir imágenes, movimientos y sonidos, la estructura de nuestro pensamiento, por hábito, es verbal, lo que hace que las imágenes que se registran sean sólo complementos ornamentales del sistema tradicional de expresión, la palabra, y se limiten a ilustrarla. Y este acto no es la visión directa, sino un simple auxiliar de la palabra, demostrativa por naturaleza. Aquella, en cambio, muestra en vez de demostrar. Debería ayudarnos a salir del laberinto de los errores y las probabilidades. Con la posibilidad de apreciar de forma diáfana la cohesión de la existencia, desaparecerá en parte la angustia del hombre. La visión directa permitirá hacer conciencia de que el sexo y la muerte, puntos psicológicos graves de la vida, garantizan por contraste la riqueza de la especie humana y de la evolución. Ser todos partícipes de la aventura del conocimiento procurará consuelo y aliento; orientarse mejor abrirá las puertas del sosiego, adquiriendo así la base para una vida humanamente constructiva. Con todo, para salvarnos, para recobrar la razón y hacernos mejores, es necesario inventar un método de educación libre, fácil, agradable e integral.
3. LA CRISIS DE LA CULTURA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS: ACLARAR A MARX SIN DESVIRTUARLO
En La crisis de la civilización y el papel de la burguesía, Rossellini se remite al Manifiesto del Partido Comunista de 1848, en el que Marx y Engels definen con toda claridad el papel corruptor desempeñado por la burguesía a lo largo de la historia:
“… Al llegar al poder, la burguesía destruyó todas las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Acabó sin piedad con los variopintos matices de los vínculos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó entre hombre y hombre otro lazo que el del mero interés, el frío ‘pago al contado’. Ahogó en las gélidas aguas del cálculo egoísta los sacros escalofríos de la piedad exaltada, del entusiasmo caballeresco, del sentimentalismo hipócrita. Relegó la dignidad personal a un simple valor de cambio, y como sustitutivo de las innumerables libertades reconocidas por escrito y duramente conquistadas, instauró la libertad ‘única’ e indiferente del comercio. Sustituyó, en una palabra, la explotación disfrazada con ilusiones religiosas o políticas por la explotación franca, cínica, directa, brutal. […] Todo lo establecido y seguro se volatiliza, todo lo sagrado es objeto de profanación y los hombres han de afrontar con desengaño su situación en la vida, sus relaciones recíprocas…” (2001: 92-93)
Pero, ya antes de instalar entre los hombres el lazo del mero interés, de relegar la dignidad a un simple valor de cambio, de instaurar la libertad única e indiferente del comercio, la burguesía había reducido la cultura a la condición de mito, como lo muestra Rossellini a través del inglés Al Álvarez (Londres, 1929) y su libro El dios salvaje (1972), en el que se confirma que detrás de la figura del potencial suicida se esconde un ser con desesperación de vivir, que a la manera del hombre rebelde metafísico de Camus no soporta la fealdad del mundo y por eso la denuncia tomando como punto de partida la crisis de la cultura, como quien al tiempo refleja el panorama actual desde un ángulo de izquierda, estético y cultural. Plena de ética y en la que por contraste, dada la nueva estrategia de sofisticación estética, alternan el primitivismo con el instinto de muerte con el suicidio, a los que se oponen las miradas científico-artísticas de Freud, Shakespeare, del mismo Álvarez frente a la sombría perspectiva:
“Más de 60 años de genocidios y de guerras intermitentes entre las superpotencias que, como el super-yo enfermo de Freud, se endurecieron, se hicieron progresivamente represivas y totalitarias, han conseguido, por lo visto, que las mitigadas gratificaciones que el yo obtiene de la civilización, parezcan cada vez más frágiles. Las artes, a guisa de reacción, han reducido el principio de placer a sus formas más arcaicas: repetitivas, desnudas, al margen de toda cultura. La nueva estrategia de la sofisticación estética se sustenta en el primitivismo; ritmos tribales en todas las radios; ritos de fecundidad en los teatros; costumbres de la Costa de Oro, reales o televisadas, en la sala de estar; epígonos de la poesía concreta gruñen o ganguean, sin la más mínima preocupación lingüística o expresiva; músicos de vanguardia exploran las posibilidades del ruido captado al azar; pintores ambiciosos aspiran a inmortalizar los desechos de las fábricas; políticas radicales inspiran su comportamiento en el de los bufones de las saturnales romanas; una cultura joven busca en la droga un suicidio gradual y crónico. En la misma medida que el principio de placer se hace menos agradable y más maniático, el instinto de muerte se torna más poderoso y omnipresente; cualquier perspectiva conduce inexorablemente a la posibilidad de un suicidio internacional propiciado por la guerra nuclear. Se diría que el descontento de la civilización ha alcanzado ese punto extremo de melancolía suicida que Freud describe con tanta elocuencia: ‘Lo que ahora predomina en el super-yo, por decirlo así, es una cultura en estado puro del instinto de muerte y, de hecho, suele arrastrar a la muerte al yo, si este no logra reprimir a tiempo a su tirano gracias a un cambio de manía’. Shakespeare, por su parte, describe el mismo proceso, aunque en términos menos técnicos: ‘Como la saciedad es la madre del ayuno, todo desenfreno, por el inmoderado exceso, acaba en necesidad. Nuestra naturaleza persigue, como ratas que ingieren su propio veneno, un demonio sediento; y, al beber, morimos. En uno y otro lenguaje, sombría es la perspectiva’”.
Es probable, dice Rossellini, que muchos fieles de la cultura actual estén en desacuerdo con Álvarez, pero aquél y yo consideramos justa su mirada al momento cultural…
Para tener una visión más clara de lo que ha sucedido desde la Revolución Estadounidense hasta hoy, hay que considerar otros datos. A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, la burguesía era plenamente consciente de ser la clase dirigente en un proceso histórico que consumaba gracias a la unión de la ciencia y del trabajo humano, objetivada por los progresos de la técnica. Querer asociar orgánicamente la ciencia con el progreso, era una fatalidad histórica, señala Rossellini: nació así el positivismo de Comte (1798-1857) que veía a una y a otro hermanados en una jerarquía social, en cuya cumbre estaban los que saben: una minoría exquisita de ilustrados a quienes las masas debían obedecer, por el bien de la sociedad. Más tarde, Darwin (1809-1882) llevaría a un alto grado de complejidad y refinamiento las teorías de la evolución biológica, cuyas bases había establecido Lamarck (1744-1829). Todo esto para mostrar cómo las doctrinas de la ley de selección natural, descubrimiento fundamental del evolucionismo biológico que postulaba un posible perfeccionamiento indefinido del hombre, fueron falseadas y mediatizadas en el campo social y político. Se las utilizó para instrumentalizar a la sociedad como un campo de batalla donde los pueblos más fuertes, los individuos y las clases sociales que han accedido al Poder, lo han logrado gracias a su superioridad intrínseca (explicación sustituta de otra anterior: el poder emana de la voluntad divina). Así, además, el positivismo y el darwinismo social (deformación abusiva de las ideas de Darwin) permitían unir al progreso con la noción del derecho del más fuerte. De ahí, con las tesis de Gobineau (1816-1882) se ha llegado, fatalmente, a la representación de una historia social, política y cultural manifiesta en función de las facultades raciales. Según esa teoría, el género humano está dividido en razas de diversas cualidades. Para Gobineau, la desigualdad racial basta para explicar el mecanismo que regula el destino de los pueblos; toda civilización nacía de la raza blanca y ninguna habría podido subsistir sin su cooperación, en particular la de su rama más noble, la aria. La justificación filosófica del racismo nazi. En su obra más famosa, el Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853–55), afirma que la raza de los germanos, que habita en Gran Bretaña, Francia y Bélgica, es la única pura de entre las que proceden de la raza superior de los arios, por estar las restantes más mezcladas con la negra y la amarilla (16). Tales desatinos fueron responsables de la II Guerra Mundial, anota Rossellini. La biología ha probado que la zona cortical del cerebro de todo terrícola humano, cualquiera sea su raza, posee la misma superficie e igual número de neuronas, diez mil millones y pueden formar entre ellas más de cien mil millones de conexiones, mediante la transmisión sináptica. Por tanto, todo aquél está en posesión de una inteligencia equivalente. Las diferencias culturales, dadas básicamente por la inequidad en el acceso a la instrucción, constituyen el único factor por el cual algunos saben más que otros; diferencias que desaparecen en directa proporción al alza del nivel cultural: basta que la sociedad lo desee: hoy, por desgracia, los políticos… Contra los que Marx, en marzo de 1846 en la sesión de los Comités de Correspondencia de Bruselas, enfila sus baterías hablando de la necesidad de que los países civilizados tengan una enseñanza firme y concreta para obtener resultados políticos:
“En un país civilizado sólo se pueden conseguir resultados políticos con una enseñanza firme y concreta; sin ella, en efecto, no se ha logrado hasta ahora más que ruido, una excitación nefasta y a veces la ruina de la casa que se trataba de defender” Sesión en la que además pronunció la célebre frase: “Hasta el momento, la ignorancia jamás ha sido útil a nadie” (2001: 96).
Tampoco la escuela, por lo que permite inferir Rossellini: se creó con la finalidad de guiarnos por el camino de la vida…
“Pero, ¿qué recorrido nos señala? Que nos hagamos elementos activos de la sociedad; pero no nos prepara en absoluto para juzgarla. La escuela nos tornea, cepilla, pule y hace de nosotros otro engranaje más, otra pieza de recambio en esta gigantesca máquina de la sociedad que nos somete y a la que contribuimos así a hacer más grande y más eficiente” (2001: 100).
Y agrega que la escuela ayuda a especializarnos como ingenieros, escritores, abogados, lo que sea, pero al reducirnos a especialistas nos lanza fatal e irrevocablemente hacia la alienación: en el momento en que se adquiere una profesión para toda la vida renunciamos a ser completamente humanos. Pensamiento que coincide con el de Lao Tsé (604-531 a.n.e.), quien hace más de dos mil años ya esbozaba la necesidad del diálogo interdisciplinario, en su libro Hua Hu Ching: “Si quieres superarte, no realices prácticas ni disciplinas parciales. Del mismo modo que no se conoce el cuerpo estudiando el dedo, no se entenderá al Universo estudiando una sola ciencia”.
LA LECCIÓN DE ROSSELLINI
El afán de Rossellini de dejar constancia de las crisis, es una lección para el escritor que dice: “Yo, en mi obra, sólo me ocupo de la fantasía; la realidad política que se nos exige se la dejo a la prensa”. Como si el arte fuera exclusivamente para divertir. Como si se pudiera eludir la responsabilidad frente a un país. Como si a los artistas se les pudiera exigir el tema a tratar y no que este se imponga como una cruz; una lección para quien pretenda olvidar que son testigos de su tiempo, en no pocos casos, mártires; para quienes ignoran que todo arte es político, salvo el que intenta divertir al pueblo… (Que lo divierta su madre, Luis Ospina). Orwell: “La opinión de que el arte no tiene nada que ver con la política ya es, en sí misma, una actitud política”. Con su arte, Rossellini dejó claro que a los pioneros no les interesaba tanto la poesía, la imaginación o la fantasía, como revelar los excesos del totalitarismo, la miseria fascista, los abusos del Poder.
Abusos como los de la Alemania nazi, encarnando el Poder como funcionalidad económica (Foucault) en el que el rol del mismo consiste en mantener relaciones de producción (a base de represión y trabajo gratuito de los prisioneros) y a la vez constituir una dominación de clase (la de sus jerarcas) que el desarrollo de las fuerzas productivas hace posible. Al analizar la represión, de hecho se estudia el Poder. Mediante el sistema penal el Poder se muestra de manera abierta y sin máscaras:
“Meter a alguien en la prisión, mantenerlo en prisión, privarlo de alimento, de calor, impedirle salir, hacer el amor, he ahí la manifestación más delirante de poder que se pueda imaginar” (17).
Contra la privación de movimiento, razón de ser del hombre y de la vida, Rossellini da una lección sobre lo que significa el arte asumido con ojos inocentes; a la vez, una lección indirecta para ciertos cineastas colombianos, los que creen estar saturados de la violencia e insisten en hacer poesía sobre el dolor que se ha sufrido y que no cesa:
“En mi opinión, esta crisis de la cultura es general, no se limita exclusivamente a nosotros, se extiende a todo el mundo. Por todas partes vemos masas de hombres forzadas a convertirse en pedazos de tubo digestivo de esta imperante civilización del consumo; llegará un momento en que hasta el cerebro acabará por atrofiarse. Lo que procede, por tanto, es empezar otra vez a razonar a partir del abecedario. Si queremos llegar realmente a comprender las razones profundas de la crisis que atravesamos, hay que volver a empezar el raciocinio por las cosas más elementales. Al término de la guerra, nos encontramos como en un desierto, no había quedado nada en pie. ¿Cómo consiguió el cine neorrealista con tal rapidez hacerse tan vivo e importante? Pues porque tuvimos el valor de mirar las cosas con ojos inocentes, tal como eran. Porque arrancamos otra vez desde cero, sin preocuparnos mucho de filosofar sobre lo que habíamos pasado, sin pretender hacer poesía sobre el dolor que habíamos sufrido. Esto ocurrió porque había en nosotros una gran carga de sinceridad, y porque —al partir de cero— se miraba y se describía, sin falsos intelectualismos, el horizonte que se abría a nuestro alrededor” (2001: 127).
Hay libros cuyo valor intrínseco supera lo que uno pueda decir sobre ellos. Un espíritu libre…, es un caso: síntesis sobre la historia de la cultura desde la RI hasta hoy, los problemas del medio audiovisual, la compleja relación cine-educación, el papel de los medios como caja de resonancia del sistema, el rol de este como cómplice del Estado. Una fiesta para el espíritu y para los espíritus libres; una exaltación del poder del conocimiento; también una condena tácita del poder como factor de represión. Foucault: “El poder es esencialmente lo que reprime”, decía, a la Naturaleza, a los instintos, a los individuos, a una clase; está presente en escuelas y universidades, fábricas, cuarteles y prisiones. Con ello impide olvidar su omnipresencia, la imposibilidad de asignárselo a alguien, de saber quién lo tiene: “En todo lugar donde hay poder, el poder se ejerce. Nadie es su dueño o poseedor; sin embargo, sabemos que se ejerce en determinada dirección; no sabemos quién lo tiene pero sí quién no lo tiene”, sostenía convencido.
Rossellini propone revolucionar la escuela y para ello se requiere dinamitar sus actuales estructuras. Lo que significa aprender a aprender, enseñar a pensar, ayudar a vivir libremente y sin temores, no castrar los sueños ni mutilar la imaginación como se hace hoy con métodos que se ponderan en virtud de la tecnología y sus posibilidades, pero que rápido mueren en los odres vacíos de la memoria y la repetición. Tras leer Un espíritu libre… se hace posible re-pensar educación y cine como factores de verdad, saber y poder. Verdad como hecho perceptible, no demostrable, y cercano a la belleza como epifanía. Saber en tanto estructura mental u hogar molecular (Foucault), que permite identificar cómo nacen y se mueven los conocimientos en cierta época cultural. Poder, en sentido positivo, no como el fardo de odio que un Sísifo sube cada día a la montaña para verlo caer y volver a empezar. Un libro-universidad sobre la necesidad de remozar el conocimiento, dejando atrás prejuicios de raza, credo político, religioso, color, inclinación sexual; de transformar la estructura mental frente al incesante flujo de descubrimientos que ha venido incidiendo sobre el hombre pero también afectando su devenir por la alienación y la falta de libertades.
Aquí, una vez más se debe recordar a Rossellini por medio de Foucault, para quien si se quiere saber qué es el conocimiento, para cogerlo de raíz, en su construcción hay que acercarse como políticos, no como filósofos; comprender las relaciones de lucha y poder, cómo los hombres se odian entre sí, procuran dominarse unos a otros… Para Foucault, Nietzsche explica que intelligere, comprender, es sólo la suma de una cierta compensación entre ridere, reír, luyere, deplorar, y detestari, detestar. Que debajo se encuentra la lucha de la risa, el lamento y el odio, pulsiones que producen el conocimiento no porque se han unido o reconciliado sino luchado entre sí, enfrentado y combatido, intentado hacerse daño. Al estar en constante estado de guerra se produce de pronto uno de paz pasajera en el que aparece el conocimiento como la chispa entre dos espadas (Foucault: 1999). La aproximación de que habla sólo es posible desde una política de izquierda, toda vez que la derecha y el capitalismo y el Sistema no han dado muestras de poder ni de querer resolver el asunto a favor de la humanidad: antes peor, en contra de ella. Como dice Chaplin en su discurso final de El gran dictador (1940), filme estrenado una semana antes de iniciarse la II Fiesta Mundial de la Muerte:
“Peleemos por un mundo en el que reine la razón. En el que la ciencia y el progreso conduzcan a la felicidad de todos los hombres.” […] Alex Jones agrega: “¡La creatividad y la dinámica del espíritu humano se niegan a someterse!”
Idea con la que Rossellini está de acuerdo, al pedir a los jóvenes expresarse con total libertad, abandonar toda veleidad formal al hacer cine, no preocuparse por estar al frente de ningún movimiento, en fin, olvidar las complicaciones técnicas:
“Miren a su alrededor y exprésense con plena libertad. Abandonen toda veleidad de hacer un cine impecable desde el punto de vista formal. Lo importante es que consigan expresarse. Estar al frente de este o de aquel movimiento, no hace ninguna falta; lo que importa es que cada uno diga lo que quiera, exprese lo que sienta. Olviden las complicaciones técnicas, prescindan del sonido directo, la pantalla grande, el color; empleen la cámara en mano, el 16 mm si es preciso”.
A MODO DE CONCLUSIÓN: POR UNA ÉTICA DE LA CULTURA, LOS MEDIOS, LA POLÍTICA…
Para una ética de la cultura, los medios y la política, hay que considerar la construcción de imaginarios desde un nicho de igualdad, respeto, tolerancia. Lo que implica comprender al Otro. Sin ello no es posible crear mundos comunes. Ahora, lo común no excluye la diferencia, lo que justo enriquece, no lo que empobrece ni debe distanciar. La riqueza está en la diversidad, en el pensamiento complejo. La pobreza, en el rechazo a posturas abiertas, en la bronca ciega al eclecticismo, en la estulticia de creer en el pensamiento único. Diferencia no es igual a contrario o enemigo sino a complemento. Así, ¿por qué molestarse cuando alguien difiera de nosotros? Su saber no es contrario al mío: es complementario. Por la diferencia genética, haberse criado en medios distintos, relacionado de múltiples maneras con los demás y con la cultura, ningún ser humano es igual a otro: así, todos sabemos otras cosas. El saber del Otro enriquece mi saber. El mío al suyo. Crear mundos comunes entraña la inclusión, no la exclusión, camino expedito a la diferencia, la expulsión, la intolerancia, la xenofobia. La inclusión, su opuesto: puerta abierta para la igualdad, el acogimiento, el respeto y la tolerancia frente a la diferencia. Y la diferencia es requisito para la igualdad, no su antinomia. El respeto incluye una ética frente a las crisis, para poder construir imaginarios y mundos comunes: claro, conocido el fracaso de la derecha, desde una perspectiva de Izquierda (18). No en plural, lo que en sí implica ser pervertida por la derecha a fin de ponerla a su servilcio: como ya muchas veces ha estado por andar con el prurito de aprender sus vicios que hace ya no poco tiempo tanto le había criticado.
La Izquierda no progresa mientras siga haciéndole el juego a la competencia y a la oposición: a cambio, la oposición a sí misma, para no caer más en los dogmas, falsificaciones y arbitrariedades que la han mancillado, y la competencia interna. Con el juego de competencia y oposición fue que el Occidente liberal aprendió a consumirla tras descubrir sus flaquezas: una cada vez más notoria burocratización; un estatismo cercano al estatuismo, por el culto a la personalidad; un reduccionismo político que se ajusta a la medida de sus sueños: que en este país no son los de Shakespeare sino los del Chapulín Colorado. O Azul. O Amarillo. O… Verde. Como me puse cuando recordé otros de los males que han hecho de la Izquierda un organismo frágil, casi anoréxico: el sectarismo, el proselitismo, el arribismo, como quien no quiere enterarse del cuerpo robusto que tiene al frente y que, a veces, cree que es el suyo. Pero no, es otro ajeno y aquejado por politiquería, parapolítica-narcotráfico, corrupción. Entonces, del verde pasé al vómito al pensar en encontrarme aquí y comprobar que no tengo salvación hacia donde mire: ni a la Derecha ni a la Izquierda. Ni al Centro… porque si intento salir por ahí, en medio de ruinas, es probable que entre golpes de Izquierda y de Derecha me aplasten. Aunque también es probable salir ileso dado el quietismo histórico de una y de otra, que todo lo promete, que nada cumple. Y aquí regresa alguien desde el arte, lo único que se opone a la muerte, para salvarnos:
“Peleemos por un mundo nuevo, un mundo decente, que le dé al hombre la oportunidad de trabajar, que le dé a la juventud un futuro y a la vejez, seguridad. Fue prometiendo estas cosas que las bestias llegaron al Poder. Pero, mienten, ¡no tienen la intención de cumplir la promesa y nunca lo harán! ¡Los dictadores se hacen libres a ellos mismos, pero esclavizan al pueblo! ¡Luchemos nosotros ahora para cumplir la promesa! ¡Luchemos para hacer al mundo libre! Para acabar con las barreras nacionales. Para acabar con la avaricia, el odio, la intolerancia. […] La desgracia que nos aqueja es tan sólo la muerte de la avaricia, el resentimiento de hombres que temen el progreso de la especie humana. El odio del hombre pasará y los dictadores perecerán. Y el poder que le arrebataron al pueblo, al pueblo volverá”. Chaplin en El gran dictador.
Pero, para acabar el odio hay que acabar la guerra, no conformarse con hablar de paz. Veillard en El primer hombre: “Siempre hay guerra, pero lo normal es creer que hay paz. No, lo normal es la guerra…” Y agrega el narrador: “Y así supo que la guerra no es buena, porque vencer a un hombre es tan amargo como ser vencido por él”. Según Bobbio, ningún izquierdista podría afirmar que la Izquierda actual es la de ayer. Pero, mientras haya seres inconformes, hoy de manera no tan combativa pero sí más visible, frente a la inequidad de las sociedades, se mantendrán vivos los ideales que marcan desde hace más de un siglo su historia. La aspiración a dos valores supremos, igualdad y libertad, son las razones fundamentales de sus luchas políticas y de sus movimientos (19). A la igualdad y a la libertad habría que sumar la búsqueda de decir lo que se siente, no tanto la verdad. Castoriadis:
“El primer deber de un ciudadano es decir lo que piensa, no decir la verdad, puesto que la verdad no estamos seguros de tenerla, pero estamos obligados a decir con sinceridad lo que se piensa y a tratar de hacer corresponder la vida con el pensamiento” (20)
En todo caso, verdad no tiene que ver con número ni tenerla, así sea en desventaja frente a la mayoría, significa estar loco. He aquí lo que piensa Winston en su diálogo con Julia, al final del cap. IX de 1984, puesto en presente:
“Encontrarse en minoría, incluso en minoría de uno solo, no significa estar loco. Hay la verdad y lo que no es y si uno se aferra a la verdad incluso contra el mundo entero, no está loco” (21).
Tampoco, quien afirme que el realismo socialista devino autoritario, burocrático, policial y jerárquico, al modo del neoliberalismo de Thatcher, Reagan, Bush, Blair, Berlusconi. Totalitarismo fue autocracia y dictadura. Se intentó imponer el yugo estatal sobre la vida y el pensamiento de los ciudadanos, subordinando su existencia a los objetivos del sistema. Su fracaso: la respuesta al intento de basar la economía en la propiedad estatal de los medios de producción y en la planificación centralizada, la eliminación de la empresa privada, la asignación de recursos a través del mercado y del sistema de precios. Entre los equívocos: el sacrificio de la industrialización a favor del agro; el de la agricultura a favor de la pequeña, no mediana ni gran industria; el fiasco de la Revolución cultural que acabó con la libertad a costa de tildar a artistas e intelectuales traidores al ideal revolucionario, si no de eliminarlos como enemigos de clase, por disentir del PC Chino, como muestra Gao Xingjian en La historia de un hombre solo (22). Pero si por los lares del más recalcitrante comunismo los políticos no funcionaron, por los lares de la teología neoliberal (23) las cosas (no) se quedaron en la teoría: los hechos son conocidos por la comunidad orbital. Libardo Sarmiento:
“Su fe [la de la teología neoliberal] en una economía que asigna totalmente los recursos a través del mercado sin restricciones, en una situación de competencia ilimitada, hacía creer a sus ideólogos que produciría un máximo de bienes y servicios, de felicidad terrena y de libertad. Los intentos más consistentes de ponerlo en práctica terminaron en un resultado desastroso desde el punto de vista social y político, como sucedió durante el Thatcherismo en Inglaterra, en el gobierno de Reagan en EE.UU y en la antigua economía soviética socialista producto de las terapias de choque [eufemismo por reducción del…] recomendadas por los asesores occidentales (24). Al contrario, las fuerzas del mercado libre facilitaron la consolidación del poder omnipresente del capitalismo imperial, voraz y violento. El neoliberalismo se convirtió en una doctrina que sustenta la guerra económica y la intolerancia contra los pobres del mundo” (25).
Pero, quizás el mayor crimen de los totalitarismos de Izquierda y Derecha radica en haber quebrado la confianza entre la gente, lo que de paso extendió el odio. El que tanto achaca Occidente a Oriente es, para recordar a Malcolm X, el odio que produjo el odio: primero, entre blancos y luego de éstos hacia el negro. El del fundamentalismo consumista. Uno de cuño capitalista que hoy se les quiere endilgar a 1.200 millones de musulmanes en el mundo. Los faros sin luz fomentadores del odio en Colombia han sido los políticos del bipartidismo, que ya no existen: hoy sólo hay ambidextros (26); el Partido Comunista y sus filiales; la Iglesia Católica con su evidente fanatismo y su oculta pedofilia; y la TV vía novelas con su sesgo machista, su síndrome del capataz (vía Bush, heredado de Uribe y sus lazos culturales con México), su capacidad de alterar el gusto masivo a través de “la que constituye hoy, a la vez, el más sofisticado dispositivo de moldeamiento y deformación de los gustos populares” (27). Para restituirles su sabor se propone, con Castoriadis (1922-1997), una deseducación para la autonomía o una educación hacia la autonomía, principio fundamental del socialismo libertario. Ello llevaría a la persona a reflexionar por sí misma. A no aceptar de modo no crítico lo que dicen profesor, técnico, sacerdote, alcalde, gamonal, político, presidente de la república, medios masivos… porque, recuerda el filósofo:
“Vivimos en una sociedad donde hay un culto a los expertos. Expertos que saben muy pocas cosas en un dominio muy particular y no son capaces de pensar por definición en la inserción de estas cosas en el conjunto más vasto del que forman parte” (Castoriadis, 1992: You Tube 4/6).
Por lo que llama la atención: “No hay sociedades autónomas sin individuos autónomos. No hay individuos autónomos sin una sociedad autónoma”, dice Castoriadis, quien define autonomía como “darse leyes a sí mismo”. Lo anterior lleva a la necesidad de recurrir a una política de cuño socialista libertario, a la planteada por Libardo Sarmiento en su texto Socialismo libertario, ética para tiempos difíciles, con aportes personales míos. Para el socialista libertario, el ente social encargado de administrar los asuntos generales debe tener como funciones garantizar los derechos sociales, la justicia y la redistribución del ingreso y de la riqueza. El libertario no es el individuo liberal, un islote auto-suficiente y que actúa en función egoísta, centrado en la defensa del derecho a la libertad y a la vida y destacando el de la propiedad: su esencia es la posesión. De ahí, la libertad del liberal es sólo la libertad del capital que, por contraste, implica la esclavitud del trabajador y su miseria. En la antropología anarquista se destaca el valor singular y absoluto del individuo, pero no del a-social sino del sujeto parte de la sociedad que encuentra su desarrollo personal en tanto se da la solidaridad del colectivo. A la concepción individualista Bakunin opuso la solidaria:
“El hombre no se convierte en hombre y no llega tanto a la conciencia como a la realización de su humanidad, más que en la sociedad y sólo por la acción colectiva entera”. Así, entendía que “no soy verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres”. A lo que agrega Malatesta: “La libertad de cada uno no encuentra límite sino el complemento y las condiciones necesarias a su existencia en la libertad de los demás” (28).
Una izquierda en tiempos difíciles puede animarse con el anarquismo socialista, que hace hincapié en el respeto y la igualdad social como condiciones necesarias para el goce de la máxima libertad y cuyo ideal puede llamarse individualidad en comunidad. Lo que representa fundir liberalismo con socialismo: socialismo libertario. Para los libertarios libertad y socialismo son complementarios e instan a la sociedad a orientar de modo prioritario sus esfuerzos en garantizar la universalidad de los derechos sociales, el ocio creativo y a impulsar el progreso de la educación integral, la ciencia y la tecnología. El orden social debe ser el resultado de la mayor libertad individual posible. Para ello, el tejido político-económico no debe ir de arriba-abajo sino según principios de asociación de federaciones libres y autonomías locales. Clave en su propuesta es el contrato libre a través de relaciones de coordinación y coexistencia, no la subordinación por el autoritarismo y la jerarquización como en toda sociedad con Estado. Formulan y defienden una concepción ética de la política, niegan la autonomía de esta y afirman que no es una técnica sino una concepción global de la vida que debe regirse por la ética, el respeto a valores que no pueden negociarse por ser base de una nueva pedagogía para la educación formal y la cotidianidad: dignidad humana, solidaridad, libertad y autonomía. La cotidianidad del libertario se fundamenta en una vida mesurada y frugal, contraria a la del hiper-consumismo capitalista (29). Bakunin preveía que en una sociedad libertaria habría menos lujo pero más riqueza y, además, un lujo hoy ignorado, el del humanismo, la felicidad del desarrollo pleno y de la plena libertad de cada uno en la igualdad de todos: “Libertad en igualdad, ahí está la justicia”, decía (30). El socialismo libertario defiende el biocentrismo, el respeto por las distintas formas de vida y el reconocimiento del valor intrínseco de cada ser vivo. Debe partir de la conservación de la naturaleza, no de ir contra ella, y el nuevo estilo de desarrollo debe orientarse a mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas y no a mantener los procesos productivos animados por el beneficio privado. El biocentrismo debe basarse en el desarrollo sostenible y, más aun, en la autosustentabilidad de los sistemas ecológicos.
El libertario rechaza toda forma de violencia. En eliminarla de la vida social está el eje de la anarquía, para Malatesta. Para Bakunin, toda moral personal o grupal radica en el respeto: problema resuelto a la fuerza sigue siendo… El cambio social no presupone exaltar la violencia, como pensaba el POUM sobre los anarquistas catalanes o los comunistas sobre los anarco-sindicalistas. El libertario se apoya en el derecho a la vida y en los placeres intelectuales, éticos, físicos. Ama la vida y quiere gozarla plenamente. Comporta la ética de la solidaridad, al tiempo de la resistencia ante la crueldad del mundo, de la que habló Nietzsche antes que Morin (31): “La crueldad es uno de los placeres más antiguos de la humanidad”, decía el loquito de Sils-Maria sobre el que reposa parte de la (poca) cordura de Occidente. No obstante, Morin fue un precoz sabedor de la crueldad: con sólo 15 años se solidarizó con los anarquistas catalanes. Como sus convicciones son profundas y parten de él, los deberes del libertario hacia la sociedad están ligados a sus derechos. Lo suyo es una religión cuyo credo es la vida… y ya se sabe por la cita en el cementerio antes que por Mockus: La vida es sagrada.
Sentencia que aquí va contra los mercaderes de la guerra y el lenguaje político, al que se refiere Orwell: “El lenguaje político —y con variaciones, esto es verdad para todos los partidos políticos, desde los conservadores hasta los anarquistas— es construido para lograr que las mentiras parezcan verdaderas y el asesinato respetable, y para dar apariencia de solidez al mero viento” (32). Los mismos partidos a los que, para terminar, se refiere Müsil: “Los partidos políticos existen sólo por miedo a las ideas ajenas, por eso se protegen entre sí y cuidan las ideas que han heredado. No sirven para cumplir lo que prometen, sino para destruir las promesas de los otros” (33). Ante esto, ¿quién no querría ser parte del que no es un partido sino una actitud vital, el socialismo libertario, propuesta de izquierda inspirada por ese tesoro estético, cultural y político llamado Un espíritu libre…? El que enseña: es más fácil superar un prejuicio que desintegrar un átomo (34). Y menos peligroso… Y menos peligroso, además, que ciertos paradigmas.
CODA
“Estamos aquí… en un punto azul pálido. La sonda se encontraba muy lejos de casa. Pensé que sería buena idea que justo después de Saturno, hiciéramos que diera un último vistazo a casa. Desde Saturno la tierra aparecería demasiado pequeña, como para que la Voyager captara algún detalle. La tierra aparecería sólo como un simple punto de luz. Sólo un píxel difícil de distinguir de los otros puntos que la Voyager vería: planetas cercanos, lejanos soles. Pero, precisamente debido a la insignificancia revelada de nuestro mundo, valdría la pena sacar una foto así. Es bien sabido por los científicos y filósofos antiguos, que la tierra es un inmenso punto en la mitad del inmenso cosmos. Pero nadie lo había visto nunca así. Esta era nuestra primera oportunidad y, tal vez, la única en décadas. Así que aquí está un mosaico de cuadrados esparcidos sobre los planetas, con un puñado de lejanas estrellas en el fondo. Debido al reflejo de la luz del sol sobre la sonda, la tierra parece estar sobre un haz de luz, como si se tratase de un mundo con un especial significado, pero es sólo un accidente geométrico y óptico. En esta imagen, no hay señal alguna de seres humanos, nada de nuestro trabajo sobre la superficie, ni de nuestras máquinas, ni de nosotros mismos. Desde este punto de vista, no hay evidencia de nuestra obsesión nacionalista. Somos demasiado pequeños. En la escala de los mundos, los seres humanos somos insignificantes, una fina capa de vida en un oscuro y solitario trozo de roca y metal.
Consideremos nuevamente este punto. Esto aquí es nuestro hogar, eso somos nosotros. En él están todos los que amamos, todo aquél que conocemos, todos de quienes has oído hablar y todo ser humano, quienes sean que hayan vivido su vida, el conjunto de nuestra alegría y sufrimiento, miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y plebeyo, cada pareja de enamorados, cada madre y padre, niños con esperanzas, inventores y exploradores, cada formador de moral, cada político corrupto, cada superestrella, cada líder supremo, cada santo y pecador de la historia de nuestra especie, vivió aquí: una mota de polvo suspendida en un rayo de sol. La tierra no es más que un pequeñísimo grano, que forma parte de una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre, derramados por cientos de generales y emperadores, para conseguir la gloria y ser los amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las crueles visitas sin fin que los habitantes de una esquina de este píxel, hicieran contra los ni siquiera distinguibles habitantes de alguna otra. La frecuencia de sus malentendidos, la impaciencia por matarse unos a otros, la generación ferviente de odios, nuestras posturas, nuestra presunción imaginada, nuestra falsa ilusión de tener un lugar privilegiado en el universo, son desafiadas por este pálido punto de luz. Nuestro planeta es una mota solitaria en la inmensa oscuridad cósmica.
En toda esta inmensa oscuridad, gran vastedad, no hay ningún indicio de que la ayuda vendrá de otra parte para salvarnos de sí mismos. La tierra es el único mundo conocido hasta el momento, capaz de albergar vida. No existe otro lugar, al menos en un futuro cercano, al cual nuestra especie pueda migrar. ¿Visitar? Sí. ¿Establecerse? Aún no. Nos guste o no, por el momento la tierra es el lugar en donde estamos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia constructora de carácter y humildad: quizás no exista mayor demostración de la locura de la presunción humana, que esta distante imagen de nuestro diminuto mundo. Para mí, recalca nuestra responsabilidad de compartir más amablemente los unos con los otros, para preservar y cuidar ese puntico azul pálido, el único hogar que hemos conocido. Carl Sagan (1934-1996) (35).
Notas:
(1) Avanzado este ensayo, leí el artículo Crisis en EE.UU, de S. Kalmanovitz (El Espectador, 31.VII.11: Opinión, virtual) en el que sostiene: “…el sistema de artes liberales y los tecnológicos de gran calidad pretenden ser sustituido[s] por las universidades con ánimo de lucro, remedos de las beneméritas instituciones de educación superior que se convirtieron en las más productivas de conocimiento en el mundo”.
(2) Rossellini estima necesario dejar de considerar a la educación un periodo de aprendizaje limitado por la duración, un prólogo a la vida: “Al contrario, debe contemplarse como un componente de la propia vida. Hemos de aprender un oficio y es el oficio de hombre. Podemos aprenderlo durante el entero curso de nuestra existencia, para prepararnos y adaptarnos a vivir” nosotros y las generaciones que nos seguirán (2001: 61).
(3) Síntesis de la enseñanza de Komenský o Comenio: “Enseña todo a todos”; una de sus frases: “La escuela debe ser un grato preludio de nuestras vidas”. Fuente: Wikipedia.
(4) Contra el solipsismo: «La fe platónica en las ideas trascendentes salvó a Grecia del solus ipse en que la hubiera encerrado la sofística. La razón humana es pensamiento genérico. Quien razona afirma la existencia de su prójimo, la necesidad del diálogo, la posible comunicación mental entre los hombres» (Antonio Machado. Juan de Mairena, XV, 1936) Fuente: Wikipedia.
(5) La Guerra de Independencia de Estados Unidos enfrentó a las trece colonias británicas originales en América del Norte contra el Reino de Gran Bretaña, entre 1775 y 1783, finalizando con la derrota británica en la batalla de Yorktown y la firma del Tratado de París. Fuente: Wikipedia.
(6) La Victoria alada de Samotracia, también conocida como Victoria de Samotracia y Niké de Samotracia, es una escultura en bulto redondo perteneciente a la escuela rodia del periodo helenístico. Se encuentra en el Museo del Louvre, París. Fuente: Wikipedia.
(7) BALDWIN, James (1982). Sobre mi cabeza. Bruguera, Barcelona, 590 pp.: 348. Edición original: 1978/79. (8) La crítica marxista se concreta en tres puntos: 1. Respecto al ser humano hegeliano, que es autoconciencia y pensamiento, para Marx debe primar en el hombre la actividad. 2. En el polo opuesto, al entenderlo sólo como actividad y trabajo, la economía política cosifica al ser humano, robándole su capacidad de tomar decisiones y de hacerse a sí mismo 3. En cuanto a Feuerbach, su concepción del ser humano sigue siendo muy abstracta y teórica. Se olvida de su lado práctico y así se aleja del hombre concreto para ocuparse de una esencia tan abstracta como inútil. Fuente: http://www.boulesis.com/didactica/apuntes/?a=209&p=2
(9) Anarquismo: filosofía política y social que llama a la oposición y abolición del Estado entendido como gobierno y, por extensión, de toda autoridad, jerarquía o control social que se imponga al individuo, por considerarlos indeseables, innecesarios y nocivos. Sébastien Faure, anarquista francés, dijo: “Cualquiera que niegue la autoridad y luche contra ella es un anarquista”. Fuente: Wikipedia.
(10) ECO, Umberto. La cocaína de los pueblos. El Espectador, Opinión (virtual): 21 de febrero de 2008.
(11) MARX, Karl. Manuscritos económico-filosóficos de 1844.
(12) Marx en 1842, en un artículo sobre la censura, publicado en la Rheinische Zeitung. Los corchetes son de Rossellini: 39-40.
(13) Según Schumpeter, la muerte del capitalismo no se deberá —como predijo Marx— a sus contradicciones internas. Son sus éxitos los que lo condenan. El sistema no está amenazado por su economía sino por sus características sociológicas. Su dinamismo es un proceso de destrucción creativa: los elementos anticuados son constantemente destruidos y reemplazados. Fuente: http://www.economia48.com/spa/d/capitalismo-socialismo-y-democracia/capitalismo-socialismo-y-democracia.htm
(14) Ensayo & Error No 5, octubre de 1998: 78-79. En El desplome colombiano, por Libardo Sarmiento A.
(15) Ensayo & Error No 6, junio de 1999: 244. En Emergencia, creación y autonomía en la ontología de Castoriadis, por José Malaver.
(16) La idea raza aria surge cuando los lingüistas identifican al avéstico y al sánscrito como los parientes conocidos más antiguos del latín, griego, todas las lenguas germánicas y célticas. Para ellos los hablantes de aquellas lenguas se originaron en un antiguo pueblo que debió ser predecesor de todos los pueblos europeos. A estos ancestros hipotéticos se les llamó arios, del sánscrito y avéstico arya: noble o gentil. Fuente: Wikipedia.
(17) FOUCAULT, Michel (2001). Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Alianza Editorial, Madrid. (1ª Edición con nueva Introducción: 28).
(18) MUÑOZ SARMIENTO, Luis Carlos (2010). Para una ética de la comunicación (no sólo) audiovisual (Inédito: 57).
(19) BOBBIO, Norberto (1996). Derecha e izquierda. Editorial Taurus, España: 37.
(20) Revista Ensayo & Error No 4, abril de 1998: p. 11. En El estilo es el hombre, por José Malaver.
(21) ORWELL, George (1983). 1984. Círculo de Lectores, Bogotá, 264 pp.: 193.
(22) XINGJIAN, Gao (2002). La historia de un hombre solo. Ediciones del Bronce, Barcelona, 540 pp.
(23) Término del economista Libardo Sarmiento, a quien con este ensayo le devuelvo en parte sus aportes en el suyo: Socialismo libertario, ética para tiempos difíciles. Revista Ensayo & Error, No 2, abril de 1997: 191-209.
(24) Terapias de choque: eufemismo puesto en práctica por los EE.UU para vender la idea de que el único sistema económico viable para la humanidad era el capitalismo (no se trata de un tratamiento psiquiátrico, a no ser muy posterior al mal adquirido): en realidad, se trata de reducir el gasto social con el deterioro consecuente de la salud, la educación, la vivienda y en general de la red de asistencia pública.
(25) Tres frases neoliberales: “La misión de los políticos no es la de gustar a todo el mundo” M. Thatcher. “Se supone que la política es la profesión más antigua. Me he dado cuenta de que guarda un parecido muy cercano con la primera” R. Reagan. Una más, de Blair, esa “perrita faldera” (Harold Pinter) con nombre de travesti, Tony: “Es justo ser intolerantes con los sin techo”. Así queda claro lo que decía un humorista inglés: “Si no logras desarrollar toda tu inteligencia, siempre te queda la opción de hacerte político”, G. K. Chesterton (1874-1936), autor de la primera novela sobre anarquistas El hombre que fue Jueves (1908).
(26) Recuérdese a Rubén Blades en Hipocresía: “Ya no hay izquierdas ni derechas/ sólo hay excusas y pretextos/ Una retórica maltrecha/ para un planeta de ambidextros”.
(27) MARTÍN BARBERO, Jesús. Televisión y literatura nacional, pp. 433-34. En Literatura y Cultura – Narrativa colombiana del siglo XX (Tomo III: Hibridez y alteridades). Compiladoras: JARAMILLO, María Mercedes, OSORIO, Betty, ROBLEDO, Ángela Inés. Ministerio de Cultura, Bogotá, 1ª Ed., abril 2000, 598 pp.
(28) Errico Malatesta (1853-1932) (anarco-comunista), es uno de los grandes teóricos del anarquismo moderno, al lado de activistas como Bakunin (colectivista), Bookchin (anarco-ecologista-social) Durruti (anarco-sindicalista) Godwin (pionero del anarquismo moderno), Kropotkin (comunista), Proudhon (comunista, mutualista, pionero del pensamiento libertario y primero en autodenominarse anarquista), Rocker (anarco-sindicalista) Stirner (individualista) y Tucker (individualista-socialista).
(29) LIPOVETSKY, Gilles (2010). La felicidad paradójica. Anagrama, Barcelona, 399 pp.
(30) BAKUNIN, Mijaíl (1972). La libertad. Editorial Grijalbo, México: 118-119.
(31) Con el surgimiento de la revolución bio-genética, Morin (o Nahum) estudia el pensamiento de las tres teorías que llevan a la organización de sus nuevas ideas: la cibernética, la teoría de sistemas y la teoría de la información. Para 1977, elabora el concepto del conocimiento enciclopedante, al cual liga los conocimientos dispersos, proponiendo la epistemología de la complejidad. Luego desarrolla la idea de que sólo la Complejidad puede civilizar el conocimiento. Hasta que formula la teoría del Pensamiento Complejo: la realidad se comprende y se explica simultáneamente desde todas las perspectivas posibles. Un fenómeno específico puede ser analizado por medio de las más diversas áreas del conocimiento, mediante el Entendimiento transdisciplinar, evitando la habitual reducción del problema a una cuestión exclusiva de la ciencia que se profesa. El estudio de un fenómeno se puede hacer desde la dependencia de dos perspectivas: holística (un estudio desde el todo o todo-múltiple) y reduccionista (un estudio desde las partes). Fuente: Wikipedia.
(32) Revista El malpensante No 50, nov 1 – dic 15 de 2003: 102.
(33) Revista Número 33, jun-jul-ago de 2002: 44-46 (Citado por Rafael H. Moreno-Durán).
(34) En respuesta al aforismo de Einstein: “Es más fácil desintegrar un átomo, que superar un prejuicio”.
(35) Sagan, Carl. Ese pequeño punto azul pálido.
*(Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo y lector. Realizador y locutor de Una mirada al jazz y La Fábrica de Sueños: Radiodifusora Nacional, Javeriana Estéreo y U. N. Radio (1990-2004). Fundador y director del Cine Club Andrés Caicedo desde 1984. Fundación Social (1987): Ganador del Concurso de Cuento Cenpro TV, con Movimiento en falso. Feria Internacional del Libro de Bogotá: conferencista invitado (1987-2005). U. Central (1999): Miembro del Taller de Escritores. U. Nacional (2000-02): Profesor de la Facultad de Derecho en la cátedra Vida Universitaria. U. Central (2005-07): Docente en los seminarios Movimientos y renovación en el cine, Cátedra de Derechos Humanos, en los Cursos de Contexto Shakespeare, Constitución Política: un proyecto de nación, Maestrartes y Descubrir el cine: narrativas y tendencias. Finalista del Concurso Nacional de Cuento “25 Años del TEUC”, con Noticias del imperio, por Henry V. Miller (La muerte del endriago y otros cuentos, U. Central, 2007). Autor de ensayos sobre los escritores Julio Cortázar, Roberto Arlt, Miguel Delibes, Junot Díaz, Andrés Caicedo, Álvaro Cepeda, Arturo Echeverri, León de Greiff, José A. Osorio, Alonso Salazar, Arnoldo Palacios, Nahum Montt, Alfonso Carvajal; también, sobre los cineastas Luis Buñuel, Mario Camús, Rainer W. Fassbinder, Alejandro Jodorowsky, Alexander Kluge, Stanley Kubrick, Akira Kurosawa, Ernst Lubitsch, Martin Scorsese, Andrei Tarkovski, Jean Vigo, Wim Wenders. U. Central: Participante en el II Simposio Internacional de Literatura Indefiniciones y sospechas del género negro (20 a 22.IX.06); en el IV, De viajeros y destinos (22 a 24.X.08); en el V, Los viajes que Gulliver olvidó (4 a 6.XI.09) y en el VI La ficción de la historia (8 a 10.IX.10). U. Central: Escritor Invitado a la Noche de Narradores con el ensayo Miguel Delibes & Los santos inocentes: el desalmado rostro de una sociedad (24.V.10). U. Nacional: Invitado por la Escuela de Cine y TV con las conferencias Kurosawa: entre el combate y la contemplación; El cine de Ernst Lubitsch: la tristeza hecha humor…; Memoria y conciencia histórica en relación al cine; El papel de la crítica de cine en el panorama nacional… (Bogotá, IX-XI.10). U. Nacional (2010): Invitado por Enda América Latina – Colombia al Taller de DDHH y Convivencia del Colegio Distrital Ramón de Zubiría, con la charla Derechos humanos & Convivencia en el aula (9.XII.10). U. Central: desde 1991 colaborador del Dpto. de Humanidades, del Cine-Club y de revista Hojas Universitarias. Invitado a la X Edición del Festival de Cine y Video de Santa Fe de Antioquia (4-8.XII.09). XXIV Feria Internacional del Libro de Bogotá (4-16.V.11): Invitado por el Ministerio de Cultura a presentar el ensayo, impreso por Mincultura, Arnoldo Palacios: Matar, un acto excluido de nuestras vidas… (13.V.11). U. Nacional: Invitado por la Escuela de Cine y TV con las conferencias Jean Vigo: un punto de vista documentado; Vida y obra de A. Jodorowsky: un psicomago del arte y de la realidad; Sobre la crítica y la importancia de las revistas de cine (19-26-27.V.11). U. Central: Ponente en el I Congreso Internacional Izquierdas, Movimientos sociales y cultura política en Colombia con el ensayo Un espíritu libre…: sobre la crisis de la cultura y los medios – Una lectura de izquierda (20.X.11). Crítico de cine en revistas Avianca, Cambio16-Colombia, Contravía, Stvdia Colombiana, Semana. Es co-autor del libro Camilo Torres: cruz de luz (FiCa, 2006), ha escrito en revistas Semana, Número, Hojas Universitarias, Al Margen, Escarabeo, Agencia Periodística de América del Sur (APAS), de Argentina, Magna Terra, de Guatemala; hoy en Agulha Revista de Cultura y Agulha Hispánica, de Brasil, Matérika, de Costa Rica, y en www.milinviernos.com y espera la publicación de sus libros La Fábrica de Sueños (Ensayos sobre Cine), Ensayos sobre Literatura Colombiana, Grandes del Jazz, Ocho minutos y otros cuentos, Para una ética de la comunicación (no sólo) audiovisual. Ha hecho corrección de estilo para Norma y Mondadori, hoy para la Plataforma Colombiana de DDHH, Democracia y Desarrollo. E-mail: lucasmusar@yahoo.com