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Los santos alienígenas (Tour de Francia)

Chris Froome es el de camiseta amarilla. Se previene de un fuerte embate de asmita.

Chris Froome es el de camiseta amarilla. Se previene de un fuerte embate de asmita.

Hace unos días empezó a circular en internet la imagen de Chris Froome, el ciclista que el año anterior ganó el tour de Francia, usando un inhalador en plena etapa del Dauphiné Libéré. Los chismes, las suspicacias y las quejas explotaron y corrieron entre los aficionados. El ciclismo de ruta, a diferencia de otros deportes, tiene en sus cultores a personas que no son lo que en la escuela podría ser un chico exitoso. La mayoría de ellos son menudos o, en su defecto, unos larguiruchos que parecen estar a punto de derrumbarse (claro, hay excepciones pero, por lo general, ellos se convierten en actores de reparto en las grandes vueltas), sus atuendos, sobretodo en las contrareloj, los semeja a alienígenas desorientados que huyen de un enemigo imperceptible a los sentidos humanos. En este deporte los que han tenido accesos de tos y cuerpos nada fornidos, se pueden convertir en campeones siempre y cuando cumplan con la condición más importante: la capacidad de sufrimiento. Son alienígenas  santos que nos hacen intuir una desazón que trasunta el éter. Les presentamos, a continuación, un documental sobre la historia del tour de Francia en donde también se hace patente que el uso de drogas no ha sido algo de los últimos años y que, a diferencia de lo que muchos mojigatos quieren promulgar, no ha hecho más que convertir a esta disciplina en un recodo donde aún pueden existir grandes ascenciones y caídas, como las que siempre ha tenido que soportar cualquier espíritu:

 

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Un encuentro con el artífice de la sexoficción (segunda entrega)

Hernán Hoyos escribió, desde fines de los cincuenta, más de cuarenta novelas. Hoy día las autoreedita y él mismo sale a dejar ejemplares en consignación en distintas librerías y quioscos del centro de Cali (Colombia).  Acá puede leerse la primera entrega.

La masturbación es el objetivo último y vergonzante de la pornografía coital; en los portales de internet aparece, a un costado, publicidad que dice, como un regaño: “Deja de masturbarte y ten sexo de verdad”; a la culpabilidad del consumidor del vídeo se sumará la potenciación de su soledad, acercándolo a un anacoreta. Porque el objetivo del pornógrafo apunta a la aprobación  sustentada en el placer solitario, es que  la etiqueta de pornógrafo adjudicada a  Hernán Hoyos  por su amigo José Pardo Llada apenas apareció “Crónicas sexuales”,  es un malentendido intencionado que sirvió para que la sociedad caleña de los sesenta comenzara a comprar el libro. Hoyos ha bautizado a su escritura con otro nombre:

-La llamé sexoficcion y creo que tengo derecho porque convertí los problemas sexuales en temas literarios. La sexualidad es el más importante de los instintos porque gracias a ella se perpetúa la especie. Si los hijos no se pudieran concebir por el acto sexual se acabaría la población humana.

A diferencia de los angelicales destellos de Henry  Miller o la crueldad de Apollinaire, Hoyos toma a la sexualidad como un objeto sometido a su visión casi científica, semejando la labor de un microhistoriador de la vida sexual o un notario que consigna los escarceos genitales de cientos de personas. Este propósito de testimoniar se consolidó a  sus 32 años, cuando decidió arrendar un apartamento en el que colocó una mesa grande con cuatro máquinas de escribir y, en cada una de ellas, urdía un libro diferente.

Fue en ese lugar donde sostuvo algunas reuniones con Sor Terrible, la mujer que habría de protagonizar una novela homónima basada en lo que ella le relató. La primera vez que se vieron Hernán trató de seducirla:

 -La hice sentar al lado mío. Yo no sabía que era lesbiana y le metí la mano. Cuando toqué el clítoris de ella, me di cuenta que era de este tamaño. -Hoyos estiró su dedo índice derecho para indicar las dimensiones- Era a la vez hombre y mujer. Era Sor Terrible. No me puedo arrepentir de eso porque fue un documento más.

Desde ese momento, Hernán trabó amistad con Sor Terrible aunque hace un par de años no ha sabido nada de ella. La última vez que se la encontró fue en unas cabinas telefónicas. Después de charlar un rato, ella le mostró la foto de una mujer de más de cincuenta años y de su hijo de dieciocho: Sor Terrible se acostaba con los dos.

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Jaime Sáenz, tan vivo y tan muerto

Jaime Sáenz no sólo escribió «Felipe Delgado», una de las novelas más influyentes del siglo XX en Bolivia, también elaboró cuentos, poemas, dibujos (entre los que se destacan las calaveras y los autorretratos) y se emborrachó hasta olvidar el vértigo de haber nacido. A continuación traemos dos vídeos en los que Sáenz lee textos de su autoría, otro con un fragmento de su sepelio en 1986 en La Paz, y, finalmente, una muestra de sus dibujos:

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