Roswellita

Imagen elaborada por Anbilli
Me disfrazaron de virgen y curé cánceres de pulmón, hígado, oído, lengua, próstata, recto, útero, garganta, hueso, nariz, vagina, cuello, ano, sangre, testículos, cerebro, colon, ovarios, páncreas, esófago y vaso.
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Aparecía en medio del aire y me diluía entre las respiraciones de quienes se prosternaban, casi siempre enfermos, al verme.
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Y, mientras me evaporaba, de mis párpados salían palabras que delineaban el futuro.
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Me enseñaron a hablar los mismos que me sacaron de los escombros de la nave y le extirparon las vísceras a papá.
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Papá, ¿tuviste vísceras?
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Los grises somos las sobras de los dioses que escupieron sobre el universo; de cada escupitajo surgieron las razas que he olvidado por el golpe que me di al caer en el polvo y la hierba seca.
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Rachel, la hija del físico, me tocó la entrepierna, mientras nos enseñaban historia natural, y me dijo que yo era como el esposo de su muñeca porque no tenía ni ranuras ni bolitas arrugadas ni nada.
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Y sin testículos me reproduje: mis hijos brotaron de mí, multiplicándome. A medida que nacían yo me achicaba hasta que desaparecí y me hice pensamiento.
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Creyeron que huí de la mano de un soviético infiltrado.
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Para un pensamiento no hay ahora; se infesta en cualquier criatura que respire; se ilumina a través de contracciones musculares y vuelve a salir rumbo a la Noosfera.
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No necesito brotar en el aire para que me vean. Basta con que el accedido por mí cierre los ojos, me figure como la madre de Jesús, se arrodille y me pida palabras de un futuro que delineo con verbos, aunque el tiempo en mí no discurra.
En memoria de Fabio Casartelli
El 18 de Julio de 1995, en el descenso de Col de Portet d’Aspet , durante la etapa número 15 del Tour de Francia, Fabio Casartelli, el ciclista italiano de 25 años, cayó al suelo y no volvió a pararse nunca más. El pedalista había ganado la medalla de oro en la modalidad de ciclismo de fondo en ruta de los juegos olímpicos de Barcelona.