En torno a los primeros trece años de Milinviernos
El telar de las 13 cabritas del príncipe Mil Inviernos
Amanecimos íntimos llevando a cuestas todos nuestros muertos en estos 13 años de infortunio cándido.
Cucurrucucú palomitas que no vieron la noche
Hilar ha desnudado los otrora anhelos e intuye la luz del paraíso tejida en las mortajas
Nos dirán que aquilatamos lo más humilde de los poetas del XIX
Y os decimos: aquilatamos la humildad hasta hacerla piedra excremental de estos trece años como vampiros que hacen chorizo con las promesas rotas de los océanos magnánimos de la luna oculta de los presagios
Se nos fue la vida, y vivos quedamos por otros miles inviernos en trece mil años
Trece mil años trece fue la cifra del Dr. Penev
El onanista Miranda sigue atenta la vista esquizofrénica a nuestros horizontes invernales mientras un iniciado signa la frente y trae la mala nueva de que el alma es eterna como lo anunció el viejo palo de mangos
Tres mil años trece es la mirada conspicua del pirata muerto
Trece mil años trece es la niebla helada donde aúlla Mapanare
Las lecciones escolares de doña Carmen en su solar tameño anunciaban la desolación del futuro: “Es tarde, el dr Penev ha nacido”
Trece mil años trece fueron las mejillas del chiquillo que ronronea imitando a su gato
Rigoberta Menchú insufló su alma desencarnada
Trece, ¿qué te parece? Una eternidad que descubre la paja.
Y, con la paja, lo que será su cuerpo
Trece, la tristeza crece.
Trece mil años trece
Trece, dijo el mequetrefe, es decir, el hacedor de mundos
Trece, dijo el bromista: “agáchese pa que me las bese”
Una paloma tuerta cae muerta de sed y repite: trece para que rece.
Rece trece mil veces trece