La necesidad del corazón (séptima entrega)

Edison Delgado Yepes, escritor nacido en Ecuador, nos ha permitido publicar, por entregas, su novela “La necesidad del corazón”. Acá podrán leer el episodio anterior.

La novena Ola. Iván Aivazovsky.

La novena Ola. Iván Aivazovsky.

Correr olas era interesante. Un deporte bastante espiritual. Aunque para un espectador, aquello parecía siempre lo mismo y lo mismo, pero sólo un surfista de verdad sabía, que cada ola tenía su propio misterio. Uno nunca iba a saber cómo le iba a ir en una ola que cogía. A veces las cosas salían bien, pero a veces la ola se cerraba o se abría un gigantesco hueco debajo de la tabla y entonces venía lo bueno…la caída, el manto oscuro de la espuma o muerte blanca, que le teñía al deportista los ojos de negro y que lo revolvía dentro del agua.

Cada vez que Tuco se metía al agua se concentraba tanto y con la fuerza de su mente trataba de luchar contra su enfermedad. Pensaba que mientras más remaba más fuertes se hacían los anticuerpos que terminarían librándolo de la muerte. Tuco surfeaba horas enteras con la esperanza de seguir viviendo y lo poco que comía consistía en frutas, que no le exigieran mucho trabajo a su miserable y despedazado estómago.

Dentro del agua se mantenía en movimiento y cuando las olas se le venían encima, él las interpretaba como verdaderas oportunidades para luchar contra la muerte y seguir viviendo.

Cuando llegaba el mortal momento en que experimentaba la mordida del hambre, sentía pánico, pero también desesperación por saborear un jugoso pescado o un exquisito cebiche de camarón. Había momentos en que hasta la misma fruta le causaba náuseas. Todas estas cosas le minaban la resistencia a los embates de la vida y a veces el pobre Andolini se quedaba en la cama sin querer levantarse para nada. El pelo y la barba le empezaron a crecer con libertad y belleza y no le importaba en absoluto. Cuando salía al porche a ver cómo Pepe Viche atendía a los clientes que le compraban sus chuzos, se le alegraba un poco la existencia al escuchar las palabras y las conversaciones de las gentes. Había un cliente llamado Lester y otro que le decían EL TOPO y ambos se divertían entre ellos haciendo toda clase de preguntas filosóficas y hasta Lester trataba de hipnotizar al TOPO y todo el mundo se reía carcajadas. Lester era un escritor adicto al trabajo literario de Jack Kerouac y Henry Miller y EL TOPO era un especialista en las obras del profesor Norman Mailer, así que cuando este par se unían los espectadores se daban un buen banquete de toda clase de conocimientos eruditos.

Una mañana Lester y EL TOPO fueron a ver a los hermanos Andolini para ir a correr olas a DEAD POINT. Que era un playero suicida donde el surfista tenía que coger la ola en el pico y luego conectarse con otra ola más tubular llamada el SUPER TUBO y de ahí seguir corriendo hasta salirse de la ola antes de estrellarse contra las rocas. Pero primero pasaron por el Rubira y les pitaron a las chicas Tatiana y Nancy para que ellas saltaran el muro y se fueran con ellos a  ver cómo cogen olas en DEAD POINT. Y resulta que después de recoger a las chicas se fueron a ver a los hermanos Andolini, que ya los estaban esperando. Y luego a DEAD POINT.

Había que remar y remar y remar del putas loco y luego comenzó el verdadero surf de verdad. Todos cogieron olas y se montaban en ellas uno tras del otro y las chicas miraban desde las rocas, muertas de frío, pero bañadas en Coopertone y sonriendo. Tatiana le prendió un grifito a Nancy y se quedaron grifotas temblando, viendo como sus amigotes exponían sus vidas al correr aquellas olas de ese playero suicida.

Entonces se escuchó el ulular de la sirena de alarma y vinieron los militares en una lancha y se los llevaron a todos presos, incluidas las chicas, por considerarlos espías. Tuco una vez en la base, alineado en la fila, se le ocurrió pedirle al sargento Troya que le de un cafecito y los demás muchachos se partieron de la risa. Una mujer de la Armada revisó el bolso indígena de Tatiana y encontró dos cigarrillos de marihuana y ella se defendió diciendo que eran para consumo personal, que ella no era una mugrienta narcotraficante. Pero el problema era que ninguno de los muchachos y de las chicas tenían la cédula de identidad y lo comisionaron a Pepe Viche para que vaya a buscarlas y las traiga más quinientos sucres para pagar la multa que pesaba contra Tatiana por la yerba que le encontraron en la pequeña carterita indígena.

Una mañana que Tuco salió a trotar por la playa se dio cuenta de que estaba perdiendo estado físico. El dolor en el colon ascendente y en la boca del estómago era una fuente de pesadumbre y desesperación. Cuando suspendió el ejercicio, se metió en la playa y refrescó todo su cuerpo con las frías olas del mar, que poco a poco, le fueron llegando hasta los hombros.

Más allá unos pescadores se encontraban en plena faena sacando la pesca de la noche anterior y de toda la madrugada. Los cholos pescadores, cuidaban celosamente, que nadie se les llevara las piezas más gordas y toda la faena estaba vigilada por los piqueros y las gaviotas que sobrevolaban en busca de una pieza mal estacionada o que haya sido lanzada al aire por un niño o niña traviesa para ser inmediatamente engullida por sus voraces picos.

De pronto, Tuco, sintió un agudo dolor en la planta del pie derecho y pensó que se trataba de algún pedazo de vidrio que se le había incrustado. Maldijo a los turistas descuidados y empezó a luchar contra la resaca que le hacía difícil la salida de las olas, para atender aquel dolor punzante que le cortó toda la distracción que proporciona un refrescante baño. Pero cuando logró pisar la arena no se sintió bien. Se sentía un poco desorientado y frío como si se le quisiera bajar la presión. Se sentó en la arena húmeda de manera torpe, con náuseas, y se miró la planta del pie lastimado y pudo ver en todo el centro un pequeño triangulito rodeado de una mancha subcutánea de color azul. Entonces Tuco comprendió que no había pisado una botella sino que, posiblemente, había pisado un bagre. Y como para confirmar sus sospechas empezó a sentir un terrible dolor articular entre los dedos del pie afectado y este dolor insoportable se iba extendiendo, o mejor dicho, subiendo por la pantorrilla hasta alojarse tormentosamente en la ingle. Estaba a punto de gritar por el dolor pero se contuvo. Tuco no podía más, sentía que se iba a desmayar. Unas amigas de Pepe Viche: Nancy y Tatiana, pasaban en ese momento por donde se encontraba agonizando el herido y, después de preguntarle lo que le pasaba, lo llevaron a emergencias. Nancy era doctora y sabía lo que tenía que hacer, así que hicieron mucho esfuerzo y pujaron el pesado cuerpo de Tuco hasta meterlo dentro del Volvo para llevarlo al policlínico.

El rostro de Nancy poseía la belleza de la mujer musulmana, sus ojos tenían un extraordinario parecido con los de la princesa Soraya de Irán. Su pelo negro formaba una hermosa melenita sobre su rostro egipcio, y sus ojos eran como bellas esmeraldas, verdaderas joyas incrustadas en su rostro. Su mirada era tierna y apacible. Cualquiera se daba cuenta de que ella era una mujer que dominaba sus nervios.

Una vez instalado en emergencia le sacaron una radiografía del pie y Nancy confirmó sus sospechas: había necrosis en el tejido provocado por la toxina del animal y había que operar para extirpar aquel cáncer que amenazaría con pudrir el resto del pie. Los médicos de emergencia tenían otra opinión sobre el asunto, pero Nancy lo convenció pronto a Tuco y después de que le aplicaran unas cuantas inyecciones para calmarle el dolor, las chicas lo volvieron a meter en el Volvo para llevarlo al consultorio privado de Nancy. Mientras la doctora conducía, Tatiana mantenía una conversación muy natural como si no estuvieran pasando por unas circunstancias delicadas y como si toda aquella revolución fuera la cosa más normal del mundo e incluso sacó de su bolso indígena un porrito de yerba, lo encendió y se lo empezó a fumar deliciosamente. El mundo de la bella Tatiana, siempre giraba alrededor de ella misma y de sus grandes senos y sus anchas y fornidas caderas, siempre se estaba mirando en los espejos y vigilaba cada parte de su maquillaje para comprobar que no existiera ninguna imperfección.

Tuco volvió a quejarse del terrible dolor que amenazaba con hacerle perder el sentido, pero el viaje fue corto y por fin llegaron. Mientras Tatiana estaba sentada en un rincón del consultorio, la asistente de la doctora preparaba todo para la pequeña cirugía y después le lavó el pie al enfermo que lo tenía lleno de arena sucia. Cuando todo estuvo listo, Nancy le dijo a Tuco que sea macho y que contuviera la respiración. Tuco estaba tan desesperado por el dolor, que no sintió mucha diferencia cuando la doctora le empezó a cortar todo el tejido muerto.

Luego lo más doloroso fue cuando le empezó a desinfectar el tremendo hueco que le había cortado en la planta del pie.

Cuando finalizó la operación le enseñó a su paciente la mediana bola de carne que le había extirpado y luego empezó a preparar un cóctel de antibióticos para que se secara la herida y se frenara la peligrosa ulceración. Aquella inyección contenía una bomba de químicos, liderados por la Benzetacil 633, Gembexyl 160mg, Dexametazona 4mg, 4 ampollas,  y para que Tuco pudiera aguantar el dolor, Nancy tuvo que meterle al cóctel una dosis de anestesia.

El rostro de Nancy es el de una mujer perfecta. Su piel es la cosa más suave como la piel de un bebé. Sus caderas eran perfectas y listas para la reproducción y el placer. Ella se fijó en Tuco y se le hicieron agua los calzones. Quería volver a verlo curado y en pelotas para chuparle todo el semen. Cuando se acercaba a Tuco los senos se ponían duros y le palpitaba el corazón.

Cuando todo terminó, las chicas lo llevaron en el Volvo de vuelta a su cabaña hogar y la doctora le dijo que no vaya a cometer la peligrosa torpeza de beber alcohol por espacio de una semana, siquiera.

Pepe Viche recién había llegado de la playa y se encontraba cocinando unas hamburguesas y unas pastas, cuando se enteró de la peligrosa aventura de su hermano. Pepe Viche le preguntó a la doctora si Tuco podía comer hamburguesas con espaguetti y ella le dijo que sí, pero que el chancho, el cangrejo y cualquier comida infecciosa estaba totalmente prohibida. Luego Pepe Viche les ofreció a las chicas unos vasos de whisky y sacó al portal la televisión para ver el show de Cheers. Ted Danson siempre tenía problemas con su rubia enamorada Diana porque no se desprendía de su famosa agenda negra en la que llevaba anotado con mucho esfuerzo y por muchos años todas las direcciones de las chicas más lindas y al mismo tiempo las más ligonas de Boston.

A medida que se escapaba la noche dentro de la madrugada, los whiskys turbaron la inteligencia de Nancy y empezó a seducir con la mirada a Tuco, que de inmediato comprendió lo que eso significaba. Ella quería subir para pegar un palo porque se le hacía agua la entrepierna. En toda su vida había tenido sólo hijas mujeres y de pronto, con Tuco, podría existir la posibilidad de concebir un varón. Así era como razonaba la mente alcoholizada de Nancy. De inmediato Tuco aprovechó la oportunidad que Pepe Viche y Tatiana ofrecieron al irse a la cocina a conversar y cuando se distrajeron por la bella decoración de la cocina de la casa, Tuco y Nancy aprovecharon para subir las escaleras a los departamentos. Nancy estaba que se derretía por Tuco y se le pegaba todo el cuerpo en sus brazos. Cuando llegaron se desvistieron torpemente y se metieron con frío en la cama. Se besaron y abrazaron y Tuco la empezó a montar, sin que su pene estuviera lo suficientemente duro para penetrarla, pero Nancy se lo embutió con sus propias manos en el agujero húmedo lleno de vellos y empezó a sacudirse hasta poner bien caliente el miembro de Tuco, que vibraba y vibraba y que pronto se puso duro como una roca, y de inmediato empezó a empujar hacia adentro y a sentir algo delicioso y suavecito. Nancy olía riquísimo, su perfume le recordaba el de una mujer seria y madura. Aquella fragancia de su cuello no era como el que usan las chiquillas quinceañeras y que se le pegaba en el sudor de su cuerpo. Nancy se quejaba por los insistentes embates que Tuco le propinaba, empujando su miembro, cada vez más profundo hacia su matriz, hasta que, en un momento dado, los dos llegaron al clímax del placer carnal. Y ambos se sacudieron fuertemente, presas del espasmo de dolor que les hacía sentir como si se les desprendiera el alma. Cuando Tuco se le quitó de encima, ella buscó en su cartera, un cigarrillo y después de darle fuego lo empezó a chupar para relajarse, mientras Tuco descabezaba un pequeño sueño de diez minutos.

Mientras Tuco dormía soñó con los primeros síntomas de la muerte que acecharon a su madre. Primero la atacaron a la pobre vieja unos terribles dolores llamados neuritis diabéticas y los doctores la atiborraron de pastillas hasta que una tarde ella sufrió un paro renal que casi le cuesta la vida. Empezó a ahogarse, luego perdió el conocimiento y finalmente se empezó a poner morada. La empleada llamó a su viejo padre y éste se la lanzó al hombro y se la llevaron al hospital del IESS, que era una verdadera pocilga, con todos esos muertos y heridos acostados en el piso, recibiendo un trato infrahumano, así que el padre de los Andolini se llevó a su esposa a la clínica Rendón y ahí se fue recuperando poco a poco. Ahora la vieja Nelly necesitaba inyectarse todos los días insulina en el ombligo para poder seguir viviendo. De pronto Tuco se despertó con los ojos bañados en lágrimas y con una sensación muy irreal de no encontrarse en su vieja casa de madera en Salinas sino de estar en su casa de Guayaquil junto a su madre. Pocos días después cuando le conversó aquel sueño a su hermano Pepe Viche, éste le habló de que cuando fumaba marihuana demasiado y empezaba a fumar todos los días, siempre escuchaba que su madre lo llamaba a gritos y que eso le ponía los pelos de punta porque sabía que su madre hace muchos años que había muerto.

Tuco no se cuidó muy bien el hueco que tenía en la planta del pie derecho y una tarde salió a caminar sin zapatos por el malecón para ir al 7-11 a comprar comida y la herida se le volvió a infectar y se le hizo una bola o absceso que la doctora Nancy tuvo que volver a extirpar. Cuando abrió la bola en el pie de Tuco, se dio cuenta que estaba repleta de pus infecta y pestilente, y esta vez escarbó mucho más profundo hasta dejar un verdadero hueco de tres dedos de profundidad en la planta del pie.

Tuco no podía beber alcohol con la cantidad de antibióticos que tenía en el cuerpo, pero cuando su viejo amigo Flychi los fue a visitar a los dos hermanos para llevarlos a una fiesta del Liceo Panamericano realizada al estilo andrógino NEW WAVE, a la que los habían invitado, Tuco no pudo resistirse.

En la vieja MAZDA sin balde se trasladaron de los polvorientos arrabales del MIRAMAR hasta las viejas casas de madera de Chipipe donde se desarrollaba la fiesta, donde todos los asistentes estaban disfrazados con ropas y máscaras muy punks y al mismo tiempo muy David Bowie. En una gran pero gran olla de vidrio había una gran cantidad, litros y litros de rompope, listo y dispuesto para que todos los invitados disfrutaran del delicioso licor, que penetraba suavemente en el organismo hasta dejar atrapada a su presa, de un momento a otro, completamente borracha.

Cuál fue la sorpresa de Tuco, que ni bien llegó a la fiesta se encontró con su pelirroja amante extraterrestre XPR899 en avanzado estado de gestación. De inmediato Tuco, cojeando, se le acercó y empezaron a bailar un bolero con la música de TOTO.

Mientras tanto Pepe Viche, Lester, EL TOPO y Flychi se entretenían con Fabiola, una gringa que quería encerrarlos a todos en un cuarto para hacer un esquema y luego convertir sus impresiones en una hermosa tela al óleo. Los muchachos, en cambio, lo único que querían era emborracharse, bailar un poco y luego irse a la cama. No querían saber nada de posar para un cuadro al óleo. A veces Fabiola resultaba una chica muy intelectual. Como Pepe Viche, como arquitecto, comprendía mejor esas cosas, prestó una cámara polaroid, los reunió a todos para que posaran teniendo como telón de fondo la demencial fiesta, y les tomó una instantánea y se la entregó a Fabi para que ella continuara con su retrato al óleo en casa.

De pronto a Fabi le entró muchas ganas de comer y se abalanzó a la mesa y se atiborró de bocaditos junto a Pepe Viche, que la miraba con los ojos rojos, focotes y ambos devoraban los riquísimos dulces de leches y las natillas y se atiborraban de borrachitos ante la horrorizada mirada de una gringa medio gorda, que los miraba reprobadoramente, no tanto por mezquindad sino por los pésimos modales que demostraban, pero Pepe Viche y Fabi se morían de sed y se zampaban decenas de vasitos de exquisito rompope heladito, hasta cuando empezaron a sentir un fuego incandescente que les subía por el pecho directo desde la boca del estómago hasta posicionarse justo en la coronilla. Entonces pararon y volvieron a la pista de baile para danzar una canción de Billy Idol, que gritaba frenético por los parlantes…

De pronto Niza comenzó a bailar encima de la mesa del comedor y las demás chicas empezaron a bailar encima de mesas y encima del bar. La música de, primero, Lionel Richie, y luego, la de Van Halen sonaba a todo volumen. Pero los ocupantes de aquella casa se volvieron completamente locos de atar cuando el disck jockey puso la canción: I WANNA ROCK WITH YOU de Michael Jackson.

Tuco se la llevó a su amante pelirroja XPR899 con su barrigota y todo a una pista de baile y se empezaron a deslizar bajo los sugestivos acordes de TOO HOT de Kool & THE GANG y luego cuando ya los dos no podían más subieron las escaleras de caracol y se metieron en uno de los cuartos de arriba y se encerró con ella para hacerle nuevamente el amor. Aquella pelirroja extraterrestre era sensacional en la cama, incluso con aquella voluminosa barriga.

Cuando Tuco terminó de hacer el amor con su amante extraterrestre se sintió un poco fatigado y algo mareado, también y le dijo a Pepe Viche que se iba a la casa a descansar. Flychi lo llevó en su MAZDA y pronto todo el asunto quedó en el olvido, pero cuando Pepe Viche llegó a la casa y se acostó a dormir no pudo conciliar el sueño por mucho tiempo porque los gritos de su hermano lo despertaron bastante alterado. ¿Qué era lo que pasaba? Alguien le había puesto un papelito de LSD en la bebida de Tuco y ahora recién le reventaba en el cerebro aquella nota y el pobre Tuco estaba desnudo corriendo de arriba debajo de la casa, gritando y echando espuma por la boca como un enloquecido. Pepe Viche al principio no sabía qué hacer hasta que se le ocurrió llamar a Nancy y ella vino toda apurada y entre los dos lo sometieron a Tuco y le inyectaron un tranquilizante para que baje y se quede dormido. Nunca se supo quién había sido la persona que le puso el LSD que había sido detectado en el examen de orina y de sangre que se le practicó a Tuco. Luego Pepe Viche le contaba a Nancy que el hijoputa de su hermano le hacía muecas de tigre y gritaba como Tarzán en la maldita selva y que se movía como un primate. Y entre los dos se empezaron a partir de la risa de manera imparable y demencial, sobretodo Nancy, que ya se imaginaba al pobre y cerebral Tuco convertido en un homínido primitivo, completamente loco y con la cabeza quién sabe en qué dimensión desconocida.

Mientras tanto el pobre Tuco mientras dormía recién se despertó a las cinco de la madrugada, se levantó con toda la casa en tinieblas y lo primero que hizo fue coger un periódico y leer en una esquinita:

Cada hombre lleva en sí un mundo compuesto por todo aquello que ha visto y amado, adonde continuamente regresa, aun cuando recorra y parezca habitar un mundo extraño.

 

Chateaubriand

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