Diario de una expedición a través de Venezuela y Colombia 1906-1907 de Hiram Bingham
En 1906 Hiram Bingham –el conocido explorador y político norteamericano, célebre por ser reconocido como el descubridor de Machu-Picchu[1]— se embarcó en un viaje que lo llevaría de Caracas a Cartagena. Estas dos ciudades eran el comienzo y el fin de la ruta que en 1919 haría Simón Bolívar llevando sus tropas libertadoras entre los dos países. Aunque para ese momento parecía imposible realizar este recorrido, Bolívar lo logró. Desafortunadamente en el camino muchos de sus soldados murieron así como todos sus animales de monta y de carga. Aún así la historia nos cuenta que esta travesía titánica liderada por el libertador culminó con la expulsión del poderío español del territorio colombiano.
Bingham decidió lanzarse a la aventura de hacer este recorrido cerca de noventa años después cuando se dio cuenta de que los mapas y los recuentos históricos disponibles no eran suficientes para hacerse a una imagen del recorrido de Bolívar. Bingham llegó a la conclusión de que “si deseaba comprender este periodo de la historia de América del Sur, sería necesario para mi emprender esta expedición que tuviese por objeto no sólo el estudio del país donde Bolívar vivió y luchó, y una visita a los escenarios de sus más importantes batallas, Carabobo y Boyacá, pero también una exploración de la ruta de su más celebrada campaña (Bingham 1909, v).
El viaje de Bingham fue realizado entre 1906 y 1907 y en 1909 fue publicado en Estados Unidos el diario detallado del explorador a través de regiones sobre las que muy poco había sido escrito hasta ese momento. Bingham partió de Caracas siguiendo los pasos de Bolívar a través de una ruta que incluso hoy no dejaría de ser dificil de realizar. Este recorrido incluyó los siguientes trayectos: De Caracas a Valencia y Carabobo, luego a Barinas, de Barinas al río Apure, del río Apure al río Arauca, de ahí hacia Limbo, de allí a Pore, de Pore a Nunchia, de Nunchia al Páramo de Pisba, de allí al Pantano de Vargas, luego a Boyacá, del puente de Boyacá a Bogotá y finalmente de Bogotá a Cartagena.
Aprovecho para compartir aquí dos apartes de las descripciones que hace Bingham, por ejemplo, sobre Bogotá en 1907 y los contrastes que encuentra entre los habitantes de la capital colombiana y las ciudades y costumbres europeas y americanas. Hablando sobre la vestidura del hombre Bingham afirma que:
“Bogotá tiene un encanto propio. Una de las características más entretenidas es la mezcla de costumbres europeas y colombianas que uno ve en las calles. Los peones o mano de obra todos llevan sombreros “Panamá” de copa alta, gruesos ponchos de lana de diseños abigarrados, pantalones y sandalias indescriptibles. La clase estudiante, los doctores jóvenes de ley y medicina, y generalmente los hombres jóvenes en la ciudad, llevan sombreros Derby y trajes hechos a la medida con abrigos chaqué. Los sombreros Derby también son utilizados por los hombres de negocios, pero los caballeros graves que portan paraguas y llevan sombreros de seda y levitas, como en Londres, están siempre a la vista. Los funerales, bodas, días de fiesta, «ocasiones» de toda especie, requieren este vestido formal. El contraste entre los sombreros de seda y los Panamás de copa alta, las levitas y los ponchos gruesos, uno tan convencional que sería desapercibido en Piccadilly, el otro tan extraño y extravagante como para reunir a una multitud, incluso en Coney Island, es muy llamativo. Le recuerda a uno a Japón, donde los hombres se inclinan a abandonar su vestimenta pintoresca por el traje europeo convencional.”
Así mismo, refiriéndose a la ropa que utilizan las mujeres en la capital Bingham cuenta:
“Uno ve la misma diferencia en los vestidos de las damas, aunque las mujeres no aparecen muy seguido en las calles. Las damas conservadoras y aquellas de las clases más pobres usan anticuados vestidos negros simples, cubriendo sus cabezas con chales negros o mantillas de encaje negro. En marcado contraste con estas están las seguidoras de modas más modernas, cuyos elegantes trajes parisinos, coronados por divertidos sombreros, le parecen a uno curiosamente atrevidos y fuera de lugar. Ha pasado tanto tiempo desde que vimos alguna dama vestidas con algo que no fuera negro que parece casi impúdico este despliegue de colores y vestidos llamativos. Algunas de las hijas bien vestidas de la clase elegante pasan horas inclinadas hacia afuera en las ventanas de los segundos pisos mirando a los transeúntes. Se nos dice que se trata de una muestra de consideración y respeto mirarlas y hacerles comentarios, pero para un anglosajón es una costumbre desagradable.”
El libro de Bingham es una joya descriptiva que incluye mapas y fotografías tomadas por el autor y puede ser descargado del siguiente link:
https://ia600304.us.archive.org/31/items/journalofexpedit00binguoft/journalofexpedit00binguoft.pdf
[1] A pesar de que el crédito por el descubrimiento de la ciudad perdida de los Incas se lo ha llevado Bingham, el hacendado cusqueño Agustín Lizárraga descubrió Machu-Pichu en un viaje que realizó el 14 de julio de 1902. El propio Bingham aceptó que Lizárraga fue el primero en visitar la ciudadela nueve años antes que él. Según Alfred M. Bingham, hijo del explorador, en una libreta de su padre hay una inscripción en la que Bingham reconoció que Agustín Lizárraga, quien vivía en el pueblo de San Miguel, fue el descubridor de Machu Picchu.
@loloelrolo