Diario del tour de Francia sin estar en Francia ni con los ganadores. Día 5
En el día de las hipérboles y de la identificación con Vingegaard, con la supuesta derrota de Pogacar -las pérdidas en las pruebas por etapas son sostenidas, un declive y hundimiento semejante a la vida- y el ninguneo a Hindley, la naturaleza de un diario como este se trastorna: ya nombré a todos los ganadores, aunque mi interés gravite en torno a quienes llegaron de último en la primera etapa en los Pirineos.
Las discusiones de ayer en torno al aburrimiento del tour se han difuminado; hoy nadie postula, con voz de negociante, que las transmisiones televisivas de las etapas llanas deben durar una hora -en una prosa de emprendimiento, enunciada por los youtubers que enarbolan a una nueva generación de espectadores y se ensalzan con la ingenuidad esencial de la juventud: portarse como si nunca se llegara a la vejez, aunque se manifieste vejez prematura-, ni se inquiere por la solvencia laboral de los ciclistas profesionales.
Entre el frenesí de la estampida de los primeros kilómetros y el protagonismo de Van Aert, me preguntaba por la suerte de Fedorov. Hubo algún comentarista, en ese zapping que suelo hacer para derivar en la sintonía de alguna transmisión pirata con locutores kazajos o mongoles, que planteó el posible liderato del belga y conjeturó sobre su decisión de dejar la competencia cuando naciera su hijo. ¿Fedorov tiene hijos? Me figuré la posibilidad que él o cualquier último corriera y se lamentara porque aún no ha podido ser padre: la ansiedad de convertirse en papá para dejar de ser niño lo traiciona al punto de despreciar a los niñatos que no dejan de ser hijos pero ya tienen los suyos y van por la vida ganando.
Al final, Yevgeniy llegó a treinta y tres minutos y cincuenta segundos del ganador de la etapa, acompañado del último grupo en llegar. No le descontó un solo segundo al penúltimo, Moscon, aunque la diferencia entre ambos es la misma de ayer en la clasificación general: un minuto y treinta y seis segundos. Si la parte alta ha cambiado, la parte baja permanece invariable con respecto a los dos últimos; para Fedorov y Moscon fue un día más de lo mismo.
El último de la etapa, al menos en el listado oficial, fue Fabio Jakobsen.
Dichosos los últimos en el día de la gloria de los ganadores y vencidos: nadie nunca los recordará y ese es el descanso eterno.
Diario del tour de Francia sin estar en Francia ni con los ganadores. Día 3
El sobrevalorado entretenimiento ha derivado en los resúmenes de tres minutos de carreras como la de hoy y ha desterrado a la paciencia; la venganza ya no sobrepasa a una respuesta acalorada en twitter. Ahora, hay que ser ocurrente; el que rumia un pensamiento, pierde.
El sobrevalorado entretenimiento produce que muchos trinen que lo de hoy fue un paseo: vienen los chistes y los memes en la comparsa del show del tour de Francia. Y, para afirmar esa condición lúdica y de relajación de la etapa, incurren en imágenes de los que pugnarán por la clasificación general; nadie se identifica con los rezagados, los diarreicos o los últimos. Las grandes estrellas deportivas forjan una ilusión semejante a la de los protagonistas de los reality shows de comienzos de este siglo: reafirman la presunción de poder o inteligencia del espectador.
Pero lo que es un paseo para unos, es el camino del sufrimiento o la entrega a la derrota de otros. Hoy Fedorov ha confirmado su último lugar en el pelotón y ya está a más de un minuto del penúltimo de la clasificación -Moscón-. Si en un extremo de la tabla de ciclistas se tejen las consabidas novelas de suspenso, en el otro, donde se afirma el último, nace la historia de alguien que espera el final. Y yo prefiero esa espera, aburrida, plegada a preguntarse qué carajos hace alguien pedaleando en unas carreteras que hierven en el verano vasco a costa de su cuerpo y a cambio de dinero. La de arriba, la novela de los ganadores, liderada por Yates, tiene la estructura preconcebida de todo suspenso: el entretenimiento se somete a unas reglas para hacerse efectivo; el aburrimiento tiene infinitos caminos. Yevgeniy Fedorov y el aburrimiento son la tentación del infinito.
Diario del tour de Francia sin estar en Francia ni con los ganadores. Día 2
En la bifurcación de los tiempos se cifra la comprensión y el disfrute de un show como el ciclismo de carretera. Alguien que vea por primera vez una competencia por etapas, no entenderá por qué el que gana la refriega del día no coincide con el ganador absoluto y, por eso, haya un desfile de ganadores en el podio -mucho menos ampuloso que el de los automovilistas-. Al aburrimiento que le puede generar ver una hilera de personas licradas, se sumará la sensación de que es más difícil no recibir una distinción que tenerla.
Son dos tiempos que, al no coincidir, se desdoblan hasta forjar dos mundos: el de la etapa y el de la gran vuelta. Así, cada corredor se disgrega; por un lado está el que debe adaptarse a las estrategias de quienes pugnan por ganar en la prueba del día y, por otro, el de la clasificación general, que saldrá de la sumatoria del tiempo que emplea un humano durante 21 días para recorrer miles de kilómetros. Alguien, con ampulosidad, puede escribir que todo ciclista es un Jano; desarrollará una crónica basada en el símil entre la figura mítica y el ciclista de marras -casi siempre el ganador o el que estuvo a punto de ganar- a partir de adjetivos como «épico», con sus variantes genéricas, espaciales y temporales.
Hoy ya tenemos a dos últimos -y ellos, tan unianos, no tendrán oportunidad de vérselas con un doppelganger, al menos en las horas que dividen a una etapa de la siguiente-: el del día ha sido Jasper de Buyst, que llegó más de veinte minutos después que el ganador y pertenece al mismo equipo del que llegó último ayer (Lotto Dstny); el de la clasificación general se llama Yevegenyi Fedorov, a casi cuarenta y dos minutos de quien tiene la camiseta amarilla (Adam Yates).
Diario del coronavirus desde Chiapas. Día veintiséis
El 20 de febrero, en Roma, se instaló la Escuela “Constituyente Tierra”. Su objetivo, escrito por el jurista Luigi Ferrajoli, es el de “sollecitare la riflessione collettiva e l’immaginazione teorica in ordine alle tecniche e alle istituzioni di garanzia idonee a fronteggiare le sfide e le catastrofi global”. Esas reflexiones serán terreno fértil para nuevas burocracias y, por lo tanto, nuevas castas burocráticas. Aunque, ante cada afirmación que hago, me viene una oleada de incredulidad que se sintetiza en un ojalá me equivoque.
Pero ¿me quiero equivocar? Es como cuando toco madera mientras hago un pronóstico o critico una conducta que repudio, pero en la que yo mismo incurriría. ¿Repudio o digo que lo repudio para que no defraude a ese ideal de mí que yo me forjo a partir de mis creencias en torno a como los demás me ven o como quiero que me vean? El margen entre lo que quiero ser, creo ser y lo que los demás creen y quieren que sea es el que incrementa o disminuye el índice de mi cordura y mi autoconciencia radicada en la modalidad de lo ridículo y sus variaciones.
Ferrajoli fundamenta a la escuela en el hecho de que hay problemas globales que no atienden los gobiernos estatales pero que es fundamental solucionarlos pues de ello “dipende la sopravvivenza dell’umanità”.
La humanidad, la Covid: ambas en femenino, como lo prescribió la academia española. Ambas como plagas, o ambas como virus, unos virus en femenino. Y, en medio, los estudios de glotopolítica y demás herramientas que permitan distraer a los académicos en estos días de encierro hasta que se trencen polémicas y urdan ingeniosos comentarios con tinte humorístico.
Las elucubraciones sobre lo que ocurre con la pandemia se han jerarquizado, como siempre, como en el fútbol. La Champions league tiene su clásico en las alusiones de Zizek y las consiguientes réplicas de Byul Chun Han; luego viene la Copa Libertadores, con las audaces críticas en las que se coloca al coreano como un orientalista oriental que escribe desde Alemania, los énfasis no siempre laudatorios a las elipsis y digresiones del Serbio y los llamados a una reflexión propia a partir de las grietas que se le han abierto al ya frágil neoliberalismo.
También están los diarios. Algunos, los que resultan más aguafiestas, se aferran a que los días sí han cambiado, a que el encierro ahora está envuelto en el miedo y a que la humanidad no es una plaga y que eso es un lugar común de incautos que ven vídeos de delfines en bahías sucias hasta hace un mes o ecologistas que poco saben de ecología o simplemente romantizan a una naturaleza que no es más que una invención humana.
Nada será igual y quizá cambie para que todo siga igual, como lo vio Lampedusa.
En México hablan aún de fases de la pandemia y su llegada; hace dos días dijeron que el país ingresaba a la etapa dos y ya dicen que podemos estar en la tres, pero no se sabe muy bien. A veces nada se sabe muy bien.
Entre los comunicados de la secretaría de salud, las discusiones y los diarios que se publican en la red (incluyendo la feroz crítica al libro que ya Salamandra presentó en e-book “En tiempos de contagio”, escrito por Paolo Giordano), me topé con un artículo que refería la nueva tendencia de vídeos de sitios porno durante la pandemia: la grabación de gente masturbándose viendo vídeos que se suben a las plataformas; lo que empezó como una estrategia de publicidad devino en un producto cuyo consumo se ha disparado al punto de que ya hay rankings para encumbrar a los más encarnizados aficionados. “Es algo así como pajearte viendo a otro mientras te imaginas que tu eres el que se pajea así”, dijo el anónimo que escribió el libro. Han, Zizek, Badiou o Agamben tendrán sus sustitutos en el mercado del pensamiento: ¿cómo cambiará la industria, el goce y la soledad en tiempos del Covid? ¿Saldrá el diario de un masturbador o masturbadora durante los días de la peste? Ese será un jaque mate para Giordano. O quizá esas pajas abran intersticios por donde se asome el “otro”, la escucha, los lazos, los afectos y la búsqueda de un pensamiento proclive a la esperanza: saldrán muchos libros y las grandes ligas del pensamiento cambiarán sus nóminas mientras Tomassi di Lampedusa corrobora lo que siempre pensó. Ojalá me equivoque.
J.P Morgan signó el futuro económico de México con una caída en su economía del 7% y el Papa Francisco preguntó, en su bendición urbi et orbi, si temíamos porque no teníamos fe.
Diario del tour de Francia sin estar en el tour (día tres)
Dia 3. Binche-Épernay
Ganador: Julian Alaphilippe
Líder de la clasificación general: Julian Alaphilippe
En las llamadas clásicas, el ciclismo carece de postergación. Se libra una competencia donde las elucubraciones tienen la misma efectividad que el grito de un fusilado para sortear su pena capital. Las carreras por etapas se dan la licencia de que, en muchos de sus capítulos, no ocurra gran cosa, al menos con respecto a la organización de la tabla general de los ciclistas; la espera del espectador se apoya en una ilusión de que algo ocurra y puede pasar que el hecho fulgurante, la explosión, jamás se traslade de las palabras y discusiones a la carretera.
En esas carreras donde no pasa mucho, aparecen los protagonistas episódicos, los que ignoran el mañana y las promesas e incurren en una fuga casi inverosímil. Entonces la etapa deviene en una cacería: el fugado se convierte en la presa y el pelotón en un predador que calcula, juega y, al final, engulle. Eso de «la fuga» implica que todos los ciclistas están encarcelados en el grupo, que más vale no ser rebelde si no se quiere se tragado, pero sólo los que aspiran a algo más lejano prefieren omitir el riesgo. Los que no tienen futuro, o los que directamente saben de su casi nula posibilidad de ganar, prefieren tirarse a lo que es casi una caída segura en el abismo.
En esos actos de no futuro se cifra la calentura de muchos espectadores; apenas termina la carrera, vienen los adjetivos y las loas, aunque todas ellas se olviden en unos días, cuando los cálculos se hacen más rigurosos y los juegos de la fortuna incineran cualquier aventura al punto que, en las últimas jornadas, muy pocos repararán en los ganadores de las etapas y prestarán más atención a las miradas e, incluso, la racanería de quienes aspiran a ganar el título final.
Diario de una expedición a través de Venezuela y Colombia 1906-1907 de Hiram Bingham
En 1906 Hiram Bingham –el conocido explorador y político norteamericano, célebre por ser reconocido como el descubridor de Machu-Picchu[1]— se embarcó en un viaje que lo llevaría de Caracas a Cartagena. Estas dos ciudades eran el comienzo y el fin de la ruta que en 1919 haría Simón Bolívar llevando sus tropas libertadoras entre los dos países. Aunque para ese momento parecía imposible realizar este recorrido, Bolívar lo logró. Desafortunadamente en el camino muchos de sus soldados murieron así como todos sus animales de monta y de carga. Aún así la historia nos cuenta que esta travesía titánica liderada por el libertador culminó con la expulsión del poderío español del territorio colombiano.
Bingham decidió lanzarse a la aventura de hacer este recorrido cerca de noventa años después cuando se dio cuenta de que los mapas y los recuentos históricos disponibles no eran suficientes para hacerse a una imagen del recorrido de Bolívar. Bingham llegó a la conclusión de que “si deseaba comprender este periodo de la historia de América del Sur, sería necesario para mi emprender esta expedición que tuviese por objeto no sólo el estudio del país donde Bolívar vivió y luchó, y una visita a los escenarios de sus más importantes batallas, Carabobo y Boyacá, pero también una exploración de la ruta de su más celebrada campaña (Bingham 1909, v). Read More…