La predicción del astrólogo, de Teo Palacios. La recuperación de la novela morisca.
Por Manuel García Pérez
La recuperación del pasado a través de la ficción está motivada por un progresivo desencantamiento que el lector experimenta hacia el realismo de su tiempo, malogrado y sin visos de mejorar. Teo Palacios y su novela La predicción del astrólogo (Ediciones B, Barcelona, 2012) forman parte de esa corriente, pues la narrativa histórica es un espacio de investigación en sí misma, una forma de conocimiento, una revisión consciente de vidas ajenas que la tradición histórico-literaria ha mitificado: “Antes de que el sol comenzara a declinar, el campo de batalla había quedado en silencio, roto solo por los gritos aislados de algún triunfador o los quejidos de alguno de los moribundos. Algunos cuervos ya se acercaban para participar del festín. (…) Aquella noche comenzó el saqueo de las granjas y las aldeas cercanas. Pero Abu al-Qasim no llegó a verlo” (pág. 39).
La novela de Palacios es fiel al género, pero no hay atisbos de calco anglosajón. Su obra se caracteriza por su mezcolanza de discursos y tradiciones narrativas y esa intención es un acierto en la construcción textual. Su manierismo, sus idealizaciones, sus diálogos, desde el primer momento, están dirigidos al entretenimiento, a lúcidas aventuras que se acomodan a esa tradición de novela morisca y bizantina con un trasunto histórico inspirado en la vida de Al-Mutamid, último emir de la Taifa de Sevilla. La novela de aventuras sobrevive en ese marco histórico que tiende a ser idealizado por Palacios con el fin de que lo histórico sea un marco convencional donde ajustar otros géneros como la novela morisca y bizantina o la acción como discurso: “Ibn Ammar asintió, y caminó hacia el asiento que le ofrecía su anfitrión con un gesto de la mano. Pudo apreciar entonces que la habitación pertenecía a un hombre rico, sin ninguna duda. El artesonado del techo, la decoración de las ventanas, los ricos tapices que la cubrían, los muebles de excelente calidad. Todo allí hablaba de riqueza. Su impresión se corroboró cuando probó el vino. Ni siquiera al-Mutammid podía encontrar uno mejor” (pág. 324).
El trabajo de documentación está perfectamente asimilado por la estructura literaria sin que haya espesas digresiones y extensas diatribas enciclopédicas sobre las intrincadas luchas entre cristianos, almohades y almorávides. Porque la novela presenta las características propias de la novela de aventuras sin renunciar al melodrama, a la novela de fatídicos amores, donde los roles de héroes y antihéroes están bien diferenciados: “Ibn Ammar no replicó, ni siquiera parpadeó ante la réplica y la falta de respeto que le dedicaba el hijo de su enemigo. Se limitó a mirar fijamente a al-Mutammid, que clavaba sus ojos en él al mismo tiempo (…) Cuando el rumor de las cadenas se apagó, al-Mutammid volvió a centrar su atención en el matemático, dejando de lado a Abu-Becr, que rechinaba los dientes”. (pág. 383).
Uno de los aspectos que revela ese tributo a la novela morisca es la idealización de la mujer, cuyo poder de seducción y de convencimiento se traduce por acciones determinantes, fustigadoras, que se imponen al juicio de los hombres: “Ibn-Abdun no pudo esperar a que llegara la medianoche. Paseaba entre los guijarros desde la puesta de sol, o se sentaba en alguna roca para, poco después, levantarse y caminar hasta el tronco de un árbol cercano (…), esperando la llegada de Naylaa, la niña que se había convertido en mujer, la amiga que había dejado en su interior la semilla de una mirada grabada a fuego que volvía a encontrar tantos años después” (pág- 148).
Teo Palacios es consciente de los temas que debe trazar en el planteamiento de su narración para atraer a ese lector desencantado con su tiempo. Los temas están perfectamente estudiados en el desarrollo de su novela. El mundo del ajedrez, lo onírico, la matemática, la traición, los amores intensos y frustrados, las batallas y la ciudad como espacio versátil y lleno de vida son algunos de los tópicos que inciden en ese acertado exotismo donde La predicción del astrólogo recupera un idealismo necesario para sobrevivir a los estragos de lo contemporáneo: “Los abuelos de mis abuelos eran los dueños del desierto” (pág. 507). Lo que hace que la novela de Teo sea diferente, dentro de la inflación de novelas históricas en nuestro mercado, es el contexto hispalense en el que se inspira y esa meditada intención de superar el modelo sajónico para dar cabida a narrativas de nuestra tradición renacentista.
Enhorabuena, Teo.
me ha encantado el analisis, desde luego a mi me has convencido… me lo voy a comprar y ya te pondre que tal me parece.
Saludos!!