Las leyes fundamentales de la estupidez humana

Cipolla

Carlo Maria Cippolla fue un historiador italiano que en 1976 escribió y publicó, en inglés, un ensayo llamado «Las leyes fundamentales de la estupidez humana». Se lo entregó a sus amigos más cercanos y, dado el inusitado éxito que tuvo, fue reeditado y traducido al español. En el prólogo al volumen titulado «Allegro ma non troppo» Cipolla propone una lectura en clave humorística y afirma que «Hacer humorismo sobre la precariedad de la vida humana cuando uno está junto a la cabecera de un moribundo no es humorismo. En cambio, cuando aquel gentilhombre francés, que subía las escaleras que lo conducían a la guillotina, tropezó con uno de los escalones y dirigiéndose a los guardianes exclamó: «Dicen que tropezar trae mala suerte», aquel hombre bien merecía que se le perdonara la cabeza».

Las leyes fundamentales de la estupidez humana que establece Cipolla son las siguientes:

1- Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.

2- La probabilidad de que una persona indeterminada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.

3- Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.

4- Las personas no estúpidas subestima siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.

5- La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado.

Alejado del intento de hacer maledicencia y plantear una complicidad con el lector (que consistiría en hacerlo sentir inteligente y unirse al ensayista para burlarse del «otro» que aparece en el enunciado), Cipolla pretende construir un detector de estupidez: El que se ríe desaforadamente y se identifica con el autor porque se considera víctima de los estúpidos, es un estúpido más ya que no se da cuenta de su condición. Además, el historiador busca no incurrir en la amargura de la que se han valido innumerables epígonos de Swift (creyendo que el irlandés sólo fue un amargado que escribió los viajes de un médico amargado llamado Lemuel e hizo una propuesta de comerse a los niños y así paliar una hambruna): «Es precioso subrayar a este respecto que este ensayo no es ni producto del cinismo ni un ejercicio de derrotismo social – no más de cuanto pueda serlo un libro de microbiología. Las páginas que siguen son, de hecho, el resultado de un esfuerzo constructivo por investigar, conocer y, por lo tanto, posiblemente neutralizar, una de las más poderosas y oscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar de la felicidad humana».

Les presentamos dos apartes del ensayo de Cipolla:

6. Estupidez y poder

Como ocurre con todas las criaturas humanas, también los estúpidos influyen sobre otras personas con intensidad muy diferente. Algunos estúpidos causan normalmente sólo perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuis, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales. Antes que nada depende del factor genético. Algunos individuos heredan dosis considerables del gen de la estupidez, y gracias a tal herencia pertenecen, desde su nacimiento, a la élite de su grupo. El segundo factor que determina el potencial de una persona estúpida procede de la posición de poder o de autoridad que ocupa en la sociedad. Entre los burócratas, generales, políticoos y jefes de Estado se encuentra el más exquisito porcentaje de individuos fundamentalmente estúpidos, cuya capacidad de hacer daño al prójimo ha sido (o es) peligrosamente potenciada por la posición de poder que han ocupado (u ocupan). ¡Ah!, y no nos olvidemos de los prelados.

La pregunta que a menudo se plantean las personas razonables es cómo es posible que estas personas estúpidas lleguen a alcanzar posiciones de poder o de autoridad.

Las clases y las castas (tanto laicas como eclesiásticas) fueron instituciones sociales que permitieron un flujo constante de personas estúpidas a puestos de poder en la mayoría de las sociedades preindustriales. En el mundo industrial moderno, las clases y las castas van perdiendo cada vez más su importancia. Pero el lugar de las clases y las castas lo ocupan hoy los partidos políticos, la burocracia y la democracia. En el seno de un sistema democrático, las elecciones generales son un instrumento de gran eficacia para asegurar el mantenimiento estable de la fracción entre los poderosos. Hay que recordar, según la segunda ley, la fracción de personas que votan son estúpidas, y las elecciones les brindan una magnífica ocasión de perjudicar a todos los demás, sin obtener ningún beneficio a cambio de su acción. Estas personas cumplen su objetivo contribuyendo al mantenimiento del nivel de estúpidos de las personas que están en el poder.

7. El poder de la estupidez

No resulta difícil comprender de qué manera el poder político, económico o burocrático aumenta el potencial nocivo de una persona estúpida. Pero nos queda aún por explicar y entender qué es lo que básicamente vuelve peligrosa a una persona estúpida; en otras palabras, en qué consiste el poder de la estupidez.

Esencialmente, los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido. Una persona inteligente puede entender la lógica de un malvado. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad: Racionalidad perversa, si se quiere, pero al fin y al cabo racionalidad. El malvado quiere añadir «más» a su cuenta. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con qué obtener un «más» para sí, procurando también al mismo tiempo un «más» para los demás, deberá obtener su «más» causando un «menos» a su prójimo. Desde luego, esto no es justo, pero es racional, y si uno es racional puede preverlo. En definitiva, se pueden prever las acciones de un malvado, sus sucias maniobras y sus deplorables aspiraciones, y muchas veces se pueden preparar las oportunas defensas.

Con una persona estúpida todo es absolutamente imposible. Tal como está implicito en la tercera ley fundamental, una criatura estúpida os perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo alguno racional de prever si, cuándo, cómo y por qué, una critarua estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.

Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, de ello se deriva que:

a) generalmente el ataque nos coge por sorpresa;

b)incluso cuando se tiene conocimiento del ataque, no es posible organizar una defensa racional, porque el ataque, en sí mismo, carece de cualquier tipo de estructura racional.

El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales,nos sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque – como intentar disparar sobre un objeto capaz de los más improbables e inimaginables movimientos. Esto es lo que tenían en la mente Dickens y Schiller al afirmar el uno que «con la estupidez y la buena digestión el hombre es capaz de hacer frente a muchas cosas», y el otro que «contra la estupidez hasta los mismos dioses luchan en vano».

Hay que tener en cuenta también otra circunstancia. La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es un malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario de todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora. El estúpido no está inhibido por aquél sentimiento que los anglosajones llaman self-consciouness. Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente.

Tomado de «Allegro ma non troppo». P 73-77. Editorial Grijalbo-Mondadori. Traducido por Maria Pons.

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