José Pérez Reyes, sus lecturas y escrituras

José Perez Reyes llegó luciendo un traje de saco y corbata y no transpiraba pese a que esa tarde de invierno, al menos para los foráneos, era calurosa. Semejaba uno más de los abogados que suelen caminar por el centro de Asunción. De hecho, lo es y no despotrica de su oficio. Trabaja en una oficina e imparte clases en una facultad de derecho sobre un tema que, aparentemente, dista de la literatura: Contratación civil y mercantil. Vicente Aleixandre, antes de haberse convertido en uno de los poetas más laureados de España, estuvo involucrado con la intendencia mercantil.

Una vez sentado, pidió una bebida fría y comenzó la charla. Una de sus primeras aclaraciones fue la de sentar una distancia con el trabajo de Augusto Roa Bastos, que, como García Márquez en Colombia o Borges en Argentina, es una parada obligada en  un diálogo que se entable con un escritor del Paraguay. En el caso de Pérez Reyes, esa lejanía no se basa en un asesinato al abuelo sino en que las lecturas que lo marcaron fueron de autores que, en su mayoría, ni siquiera escribieron en español (Conrad, Lovecraft, Buzzatti, Kafka).

Las resonancias de estos autores en los escritor de Pérez Reyes, lo ubican en una tradición distinta a la del compromiso de ser un pintor del Paraguay. En el cuento “Clonsonante” (2007), perteneciente al libro homónimo, un hombre ya no se convierte en un insecto sino que es un apéndice de su teléfono celular: Su voz sólo es audible a través del aparato, lo demás es mutismo y el lector no sabe si, más bien, la máquina utiliza al humano y lo habita hasta destruirlo como un virus. Esa duda hace que el escrito persista pese a que su lectura haya culminado.

La presencia de un escritor que escriba en español, es la misma de muchos de los autores de la generación de Pérez Reyes: Jorge Luis Borges quien, a diferencia de Roa Bastos, García Márquez, Vargas Llosa u Octavio Paz, es un patriarca respetado por los que, incluso, sólo se pretenden ser escritores y no opinadores -Borges no se tomó en serio sus propias palabras públicas sobre temas distintos a la literatura, aplicó muy bien lo enseñado por don Quijote: Pasar por inimputable para hacer y decir lo que quiera; eso lo ha hecho inmune a los ataques de las generaciones posteriores que hablan del marketing de García Márquez o la posición política de Vargas Llosa con la sensación de referirse a un humano normal-. Hay relatos de “Clonsonante” donde los ecos del argentino se triplican, generando impensados efectos:

“Me pregunté si, acaso, para el creador los días son los mismos y únicamente al concluir la obra se alcanza el Día. Y este Día, a su vez, es resumido en la Hora, que contiene también el descubrimiento.

La fecha sería la meta. Los títulos son transitorios, los nombres también. Los nombres del autor y de la obra podían no aparecer expuestos, sin embargo más importante que se indique el momento, que deviene a ser eterno, en que se convierte a la idea soñada en obra plasmada” (2007:21)

La adscripción a esa línea de lecturas que realizó Pérez Reyes no hacen que expurgue a Paraguay de sus escritos pero el compromiso de describirlo desaparece. Los paraguayos de sus cuentos, todos parecen serlo por cómo hablan, se hacen adictos al internet, piensan en la manera como manejarán una herencia o se encuentran  en un autobús con una vieja niñera cuando ya son grandes  y no recuerdan su nombre pero sí muchas de las cosas que sintieron por ella. Esa combinatoria, lo aleja de una aspiración nacionalista y hace que los personajes disten de esa pintura idealizadora del guaraní, de ese «otro» que se espera encontrar en las novelas cuyo escenario sea Paraguay. La búsqueda de ese arquetipo, tan entrañable para el europeo, desaparece. Asunción se convierte en una ciudad que ni siquiera necesita ser explicada, discurre, aparecen sus calles y en ellas están zambullidas personas que andan tan desorientadas como cualquier ciudadano de cualquier urbe.

José Pérez Reyes es de los escritores paraguayos que pueden conocerse más allá de las fronteras de su país. Perteneció a ese evento llamado Bogotá 39. Lo que más le gustó de esa experiencia fue el haber tenido la posibilidad de conocer a otros escritores contemporáneos y  leerlos.

Con su trabajo de docente y abogado, tiene la ventaja de no depender económicamente de la escritura y, por lo tanto, sus intereses no estriban en conocer personas para que lo publiquen ni se apura en que sus textos salgan a la luz pública apenas los escribe. Sólo cuenta con dos volúmenes de cuentos publicados (“Ladrillos del tiempo” y “Clonsonante”). Eso ha sido suficiente para que sus textos hayan sido seleccionados en distintas antologías armadas en varios continentes (pronto traducirán uno de sus relatos al iraní). Ahora se encuentra trabajando en una novela. Ya casi la tiene terminada aunque prefiere no dar muchos detalles de ella salvo que se desarrolla en Asunción.

El encuentro terminó cuando la noche estaba cerrada. José debía ir a la facultad a dictar una clase. Suele escribir en las noches, cuando regresa a su casa y después de compartir con su familia aunque, como él dice, a veces lo escrito resulte ser una santa mierda. Para Pérez Reyes la escritura es sagrada aunque sea una mierda impublicable.

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2 Responses to “José Pérez Reyes, sus lecturas y escrituras”

  1. Maria Tereza da Silva says :

    É um absurdo que a literatura produzida no Paraguay não receba o merecido crédito. Parabéns, José Pérez,, sua luta é muito valiosa. Parabéns por seu talento.

    Maria Tereza.

  2. mirle araujo says :

    José Pérez Reyes es un ejemplo vivo del verdadero Paraguayo, en su esencia está la fuerza de la perseverancia y el ingenio propios de nuestra raza; gracias a los cuales muchos compatriotas como él van sacando el polvo del olvido, para así descubrir la estrella que en sus manos puede brillar…

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