El primer trasplante de cabeza: Una historia de ostracismo científico
A las carreras armamentísticas y espaciales de la guerra fría hay que sumar la médica. Durante las décadas de los cincuenta y sesenta, tanto en la Unión Soviética como en los Estados Unidos, surgieron equipos de trabajo que buscaron dar a conocer sus avances y demostrar su poderío. Una de las estrellas del período stalinista fue Sergei S. Brukhonenko (1890-1960)quien se encumbró por haber construido un autoeyector que hacía las funciones del corazón y los pulmones, como lo dio a conocer en el documental «Experiments in the revival organisms» donde se mata a un perro, y, después de haber estado muerto por diez minutos, es revivido y tiene una vida feliz llena de hijos. Este mismo documental contiene una imagen que ha servido para generar escándalo, morbo y la reputación de monstruo del investigador soviético: La cabeza de un perro decapitado que, conectada a la maquinaria, obedece a estímulos físicos: