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Ernesto ¿Uno qué hace?

Por Fernando Suárez-Obando

Autorretrato de Antonio Ligabue

Autorretrato de Antonio Ligabue

 

Cuando camino por la calle real y veo los bolardos, esas masitas de concreto adornados con un anillo de metal pintado de verde, siento una opresión incómoda en el pecho, tengo la sensación de caerme, resbalarme, irme de bruces, derrumbarme, escurrirme como un ser baboso y aterrizar sobre un bolardo y enterrarme el anillo de metal en el pecho. La sensación cesa cuando supero un bolardo, pero regresa con el que se aproxima, así que mi paseíto se vuelve problemático y muy diaforético. Preferiría que quitaran esas cosas y que el espacio público se viera invadido por renoletas rojas y tuviéramos que serpentear por el laberinto de carros en los andenes y así no tener que ver los bolardos y correr el riesgo de enterrarnos anillos en el tórax. Pero cuando me imagino a las renoletas solo veo camionetas rojas alineadas a lo largo de un andén infinito y eso también me incomoda porque avanzo y veo los bolardos y las renoletas y eso es muy incómodo y el paseíto ya se vuelve angustiante y toca ver si hay un taxi por ahí, irse y evitar esos pensamientos intrusivos.

Lo bueno es que la probabilidad de enterrarme un anillo de metal verde en la mitad del esternón es baja y ya no hay muchas renoletas como para hacer una fila infinita sobre el andén, el problema es que existiera un pensamiento intrusivo con mayor probabilidad de ocurrencia y entonces me tocara tomar una decisión, algo así como si yo fuera el Alcalde mayor y tuviera que decidir sí quitar los bolardos para evitar lesiones torácicas, es preferible al costo de permitir que las renoletas se subieran a los andenes. En últimas, como eso no va a pasar, pues me tranquilizo y al cabo de dos días de pensar en los bolardos y las renoletas se me olvida.

Eso le contaba a Ernesto que es psiquíatra, es mi amigo pero no es mi psiquiatra, es un amigo que simplemente estudio psiquiatría. Pero él no puede evitar ser psiquiatra cuando hablamos y cuando le cuento sobre esos pensamientos peregrinos pues hace un esfuerzo involuntario para ubicar mis quejas en algún eje diagnóstico. A veces me dice algo, a veces no me dice nada.

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