Avatares de una usuaria en Transmilenio
Por Luis Carlos Muñoz Sarmiento* (Especial para milinviernos)
Señor periodista: Le voy a contar mis avatares como usuaria en Transmilenio. Le ruego el favor de contarlos tal cual, sin censuras previas ni auto-censuras. Espero esté de acuerdo que sólo hable yo, mujer ya mayor, en un medio tremendamente machista como el que tenemos. Todavía me acuerdo cuando por primera vez vi las vallas con el anuncio del sistema para Bogotá y el proyecto de desarrollar 12 o 13 etapas, de las cuales hasta ahora, entiendo, sólo dos se han construido y apenas está empezando la tercera. Al ver esos pulmones limpios, rojos, vitales, se me llenó el alma de esperanza porque, como no tengo carro para no contaminar, me parecía genial ese medio de transporte que iba a eliminar la polución: con ellos se anunciaba un cambio, esa palabra tan mencionada por los políticos, que transformaría la vida a los habitantes de la capital y les permitiría respirar un aire puro. Además, otros países del área, e incluso de Europa, se deslumbraron con este que consideraron un modelo a seguir.
Soy una asidua usuaria de Transmilenio y tomo el sistema entre dos y siete veces al día pues debo desplazarme a diferentes y lejanos puntos de la ciudad, a distintas horas valle o pico, durante toda la semana, es decir, de lunes a domingo. Esto, debido a mi trabajo como profesora. De antemano, advierto que no deseo dar a conocer mi identidad ya que todo aquél que se queja es considerado un revoltoso, un terrorista, un criminal. En un comienzo todo era maravilloso. Los desplazamientos eran rápidos y efectivos. Al pasar el tiempo, todos vimos cómo aumentaba el flujo de personas pero aún no sé el porqué. Al principio se usaba los domingos como medio de turismo, para visitar los centros comerciales, hacer compras, visitas y hoy en día es tan peligroso e intimidante que ya no es nada agradable para la gente. En las horas pico, es cuando surgen los problemas. Voy a citar un ejemplo, una experiencia personal del viacrucis que me toca vivir los días viernes. Salgo faltando diez para las cuatro, de la estación Alcalá, para desplazarme a la de Eldorado. Sólo basta que me retrase diez minutos para que esté en medio de un tumulto gigantesco. Soy una persona de 56 años y tengo una hernia en el estómago, lo que quizás baste para señalar que no puedo hacer fuerza alguna. Por eso, a veces es mejor ser llevado por la corriente y eso hago cuando voy a entrar a una ruta que necesito. En este caso el K-16 para ir a la calle 75 y hacer un trasbordo para tomar el G-22 que me deja en la estación de destino. Hago esto porque si tomo un “lechero” (el que para en toda estación) demoro en llegar dos horas y media, debido al embotellamiento en cada parada. Hubo un día en especial en el que sentí mucho miedo o más bien, pánico, que pensé, sin querer, en el fin de mis días. Tomé, como ya dije, el K-16 y la avalancha de gente me arrastró al interior del bus. No hay necesidad de tenerse de nada, de ninguna varilla pues todos vamos como las reses, sosteniéndonos, involuntariamente, entre sí. Y en dicho apretujamiento, empieza uno a pensar cómo salir de allí cuando toque. Sólo negociar con los que están al lado, convencerlos de cambiar de puesto para llegar a la puerta, es ya una odisea. Cuando se tiene suerte, es fantástico y si no tocar ir detrás del que se vea más fuerte, para poder salir. O si no otro por detrás lo empuja a uno y el que va adelante lo mira con recelo, si no con bronca, como si uno fuera la causa de la situación.
Pihlip Roth en los cementerios (entrevista)
Philip Roth es uno de los escritores vivos de los Estados Unidos que más aparece en los suplementos escritos en Latinoamérica. Su prolífica obra ha tocado su final sin que él haya fallecido; emitió un comunicado dando a conocer su retiro del mundo de la literatura (no se sabe si sigue escribiendo o no), generando que muchos se pregunten si es posible dejar de tomar un papel o sentarse frente a una pantalla y teclear algo, cualquier cosa, o si el acto de escribir de manera reiterada puede convertir a quien lo perpetra en escritor independientemente de que publique. Les presentamos una entrevista hecha a Roth, poco después de la aparición de su última novela, en donde expresa que, con los días, pasa más tiempo en los cementerios despidiendo a sus amigos recién muertos: