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Se destetó el aborto de Borges (short story science fiction) nominado a los Hugos

El premio Hugovski Sagarov es entregado a las peores obras de ciencia ficción publicadas en medios impresos, virtuales e imaginarios. Este año tenemos el honor de que un representante de Colombia asistirá a la cita llevada a cabo en Minsk, Bielorrusia. Este relato cuenta con el atractivo de la mentada intertextualidad que tantas tesis provoca en facultades de letras, humanidades y artes. Pedro Sánchez Merlano (miembro honorario del colectivo poético Moras Silvestres) no cabe de la dicha ante la nominación de su trabajo. No podemos dejar pasar esta oportunidad para sentirnos avasallados por la dicha pues uno de nuestros más fervientes colaboradores, entra al parnaso de la literatura de ciencia ficción de Europa Oriental. Pedro Sánchez Merlano quiere ir a Donetsk a rociar bala a cuanto separatista ruso se atraviese en su camino. Como El Manco de Lepanto, nuestro Pedro Sánchez Merlano será un mito gracias a su participación en las batallas más decisivas de este siglo. Recordaremos con mucho cariño aquella entrevista que nos brindó hace más de dos años:

Pedro Sánchez Merlano, un día ante la genialidad literaria.

Ahora disfruten de esta pieza literaria, sin igual y siempre igual, como decía don Álvaro Cepeda Samudio (integrante honorario del tríptico de Álvaros, completado por don Gómez y don Uribe).

abortoborges

SE DESTETÓ EL ABORTO DE BORGES

Pedro Sánchez Merlano. 

La matriz sicodélica y hecha de mercurio ionizado se había roto antes de tiempo. En su interior el feto que habría de convertirse en el fenómeno literario por excelencia, se hizo aborto. Cabe recordar que a don Jorge Luis Borges le habían dado la progesterona suficiente para generarle mastitis y luego de haberle implantado un útero se aguardaba que pariera un hijo, el culmen de la literatura latinoamericana, teniendo en cuenta que una vez entrado en celo don Jorge Luis fue apareado por don Gabriel García Márquez.

Antes de continuar con mi relato debo hacer notar que este Jorge Luis Borges no era el original, sino uno de los clones figurados por don Campo Ricardo Burgos, en su obra El Clon de Borges, texto que recomiendo a la pléyade de novísimos escritores de ciencia ficción que cunden como la peste negra en Europa por nuestros días.

Vuelvo a mi relato:

La sesión de apareamiento fue de difícil consecución, dado que los senos de don Jorge Luis estaban más escurridos que sus cachetes y sus nalgas semejaban un par de flores secas que harían llorar a don Pablo Neruda (el original, pues sus clones se volvieron malos y tan inteligentes que se hicieron llamar Enrique Lihn, Nicanor Parra y Robertito Bolaño). Pero el feto, que ya se  iba gestando como un profesor lleno de tics nerviosos y comentarios sagaces, solo esperaba que la leche de Gabo hiciera lo que tenía que hacer. De modo que, nosotros, es decir, yo, es decir, uno de los científicos que apoyó este experimento, tuvimos que masturbar al bardo caribeño y depositar el semen en la ranura seca de don Jorge Luis, por medio de la inseminación artificial.

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El síndrome del pedestal (novela por entregas)

Por Ernesto Zarza González

Goya

El escritor Ernesto Zarza González nos ha permitido publicar su novela «El síndrome del pedestal» por medio de entregas que haremos todos los sábados.Este es el primer capítulo que, esperamos, disfruten:

DEDICADO A:

Los mismos de siempre. Sabemos quiénes Somos.

Un cura del colegio, quien pretendía confesarme a la fuerza.

Las mujeres que me rechazaron y a las que no me prestaron atención.

 

ADVERTENCIAS:

Esta novela no contiene tantas palabras soeces, tanto sexo explícito ni tanta violencia desmedida como los dibujos animados de hoy: no es apta para niños de cualquier edad.

La inquieta imaginación del autor originó, en un acto creador, las características y la personalidad de cada personaje. Si alguna persona se ve reflejada en la novela, no hace más que afirmar su egocentrismo.

 

 

“Los libros no se han hecho para que creamos lo que dicen, sino para que los analicemos. Cuando cogemos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué quiere decir”.

UMBERTO ECO, ‘El nombre de la rosa’.

I

 

-Fantasmas que rondan por el Infierno de Dante-. Círculo séptimo (Violencia), Aro I: Violentos contra el prójimo. Homicidas.

 

            “Todo lo que nos rodea, todo lo que vemos sin mirarlo, todo lo que rozamos sin conocerlo, todo lo que tocamos sin palparlo, todo lo que encontramos sin distinguirlo, ¿tendrá sobre nosotros, sobre nuestros órganos y, a través de ellos, sobre nuestras ideas, sobre nuestro propio corazón, efectos rápidos, sorprendentes e inexplicables?”

GUY DE MAUPASSANT, ‘El Horla’.

 

            A manera de ser llamado por gritos que no tienen dueño, así deambulaba por la calle que simulaba un caudaloso río en medio de dos acantilados de edificios, tan rojos como la sangre y tan turbios como los pensamientos de quien acaba de cometer un asesinato. Las figuras de las estructuras de cemento se erguían rígidas, como las cruces en que fueron sacrificados los ladrones que acompañaron al Cristo, y de sus fachadas se asomaban rostros que le recordaban al homicida la imagen de quien fuera reconocido, hacía pocos momentos, como un ser vivo: las ventanas eran los ojos que lo miraban con reproches y las puertas las bocas que expelían las sentencias por las cuales se reconocía su culpabilidad.

            El cielo, colorado y complicado, lanzaba al hombre reiteradas muestras de protesta: se sentía insultado al tener que recibir con sus amplios colores a aquel que manchó sus manos con el líquido vital de un semejante; ora rugía de la misma forma en que lo hacía en los días de violento arrebato, ora se cerraba sobre él como lo pudieron haber hecho las virulentas aguas que se tragaron al ejército de Ramsés el Grande cuando éste iba persiguiendo a los israelitas. Y el hombre, asustado, temblando con arrebatos de terror, intentaba esconderse de la furia de los elementos envolviéndose en las puertas de los edificios, ocultando su cara y su cuerpo al empíreo que lo estaba importunando de una manera tan aberrante y terca.

            Pero es bien sabido que las culpas se cargan como fardos de conciencia que doblan con su peso la columna vertebral de quien las lleva dentro de sí. El hombre, incapaz de encontrar un refugio seguro que lo librara de las Furias que con tanto ahínco lo acosaban, gritaba contra la providencia por la mala ventura que lo llevó a cometer el crimen. Las palabras salían como ráfagas de su boca, pidiendo perdón a diestra y siniestra, hacia arriba y abajo, a todos los puntos cardinales y a todas las direcciones del firmamento. Su desesperación lo llevaba a tomarse la cabeza con las manos y a tirarse de la manera más ruda la negra cabellera que la adornaba, mientras que sus gritos hacían que su garganta se sintiera herida, tanto como lo estaban sus rodillas, que soportaban todo el peso de un condenado que se flagelaba en el suelo como señal de contrición, la carga de un sentenciado que se magullaba sin sentir el menor dolor físico. El peso moral que insidiosamente lo castigaba lo forzaba a olvidar todo lo relacionado con su cuerpo, como si este no fuese más que una quimera que desease dejar de lado y, con ella, al brutal acto que acababa de cometer.

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