Camuflaje fashion para la guerra del reconocimiento facial
Estamos siendo constantemente vigilados. Ya no es ni siquiera una cuestión de paranoia. O, tal vez, citando a William Burroughs: «a veces la paranoia es solamente tener todos los datos». Y la tecnología ha evolucionado y seguirá haciéndolo para mantenerte vigilado. No es que las cámaras económicas estén ayudando a los aficionados a enfocar mejor los rostros de los fotografiados, o que facebook te ahorre el trabajo de poner el punteador en cada cara para taggearla: las empresas tienen a su favor toda la tecnología para identificarte gracias a los dispositivos autómatas de reconocimiento facial. Esto va más allá de si decides entrar a facebook o no (no importa, facebook sabe quién eres gracias a tus amigos), si eres bueno o malo, siguiendo la falacia de «quien no tiene nada que esconder nada tiene que temer». Para evitar este tipo de razonamientos es bueno asistir a esos cursos de humanidades que tanto programador desestima arrogantemente en sus conferencias. Cuestionarse la relatividad de lo bueno o malo, los procesos históricos de las sociedades, y si queremos ser unos verdugos-víctimas de nuestro tiempo o, mejor, deseamos las herramientas para por lo menos resistir a su tiranía.
Julian Assange y el pasito Wikileaks
De los personajes informáticos que han emergido del folclor computacional, Julian Assange es uno de los más cautivantes y ambiguos. Por una parte algunos lo conciben como la encarnación del héroe cyberpunk – cypherpunk; y por otra hay quienes ven en sus jugadas algo más allá del romanticismo, como una pieza de espionaje central en el dinámico orden mundial y el juego sucio que se esconde detrás de la diplomacia internacional. En realidad, Assange poco se me parece a Herr Case (el protagonista cyberpunk de la novela Neuromante de William Gibson), lo encuentro más parecido a Julius Deane (villano de la misma novela), un anciano con apariencia de joven, involucrado con las redes más oscuras del mercado negro y las redes criminales financieras. Ángel o demonio; genio de la informática o espía oportunista; defensor de las libertades o burlón de las naciones: todas estas definiciones podrían aplicársele a Assange, lo que solo le suma grados al nivel de mitificación alrededor de su figura. Lo cierto es que a veces también estas figuras mundiales necesitan detener por una noche sus planes de conquistar el mundo y pasar un buen tiempo de dispersión. Assange durante un tiempo seguirá siendo una figura misteriosa, pero lo que no cabe duda es que durante una noche del 2009, en Islandia, su paso dominó las pistas, y no hubo Harlem Shake que valiera ante el rotundo meneo de caderas del pasito Wikileaks.