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Vino de ninguna parte. Relato de Luis Bolaños (Imperio Decadente)

Vino de ninguna parte 

Relato de ciencia ficción por LUIS ANTONIO BOLAÑOS DE LA CRUZ

 

 

«supe que si en algún momento nos quedábamos solos la encularía, imaginarlo fue en simultáneo delicia y tormento, supe que las relaciones serían intensas y rugosas, de repente contradictorias, pero nunca convencionales y llanas.»

 

 

Nota preliminar:

Encaramado en la estructura narrativa de «El Vuelco del Cangrejo» (film colombiano de Oscar Ruíz Navia – trailer 2008) tracé las rutas de la soledad que acontece tras la pérdida de alguien querido y la dificultad de la reinserción social en un marco signado por la violencia y la guerra (como lo sigue siendo Colombia hoy casi tres lustros más tarde a pesar de la victoria de Petro), eso sí, condimentado con fantasías sexuales, como es habitual en mis relatos, a pesar de acontecer en el marco de la saga del Imperio Decadente lleva la huella de la influencia de Jack  Williamson en “El Hombre de alguna parte”.

Concepto artístico de fallo mecánico en sonda rusa por Michael Carroll

 

Llegando en medio de una batalla:  La huida en sus etapas transitó de lo fraterno a lo sublime, los instantes se embutían unos en otros difuminando fronteras y almacenando conoceres, y la bionave funcionó hasta que recibió una descarga de proyectiles que rebasó cualquier plan de contingencia que tuviéramos almacenado y listo a descargarse para contener descalabros y/o amputaciones, mutilada y arruinada dejaba una estela de fracciones y compartimentos que crecían para obturar agujeros a medida que caía hacia la nube de planetoides; aún en proceso de muerte y desintegrándose continúo ayudándonos, trazando rutas de escape con diversos porcentajes de seguridad, solicité uno de los postreros, sin importar el tiempo y velocidad, me jugué un albur y acepté el riesgo, me inserté en uno de los cohescafandras y apenas si tuve que esperar para que la bionave me lanzara a mi destino.

una centaura, aproximación artística a una centóquira espacial.

Primer encuentro

Llegó de ninguna parte, apareció desde el fondo del bosque, donde no hay senderos de tránsito, lo encontré agotado, con el casco entre las manos y recostado sobre una de las raíces de un tronco de banomos (crecen en manojos múltiples entrelazados que fingen ser una sola planta, pero que en realidad son colonias que articulan su despliegue vital entre un combate donde tratan de inducir la sumisión de otras fibras mediante hormonas y compuestos  generados por sus bolsas químicas y una fusión que desintegra cortezas y pone en común los conductos) .

Gozábamos de un glorioso y dorado amanecer, casi que se podía sentir la alquimia del proceso por el cual los cloroplastos transmutaban la luz en sustancia vital y el coro de murties (quirópteros azules diurnos), flevetes (aves parecidas a faisanes flacas) y sitocos (semejantes a psitáceas parlanchinas) se combinaba con los rumores de alimañas, parquides (masivos insectívoros de color rosa-malva que avanzaban tronchando pseudomusáceas para devorar las miríadas de larvas expulsadas por la explosión de mantillo) y los quejidos de muleles (casi lemúridos con bandas blancas y celestes cruzando sobre sus anillos grises y negros para camuflaje) ocupaba cada decibel posible bajo la bóveda arbórea.

 

Las comparaciones y paquetes de datos las ejecuta de manera automática un biowiki de Terraquis (donde se ubicaba el laboratorio que nos diseñó) que llevó instalado hace ya décadas, supongo que desde antes de que arribáramos a esta tibia luna que gira en torno a un GG -gigante gaseoso- del sistema PER-449*a de clase G, pero que se activó aquí sin que ni yo, Picalbur ni ningún otro comprendiera sus principios.

 

Hay quien aventuró en alguna asamblea que fui designado como “orador” o “narrador” del grupo, de allí que mi biowiki funcionara así, pero como otros acontecimientos relativos al éxodo, permanecen en la bruma; con frecuencia ignoro segmentos apreciables de la información, pero suelo deducirla por el contexto y como sólo yo la rumió no creo que adquiera importancia para las decisiones de otro centóquiro – mezcla de centaúridos y artiodáctilos inteligentes –  quizás creados por algún proyecto de manipulación genética del Imperio cuyo propósito se extravió y mientras se decidía en que utilizarnos se nos desterró al borde de la Gran Fosa Oscura (De la cual se rumora que es un resto de masivas destrucciones de estrellas llevadas a cabo por antecesores desconocidos y que casi seccionó uno de los brazos de nuestra galaxia, en un probable experimento de manipulación de materia en volúmenes fabulosos con objetivos paranoicos)

Luego vendrían los levantamientos y la larga lucha de liberación y nos olvidaron.

Le interpelé gracias a los memes tradumaqueteadores circulando en sangre que proporcionan léxico e imágenes de síntesis:

– Soy Hiptendal -¿podemos intercambiar fluidos o información? sugerí con guiño lujurioso dejando caer la cabeza a un lado.

 

Declinó el primer ofrecimiento, musitó su nombre: Ozkallzi, pero aceptó el segundo mediante idéntico recurso, primero respiró profundo para certificar que el aire seguía siendo respirable y soltó una parrafada de la cual comprendí que deseaba bañarse (la costra de mugre bajo el traje debería empezar a picarle), comer y descansar, en ese orden, también que quería encontrar algo en que laborar y acceder a un dormitorio.

 

Le dije:

– Voy a pescar y recolectar, tendrás que apresurarte, mi zancada será dilatada porque llevó prisa, deseo encontrar liermas (gordas y menudas mantarrayas que duermen en la orilla) y muyuyes (moluscos irisados) que extraer antes que levante su giba el GG- para un sabroso almuerzo de frutos marinos.

 

Me miró con algo de estrabismo por la fijeza de la mirada, en la cual latía un pozo de tristeza irreconciliable y susurró:

– Te seguiré -. 

No obstante su promesa, apenas unas cuantas medidas de tiempo después se retrasó, cuando giré el pescuezo lo encontré mirando mis ancas potentes, relucientes, adornadas en su centro con un ano rosa, extravertido y palpitante (tengo que explicar que poseemos cuatro poderosas piernas terminadas en pezuñas suaves, en el caso de los machos como yo, con tres penes funcionales en las respectivas ingles y en el de las hembras una vagina reproductiva adelante y dos vaginas de placer a los costados; por eso observados de perfil parecemos más un cuadrópodo que un centauro). 

Me mosqueé un poco, ya que había rechazado el ofrecimiento de intercambio de fluidos al inicio de nuestra conversación, pero me coloque por empatía en su lugar y supe que estaba extasiado por la deslumbrante belleza que exhalamos con cada movimiento, quiebre o torsión que ofrecemos a miradas o sensores. Coloqué un par de frases entre los atronadores gorjeos que caían desde la hojarasca, ya que la incipiente mañana seguía siendo espléndida y ruidosa.

 

–  Puedo explicarte como arribar al poblado más cercano.

 De nuevo me miró con un rescoldo de congoja y musitó:

–  Estoy más extenuado de lo que creía, explícame y trataré de no equivocarme. 

 

Los centoquiros captamos matices de verde que otras variedades de humanoides o especies no logran absorber y gracias a un sencillo sistema de señalización cartografiamos y confeccionamos matrices de localización, supuse que sería ciego al mismo y preferí expresarlo de diversa manera: 

-Continúa por este sendero, 30 clicks más allá del altozano donde me verás desviarme hacia el interior del bosque, gira hacia la playa, encontrarás una cortina de burures (exitosa simbiosis de mangle y bambú), localiza un orificio a través de ella y arribarás a un guijarral, atraviésalo y a su final ya serás capaz de avizorar los bungalows del poblado. 

Se desplomó sobre el barro, movió la mano en un gesto de agradecimiento y despedida y estuve seguro que con la mirada clavada en mis prominentes esferas glúteas me observo marchar.

Luego supe de su ingreso a la aldea, como los corcelill@s lo rodearon, lo acribillaron a preguntas y pedidos, como lo rescató el jefe del consejo, quien le ofreció una tarea y un bohío anexo a su bungalow y como se fue integrando a la plácida rutina del conglomerado, aunque lamenté no haberlo encontrado hasta cuando ya estaba a punto de partir.

 

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Una reflexión en los anales de Pard, el gato de Ursula K. Le Guin

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A los 89 años de nacimiento de Ursula K. Le Guin, con más de un año de su deceso, recordamos a la americana, además de célebre escritora de ciencia ficción y fantasía, como una observadora de la naturaleza humana y gatuna. Por ello, compartimos una de estas observaciones acerca de su amado gato Pard, porque ella también experimentó en vida el vórtice paradimensional de cachorros y espíritus, que nos conecta con los MIL INVIERNOS, y a todos nos pone mal e infelices:

 

Quiero decir claramente que no creo que ningún animal sea capaz de ser cruel. La crueldad implica la conciencia del dolor ajeno y la intención de causarlo. La crueldad es una especialidad humana, que los seres humanos siguen practicando, perfeccionando e institucionalizando, aunque rara vez nos jactamos de ello. Preferimos repudiarlo, llamándolo «inhumanidad», atribuyéndolo a los animales. … El gato salvaje y el ratón salvaje tienen una conexión clara, altamente desarrollada y bien entendida: depredador y presa. Pero la relación de Pard y sus antepasados ​​con los seres humanos ha interferido con sus instintos, confundiendo esa claridad feroz, medio domesticada, dejándolo a él y a su presa en un lugar insatisfactorio e infeliz.