Feliz día de la imbecilidad #sciencefictionday
(Columnista invitado: William Pichapluma)
Son tres líneas las de la ciencia ficción, a saber:
- ¿Merecemos que los gorilas y las computadoras nos exterminen?: Sí.
- ¿Que los huracanes sean cósmicos y los videojuegos el subterfugio de un aburrimiento prolongado?: También
- ¿Es la vida un sueño real o la conspiración de una megacorporación farmacéutica que controla los viajes por el tiempo?: Absolutamente.
Dejémonos de quisquillosidades: Fray Luis de Granada es el último bastión del futuro. El resto es nostalgia vestida con aparatos atrevidos de obsolescencia programada. Ya lo ven, es el 2019 y Los Angeles no son en lo absoluto como la ciudad del 2019 en Blade Runner. Pensando en las posibilidades de lo real caímos en años de monotonía y ahora desaparecemos como autores de ciencia ficción que nadie extraña.
Es hora del retiro a los leprocomios donde se teja el futuro del profeta Daniel.
¿Qué le dijo un rebelde del Congo a un activista del Sillicon Valley?
— ¿Le lleno la olleta de leche o el pecho de plomo?
El activista de cerebro de silicona respondió:
— Antes llenaré tus venas de mercurio.
Y los babuinos festejaron tirándose desde un barranco, puesto que el día de la ciencia ficción perfilaba de una manera monstruosa y vulgar. Entonces las Inteligencias Artificiales convergieron en un solo mapa estelar dibujando la figura del rostro de Miguel Ángel Asturias en su edad madura. Decidieron, por fin, emular a Dios para fabricar nuevos trabajos y días y dioses más pasajeros que las narrativas distópicas que devienen sueños infantiles de pasados insulsos.
La batalla de los mundos ha empezado pues. El mundo real de Regina 11 y el mundo de ficción que nos vendieron y nosotros, como buenos imbéciles que somos, tragamos como si fuera sangüchito de mantequilla de maní.