Ningún lugar está aquí o está ahí, ni la mente está en la cabeza: Neurofenomenología
Por Omar Felipe Giraldo
Desde hace varios años la neurobiología ha estado integrando las discusiones de la filosofía fenomenológica husserliana a los estudios sobre la cognición y el cerebro.
Recordemos que la escuela fenomenológica hace una radical crítica a la arraigada creencia según la cual la comprensión del mundo es independiente del conocedor, a que todo existe sin la participación del observador y que la realidad “está ahí”, autónomamente de la experiencia de quien la percibe. En divergencia con la anterior posición, la fenomenología sostiene que la realidad surge dependiente de quien la percibe, porque los sujetos no están separados de su entorno sino que están desde siempre en relación con el mundo.
Específicamente, la neurofenomenología del chileno Francisco Varela recupera estas discusiones, señalando que para que exista una mente tiene que haber una manipulación e interacción activa del sujeto con el mundo. Para Varela, cualquier cosa depende de una constante interacción con los sujetos que la aprehenden. Es decir: está siempre coo-emergiendo como fruto de nuestra actividad.
Esta idea aparentemente abstracta puede comprenderse mejor si a un clásico experimento de Held y Hein le hacemos una interpretación no positivista:
Como se sabrá, los gatos nacen ciegos y tan solo abren sus ojos luego de los primeros ocho o diez días posteriores al parto. Pues bien, en un experimento llevado a cabo en 1958, dos grupos de gaticos recién nacidos fueron colocados en una canasta distinta al interior de un cuarto oscuro. Al primer grupo se le permitió caminar amarrado al cesto que portaba al segundo grupo de animales. Una vez los gatos fueron liberados y expuestos a la luz, el grupo que se había desplazado, se comportó normalmente, pero aquel que había permanecido inmóvil, no reconocía los objetos, se tropezaba y se caía por las escaleras. Era como si fueran gatos ciegos, aunque sus ojos estuvieran intactos.
La conclusión fenomenológica de este experimento es que el espacio surge como producto del movimiento.
Esto es realmente transgresor con las certidumbres de quienes consideran al espacio como el punto de partida; como el pilar objetivo de la ciencia que puede analizarse independientemente de cualquier interacción con los sujetos. Efectivamente, el espacio existía para los gatos caminadores, por que se habían relacionado con él caminando, pero para los gatos del segundo grupo, no había espacio más allá del de su canasta, porque antes tendrían que haberlo manipulado con su propia conducta sensoromotriz.
La mente como señala Varela, no podría estar en la cabeza de alguien de manera individual, pero tampoco afuera, porque supondría partir de un mundo o bien solipsista o bien objetivo. Más bien la conclusión que nos muestra -ya no solo la fenomenología sino la también la ciencia neurológica-, es que la cognición -y la realidad- se produce por el acto de interactuar con el medio.
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