El incierto destino de Alf
A finales de los ochenta y comienzo de los noventa, salieron unos cuadernos en cuya carátula Alf, el extraterrestre, aparecía vestido con traje y corbata y a su lado había una leyenda que rezaba: «No hay problema, viejo». Pero sí hubo un problema. Quizá ni los mismos creadores supusieron que el último capítulo de la serie televisiva de ese extraterrestre (1990) iba a ser el que fue.
A diferencia de otros alienígenas, Alf no tenía las características de un sujeto que perpetrara proezas o un organismo poderoso que quisiera exterminar a la especie humana. Al contrario, era tan fágil como sólo un humano puede serlo frente a otro humano. Él sólo suponía un peligro para los gatos- los felinos de gran tamaño, por más que los apeteciera, terminarían engulléndolo- y la tarjeta de crédito del jefe de la familia Tanner, que fue la que lo cobijó y ocultó de ese mundo inhóspito que había al otro lado de la puerta.
Sin más efectos especiales que el uso de un disfraz que le colocaron a un enano húngaro -Mihaly Meszaros hacía las escenas donde el alienígena aparecía de cuerpo entero- se llevó a cabo una serie televisiva que no ostentó de un gran presupuesto. Se demostró que no se necesitaba ni grandilocuencia ni gravedad para hacer un relato sobre un ser de otro planeta. Alf estuvo en el otro extremo de las graves producciones de Spielberg y Lucas.
El final inesperado de la serie Alf es una interpelación a lo que denominamos ser humano, es decir, a lo que la cultura occidental ha decidido que es un hombre , a sus instituciones, a su moral. Como en las grandes narraciones, se deja al lector -en este caso el televidente- para que él saque sus propias conclusiones.
Este extraterrestre allanó el camino para a burla que tuvo su apogeo con los Simpson. Era necesario colocar los vicios en un cuerpo extraño y peludo para que quienes lo observaban tras una pantalla de televisor advirtieran que él tambien veía series en un sillon mientras comía algo grasoso.
Alf fue apresado y aunque se hizo una película que buscaba consolar a todos los niños que empezaron a temerle más a un escuadrón de policía que a una nave extraterrestre, no hubo caso. Ojala no le hayan abierto el vientre y extraído las entrañas como lo hicieron en Roswell. Ojala haya escapado en un asalto perpetrado por sus amigos melmacianos y, sacudiéndose del horror, le haya dicho al jefe de tripulación: «No hay problema, viejo»
Acá puedes ver el ultimo capítulo de la serie