Crónica tenista en los juegos de la desesperación.
Algún día se van a acabar todos los juegos y ese día no querremos estar secos. Pero la sed también se cansará y, por lo tanto, quedaremos solitos con nosotros mismos.
Estas eran las reflexiones de Víctor Kerofilis al encontrarse con su amiga Lunática Gotovina en las puertas del Club Reptiliano. Justo cuando sabían que los asteroides habían sido desviado gracias a las oraciones del divino hermano Luis Antonio se aprestaron a cubrir un evento tenístico internacional.
En el discurrir de la justa deportiva, en medio del más solemne silencio que implica un juego tan aburrido, arribista y banal como es el tenis, Gotovina se dirige a Kerofílis de esta forma:
- Chato, ¿cuéntame, qué has leído?
- Querida amiga, leí que la masturbación trae consigo una notable mejora en el léxico y quedé absorto ante tal afirmación carente de raciocinio. Me exacerba cuando de soslayo un petulante enarbola cultismos de rimbombantes como banales corolarios cuyo efímero fin es obnubilar.
- Lo que me obnubila es observar que nos has dejado esa afición por la paja. Pero, ¿sabes algo? La prefiero por sobre este partido entre la rusa y la polaca.
- ¿Sabes algo, amiga croata? Pues a mí este partido no me inspira sino unas ganas las berracas de sacudirme el prepucio.
- Veo que no has dejado tu característica ternura de desgraciado.
Las tenistas jugaban con una potencial fuerza de brazos que aterraron a kerofílis al suponerlas en pleno reme con un senegalés. ¿A costa de qué el tenis destruye el autoestima de sus espectadores? Cada hombre que va a observar a las chicas siente que sus piernas son de una pajarita en comparación con esos muslotes. Cada mujer sabe que el uso de esas faldas diminutas forma parte de la dictadura de los machos cuyas vergas algún día cortarán.
Como la tristeza empezaba a hacerse pesada, el cielo se desplomó en un valle de lágrimas negras. Esas rubias desaparecieron como hologramas que se cansan y en las graderías solo quedaron los dos amigos. La Lunática recordó que había olvidado el Alprazolam y la hiperactividad le pudo para asumir que iba a ser otra jornada olvidable. Kerofílis, entretanto, devoraba un buen trozo de sobrebarriga que le habían obsequiado sus amigos del club reptiliano.
Pocas esperanzas quedaban para seguir viendo los espectáculos tenísticos. Una vez más se quedaban con las manos vacías.
A la salida Lunática preguntó al chato Kerofílis que si pensaba masturbarse aquella tarde para mejorar su léxico.
- Naturalmente, compañera. Una masturbación es mejor que mil páginas de Rufino José Cuervo. ¿Y tú, cuéntame, a qué te dedicarás en esta vespertina aciaga?
- Creo que le voy a jalar al ribotril.
Ambos se despidieron con una tristeza que no les cabía en el cuerpo y pensaron en mil y una maneras de matarse que nunca ejecutarían. Por ahora, el juego quedaba en una masturbación y un viaje de ribotril. Es decir, en un tie break interminable.
Esto fue MIL INVIERNOS SPORTS reportando los juegos de la desesperación.
El magnate valiente (cuento de sci-fi)
EL MAGNATE VALIENTE
Por: Luis Cermeño Y Felipe Escovar
Dedicado a Kero-uac, el perro más tierno y churriento del Bronx.
I
Víctor Florencio Kerofilis se preguntaba cómo, en las costas de una mar tan sucia como la Mediterránea, había quienes decían ser testigos de la más vasta cultura conocida por humano alguno. Claro, eso hasta que llegaron los espectros de Nibiru. Empacó sus maletas de su natal Creta rumbo a la desconocida e ignota ciudad de Bogotá. De esta población sabía que tuvo que ser bombardeada debido a la invasión de enanos que provenían del subsuelo. El canibalismo referido en las crónicas leídas por Kerofilis para mejorar su nivel de español, lo hacía reír a carcajadas y soñaba con el día en que pudiera recorrer esas calles y hacer un asado de pulmón humano.
II
Años después, Kerofilis acumuló una gran fortuna gracias al tráfico de bilis del Oso Media Luna. Se paseaba en su convertible blanco por las calles más prestigiosas de Atenas, ahora capital del protectorado Alemán. Víctor, en su comercio diario, conoció al colombiano Hernando Plazas, viejo cirujano plástico que quebró cuando en el mundo inventaron androides prostitutas mucho más baratas que las prepagos. Hernando convenció a Víctor de asentarse en la próspera ciudad de Bogotá, llamada también la Atenas sudamericana.
III
Cuando pisó suelo colombiano, Víctor confirmó la aseveración de su conocido, diciéndose que efectivamente los maricas bogotanos eran tan proclives al desgarre anal como los Helenos.
-¿Habrá nacido algún Platón por estas tierras?- Le preguntó Víctor a don Gervasio, el dealler chocoano que lo contactó con el comercio de psicoactivos del centro de Bogotá.
-Pues Platones, Platones, no. Pero viejos pedantes y maricas, sí. Ídem: Nicolás Gómez Dávila.
-Quiero darle a probar mi droga a ese tal Nicol.
-Pues, hermano, tenemos que ir hasta el cementerio central. Allá, en la cámara de criogenia, está el viejo haciendo escolios a su texto implícito.
Se dirigieron directamente del aeropuerto al cementerio; querían seguir estando en las nubes, entre muertos, porque estar suspendidos allá arriba es como estar suspendidos acá abajo. Sin dejar las maletas en el hotel, acercáronse al panteón de Nicolai.
El encuentro fue decepcionante a juicio de Víctor; el viejo se ufanaba de saber griego, pero, la verdad, lo hablaba con la fluidez de un tartamudo subnormal. Sus alusiones a autores latinos y griegos estaban llenas de las chapuzas propias de aquellos mequetrefes que, en vista de no poder decir nada, dicen mucho.
-Vamos mejor al hotel y miras tu canal neonazi de History Channel, Victor.
-La verdad es que no hay mucho por ver acá.
-No creas, hay mucho, hace unos días se legalizó el último deporte con vocación de espectáculo masivo: NEVI.
-Ese nombre no me dice nada.
-Exactamente, no te dirá jamás cosa alguna porque cualquier adjetivo desaparece ante lo que vas a ver.
Fueron en la limosina hacia el sector de San Bernardo, en el centro de la ciudad. A medida que se acercaban, el cretense sentía revivir los incendios de la vieja Troya; en cada esquina un sacolero con ojos perdidos lo retrotraía a las miradas de Aquiles herido de muerte.
El viejo poeta marica que hablaba de los viajes a Ítaca no tenía idea que para el desamparo también había un lugar en el mundo, es decir, un cambuche debajo del puente para fumar hasta las cenizas del final de los tiempos.
Entraron a un edificio en ruinas y se escuchó la risa de una mujerzuela que, al percatarse de la figura notable de Víctor, dijo:
-Huy, ese gringo está ojibrotado
Víctor bailó sus pupilas semejantes a un par de bolas de billarpool y, con un rictus de resignación, le explicó:
-La tiroides me jodió, señorita, y estos ojos están que se me salen disparados. Parezco una criatura de la Warner Bross, ¿cierto?
Los drogadictos y las putas (también drogadictas) celebraron el chiste y, sin más ni más, le pusieron el mote de Warner Bross a nuestro héroe. Entonces le propusieron hacer la Tom y Jerry.
-Y eso, ¿qué es?- dijo con excitación Víctor.
-Verás, te pones una docena de bichas de bazuco en la boca, no importa que al principio parezca que no te caben, tienes que ponértelas todas, en seguida, las prendes al tiempo, inhalas el humo y quedas pero listico.
-Listo, ¿para qué…?
-Pues para la rumba, mi amor, y para olvidar a qué sabe el bazuco y por eso tendrás que probar y probar, una y otra vez: para recordar a qué era que sabía esa bicha que te acabaste de fumar.
Una vez terminado el ritual, Víctor sintió en su cabeza el sonido que hace un interruptor de la luz al encenderse, pensó que la tierra había sido deshabitada y que el último cohete se marchaba sin él, el gran magnate de las islas griegas.