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De los álamos el viento, por Ramón García Mateos. Ilustraciones de Fernando Vicente. Faktoría K de libros.

Por Manuel García Pérez

@ManuelGarciaOri

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 Publicado en en Kalandraka, De los álamos el viento, de Ramón García Mateos comprende la recuperación de canciones populares con una intensidad lírica que reconcilia al lector con espacios simbólicos de una infancia tantas veces evocada. La literatura oral de estos versos refleja ese sentimiento ancestral por añorar lo que ya no se tiene. Una infancia matizada por la ensoñación de los objetos y los espacios reside en la memoria del autor que compone, sosteniendo en la repetición y en la rima, esa melódica intención.

  En estos versos, la infancia es un tiempo idealizado que contrasta con las inclemencias del devenir: “Con la luna luna/ que te quiere ver/ vienen las estrellas/ y el sueño también” (pág. 24). La precisión de algunos enseres para denotar lo entrañable y la inocencia es una constante expresiva en las diferentes nanas y canciones: caballos, cunas, romero, rueda, caramelos. La sencillez expresiva que facilita la memoria de esa primigenia luz que asoma en los ojos del niño destaca también en los dibujos de Fernando Vicente; difuminados, esenciales, ingenuos. Así que los versos se caracterizan por esa fascinación que ejerce aún la copla, el sueño, las fuentes, las caricias, como si, en esa voz poética existiese una decepción ante la realidad de un mundo que ahora nos compromete y nos obliga a conocer solamente desde la certeza.

  La incertidumbre, el encandilamiento, la alucinación, sin embargo, transcurren por este poemario buscando la coincidencia con los espacios perdidos que el lector recobra en la escritura de la propia imaginación. La canción es un estímulo, una proyección de un momento que nunca existió en el pasado, un eco que aceptamos como un recuerdo pleno y consistente como si todas las infancias fuesen la misma sobre la que escribe García Mateos: “Duerme mi niño/lucero de estrella/pequeño amante/ de luz y tierra./ Con tierra y fuego/ amante mío/ se hacen mis versos/ de amor y olvido” (pág. 31).