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Dios conoce sus almas solitarias. Alusión a su lanzamiento en la Filbo 2016

Había una vez un taxista que me dijo: “Yo no entiendo a la gente; todos los días debe aguantar que se lo soben en el transporte público y se la pasa maldiciendo por eso. Pero llegan los fines de semana y esa misma gente se encierra en lugares parecidos a los galpones en donde hacinan a los pollos y sonríen porque se lo siguen sobando.”

Ignoro si lo que le soban a las gentes es alguna de las denominadas partes íntimas; quizá genitales o eyector, quizá nalgas o axilas. Ignoro si lo que le soban corresponde, también, a alguna de las las partes íntimas: quizá genitales, quizá eyector, quizá nalgas o axilas, quizá todas junta o, quizá, ninguna.

Puede ser que eso con lo que se soba y lo que es sobado sean entidades emanadas de planos metafísicos.

Lo que sí es cierto es que ese sentimiento de aglomeración y roce en el que uno incurre cuando se lo soban, afloró en la feria del libro de Bogotá el sábado 30 de Abril de 2016. La fila para comprar boletas daba la vuelta al reciento y sobrepasaba varias cuadras y no se podía tomar un solo volumen de los stands desparramados por los distintos pabellones que semejaban esas cárceles con un hacinamiento del 100%.

Pese a todo ello pude llegar al espacio de la editorial Collage. A la cinco de la tarde fue el lanzamiento de los libros “El caso Russi” de Fernando Iriarte,  “Un muñeco en la acera” de Sonia Truque y “Dios conoce sus almas solitarias” de Luis Cermeño.

Truque e Iriarte presentaron sus trabajos, encuadrados dentro del llamado género negro, haciendo una breve exposición sobre el tema que los convocaba, sumergiéndose en un mundo que no suele ser muy acuñado en suplementos y magazines culturales; “El caso Russi” retoma el tema de un abogado del siglo antepasado que fue asesinado en Bogotá debido a su comprometida labor de acompañamiento a las clases menos favorecidas; “Un muñeco en la acera” plantea una selección de relatos diseminados en tres volúmenes que, con anterioridad, publicó la autora.

El libro “Dios conoce sus almas solitarias” es fruto de un trabajo de más de década y media de trabajo de Luis Cermeño, como él mismo lo expresó durante el lanzamiento. La gran mayoría de sus escritos fueron publicados en diferentes medios de la red e impresos tanto en Colombia como en distintos lugares del mundo, los cuales no pueden circunscribirse a la ciencia ficción aunque de ella parten.

De esta manera Collage sigue consolidando un catálogo que cuenta con autores como Antonio Mora Vélez, uno de los fundadores de la tradición de la ciencia ficción en el país, el propio Iriarte, reconocido por ser impulsor del género negro y nuevos autores como Cermeño o poetas con un espacio reconocido como Fernando Denis o J.J Junieles.

El espacio del lanzamiento estuvo bombardeado por el ruido de los compradores que se sobaban de pabellón en pabellón. Cualquier desprevenido podría pensar que Bogotá es una ciudad atiborrada de lectores. Sin embargo, en los respetivos rankings, tanto la ciudad como el país no aparecen en los primeros lugares.

Entonces surge una pregunta: ¿A qué va la multitud a la feria del libro? ¿A comprar libros que no leerán? ¿A sobarse y que se lo soben, como dijo el taxista cuyo rostro se ha perdido en el espejo retrovisor que apenas lo reflejaba cuando yo intentaba mirarlo mientras le hablaba y él me contestaba durante un trayecto que no recuerdo?

 

Una entrevista a Adolfo Antonio Ariza Navarro, autor de "Mañana cuando encuentren mi cadáver"

Ariza

Mañana cuando encuentre mi cadáver obtuvo el premio a  mejor novela corta en el certamen Juan Rulfo organizado por Radio Francia Internacional en 2009. A pocos días de la noticia, en diciembre de aquél año, tuve la oportunidad de entrevistar a Adolfo Antonio Ariza, su autor; su nombre apareció en algunos diarios pero, pese a su galardón, tuvieron que pasar seis años para que alguna editorial publicara este trabajo. La que se animó a hacerlo fue Collage, que el pasado 27 de Agosto presentó el libro en Bogotá. A continuación, les presentamos esa vieja entrevista, perdida en los archivos de ancianas y desaparecidas revistas dominicales:

-¿Cómo surgió esa mixtura entre un cuadro del suicida Luis Perú de Lacroix y biógrafo de Bolívar, y el personaje de tu novela,

En realidad, hay un antecedente y es que esta obra se construye a partir de otra, no como un apéndice, sino para completar algunos conceptos que se habían dejado de lado.  Conceptos que yo no había considerado apropiado incluirlos en aquella.  La novela de la que hablo trata de una historia sobre la pérdida de la espada de Bolívar ocurrida en nuestro país en el año de 1974.  Investigando sobre este suceso y el hecho de que Perú de Lacroix fuera el biógrafo autorizado de Bolívar, me topo con su fin trágico producido en 1837 por su propia mano.  Esto dispara un resorte en mis ideas y entro a pensar en cuál sería la actitud de un hombre, hoy día, igualmente desesperado al percatarse de este hecho.  Entonces este hombre hace lo que ve hacer a su referente más próximo, Luís Perú de lacroix: autoliquidarse dejando a sus congéneres una explicación sobre las causas de ese suicidio.  Su nota final la constituye esta novela.

El cuadro aparece en la sala de su casa como un recordatorio de las ideas del prócer –hoy día falseadas-, como una excusa para penetrar la mente del lector y comunicar el legado de Bolívar y ofrecer algunos cuestionamientos sobre el particular.

-¿Quien afirma de entrada que la vida es realmente estúpida , y cita como ejemplo el acto de limpiarse el culo?

Como podrás ver, es una novela arriesgada, que se lanza desde su primera página arriesgando una tesis.  Una tesis que el personaje trata de sustentar durante todo el relato.

-A lo largo de la novela, aparecen nombres como los de Nietzche, Wilde, Camus, entre otros, ¿Es esa la tradición de lecturas del personaje de tu novela, o también puede ser una cartografía de las influencias tuyas a la hora de emprender tu escritura?

Naturalmente, hacen parte del proceso de construcción psicólogica del personaje.  Lo que se pretende es darle una fortaleza a su posición frente a las circunstancias que le aquejan.  Y tiene cierta lógica.  Hasta un insulto lanzado al desgaire debe sustentar y mostrar, retratar, la condición social y psíquica del insultante.

Ahora, no debemos olvidar el concepto constantemente renovador que produce la escritura.  La memoria del hombre es una especie de jardín interior que crece en desorden.  Y la misión del escritor de alguna forma es la del jardinero, podar  las ramas muertas de la vid y refrescar las flores que adornan esa mansión.  Por eso se recurre a Wilde, a Camus y a muchos otros, porque es un patrimonio que está ahí, que nos pertenece a todos y que debemos desempolvar de vez en cuando para mostrarle su fruto a las nuevas generaciones de humanos.

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