CRIPTO PARTY CHOCONTÁ CELEBRA A TURING (Ficciorama)

La cuadragésima novena edición del fanzine de producción quirográfica, FICCIORAMA (reproducción mecánica y de distribución repentina mensual) rindió  un pequeño homenaje a Alan Turing, un héroe criptopunk. Este número incluyó el cuento de Luis Cermeño que a continuación os compartimos:

 

El fanzine completo se puede ver acá:

 

 

CRIPTO PARTY CHOCONTÁ CELEBRA A TURING

Por Luis Cermeño

collageturingw

 

 

Clifordo miró la pantalla de la laptop de Olafo, que corría en Arch Linux, y le preguntó qué carajos estaba haciendo:

– Estoy mintiendo.

Esa es una puta paradoja lógica, le reclamó Clifordo, y siguió con el reto de crear túneles seguros en OpenSSH.

Cuando perdieron el reto, ambos se fueron renegando hasta la sala de los pcs y allí empezaron a jugar frenéticamente La Batalla por Wesnoth.

Alan Turing era el homenajeado esa tarde en la Cripto Party de Chocontá. Esto significaba que por ese día terminaban los retos, la oportunidad de ganar unas buenas consolas, tomarse fotos junto las estupendas modelos de las marcas patrocinadoras, y de ganar un poco de prestigio entre la comunidad cundiboyacense de programadores y criptopunks.

Lo que seguía esa tarde en la CP serían charlas de pendejos pseudo-especialistas y uno que otro activista loco que se pusiera a reclamar por los derechos de los gays en las comunidades de redes y seguridades.

¿Comunidades?

Ríeron ambos al unísono, y tomaron sus mochilas para irse a pasear por el campo, disfrutar de las fresas de la región y darse un baño en las termales.

El sol sabanero esa tarde arreciaba las hormonas adolescentes de los programadores que se embadurnaban con el saludable lodo de las termas. Embriagados por el día, la juventud y el software, se acercaban con más confianza y se detenían más atentos al brillo de sus ojos inteligentes.

– ¿Entonces todo esto fue creado por una marica? -Preguntó Olafo

– ¿Te refieres al sol, las termales y las fresas?

– No, idiota: la informática, la criptografía y los fundamentos de la computación moderna.

– Por dos maricas, diría yo – dijo con la mano sobre la barbilla, Clifordo, que se las daba de intelectual.

– ¿Y cuál es la otra marica?

– Ludwing Wittgenstein, el más grande filósofo de todos los tiempos.

– No entiendo qué tiene que ver ese con Turing. Bueno, tampoco sé quién era ese Bit Einstein y qué tiene que ver un filósofo con los elegantes algoritmos de la computación.

– Era también marica, a saber.

– Comprendo, pero ¿qué tiene que ver Einstein con Turing?

– Einstein NO, marica: Wittgenstein, Bit Gen Stein.

Discutieron toda la tarde, después de las termales, bebiendo una canasta de cervezas Pilsen. Allí Clifordo le expuso a Olafo la paradoja de Epiménides, una de las contradicciones favoritas de Wittgenstein.

– ¿Ese Epiménides no es el peón de la finca de su tío?

– No, ese se llama Parménides. Y solo habla que la vida es muy dura, la paradoja de él es que sigue viviendo a pesar de que afirma que ya no aguanta más esta comedera de mierda.

– Ese pobre no se repone desde que su esposa, la retrasada mental de ojos zarcos, se la jugó con el jornalero de la otra finca.

En 1939, Alan Turing asistió a las clases de Wittgenstein, curioso, porque el austríaco nacionalizado inglés, dictaba una materia homónima a la suya: Los Fundamentos de las Matemáticas. El autor del El Tractatus logico-philosophicus se divertía escandalizando al autor de Sobre Números Computables al recordarle lo importante que era formalizar las matemáticas, puesto que según sus palabras “lo que llamamos un descubrimiento matemático es en realidad un invento matemático”.

Turing ardía de rabia y se iba de clase odiando a ese arrogante viejo. Recordemos que para esa época, el inventor de la Máquina Universal tenía 27 años, y el filósofo ya estaba en sus 50 años. Para Turing solo era formalizable los números cuyos decimales podían ser calculados por medios finitos, o sea, si podían ser leídos por una máquina. Esto significó los límites de la computación. Todo esto lo leyó Clifordo en el ensayo sobre La Historia Marica de la Computación parte 2 de Jacob Gaboury, que se puede encontrar en la dirección: http://rhizome.org/editorial/2013/mar/19/queer-computing-2/

– ¿Por qué me das un link si estamos conversando? –Preguntó Olafo

– Porque no quiero que me llames plagiador.

– Los buenos criptógrafos copian, los criptógrafos geniales robamos.

– Cállate y róbame un beso.

Esa noche pasó lo que tiene que pasar entre dos hackers jóvenes que se gustan más allá de lo físico. Pero al día siguiente ya no se querían ver, de repente ambos se repelían y no se soportaban. Al final de la tarde, al cierre del evento de Criptografía más grande celebrado en Chocontá, Olafo se acercó bruscamente a Clifordo.

– Oiga, aún no entiendo cuál fue el aporte de Bit Einstein a la computación moderna y la criptografía.

– Yo tampoco, pero creo que si esos dos matemáticos geniales se hubieran entendido, la informática sería algo más excepcional, una cosa monstruosa que desde nuestra perspectiva actual no alcanzaríamos a sospechar. Imagina esos dos sistemas: el de Wittgenstein y el de Turing comprendidos en uno solo, que tal vez fuera más allá de los límites de la computación que quiso fijarle Turing.

– Y me contabas que ambos eran maricas, ¿será posible que hubieran tenido algo?

– Es posible pero poco probable. Wittgenstein en ese entonces tenía una pareja, un inglesito espigado llamado Skinner y, por otro lado, ya sabes que la homosexualidad se mantenía oculta, pues era un crimen en Inglaterra.

– Aún hay gente tan criptíca que mantiene ocultas sus tendencias – dijo Olafo viendo con odio a Clifrodo.

– Lo que me parece más probable- siguió divagando Clifordo, haciendo caso omiso a los reproches de Olafo- es que ninguno de los dos hubiera percibido la homosexualidad del otro.

– ¿Estás sugiriendo que Turing pudo desencriptar la poderosa máquina Enigma pero nunca descifrar el sexo del profesor que daba su misma cátedra en Cambridge?

–  Turing aseguraba que las intuiciones estaban por fuera del rango de la computación, o sea de la máquina de Turing.

Pasaron los años, Olafo se fue a San Francisco a abrir una Start-Up que, como todas, fracasó. Volvería a Tocancipá a montar una empresa de transporte público. Clifordo se graduó de filosofía y en ocasiones, en el colegio en donde enseñaba, mientras veía a los muchachos jugar fútbol, recordaba aquella tarde en Chocontá en que conoció el amor y lo perdió.

Sacaba entonces un papelito de su chaqueta y leía el poema de Swinburne que lo definía todo:

Recuerdo el día en que partimos,

Y el día que nos conocimos;

Esperabas que ambos estuviéramos con el corazón roto,

Y sabías que ambos deberíamos olvidar.

 

Y lo mejor y lo peor de todo esto es

Que ninguno se puede culpar más

Si tú has olvidado mis besos

Y yo he olvidado tu nombre.

(Algernon Swinburne)

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One response to “CRIPTO PARTY CHOCONTÁ CELEBRA A TURING (Ficciorama)”

  1. Edison Delgado Yépez says :

    XPZ 457

    Pobre tonto corazón/
    que siempre caes en las redes del amor/
    amores imposibles/
    toda clase de amores/
    siniestros/
    pecaminosos/
    alterados/
    impulsivos/
    ¿cuándo te vas a quedar quieto tonto corazón?/
    tal vez nunca/
    porque así son las cosas del amor/
    porque me haces vivir cuando te tengo entre mis brazos/
    cuando te hago gemir y gritar de amor y pasión/
    pobre y tierno y tonto corazón

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