Encuentro Fractal 12: Ecos de la programación de realidades
Subíamos por el metrocable aéreo (Un gran teleférico) de Medellín, el de la línea K, tal vez por la K de Kafka, al estar ubicado en una zona deprimida de la ciudad. Íbamos por encima de la pobreza, encapsulados en este cilindro transparente que la ciudad ofrece dentro de los servicios turísticos, pensando que tal vez más que un medio de transporte era una especie de «museo del futuro» que daba la posibilidad a los ricos de ver cómo vivían los pobres en las periferias. Desde allí nos impresionó la inmensa estructura de la Biblioteca España.
Una vez llegamos a la estación Santo Domingo hicimos el trasbordo a la línea L, tal vez por la L de Robert Louis Stevenson, al tener como destino un parque que ofrece como entretenimientos la naturaleza y las aventuras. Ascendíamos hacia el parque Arví, en una cabina acompañados de una hermosa niña de aproximadamente seis años de edad junto a su padre; ella le consentía al padre la mano amputada de tres dedos, al tiempo le reclamaba no llevarla más seguido al parque.
Mientras pasábamos por encima de la rica vegetación veíamos cómo un gigantesco simio se balanceaba por las copas más altas de los árboles y, en un momento de terror, saltaba hacia el cableado del teleférico con intención de morderlo, en ese instante un ángel saltó por encima de uno de los cilindros y desenvainó un machete. «Este condenado mico», se quejó, como quien está acostumbrado a este tipo de molestias, y arrió al gigantesco primate de nuevo a la espesa selva.
Nos retiramos los cascos de Realidad Aumentada una vez nos encontramos en el Encuentro Fractal 2012, con el ánimo de aprender algo sobre la programación de realidades. Allí estaba el escritor norteamericano Paul Di Filippo leyendo el cuento Mood Room, que trata sobre un conferencista del futuro que narra el génesis, desarrollo y ulterior éxito de estas habitaciones, proceso en el que intervino tanto el conocimiento científico, las actitudes de los inventores y una extraña simbiosis de la tecnología inteligente con los deseos humanos.
Después de esta narración, siguió la conferencia de Jenniffer Magnolfi sobre programación de ambientes. (Más detalles sobre esta conferencia: acá )
En seguida la intervención del ingeniero y matemático Juan G. Lalinde titulada «humanos y algoritmos». Según Lalinde, un algoritmo es una secuencia de pasos en donde alguien indica cómo hacer las cosas. Esta secuencia no es la única. También nos habló sobre un proyecto de la Universidad de Antioquia para detectar medicamentos, mediante modelos informáticos, en el tratamiento de la Leishmaniasis, pues es una enfermedad que no le interesa a las farmacéuticas y sigue consituyendo un problema para países del trópico. (Sobre el futuro del Leishmanis puedes consultar este enlace)
Ns fijamos en el rictus de concentración de uno de los asistentes ante el conferencista. Una concentración que se sustentaba en la atracción física, en esa que tienen los viejos verdes al ver a una niña de doce años, en este caso el conferencista es ese objeto amado, ese objeto que es un auto sacramental del romance.
Después vino la hora del almuerzo, suficiente como para permitirnos recorrer el área de la construcción llamada Ciempiés en el centro Comfama. El edificio en forma de arcología remitía ecos de una Interzona cafetera, una suerte de naturaleza domesticada en contraste a los aullidos de gorila con premoniciones de ataques de hormigas gigantes nos apresaron en lo que parecía ser una pesadilla o una realidad provocada por la ingesta del alimento. (Si quieres saber más sobre arcología lee esto)
Tras las alucinaciones gastronómicas, fuimos a las de tipo conversacionales. Volvió al ruedo Paul Di Filippo, con el tema «El fin del resistencialismo». (Para más detalles de esta conferencia: ver.)
Raquel Herrera luego expuso las dificultades de traducir un libro como Jpod de Douglas Coupland (Sobre esta conferencia puedes consultar en esta nota)
La última charla fue impartida por el japonés Keiichi Matsuda, inspirada a partir de una cita de Thomas Pynchon, en la que sustentó la idea de una hiperrealidad subjetiva programada a través de sistemas de Realidad Aumentada.( Sobre esta charla puedes leer aquí)
Hubo un espacio para la interacción con los invitados. Un hombre que quedó obnubilado por la propuesta de Keiichi se le acercó con el fin de preguntarle sobre esta pero en lugar de dirigirse a él por su nombre le llamó Itchy, tal vez la confusión lo remitió al ratón despiadado de la serie favorita de los niños en los Simpson, o quizá había sentido la belleza del expositor actuar en su interior con el sofisticado sigilo, fina precisión y gélida crueldad de Ichi The Killer. Pronto este confundido hombre fue alejado de Keiichi por una turba de mujeres asistentes que quisieron saber más sobre la domesticación de ese caballo recio conocido como realidad.
Paul Di Filippo recordó los años de estudiante cuando fue uno de los mejores en la clase de español. Nos contó sobre la vez que volvió a ver por casualidad a su maestra y se avergonzó por haber dejado atrás el estudio de este idioma. En lugar de ello, se dedicó a estudiar ciencia y a escribir ciencia ficción. Sobre la importancia del saber científico en el género nos dijo:
Aunque la ciencia ficción tiene un gran porcentaje de ciencia, no hay que olvidar que la ciencia ficción se trata más de una actitud.
Raquel Herrera entre risas, mientras servía un vaso desde una jarra cristalina de agua, nos contaba sobre la gloria y descenso de las narrativas de videojuego en el circuito académico español. «La crisis se lo llevó todo», inquiría sin perder la sonrisa. «Y sin embargo, hay más ganancias en la industria del videojuego que la del cine, por la demanda mundial que representan los videojuegos en el mundo entero.»
En el panel de clausura los invitados compartieron las impresiones finales que les generaron todas las charlas y el evento en general. Paul Di Filippo moderaba como un senador de la corte de la imaginación. Todos estaban ríendo, pasando un gran momento. Dirigían las gracias a los organizadores del evento, a Hernán Ortíz y Viviana Trujillo, artífices cada año de una experiencia única y sin embargo Fractal en el universo interno de cada asistente. En la sesión de preguntas finales de la audiencia, algunos se quejaron de la poca asistencia del público. Di Filippo aprovecho para comparar el Encuentro Fractal con el primer concierto de Velvet Underground al que asistieron solo 100 personas. En términos de cantidad se podría pensar que había sido un fracaso de concierto; y sin embargo, cada uno de las 100 personas salieron tan encantadas de ese primer concierto que fueron regando la voz sobre lo genial que era la banda de Lou Reed, lo que sirvió para consolidarlas como una de las mejores bandas de rock del mundo.
En el viaje de regreso, por las bellas montañas que circundan Medellín, volvimos a conectarnos los cascos de Realidad Aumentada. La incesante lucha descarnada entre el Simio Gigante y el Ángel con Machete seguía su curso. Ahora el Simio pateaba la fachada de la Biblioteca España, rompiendo su coraza y revelando un edificio bastante regular; el gorila introducía sus monstruosos brazos sobre los anaqueles revelando un gran vacío en ellos; entonces el primate se desesperaba y empezaba a emitir aullidos de rabia. El ángel aparecía por otra región del escaner de la ciudad y saltaba nuevamente sobre el animal.
– Otra vez están hackeando la puta realidad.
Dijo mi compañero que se desconectaba su casco para ver la miseria de la ciudad debajo del metro.
(Más sobre hackeo de la realidad acá)