Feria madre (sexta entrega)
Por Pedro Escobar Escárraga
Hoy les presentamos el sexto capítulos de la novela «Feria Madre», la novela escrita por Pedro Escobar Escárraga e ilustrada por Pedro Pablo Escobar Muñoz; ya Simónides se está acercando a la ciudad donde se realizará el evento mundial . Podemos percibir el cruce entre tecnologías visualizadas en el siglo XX para comprender la encarnación de utopías tecnológicas y el origen de pensamientos nacidos en la profundidad de las montañas. Si desean leer uno de los capítulos anteriores, sólo hay que oprimir el número corrspondiente: 1, 2, 3, 4, 5:
CAPITULO VI
DE LOS PROFETAS, LOS MILAGROS Y LA GRAN UNIDAD
En el horizonte sur se divisaba el dibujo de las cimas de las almenas coronando los muros de CIUDAD ESPERANZA. Y, frente a estas, el suelo tapizado de automotores de gentes que, llegando a la gran feria, dejaban sus carruajes afuera en cumplimiento de la prohibición de su presencia tras los muros.
Era un día radiante. Había gran movimiento en el campamento. Simónides se unió a los marchantes, había tristeza por la pronta separación y satisfacción por haber llegado al objeto de tan singular marcha. Habían caminado muchos kilómetros bajo la lluvia y bajo el sol, disfrutado frías y caldeadas auroras y atardeceres. Hoy era el día de la despedida y cada uno trataba de ocultar la tristeza y restarle calor a la alegría. Se preparó una gran cena donde se permitía la asistencia de otros viajeros. Gentes de muchas regiones se congregaron allí, el atuendo signaba su origen, o simplemente la lengua con que se expresaban.
Feria madre (quinta entrega)
Por Pedro Pablo Escobar
Ya hemos llegado a la quinta semana de «Feria Madre», la novela escrita por Pedro Pablo Escobar y con ilustraciones hechas por Pedro Pablo Escobar Muñoz. Para leer alguna de las anteriores entregas, basta con oprimir el número correspondiente: 1, 2, 3, 4.
CAPITULO V.
LA PASIÓN Y LA SUPREMA TENTACIÓN
Cada día, en las primeras horas, se organizaban grupos de trabajo para aprovisionamiento de agua, alistamiento de estufas, preparación de alimentos, selección del menú del día según disponibilidad en inventario de provisiones, consecución de vituallas en el pueblo más cercano o con agricultores del vecindario que les visitaban ofreciendo sus productos; otros estaban a cargo de recolectar y administrar los recursos financieros de la marcha y coordinar la logística. Aristos y Tulcano servían de mediadores entre los viajeros y Simónides, y vigilaban para que este no fuese asediado o visitado sin su consentimiento.
La marcha, aunque lenta, se aproximaba a su término. Simónides quería llegar solitario. Sentíase incómodo en la multitud, los años en la gruta le habían dado un temperamento que no permitía compañía numerosa por tiempos largos. Así que se volvió rutina el que hiciera presencia a su auditorio una hora en la mañana y otra al atardecer, reiterando que él no era maestro de nadie y por tanto nadie tendría por qué abrogarse el apelativo de ser su discípulo. Iban a la gran feria y esta marcha era una aventura independiente a cada cual, y el que marcharan en grupo era apenas una coincidencia y comodidad para llegar a la feria grande.
Feria Madre (cuarta entrega)
Por Pedro Pablo Escobar
Hoy hacemos entrega del cuarto capítulo de la novela «Feria madre» escrita por Pedro Pablo Escobar y con ilustraciones de Pedro Pablo Escobar Muñoz. Si desean leer alguna de las entregas anteriores, basta con oprimir en el número correspondiente: 1, 2, 3
CAPITULO IV.
DE LA LIBERTAD Y LA LIBERACION.
Transcurrían los días y la caravana que acompañaba a Simónides crecía. Algunos acompañantes encontraban estériles la marcha y la prédica, y la abandonaban para sumarse a una igualmente creciente procesión de vehículos en dirección a la ciudad de Feria Madre. Otros se apeaban de los vehículos para indagar sobre aquella extraña caravana de gentes a pie cargando en la espalda avituallamientos y enseres para la larga marcha, y al escuchar a Simónides, dejaban los vehículos al cuidado de algún propietario de posada en el camino y se unían a la caravana.
No siempre Simónides departía con las gentes. Tras encomendar a sus dos seguidores favoritos –Aristos y Tulcano, acompañantes desde el comienzo de la gran marcha – que las gentes no le importunasen, cerraba la tienda y se sumía en largos silencios, a veces de días, o se alejaba por un tiempo solitario o acompañado por uno o ambos seguidores o por personas señaladas por él, retornando al atardecer, en la noche o al amanecer del siguiente día. En ocasiones, al regresar, gentes cansadas por la espera se alejaban continuando el viaje, unas a pie y otras en automotores. En ocasiones el campamento quedaba vacío y él continuaba imperturbable su camino, luego, adelante, se reencontraba con algunos que, anhelosos de su prédica, retardaban el paso o, simplemente, se detenían a su espera.
Feria Madre (Tercera entrega)
Por Pedro Pablo Escobar
La historia de Simónides y sus palabras siguen discurriendo. Esta novela escrita por Pedro Pablo Escobar con ilustraciones de Pedro Pablo Escobar Muñoz llega a su tercera semana. Si desean leer alguno de los anteriores episodios, basta con que opriman en los números correspondientes: 1, 2.
CAPITULO III.
DE LA EVOLUCIÓN Y EL PROGRESO.
Al ascender un promontorio, Simónides divisó en la distancia un grupo de personas, no superior a una veintena discutiendo animadamente. Llegó a ellos y, sentado en una roca, el joven que le brindara agua –Aristos – impartía a manera de enseñanza una disertación sobre la génesis y evolución del ser. El viajero, sin ser reconocido, se sentó entre las gentes y escuchó con alguna atención la prédica del joven, y apenas sonrió. Se levantó para continuar su camino y Aristos al darse cuenta de quién era, saltó de la piedra y exclamó: “¡Maestro, detente! Tú que eres sabio háblanos de la evolución del ser, yo hablé de su origen tal como entendí tu prédica debajo del naranjo. Por favor, dinos algo al respecto a mí y estas gentes que también van a la gran feria”.
-¿Por qué endilgarme el título de maestro? Qué tan corta ha sido “La eterna ausencia”- dijo, a manera de burla, mirando al joven- Por diversión voy a hablaros algo para distraeros un momento de la fatiga de vuestro viaje. Este encuentro no ha sido buscado, así que poco o nada obtendréis de él a no ser una baratija de frases y palabras que ya sabéis y por las cuales solo habéis dado vuestro tiempo.
Feria Madre (segunda entrega)
Por Pedro Pablo Escobar
Como lo anunciamos la semana anterior, iremos presentándoles, todos los domingos, la novela «Feria Madre» escrita por Pedro Pablo Escobar con ilustraciones de Pedro Pablo Escobar Muñoz(Acá pueden leer la primera entrega).
CAPITULO II.
Del origen del hombre y las cosas
En algún momento, en un estado mezcla de ensueño y vigilia donde se funden los planos de la conciencia y la inconsciencia, el mundo del lago parecía tener vida y ser uno con lo circundante. Figuras imprecisas parecían ser plantas, luego bestias, imitaciones humanas, bosquejo de estrellas; venían de las sombras y a las sombras volvían ante cualquier ápice de luz. De penumbra se condensaban en penumbra. Los débiles rayos de la luna formas les daban como sombras en materialización. Se reflejaban en la laguna y parecían danzar en comunión con los juncos, aves, reptiles y peces, formando un todo vibrante moviéndose al ritmo de un tam-tam cada vez más intenso para luego descender a las fronteras del silencio y luego arraizar, y así indefinidamente. “Es la danza de la vida” parecían repicar los lagartos hambrientos ante el enjambre de ranas e insectos, “Es la danza de la muerte” parecían decir las ranas y los insectos en boca de los lagartos, “Es la danza de la vida y la muerte” parecía decir la luna como testigo en la altura y reflejada en el espejo del lago. Fantasmagóricas rondas de luciérnagas y torbellinos de agua brotando del lago, se materializaban en formas aladas de murciélagos, ángeles, buitres, cartas de amor y muerte, suspendidas por la briza acariciante, translúcidas a los rayos de la luna llena rojiza. Un millón de formas, sonidos y colores, el raudo cambio y la total metamorfosis, eran reminiscencia de dioses idos, cuna de todo ser viviente, sepulcro de todo ser marchito. ¡La infinita conmoción! ¡El infinito orden! Luego, el tam-tam fue disminuyendo, el silencio reemplazaba la algarabía, renacía la realidad. Los fantasmas regresaron a la nada. La danza frenética de la imaginaria ronda volvía a la inexistencia. Desapareció el festín de las sombras condensadas en la noche. Con la aurora huyeron los fantasmas hacia el al ámbito de las irrealidades. Un impulso irresistible le izó del naranjo donde estaba guarecido y como un viento huracanado de fuerza colosal, le depositó en un claro de la laguna. Sintió de nuevo el vacío, un inenarrable vacío. Y de pronto sucedió lo impensable: las aguas se arremolinaban a su alrededor en un juego de exquisitos colores, su mente comenzó a expandirse en toda dirección, y cascadas de agua se alzaban de la superficie brillante de la laguna y se vertían en su mente hasta rebozar. Parecía que el lago había abandonado su natural cauce y llenado su mente. Ya no había vacío. El conocimiento, la razón de las cosas, la respuesta a todo interrogante, parecían haberle invadido. Pero todo era impreciso y nuboso. Ahí estaban las respuestas, mas ¿cómo traerlas a la superficie? No había aun salido del arrobamiento cuando un viento igual de impetuoso, le izó por el aire y lo trajo de regreso al sitial bajo el naranjo. Fueron estas sus primeras percepciones y pensamientos al despertar. Debilitadas huellas de tan singular ensueño. Somnoliento bajo el naranjo a la vera del frondoso sendero, en tierra ajena aunque no extraña – nada hay de extraño para el viajero -, recobra la lucidez, y como por encanto se puso de pie.
Feria Madre (Novela por entregas)
Por Pedro Pablo Escobar
Desde hoy, todos los domingos, habremos de presentarles un capítulo de una novela por entregas escrita por Pedro Pablo Escobar llamada «Feria Madre» e ilustrada por Pedro Pablo Escobar Muñoz. Esperamos que la disfruten y la sigan semanalmente:
CAPITULO I.
LIBERACIÓN DE LA SUPREMA PESANTEZ.
El caracol, con movimiento apenas perceptible, se deslizaba en la pared del baño adyacente al jardín de atrás. El ermitaño le vio con sorpresa y dijo en su pensamiento: “Por primera vez encuentro un animalito de su clase en este rincón del mundo y en estación de verano; que aparezca así de repente, es en verdad extraño. Anda a la deriva sin meta alguna o quizá el calor le ha traído a refugiarse en lugar fresco, hagámosle pues cómoda la estancia a mi querido inocente visitante”. Salió. Regresó con unas hojas frescas de lechuga y las colocó al alcance del pequeño gasterópodo en la base del ventanal de la pared. Olvidado el suceso continuó la rutina diaria: preparar el frugal desayuno, regar el huerto, ordeñar dos cabras, y visitar la gruta atrás de la cabaña, donde disfrutaba la paz que suelen inspirar las soledades pétreas. Era la gruta estancia de su predilección, sitio de lectura y meditación, siendo la cabaña el puente con el mundo exterior.
Pasaban los días y el animalito parecía amoldado a la nueva morada, parsimoniosamente se trasladaba de un sitio a otro en la verticalidad de la pared sin intentar salir. Pensando que este no era el ambiente natural del caracol, Simónides – nombre del ermitaño- le asió con delicadeza y lo depositó entre las hortalizas del huerto. Semanas después, el ermitaño, sorprendido, vio al caracol en la misma pared del baño, próximo al ventanal por donde había penetrado. Y entonces, haciendo conjeturas y tratando de hallar una explicación al extraño comportamiento del animal, concluyó: “Trata de advertirme de un acontecimiento por suceder, es como si algo ansiado desde hace tiempos esté próximo a su concreción. Aunque en verdad difícil es saber si se trata del mismo animalito, y más difícil aún saber cuál es el suceso tan anhelado”. Pintó una porción de la concha del caracol con laca para madera, esperó que secara y luego tomando al animalito lo depositó en la parte más apartada del huerto, y se dirigió a la gruta bajo un impulso incontenible de encontrar respuesta al tumulto de interrogantes que invadían su mente luego de abandonar al caracol.
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