Feria Madre (segunda entrega)
Por Pedro Pablo Escobar
Como lo anunciamos la semana anterior, iremos presentándoles, todos los domingos, la novela «Feria Madre» escrita por Pedro Pablo Escobar con ilustraciones de Pedro Pablo Escobar Muñoz(Acá pueden leer la primera entrega).
CAPITULO II.
Del origen del hombre y las cosas
En algún momento, en un estado mezcla de ensueño y vigilia donde se funden los planos de la conciencia y la inconsciencia, el mundo del lago parecía tener vida y ser uno con lo circundante. Figuras imprecisas parecían ser plantas, luego bestias, imitaciones humanas, bosquejo de estrellas; venían de las sombras y a las sombras volvían ante cualquier ápice de luz. De penumbra se condensaban en penumbra. Los débiles rayos de la luna formas les daban como sombras en materialización. Se reflejaban en la laguna y parecían danzar en comunión con los juncos, aves, reptiles y peces, formando un todo vibrante moviéndose al ritmo de un tam-tam cada vez más intenso para luego descender a las fronteras del silencio y luego arraizar, y así indefinidamente. “Es la danza de la vida” parecían repicar los lagartos hambrientos ante el enjambre de ranas e insectos, “Es la danza de la muerte” parecían decir las ranas y los insectos en boca de los lagartos, “Es la danza de la vida y la muerte” parecía decir la luna como testigo en la altura y reflejada en el espejo del lago. Fantasmagóricas rondas de luciérnagas y torbellinos de agua brotando del lago, se materializaban en formas aladas de murciélagos, ángeles, buitres, cartas de amor y muerte, suspendidas por la briza acariciante, translúcidas a los rayos de la luna llena rojiza. Un millón de formas, sonidos y colores, el raudo cambio y la total metamorfosis, eran reminiscencia de dioses idos, cuna de todo ser viviente, sepulcro de todo ser marchito. ¡La infinita conmoción! ¡El infinito orden! Luego, el tam-tam fue disminuyendo, el silencio reemplazaba la algarabía, renacía la realidad. Los fantasmas regresaron a la nada. La danza frenética de la imaginaria ronda volvía a la inexistencia. Desapareció el festín de las sombras condensadas en la noche. Con la aurora huyeron los fantasmas hacia el al ámbito de las irrealidades. Un impulso irresistible le izó del naranjo donde estaba guarecido y como un viento huracanado de fuerza colosal, le depositó en un claro de la laguna. Sintió de nuevo el vacío, un inenarrable vacío. Y de pronto sucedió lo impensable: las aguas se arremolinaban a su alrededor en un juego de exquisitos colores, su mente comenzó a expandirse en toda dirección, y cascadas de agua se alzaban de la superficie brillante de la laguna y se vertían en su mente hasta rebozar. Parecía que el lago había abandonado su natural cauce y llenado su mente. Ya no había vacío. El conocimiento, la razón de las cosas, la respuesta a todo interrogante, parecían haberle invadido. Pero todo era impreciso y nuboso. Ahí estaban las respuestas, mas ¿cómo traerlas a la superficie? No había aun salido del arrobamiento cuando un viento igual de impetuoso, le izó por el aire y lo trajo de regreso al sitial bajo el naranjo. Fueron estas sus primeras percepciones y pensamientos al despertar. Debilitadas huellas de tan singular ensueño. Somnoliento bajo el naranjo a la vera del frondoso sendero, en tierra ajena aunque no extraña – nada hay de extraño para el viajero -, recobra la lucidez, y como por encanto se puso de pie.
Un puñado de gentes aglomerada a su lado, con ojos sorprendidos parecían indagar la razón de su estancia. Un aroma de azahar estaba disperso alrededor del recién despierto y se extendía varios metros en rededor. Sucedió que mientras dormía, viole un labriego de la comarca que, sorprendido por la extraña vestidura y la fisonomía del durmiente, corrió dando aviso a las gentes de la presencia del extraño y la curiosidad, más que otro sentimiento, reunió allí a los pobladores todos, desde ancianos a niños que apenas podían andar.
-¿Quién eres? – Preguntó tímidamente alguien.
-Soy yo, no otro ni el único – Respondió bromeando al percatarse que no había sido reconocido, y continuó en la misma tónica: – Hijo de la tierra soy, vuestro hermano de pecho. Y estoy aquí con vosotros, no por azar, aberración imposible, dormía en mí mismo, y fui despertado por el palpitar incierto de vuestros corazones esperanzados. Desperté y vine a vosotros por la atracción yacente al ansiar mi presencia.
-“Estoy mintiendo – dijo para sí-. Es el espíritu bromista que me ha picado, y es un raro suceso. Estas gentes no han estado esperándome y sus corazones han estado inmóviles y lejanos a mi existencia. No soy hermano de pecho suyo, no estoy aquí por azar, voy camino a la gran feria creando mi liberación y la liberación es por ahora mi camino. Vuestro corazón está carente de esperanza puesto que no alberga ilusión de futuro, la brújula de su esfuerzo apunta permanente al hoy, al goce y sufrimiento del hoy, un hoy sin mañana.”
-¿De dónde vienes y a dónde vas?- Inquirió uno de los aldeanos, sorprendido y admirado por las palabras del viajero que aunque impresionaban su mente, no acertaba a dilucidar significado alguno. Esto no parecía amedrentar al viajero, que continuó como hablándose a sí mismo:
-De la noche vengo y a la noche voy. Vengo de la nada y a la nada me voy.
-¿No es este Simónides, el solitario que habita en la montaña, quien desapareció hace siete años del poblado? ¡Qué cambiado está! – Exclamó uno de los oyentes y continuó: – Difícil reconocerle con ese atuendo y esa expresión. Raro ese lenguaje, más parece un predicador que intérprete de sueños. Es él mismo y no otro-. Y el rumor se expandió y a los pocos minutos una muchedumbre asombrada estaba a su alrededor.
Después de siete años de silencio, Simónides sentía que un volcán de palabras estaba por hacer erupción desde lo más íntimo de su interior. Y comenzó una prédica que parecía dirigida a todos o a nadie en particular, así que muchos le escuchaban con la atención que se presta a la perorata de un loco, y poco a poco se iban unos sorprendidos y otros con una sonrisa como una vez finalizada la actuación del payaso. No transcurrió más de una hora y solo quedaba una decena de las varias que se congregaron para presenciar su regreso y transformación, luego media, y al rato solo dos sujetos le escuchaban sorprendidos y atentos. Y dijo uno:
– Veo que hay mucho conocimiento en ti, tontos seríamos si desaprovechamos esta oportunidad de escuchar… deseo saber sobre el origen y fin de las cosas, y de la misma existencia y de nosotros, de la creación y…
Simónides le interrumpió diciendo:
– Comencemos por algo… ¿Tiene razón alguna la existencia vuestra o de la especie? Es un accidente más en la ruta del universo. Uno no elige el nacer, ni el vivir ni el morir. No elegimos ser o no ser. Expresiones ellas son de la fatalidad y el caos. El hombre busca una razón para su existencia, y esto es una tragedia. ¿Tiene razón la especie? ¿El planeta, el sol, la galaxia, el universo? Tu mente y tu corazón aún no están capacitados para hallar el sentido de ello. El universo tiene tanto sentido como el perro que te lame, y esto no es tragedia, el can vive sus días como can, el león como tal, pero te crees otra cosa y te deprimes porque las cosas no son a tu manera. El propósito del individuo está ligado al de la especie. El destino de las cosas incluido el individuo, es para que se cumpla el propósito, entonces ¿cuál es el propósito de la especie? ¿Del sol que alumbra y prodiga vida?… ¿Y del universo? ¿La suma del propósito de sus componentes?… ¿Permanecer es la respuesta? la materia tiene componentes, la vida no, esta es una propiedad de materia en estado excepcional. Cuando el componente deja de cumplir el propósito, fenece, y no el conjunto el cual fenecerá a su vez por carencia plural de componentes o por incapacidad para satisfacer el propósito. ¿Cuál es el propósito?
Continuó: – El buscar un propósito es antrópico y el propósito buscado es antrópico. Las matemáticas son una necesidad y concepción antrópica. Por qué extenderla a lo no antrópico? Considérate no humano, ¿cuál es entonces la visión de las cosas? ¿Hay propósito? ¿Cuál? Si eres felino, ¿cuál es tu propósito? Si eres canino, si eres serpiente, ¿cuál es el propósito? Buscad la intercepción de estas especies, y encontraréis como propósito universal la permanencia de la especie, y esto ya es algo para arañar en la universalidad. “Mi propósito es sacar mis hijos adelante” con frecuencia dicen las personas mayores y así están manifestando este íntimo propósito, cada individuo lo expresa a su manera y según la especie. Solo el hombre, engañado, busca a veces un propósito alucinado más allá de su terrenal existencia. “Cómo y para qué” han sido paradigma distintivo del ser racional y en parte motivación de su existir. Las demás especies, carentes de esta singular actitud, viven acorde a su naturaleza, algunas satisfechas y quizá felices. Fueron estas cuatro palabras campo privilegiado de sabios y teólogos tomando como respuesta a Dios; hoy la ciencia y la razón les arrebató el cómo relegándolos al para qué, menguando a la mitad su autonomía. Conociendo el para qué se infiere el cómo, mas la ciencia hallando el cómo carente de Dios, permitirá a cada hombre buscar libremente la motivación para su existir, o será, dice la razón, el existir, aunque sea breve, el propósito y la motivación, y es principio universal que aplica por igual a todo ser animado e inanimado. Oh teólogos y súbitos, la ciencia os pisó los talones y tomaron delantera, y al persistir en una motivación sin causa, y repudiar el propósito dictado por la razón, sucumbiréis de inanición en el camino de la elucubración enajenada.
Continuó: – Y vosotros, decidme cómo es que estáis aquí, pues de vuestro semblante se infiere que sois forasteros y, si he de ser sincero en lo que diga, debo saber al menos quiénes son mis oyentes, así que habladme algo de vosotros, es lo menos que podéis hacer para merecer mi atención, que al fin y al cabo mejor la paso solitario y en silencio.
-Aristos, el que indaga soy – respondió el mozo de tez llena y ojos saltones – y desde niño el impulso de conocer la verdad me ha hecho emprender este peregrinar donde he escudriñado en cuanto libro llega a mis manos y escuchado a cuanto hombre de mayor experiencia se ha dignado dar respuesta a mis interrogantes aunque a hoy nadie ha satisfecho alguno siquiera. He escuchado a regordetes hombres de sotana y fontanela calva, educados en el hablar y en la simulación, a famélicos de taparrabo unos de larga cabellera y otros rapados hasta el cuello adiestrados para el silencio y la abstinencia, a hombres del desierto con el cabello cubierto por turbantes defensores hasta la muerte de inquebrantable fe y a hombres-rata de bibliotecas de gafas gruesas como sus vientres y frente altiva, orgullosos de haber devorado miles de textos cuyas páginas recitan con envidiable precisión, mas todo ha sido letra muerta, no hay espíritu en su conocimiento, así que continúo mi camino hacia la verdad, pues desde lo íntimo de mi ser siento que ella existe. La gran feria está próxima, es mi mayor oportunidad, allí culminará mi búsqueda, voy camino a la Feria Madre y al pasar por este sendero me llamó la atención ver tanta gente reunida a tu alrededor,… La gran feria augura saciar esta hambre y sed lacerando a mi espíritu agobiado con mil preguntas sin respuesta. Ha sido hasta hoy monótono e inútil este viajar y permanecer acá y allá, pero al veros, noto que las cosas han de cambiar en mí ya sea para bien o para mal. Valió la pena estar aquí y presenciar a un hombre con un parlamento tan inusual. Tú, sabio viajero, sabes mejor que ninguno qué es esto de ser rebelde y convivir con la comunidad a la cual criticamos, pero callo, no quiero perder un minuto hablando de mí cuando pudiera estar escuchando verdades, mejor continúa con la prédica.
-Yo soy Tulcano, de acá – interpeló el otro mozo -, soy el rebelde de la aldea, el único en generaciones que ha salido a indagar qué hay detrás de los lejanos montes, qué hay escondido más allá de aquellos horizontes, añoro el vuelo del cóndor, quisiera tener sus ojos y alas y ver desde las cimas los valles como un todo, desde los picos níveos ver donde nacen y mueren los ríos y, a fe mía, cosas nuevas he encontrado mas no las maravillas soñadas. Hace años me ausenté y regresé por aquello de la atracción territorial. Vengo de muchos sitios y, ahora que os escucho, quiero ir también a la Feria Madre que desde hace siete años se viene pregonando por el mundo como el gran evento de los nuevos tiempos, quizá allí encuentre satisfacción a mi aventura, puesto que así se intuye al escuchar vuestro parlamento que en verdad antes jamás había escuchado. Me ha picado la curiosidad de vuestro tema. Podría ser una aventura para mi espíritu ahora que mi cuerpo saciado está de realidades sin definición y de interrogantes sin respuesta. Sea pues este el final de mi tiempo en convites y juergas a las que recuerdo con agrado pues que luego de muerto. ¿Qué satisfacciones y aventuras he de tener? Mi último festín, bien lo sé, será un millón de gusanos saboreando mi carne hasta el tuétano, a él asistiré inconsciente, me sumiré en la nada. He intentado vivir ahora que puedo, ahora que soy, antes que cese de ser y retorne a la nada. En esto el viajero ha sido cierto, y espero ahora continuar otra aventura, la de mi espíritu dormido ahora despertando, a vuestro lado, pues intuyo que mucha enjundia brotará de su garganta. Háblanos de…
Simónides sintió que una parte de él era similar o compartida por el par de oyentes. Y dijo: – ¿Qué es eso de la gran feria? Ya tres personas me han hablado de ella. Calmad mi curiosidad, qué hay en ella, qué esperáis en ella, qué buscáis en ella, sí, habladme de ella.
-Pensaba que eras un invitado de honor –replicó Aristos -, tu parlamento habla de alguien como espíritu deliberante y esclarecedor, sin duda de valía para los eventos a realizarse allí. En verdad creía que ibas rumbo a ella, ¿quién si no andaría por estos caminos del buen dios hablando así a las gentes?- Y sacando de su bolso un envoltijo de recortes de periódico, lo ofreció a Simónides.
– Aguardad – dijo Simónides -, hace siete años que alejado estoy de vuestro mundo y su aventura. Permitidme unos minutos a solas para enterarme a qué época he vuelto -. Y sentado en una roca, comenzó a leer periódicos de diferentes fechas y en todos se hacía alusión a la feria madre.
Y entendió que se vaticinaban grandes cambios en la historia del hombre, profetas de muchos credos coincidían en ello; el comienzo del siglo XXI, si es que habría comienzo, sería un brutal aborto de la madre naturaleza. El futuro tercer milenio sería de grandes transformaciones como nunca antes el hombre soñara. Había mil señales precursoras: Sacudones políticos, religiosos, sociales y científicos por parte del hombre y cambios bruscos en el comportamiento de la tierra, tanto en su interior, como en su capa y lo que sobre esta se mueve. Y, pese a explicaciones científicas de que nada extraordinario había en ello pues siempre ha habido inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones, sequías, hambrunas, guerras, revoluciones, holocaustos humanos, acontecimientos que transforman a pueblos enteros, a continentes,… los eternos predicadores de la fatalidad no escatimaban magnificar los negros augurios. Nada sucedió. Solo algunos fenómenos de aparición rutinaria que en la historia parecían ciertamente ser antesala de hechos que una vez desencadenados eran de imprevisible resultado; ahora que el hombre entraba de pleno a la era de las comunicaciones, pocos secretos habría para la comunidad. En la categoría de esta índole de hechos podría contarse entre otros el abandono masivo de adeptos a credos ancestrales, la desconfianza a los líderes políticos y religiosos, la desesperanza no aplacada con las armas ni con la oratoria y menos con la plegaria, en las inalcanzables metas de justicia y equidad universal. Persistían y se agrandaban las brechas en los derechos y deberes de las gentes según la región que habitasen. De todas maneras había un ansia de cambio general y, en la parte política, se fortaleció la confederación mundial de naciones con el fin de mitigar esas distancias, aunque algunas naciones, la abandonaron por considerar que serían mayor sus concesiones a lo que recibirían, y otras porque no convenía al interés de sus dirigentes. Se elaboró la nueva carta magna de la comunidad mundial como guía obligatoria para las constituciones y gobiernos de las naciones afiliadas, esperando de esta manera dar término al considerado milenio de la controversia y dar inicio a la tan ansiada y pregonada nueva era. El tema religioso fue incluido en un reducido y contundente artículo 77: “La religión estará al servicio del hombre”. Este sencillo artículo causó un hondo malestar en la clerecía del mundo y aglutinó como por encanto en un concilio a los máximos jerarcas de las religiones de la tierra, sin distingo de razas, sin rememorar rencillas pasadas y sin importar la cobertura geopolítica de su accionar. En el concilio se trató la declinación religiosa, la creciente indiferencia laica por las cosas de dios, del amplio territorio que la ciencia y las leyes del hombre cada día le arrebataban a los derechos de dios defendidos por el clero, y lo más importante, cómo conciliar sus credos con el artículo 77 de la norma universal para no contravenirla y ser declarados ilegales. Era urgente la total renovación religiosa, era como dejar a dios para iniciar su búsqueda. El incumplimiento del artículo 77 abocaría a los credos y sus jerarcas a una más temprana extinción. Por unanimidad se invitó al presidente de la confederación de naciones de la tierra a aportar con su intervención alguna luz y tranquilidad a la angustia que comenzaba a adueñarse del sínodo, aquel apreció la suma importancia del concilio para la gobernabilidad de los pueblos y las políticas a forjar en pro del nuevo orden que aquellos esperaban, y consintió en asistir. Él era un juicioso estudioso de la historia, la antropología y la política y un fanático de la paz. Así que dijo para sí: “Asistiré, sí, asistiré, y veré qué logro de estos santones en pro de la concordia, no les reprocharé la soberbia de sus mansiones en contraste con la humildad de la morada de sus fieles, tampoco diré hipócritas palabras lisonjeras, es una magnífica ocasión para enderezar las cosas y qué mejor que contar con todos los credos de la tierra.” Asistió al concilio, y la parte sustancial de su discurso fue:
“La avalancha incontenible de crímenes en nombre de dios, el avasallador viento vivificador de la ciencia, y la acción creciente y directa de los gobiernos en la autodeterminación de los pueblos, enflaquecen la función religiosa, relegándola a solo planos del más allá. La motivación capital de históricos genocidios y de los recién que aun acongoja a muchas viudas y huérfanos, sumado al sentimiento religioso, han sido el impulso de despojar al débil de su riqueza, la recuperación de aquella por el débil fortalecido, y la conservación del hurto por parte del ladrón. Poned vuestros credos al servicio del hombre predicando y con el ejemplo eliminar todo aquello que conlleve a la destrucción o injusticia en el hombre. Los genocidas soldados de dios y del rey eran, unos con cruces, otros con espadas, implacables en su feroz simbiosis. ¿Qué de esplendor y gloria hay en el bien ajeno que así desencadena este brutal juego? ¿Qué fondo tétrico y obscuro anida en el corazón del hombre para rebajarlo al nivel de bestia sedienta de la sangre de su hermano? ¿Qué impulso fatal le invade además de codicia que prefiere la acción desencadenante de esta y a ella subyuga cuerpo y espíritu? ¿Qué hay en ese fondo que aviva el apetito insano e insaciable de aniquilación?… La religión ha regido las normas del pensar, del sentir y del actuar, ha auspiciado mil guerras y mil veces ha salido airosa, por cierto cada dios ha sido milagroso… ella posee mil y un disfraces. Su juego era un misterio, hoy algo se sabe, y el saberlo ha llenado de vacío sus antes a reventar despensas de aspirantes al ministerio sacro y han vuelto livianas las arcas de sus tesoros. “Se necesita un cambio” dicen los miembros más osados y, a punta de ver las realidades, los jerarcas de la asociación de religiones de la tierra me han invitado a mí, líder transitorio de los gobiernos de la tierra, para hablar del presente y del futuro. La historia os encuentra culpables de holocaustos, basta una ojeada a los antiguos textos, vuestra redención sería volver a la vida a los muertos que habéis puesto, condena injusta por ser inviable; entonces al menos conciliad vuestros credos y armonizadlos con la ley del hombre. Debéis cambiar… y en eso sois maestros aunque prediquéis la inmutabilidad de vuestros credos. Así que os daremos todo el apoyo para que organicéis una gran sínodo y feria de las religiones o feria madre, nombrad los comités necesarios, escoged el sitio y fecha de su celebración, diseñad la logística, planificad su ejecución, os daremos el presupuesto y los recursos requeridos. Que sea el fin de una era de incertidumbres y de grandes injusticias y grandes distanciamientos, que sea ella el inicio de un nuevo estadio en la historia del hombre, que uno de sus frutos sea la conciliación universal de los credos, que haya un ente rector entre la religión, la gobernabilidad y el estado, que no haya discrepancia entre los credos y las leyes del hombre, que sea la antesala a una iglesia universal. Nunca jamás habrá más genocidios de religión, nunca más la historia del hombre escribirá repetición de barbaries sangrientas, entramos según vuestros profetas y los pueblos eso creen, a una era nueva, estad a su altura, y la posteridad os perpetuará en la memorias de sus héroes, en su historia y en sus monumentos. Proceded en afinar con los fines propuestos, y el espíritu que inspiró el artículo 77 también os inspire”. Este discurso del presidente de la confederación de naciones, sería el preámbulo al advenimiento de la era nueva preconizada por todas las religiones de la tierra. Se dio inicio a la magna obra de la realización del gran sínodo y la gran feria.
Así nació y se concretó la ejecución de la Feria Madre. Duró siete años su concreción. El primer paso fue la elección del sitio para su realización. En principio era fuerte la corriente que optaba por un país potencia, pero surgió la contraparte que pugnaba porque fuese una de las naciones más pobres de la tierra, luego alguien postuló a Grecia alegando ser cuna de la civilización occidental, otro pugnó por la India como madre espiritual de muchos pueblos, y así propusieron a casi todas las naciones de la tierra haciendo énfasis en algún capitulo relevante de su historia. Finalmente y tras no pocas y enconadas discusiones, se acordó el sitio central de la piel de la tierra. Se erigió una ciudadela teniendo como centro “El ombligo del mundo”; durante la feria, asumiría el carácter de tierra independiente, sin la tutela de la confederación de naciones, con legislación y normas de comportamiento y gobierno y administración propios a cargo de la clerecía de la tierra. En la redacción del sistema de gobierno y leyes y normas a regir dentro de la ciudadela, el comité nombrado al efecto por los jerarcas de los credos fue bastante prolijo y eficiente, igualmente en lo tocante a administración de justicia y demás actividades susceptibles de concreción en una feria de esta especie. Este estatus sería respetado por todos los pueblos de la tierra, y finalizaría junto con la feria, siendo luego el territorio restituido a la nación propietaria junto con las instalaciones, estas últimas como compensación por la generosidad del anfitrión al ceder el territorio para el evento.
La ciudadela tendría capacidad para albergar medio millón de personas. El lugar era rico en vegetación y lo regaba un rio de mediano caudal. Era un hermoso valle, cubierto de cielo claro la mayor parte del año. La ciudadela tendría hoteles, oficinas administrativas, salones de eventos como conferencias y convenciones, plazas públicas, parques, zonas de recreación, supermercados, hospitales, servicios bancarios y en general los bienes y servicios de una ciudad tipo, y claro está, habría templos y sitios para rituales de todas las religiones. Sin embargo, aunque las calles y avenidas serían amplias, el desplazamiento sería a pie o en carrozas de tracción animal o humana, no se permitiría medios de locomoción motorizados excepto para algunas personas de la confederación. Quedaba prohibido el porte de armas de fuego y las blancas serían permitidas solo con salvoconducto de la autoridad competente. Habría total libertad para participar en eventos sobre la cuestión de fe, dogma y moral – pilares de los credos-, proponer, disentir, asentir, afirmar, refutar, … Habría una guardia encargada de mantener el orden y aplicar las leyes en general sencillas y de fácil comprensión, por consiguiente habría cárceles y penas más ninguna sería la muerte. Era un mundo para cien días, luego desaparecería y las gentes retornarían a sus lugares de origen, muchos allende el mar.
El nombre de la ciudadela sería ciudad Esperanza pero se vulgarizó como Ciudad Feria Madre.
Leyes, normas, protección, administración de establecimientos públicos como privados, serian responsabilidad de la curia universal, y así dividieron en sectores de influencia religiosa la ciudadela, y las personas podían elegir libremente el sector para residencia y visitar cualquier sitio de su interés. Se acordó que además de la guardia de la confederación, habría una guardia sinodal nombrada por la administración eclesiástica y exclusiva para su servicio la cual procuraría ser lo más emblemática del credo representado, así que la caballería era el cuerpo más numeroso seguido por la infantería. Por cuestiones de logística no se permitiría tropas montadas con elefantes. Entre los majestuosos equipos de la guardia sinodal, sobresalían por su porte y disciplina los cruzados, los romanos, abigarrados turbantes adornaban la cabeza de muchos, eran de admirar las espada cortas romanas, las fuertes espadas de los cruzados, los puñales curvos y alfanjes de los practicantes de religiones del cercano y del lejano oriente, algunos engalanados con enjoyados arcos y carcajes, y también, mozos de hercúleos brazos y pechos descubiertos, de cabezas rapadas, cuya sola presencia y a pie intimidaría a más de una docena de cruzados a caballo.
Al rato Simónides se repuso de la sorpresa, devolvió el rollo de periódico al mozo diciéndole: – ¡Ah! ¡Con que es eso! Pues he de ir a ella, quién más que yo debe estar entre los primeros en ir, ver, participar y degustar de tan grande evento. ¡Ah! Como se complacerá mi espíritu con sed de camello en tan inmenso oasis. ¿Dónde estábamos? Ya sé… – y tras una pausa, complacido continuó: – Mi existencia no perfecta contradice la perfección de una existencia creadora. Un ser perfecto es increado e impedido a crear. No existe la creación, sí la transformación, la cual obedece a una necesidad de su causa y al azar.
“Dios y el universo excluyentes son. Solo uno es real, ilusión el otro. ¿Quién es real? ¿Quién ilusión? Que la razón y la ciencia sean el árbitro.
“Mirad a las estrellas y encontraréis en ellas el origen de vuestra existencia. Buscad la razón de la existencia más allá de aquellas y encontraréis locura; si razón hay alguna deberás buscarla en el fondo de ti mismo, mas ¿cómo llegar a ese fondo si tu visión es hacia afuera?
“La razón de existir del ser humano no puede ser diferente a la razón de existir de cualquier otra existencia.”
-¿Acaso la existencia no comenzó con la creación? – interpeló uno de los muchachos.
Simónides contestó: -¡Aja! Así que el séptimo día acaeció el universo, sin fin predecible. Así que dios parece ser la ley primaria que precedió al séptimo día y no una individualidad. A decir verdad, estamos en el séptimo día de dios, y en el primero de la creación. Dios llegó a su séptimo día, y en el permanece mientras el mundo sigue andando sin hallar su día séptimo. ¡Hurra por el número siete! Aunque es una coincidencia, bien pudiera ser el cinco, o cualquier impar o par, en la serie infinita son lo mismo…
-¡Señor! – Replicó el otro mozo – Mi pensamiento corre inestable, le ruego estabilidad con algo más de claridad a ser posible pues no quiero quedarme atrás ni perder una palabra suya.
-Veo que mi broma os asombra y, bien, repasad lo dicho… Permitidme jugar al científico: En el momento precedente al universo existió la unidad primigenia regida por la ley primigenia, aun hoy no intuida, y luego por un desequilibrio originado por fuerzas provenientes del exterior, otros mundos quizás, o quizá no había exterior… se pasó de la unidad a la multiplicidad que percibimos como universo. Lo minúsculo se desestabilizó transformándose en humo que se expande y materializa, así es nuestro universo. Mucho de esto lo encontraréis en libros por tanto mucho podrá ser también incierto, son como verrugas que nacen del espíritu. Confundidos ¿verdad? Aprovechad mis momentos de claridad y olvidad mis instantes de confusión.
Tras una pausa continuó: -“Venimos de la cuasi nada en infinita compresión y hacia ella retornamos o a su infinita disolución, dicen los que observan. No hay propósito en ello, solo conjeturas antrópicas cuna de deidades, requiriendo del observador, en contravía del santón, clara visión y aguda mente. Procuremos en consecuencia que sea cómodo el instante del tiempo que nos ha tocado y disfrutémoslo como especie y como individuos.
“De la búsqueda de objetivo para existir, una razón de ser del universo, brotó la idea del individuo eterno y el universo bajo él y para él. El universo es increado y por tanto carece de objetivo. ¿Antes de vuestro universo existía un pre-universo con otras leyes? Ahora bien, ¿hay objetivo en la evolución del universo y sus leyes? ¿Las leyes presentes son derivación de las primarias? La ley no existe en sí solitaria, ¿es un comportamiento de las formas del ser?
“La ley natural es una y una la sustancia primigenia, y de su interacción brotó la multiplicidad. Nada le es ajeno, todo es efecto suyo: lo que existe, lo que ha dejado de existir, y la existencia venidera; pasado, presente y futuro son suyos. Todo está dentro de su frontera y nada hay fuera de ella.
“Los seres, en su calidad de formas y expresiones de una cosa única, tienen un primer y último día pero no un séptimo como límite de su génesis.
“El comienzo de toda cosa no está en el principio ni en el final, ni en la mitad, o en parte alguna. Está en todas partes como germen primario.
“No hay propósito en la existencia. Cuando esta surge hay una tendencia a permanecer, brillar y declinar”.
Los oyentes sintieron ser sus discípulos desde siempre y, en agradecimiento por la doctrina recibida, uno – Aristos – le ofreció un cuenco con agua fresca diciendo:
-Soy un buscador y lo que busco tú lo posees. ¿Será este encuentro el final de mi búsqueda? ¿Es ese mi destino?
Respondió Simónides: -El destino último del individuo es la extinción. Honor y deshonor, triunfo y derrota, ganancia y pérdida, amor y desamor, del camino accidentes son. El camino llano es bidimensional y es de la mayoría. El camino tridimensional de accidentes está lleno y es para la minoría, héroes, genios, solitarios y de grandes despreciadores.
“El destino final: la extinción. Todos los caminos conducen a ella, de mil formas, en mil senderos, aunque tengan un punto común de partida. Cada camino es una existencia, y la suma de estas es la existencia del universo.
“Llamas destino al efecto de la ley. Superas la ley y habrás trascendido al destino. La ley es la necesidad, la necesidad es la madre de la acción, trascended la necesidad y llegaréis a la inacción y, sin embargo, habréis alcanzado tu destino.
“La meta del ser es la extinción, del vivo, la muerte. Hay infinitud de caminos hacia ella, el hombre sabio elige su camino o cree modificarlo a voluntad mientras el común acepta el que transita. ¿Dónde está la sabiduría? ¿Dónde la pérdida de tiempo? ¿Dónde el esfuerzo inútil? Todos los caminos tienen la misma meta, cualquiera que tomes a ella te conduce, mas hay uno entre todos como hecho a tu medida, ese sería tu natural camino y cuando no lo hallas te sientes perdido y, en la desesperación vas, de uno a otro y así llegas a la meta sin recorrer alguno a plenitud”.
-Soy también desde ahora tu discípulo – dijo el otro -, te seguiré incondicional a donde vayas, dejo aquí mi rebeldía y me sujeto a tí en obediencia.
Simónides bebió en silencio. Luego habló:
-No busco discípulos. No soy maestro. No soy vuestro guía. Cada cual seguirá su camino. Ojalá en la Feria Madre encontréis el final de vuestra búsqueda.
El que ofreció el agua dijo:
– El destino ha querido reunirme hoy contigo, y el mismo destino me separa de ti. Espero en la eterna ausencia encontrar otros ojos como los tuyos gobernados sabiamente por un alma gemela y, que si yo sea ciego, halle luz en sus ojos- Y se alejó en silencio con rumbo a la ciudad de Feria Madre.
Al rato Simónides continuó, señalando con el índice izquierdo hacia unos montes lejanos apenas perceptibles en el horizonte:
– En uno de esos montes moraba, me liberé del inmenso fardo que doblegado tenía a mi espíritu. Años hace que moro solitario, sentí el impulso de presenciar a las gentes, descendí al valle, el resto ya lo sabes. Ya es suficiente para esta incursión. Quizá regrese a mi cueva una vez concluida la gran feria. A ti, Tulcano, voy a revelarte un secreto, a ti que has perseverado en indagar en senderos inciertos buscando la esquiva verdad: No ha existido ni habrá creación, la realidad es la transformación.
Calló al observar que el esfuerzo invadía irremediablemente al oyente que trataba de asimilar su plática. Y se alejó, con rumbo a la gran feria, al ombligo del mundo.
Las palabras del caminante resonaban como un eco en los oídos del joven y se percató de su soledad bajo el naranjo donde horas antes escuchara tales palabras, y dijo para sí: “Mi mente corta es ante estas revelaciones; algún día regresaré a él para su esclarecimiento cuando mi mente haya alejado de mi tanta incertidumbre y mi firmamento sea límpido”. Y agobiado por la tristeza que da la incapacidad de esclarecer enigmas, anduvo por el primer camino que hallara a su paso hasta caer rendido por el cansancio y el sueño, avivado el deseo de visitar la gran feria. Le invadió un impulso irresistible de reencontrar a aquel ermitaño cuyas palabras tanto le inquietaran. Y dijo para sí: “No he entendido su sentido y menos alejado de él, olvidé el texto, ¡ah!… ahora bien lo recuerdo pero sigo sin comprenderlo, él me lo ha de aclarar así tenga yo que pasar días y noches implorando a la entrada del recinto cualquiera sea donde repose. ¡Lo que es ha sido y será para siempre! La esencia se manifiesta en un millón de formas, las formas son cambiantes”. Asombrado quedó de tales pensamientos y apresurando el paso continuó en su pensamiento: “Mi mente corta es ante estas revelaciones, algún día en algún sitio hallaré la respuesta pues este lugar ni la ciudad de la feria grande ya serán nunca más meta de mi aventura en la búsqueda de mi origen, mi existencia y mi fin. Mas he de ir a la gran feria, hacia allá viajan el santo y el pecador, iré tras aquel que así me habló llenando con más inquietud a mi atribulado espíritu”. Y se alejó con la tristeza que produce el no dilucidar tales incógnitas. Y caminó por el sendero hacia la ciudadela de Feria Madre tras la huella del ermitaño.
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Tags: Capítulo II, Del origen del hombre y las cosas, Feria Madre, Pedro Pablo Escobar, Pedro Pablo Escobar Muñoz
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