El origen de la melancolía en la expresión del culo
Lo que queda del culo no es sino un residuo de una expresión mayor que alguna vez estuvo en el punto máximo de la creación y que ahora solo queda reducido a su nivel más humilde.
Bataille ya hablaba sobre el culo en términos evolutivos, e inspirado por él hice mis propias averiguaciones en relación a la epistemología de la expresión y el culo.
Lo que uno encuentra al observar otras especies cercanas a la nuestra es un elevado grado de pérdida de gesticulación en relación al culo que se trasladó hacia el rostro: por ejemplo en el rubor. Las especies de simios reflejan el rubor en la posadera y no en los vulgares cachetes (por otra parte, no es coincidencia que muchos agudos inconscientemente le llamen cachetes a las nalguitas).
Si trasladamos el tema a la discusión teológica – y estoy consciente de que mucha gente no lo quiere pasar a ese nivel- la pérdida de la expresividad del culo es semejante y (si se quiere actual) a la pérdida del paraíso. Por tal razón la contemplación de un culo maravilloso puede llevar a una profunda nostalgia a las personalidades más espirituales.
Ver un gran trasero en una tarde de verano nos pone tristes, como quien sabe que ya jamás podrá volver al paraíso perdido.
En algún momento de la evolución la especie humana perdió la expresión en el culo. Posiciones sexuales como el perrito, o que la gente menee la posadera en una discoteca, son prueba de esa infinita nostalgia.
Eva, al ser la primera mujer, la única que vivió en el Paraíso, debió haber tenido el culo más majestuoso conocido en toda la creación. La serpiente la retó con la manzana. Al devorarla Eva, la serpiente tomó la forma de la doble hélice y reconfiguró el ADN de la mujer, haciéndole transformar su lenguaje a uno: solo el simulacro de la perfección que alguna vez fue. Su rostro enrojeció y corrió a ponerse calzones, pero ya el daño estaba hecho, Alicia estaba por fuera del Espejo, el doble que reflejaba estaba perdido para siempre. Nunca más ella pudo hablar con las criaturas, puesto que ya no era un ser creado sino transformado. Adán se pasaba las tardes en la playa, viendo como todas las criaturas del paraíso sacudían las colas, y se las olían y se las besaban, y a su lado, junto a Eva, solo encontraba incomprensión y resentimiento.
Este fue el origen de la melancolía del culo. Ese culo siempre ajeno y distante, que a lo lejos rememora el paraíso, pero una vez cerca, sola rinde informe del infierno y la desgracia acaecida en todos los hombres que se apartaron del reino de Dios.