Templos reptilianos
Mi muy caro amigo:
Tal y como se lo prometí en anteriores comunicaciones, me permito hacerle llegar algunas fotografías en las que trato de evidenciar la pervivencia de los ecos reptilianos en esta colonia que cada día se siente más independiente pero no sale de su culto para con los reptiles. Aún no sé si todos son reptiles o sus esbirros inconscientes y, por tanto, no he podido cazar al primero desde que he llegado a este lugar pero tengo paciencia, al fin y al cabo los domesticados son tan imbéciles que hacen cosas como las que a continuación le refiero.
Hace unos días me encontré con anuncios en los que se burlan (los anunciantes o lacayos de los reptilianos) de quienes creen en la venida de seres alienígenas; colocaban una foto en la que aparecen viejos disfraces de posibles entidades de otros cuerpos celestes y añadían que, si eran tan evolucionados o avanzados (como si solo existiera un camino de evolución y avance), por qué se limitaban a hacer surcos en plantaciones y a raptar a personas insignificantes o locas; reí ante tanta pedantería inocente y pensé en todos los ineptos que los gobiernan y que obedecen a las preceptivas reptilianas que pasan como simples humanos, al igual que los llamados cultores de la ciencia y autodenominados escépticos (que lo son por los vericuetos hábiles hechos por los reptiles).
En estas fotos verá cómo todo los cultos a los reptiles se toman por viejas teogonías y arcanas religiones, minimizando el suceso y argumentando y explicando todo bajo las últimas creencias científicas (uno de los últimos peldaños aportados por los reptiles para seguir domesticando a estos seres que se vanaglorian de poblar al planeta aunque ni siquiera saben para qué lo quieren hacer o por qué quieren vivir):
Las construcciones, hechas en diferentes momentos, aún son objeto de cientos de peregrinaciones pero ya no cuentan con los mismos rituales; ahora se fotografían al lado de las rocas y hacen filas y griterías parecidas a las que profieren en ese reducto llamado Disneylandia del que ya le hice llegar un informe ( A propósito: este lugar se llama Teotihuacán). Me permito mostrarle el culto actual; pervive el fervor por todo lo reptiliano aunque los domesticados, como es de esperar, no reparan en ello:
No puedo negarle, amigo mío, que hay momentos en que la campaña me da margen para ingerir P2 y remontar el viento cálido de las playas en donde me tiraba al lado de mis padres y ellos me enseñaban el cielo y me indicaban las distintas posibilidades que habría de tener en el futuro. Ese futuro ya es pasado y me cuelgo con el P2 y despierto tiritando en alguna autopista. Acá los idiomas no son complicados de aprender: los reptilianos nos desafían: nos dejan mensajes de su superioridad a través de las lenguas vivas y muertas. Las conocemos como si fuera un llamado intuitivo que nos hace el Verbo Primigenio y me aterro al descubrirme contemplando la posibilidad de que los propios reptiles nos han instalado esta hambre de perseguirlos y de poder hablar y escribir en idiomas que creímos desconocidos; por eso le escribo en uno de estos lenguajes, sé que entenderá cada una de mis palabras y no sabrá explicarse por qué. En los momentos de debilidad me concentro en ciertos sujetos; los asumo cazadores de reptiles, los supongo ángeles y basta unos segundos para recobrar la cordura y saber que estoy sólo… ¿estoy solo, amigo mío? Este que le muestro, se ocultó tras sus anteojos durante todo el día, ¿será un reptiliano que me engañó bajo su apariencia angelical? Temo haber perdido mi instinto cazador:
Este planeta, como todos los que he recorrido antes, está lleno de sujetos domesticados por los reptiles. Y cada día resulta más difícil encontrar a algún domesticador: puede que se hayan suicidado en masa y nos jueguen esta última broma para creer que nuestras vidas cuentan con algún sentido. Pero no son las criaturas que le he enseñado las que más me inquietan, hay unas que auscultan todo este escenario desde el silencio (quise señalársela pero prefiero guardar la fidelidad de la imagen. El sujeto está ubicado en el centro, camuflado entre los colores de las hierbas y las piedras):