William S. Burroughs: Cien años de marica

CIEN AÑOS DE MARICA

POR:  PEDRO SÁNCHEZ MERLANO

Futuro drogadicto, marica y escritor: William S. Burroughs, St. Louis, 1914.

Bebé yonqui-marica:  William S. Burroughs, St. Louis, 1914.

Una meditación a propósito del siglo de William Burroughs.

 Acosado por los inhaladores más profundos de mi asma tuve un sueño muy puro contigo:

Llegabas a la L como un tahúr de esos que salen en los westerns. En lugar de pistola traías jeringas. Cada una de ellas estaba sedienta de heroína y, también, cómo no, de heroinómanos.  ¿Qué preferirías, pinchar heroína o pichar heroinómanos?

En la taquilla de Homero pediste pasta base de cocaína y te la metiste en la boca mascándola como el más grande beisbolista del mundo. Después la escupiste y, con una jeringuilla, succionaste el líquido hecho de tu saliva y de los escombros drogadictos para chuzarte el brazo.

 Entonces vi al otro, al detective marciano, que venía convertido en una gigante flema en medio de la ciudad ardiente en llamas. Yo pensé, en medio del sueño, que me habían estafado con el bazuco, porque lo que estaba viviendo me tenía ya en un mal viaje, pero cuál mal viaje, si era el viaje a tu espacio interior, William. Estabas drogado de ti mismo, y lo que ocurría a tu alrededor no eran más que pormenores superfluos de tu desdicha.

 No me lo niegues, William, naciste para ser triste como todos nosotros. Respiraste para tener motivos para volarte la tapa de los sesos. Y sin embargo, como eres una marica, no pudiste sino volarle el casco a la lesbiana de tu esposa. En mis sueños la vi acostada con muchas mujeres, también vi cómo te insertaba entre tus nalgas un vibrador incandescente lleno de opio y te decía: ahora sí vas a sentir un macho. Mordías la almohada, y apretando bien las muelas y cerrando los ojos, tus endorfinas pudieron simular el olor a un semen lejano, tal vez uno de esos que anunciaba Hassan & Sabbah.

 No nos neguemos más. Sabemos muy bien que el daño estuvo hecho y que tu nacimiento ya marcó tu drogadicción como una máquina de contar como las que fabricaba tu abuelo. Ha pasado tu siglo y llegará tu milenio, las anfetaminas tendrán tu nombre y los viajes psiquícos serán narrados por un anciano con tu voz.

 Los marcianos también son William Burroughs, y en la Interzona buscarán negros que los humanicen así como los judíos humanizaron al Cristo.

 ¡Ay Bill, ya no sé por qué sueño tanto contigo! Deben ser las emanaciones de los agentes que nos rastrean por la noche. Las cucarachas me besan en el lecho hospitalario y el olor a ingle de ángel delata nuestros pensamientos más bellos y Billes.

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