Un cepo de coltan somete a la cultura libre

Coltan

El cyberactivismo cobra más adeptos a medida que nos adentramos en el siglo XXI, sin embargo, sus discursos están escindidos de la corporeidad; asume a la cultura y al software como una suerte de entidades etéreas despojadas de la fatalidad de lo táctil, continuando con la tradición que escinde a la carne y espíritu, nacida de la conexión entre Jerusalén y Atenas que parió a lo que, con vaguedad, denominamos «Occidente».  Esta escisión ha generado que quienes luchan para que haya un control sobre la explotación de Coltan en paises como Congo, se den la espalda con los cyberactivistas y promotores de la cultura libre. Estamos en un momento crucial en el cual podemos comenzar a integrar estas dos luchas y comprender que, por más que nuestros teléfonos móviles semejen algo gaseoso, están hechos de minerales táctiles, extraídos de montañas por manos de gente esclavizada y explotada que jamás en su vida ha visto un teléfono como el que tiene en sus manos un activista del software libre:

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