De Feria en Feria (Crónica de un libro colombiano en el desierto árabe)

Por:

Dixon Acosta Medellín

@dixonmedellin
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Mientras en Bogotá cae un aguacero y en el recinto de Corferias transcurre la Feria del libro, con transeúntes lectores que en ocasiones toman los periódicos gratuitos como paraguas provisionales para protegerse de la lluvia, a 13585 kilómetros (si le creemos a una página en Internet que calcula distancias entre ciudades), en Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, dos poetas, uno colombiano y otro egipcio hablan de literatura colombiana traducida al árabe.

Aunque afuera de las instalaciones del ADNEC (Abu Dhabi National Exhibition Center), el verano comienza a llegar en brisas cálidas que en dos meses se convertirán en brasas torrenciales, en su fresco interior se cumple la edición No. 23 de la Feria del Libro de Abu Dhabi. Dentro de la rica programación cultural que reúne lectores, escritores y editores de todo el mundo principalmente del Medio Oriente, en un espacio inventando para la conversación denominado Discussion Sofa, se encuentran dos hombres, uno nacido en Colombia y otro en Egipto, que han coincidido en una misma obra, un matrimonio de letras a distancia.

A pesar de trabajar juntos en el empeño de llevar un libro de poemas al público que lee y siente tanto en español como en árabe, nunca se han visto personalmente, pero el abrazo sincero de la amistad surge irremediable y estremece con carcajadas victoriosas. ¨Diez poemas colombianos¨, libro que comienza con la versión lírica del mito de la creación del pueblo Kogui, pasa por nombres inmortales como Pombo, Silva, Barba-Jacob, De Greiff, atraviesa por monumentales olvidados como Arturo o Francisca Josefa del Castillo, llegando a los ecos más recientes de Charry, Del Mar y Quessep, siendo estos dos últimos descendientes de los miles de árabes que migraron a Colombia dejando no sólo hijos ilustres sino esencias del desierto en los valles y costas de nuestro país.

Los poetas hablan orgullosos de un libro que al mismo tiempo, curiosos emiratíes empiezan a descubrir, con asombro y dicha al mismo tiempo. Un libro que empezó como una idea que los vientos de Cartagena le llevaron a un director cultural y a un funcionario, extraviados en el Caribe de una cumbre internacional, que luego se concretó en una propuesta entre una viceministra y un embajador dispuestos a ensayar formas novedosas de enlazar pueblos distantes y que encontró eco en un equipo de buenos burócratas en Bogotá y Abu Dhabi (porque la burocracia no es mal nombre, es la forma racional y organizada del trabajo del Estado según Max Weber).

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Al final tres poetas son los responsables, una mujer signada por su nombre a las grandes empresas, Catalina González Restrepo quien con su esposo Juan Felipe Robledo, hacen la selección de los poemas y el indispensable Ahmad Yamani, quien  realizó la titánica labor de interpretar las sutiles manifestaciones del alma colombiana, trasladando metáforas e imágenes a los ojos y oídos árabes.

Juan Felipe y Ahmad ilustran a la concurrencia sobre la importancia de la tradición oral en las dos culturas, las de los pueblos beduinos que iban memorizando su poesía a golpe de camello, mientras los hermanos mayores de  la Sierra Nevada de Santa Marta tejen versos sobre su relación ancestral con la madre tierra. Previamente el embajador Roberto Vélez Vallejo, un cafetero y diplomático pereirano que maneja las cifras económicas como croupier de cartas, recuerda que las relaciones de los pueblos, no sólo pasan por los fríos números sino por las cálidas letras.

Los aplausos al final se desgranan con emoción de los colombianos presentes que recordamos algunas líneas aprendidas en la infancia y de los árabes que han recibido un regalo inesperado por parte de una embajada que así celebra su primer año de vida. Un aguacero de aplausos que de regreso 13585 kilómetros atrás, se confunde con las gotas que empiezan a difuminarse en los charcos bogotanos, mientras los lectores de la Feria de Bogotá guardan los paraguas provisionales hechos de letras.

Dos ferias simultáneas y que pueden hermanarse en el futuro. Se ha dado un fundamental primer paso, algún día habrá estantes y libros de las dos naciones en sus ferias emblemáticas y por qué no, cada país será el invitado de honor del otro, tanto en Abu Dhabi como en Bogotá. Hay derecho para la imaginación, esperamos ver más abrazos como los de Ahmad y Juan Felipe, el abrazo de dos pueblos unidos por el cordón umbilical de la poesía.

* Fotografías: Dixon Acosta Medellín

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