La broma infinita de Agassi y Gómez
André Agassi publicó una autobiografía llamada «Open» en la que confesó haber consumido drogas ( metanfetaminas) y que en 1990, en su primera final en un grand slam (Roland Garros), usó una peluca que no le permitió concentrarse en el juego que perdió ante el ecuatoriano Andrés Gómez.
Agassi semeja uno de esos tenistas que aparecen en «La broma infinita» de D.F. Wallace. En 1996, año de publicación de la novela, aún no se sabía de los sucedido en ese verano francés en que el entonces veinteañero Agassi se atormentaba por la caída de su pelo. Wallace tampoco supo del consumo de drogas de Agassi porque ya se había ahorcado.
En «La broma infinita», hay un profesor de tenis llamado Schtitt que dice lo siguiente:
… el verdadero rival, las fronteras contenedoras, no son más que uno mismo. Siempre y solo el yo está ahí, en la pista, y all´se le debe combatir y se le debe llevar a la mesa para fijar los términos. El chico rival del otro lado de la red no es el enemigo: es más bien tu pareja en el baile. Él te sirve de excusa u ocasión para afrontar al yo. Y tú eres la ocasión de él. Las infinitas raíces de la belleza del tenis son autocompetitivas. Compites con tus propios límites para trascender al yo en imaginación y destreza. Desapareces dentro del juego: traspasas límites, trasciendes, mejoras, ganas. Por eso el tenis es una empresa esencialmente trágica: crecer y mejorar como un junior serio, ambicioso. Intentas liquidar y trascender al yo limitado cuyos límites son los que hacen posible ese deporte en primer lugar. Es trágico y triste y caótico y hermoso. Toda la vida es igual, como ciudadanos del Estado humano: los límites animados están dentro para ser eliminados y llorados una y otra vez.
Agassi se declaró ganador de ese partido de 1990 porque la peluca no se le cayó gracias a los alfileres que su hermano le consiguió. Luchaba contra él mismo y la sensación de derrota no fue traumática.
Andrés Gómez bailó con una pareja tan abstraída en su peluca que jamás se dio cuenta de sus pasos y sus manoseos en la pista de baiela. Ese título que lo llevó a convertirse en el segundo ganador suramericano del Roland Garros.
El ecuatoriano se retiró tres años después, a los treinta y tres años. Agassi debió esperar hasta 1999 para poder ganar su único abierto de Francia.
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