Franzen estará muerto en cincuenta años

Franzen es un escritor muy importante. Hasta Obama lo aclama.

Franzen es lo más cercano a los escritores latinoamericanos que hicieron parte del llamado boom. No tanto porque él los conozca a fondo sino porque, como ellos, sus opiniones remecen el mundillo político y periodístico y puede emitir juicios sobre lo humano y lo divino. Por esa velada cercanía con el escritor-patriarca de mediados del siglo pasado, fue tan aclamado por el exclusivo público que fue a Cartagena, la ciudad colombiana que sirve de sede para el Hay Festival.

Tan importante es Franzen que todo lo que dice genera controversias y entradas a blogs de distintos lugares del mundo. Las últimas reacciones se generaron gracias al conversatorio que tuvo con Juan Gabriel Vásquez (un escritor colombiano importante aunque no tanto como su colega norteamericano). En ese evento, el autor de «Freedom» disparó que no le simpatizaban los e-books y que, cuando estos hicieran desaparecer del todo a los libros impresos en unos cincuenta años, él estará muerto. La gente se rio, Juan Gabriel, también, aunque un poco apesadumbrado porque siempre ha creído en la inmortalidad de la literatura y Franzen es literatura o, al menos, un demente por culpa de ella: «A screen always feels like we could delete that, change that, move it around. So for a literature-crazed person like me, it’s just not permanent enough.”

Lance Ulanoff se ocupó de debatir las opiniones del autor de «Freedom» (Acá puedes leer el texto) sobre los e-books con argumentos como el ecológico (con los e-books se dejan de tumbar tantos árboles) y el de la facilidad de llevar varios clásicos sin que tu maleta se llene.

Franzen, desde su trono en Cartagena, también dijo que sería feliz si más novelistas, no solo los escritores de ciencia ficción, prestaran atención a la ciencia y la tomaran en cuenta pues a partir de ella pueden surgir muchas preguntas interesantes. Con esta afirmación pone en evidencia su visión realista de la literatura; a su juicio, la ciencia ficción, para que lo sea, debe partir de propuestas hechas en un laboratorio o en un aula de física teórica, de lo contrario, son meros desvaríos.

El trasfondo de esta perspectiva comprende al lenguaje como una herramienta para decir lo justo en el momento indicado sobre algo concreto. En este modelo de literatura, la palabra adecuada es suficiente para una situación, un personaje, una trama; el lenguaje verbal existe para traducir lo que se ve y lo que se siente, él, por sí mismo, no crea una situación ni genera algo que sea paralelo o que le de vuelta a lo que se presume como real. Es en este contexto como se puede entender la distancia que Franzen toma con autores como Philip K. Dick.

A su vez, esta noción del lenguaje soporta el ideal de estabilidad que Franzen le otorga a la literatura. Su posición conservadurista desembocaría en un raciocinio en el que un cuento impreso ingresa a la literatura (seguramente, Franzen juzgará si buena o mala) mientras que los manuscritos de Kafka no lo fueron si no estaban impresos: Hay que agradecerle a Brod porque él convirtió los textos de Kafka en literatura. Todo por la estabilidad. Todo por mantener a  una obra como una pieza de museo que sólo pueden manosear los críticos pero no otro escritor.

Habría que preguntarle a Franzen su opinión sobre los cambios que Borges infligió sobre sus textos cada vez que se iba a editar una antología. Quizá ya la literatura ha muerto y queda un inmenso libro que todos podemos reescribir y modificar, desapareciéndose el nombre de quien hizo la tachadura o el cambio. Quizá,  los escritores cuyos retratos aparecen en revistas y son entrevistados por temas como el cambio climático, desaparezcan y emerja una especie de humano que escriba sin que sea denominado escritor ni  vaya a festivales y, por supuesto, no sea tan importante como Franzen.

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