Oscar «Zeta» Acosta: el vato número uno. Por Francesco Vitola Rognini
Zeta, Henry Hawk, The Samoan, Brown Buffalo, Dr. Gonzo, o como prefieran llamarlo, subió a una lancha rápida en la costa de Mazatlán a mediados de 1974. Fue lo último que se supo de él. Había elegido ese punto del mapa para su «exilio estratégico» —expresión usada por Hunter Thompson en el artículo que sondea los motivos de la desaparición de Acosta— tras haber sido capturado en California en posesión de un puñado de anfetaminas: «He mas so broke, divorced, depressed and so deep in public disgrace in the wake of has “high speed drug bust” that not even junkies would have him for an attorney» («The Banshee Screams for Buffalo Meat». The Great Shark Hunt. P. 508). Es decir, fue su inminente muerte profesional lo que le hizo abandonar California. Esto diría Acosta al final de su segunda novela, The Revolt Of The Cockroach People: «I´m going to write my memoirs before I go totally crazy. Or totally underground» (p. 258).
Quienes deseen profundizar en su vida y obra encontrarán reediciones de sus dos novelas, así como compilaciones de ensayos, cartas personales, cuentos y guiones, todo lo cual, leído como unidad, permite comprender a este multifacético Chicano. Esto ha sido posible gracias al empeño de su hijo Marco Federico Acosta, custodio de los archivos personales de Oscar. También han sido indispensables en la labor de análisis y difusión de su obra las universidades que ofrecen programas en Estudios Chicanos, así como PBS , financiador de un filme que rescata su memoria: The Rise and Fall of the Brown Buffalo.
Genio y figura hasta la sepultura
Oscar Acosta sentía curiosidad por la historia de sus ancestros, y lo acosaba la culpa de haber perdido su idioma: «Sometimes I wish I knew more about my origin, about my ancestors. I´ve never really tried to learn. The things I think I know are part history and part story. I have written and thought so much about it that I can no longer, if I ever could, distinguish fact from fiction» ( «From Whence I Came». Oscar “Zeta” Acosta: The Uncollected Works. P. 22). En su primera novela, The Autobiography of a Brown Buffalo, manifiesta una clara intención por encontrar su identidad, se pierde para encontrarse, y dejándose llevar por el azar llega al bar Daisy Duck, en Aspen, Colorado, donde su vida cambiará para siempre: «I Had sure as Hell driven my car over a cliff. But I was alive. Only a cut here and there. Nothing serious. I Had simply died. Nothing was left of the brown buffalo. He Had disappeared in the fall. His car still sits at Devil´s Pass» (p. 159). Además de la búsqueda de identidad, es evidente el deseo de trascender a través del legado literario, porque ante todo Oscar se reconoce como escritor, un aspecto que ha pasado desapercibido entre quienes vean a Oscar como el Dr. Gonzo de Fear and Loathing in Las Vegas. Esto diría al respecto en «Autobiographical Essay», incluido en Oscar “Zeta” Acosta: The Uncollected Works: «I started school at San Francisco State and I started writing. I was majoring in creative writing and mathematics and I dug both of them. I had one semester to go to get my degree in math but, by that time, I was halfway through a novel, so I dropped out to finish that and then intended to go back. I was writing about Chicanos at that time […] and that subject wasn´t acceptable. So I decided I would write because that is what I am, a writer, but I didn´t want to have to write or to be a professional writer» (p. 7). Su primer novela cimentará el mito personal, algo en lo que trabajará de forma constante hasta en el último episodio de su vida: «For twelve years, all through college and law school, I´d been unable to get rid of any printed or written material that in any way whatsoever touched me. I´d kept all my textbooks, my exams, my notes, schedules of classes, announcements of events, hungry poems written in the dark on scraps of paper, and any other paraphernalia that describen me. I was going to make certain that my biographers had all the information they´d need to make a complete report» (p. 49). Pareciera que las decisiones que tomará en su vida están destinadas a alimentar al mitológico bisonte nacido en Aztlán, aquel misionero-anarquista-revolucionario lleno de defectos y virtudes. Y para darle status de mito fue indispensable Thompson: «Oscar was one of God´s Own prototypes —a high-powered mutant of some kind who was never considered for mass production» escribiría en el artículo «The Banshee Screams for Buffalo Meat» (The Great Shark Hunt. P. 515) .parafraseando aquella célebre descripción incluida en Fear and Loathing in Las Vegas. Oscar era un individuo propenso al fanatismo, como él mismo definía su apasionamiento. Su búsqueda de identidad, sus crisis existenciales y contradicciones (su amor por La Raza y su atracción por el mundo Angloamericano que quiso integrarse como un “all American boy”) lo llevaron a vivir una existencia signada por la tragedia. A lo ancho de su primera obra es evidente el desarraigo que siente, y que se manifiesta en los múltiples proyectos que emprende y abandona a lo largo de los años. Solo al final del libro parece encontrar un nicho, al reconocer que no es ni mexicano ni «Americano». Así lo expresa en The Autobiography of a Brown Buffalo: «What I see now, on this rainy day in January, 1968, what is clear to me after this sojourn is that I am neither a Mexican nor an American. I am neither a catholic nor a Protestant. I am a Chicano by ancestry and a Brown Buffalo by choice» (p. 199). Sin ser un libro triste, el autor nos muestra las fronteras de la locura, sus colapsos nerviosos, episodios de ansiedad y depresión. También ofrece claves para entender la raíz de su problema de abuso de sustancias. Acosta no teme mostrar su vulnerabilidad, y es capaz de una ternura proporcional a su crudeza: «Maria became one of the many women friends I always kept around to protect me from the Frisco fog and my dead vine. I never screwed any of them, I just kept them to hear me out. /A couple of years later when I had the first of my serious nervous breakdowns, she drove me to S.F. general and sat in the waiting room, bitching at the attendants until they received me into their arms for three-day observation period» (p. 46).
Si en Autobiography… es evidente que el personaje central es un abogado desmotivado que habla de sí mismo con cruda honestidad, desencantado de su profesión que pone en duda sus competencias, en The Revolt of The Cockroach People vemos al mismo personaje asumiendo un rol de liderazgo, metamorfoseado en «Zeta», «el vato número uno». La escritura sigue siendo un tema central en el libro, pero ahora documenta las vivencias en la medida que ocurren, ya no mira al pasado (salvo que hablemos del pasado remoto en el que Hernán Cortés y sus huestes arrasan Tenochtitlán). La profundidad de las observaciones distancian a este libro de la novela de aventuras y descubrimiento personal por las carreteras del Oeste norteamericano: «Whittier Boulevard is burning. Tooner Flats is going up in flames. Smoke, huge columns of black smoke looming over the buildings. Telephone wires dangling loose from the poles. Everywhere the pavement is covered with broken bottles and window glass. Mannequins from Leed´s Clothing lie about like war dead. Somehow a head from a wig shop is rolling eerily down the road. Here a police van overturned, its engine smoking. There a cop car, flames shooting out of the windows. Cops marching forward with gas masks down the middle of the debris. An ordinary day in Saigon, Haiphong, Quang Tri and Tooner Flats» (p. 201). El tema de fondo de su segunda novela es la segregación racial, y su función como abogado de los oprimidos Chicanos. Respecto a su faceta como abogado podemos decir que «Zeta» resulta brillante cuando se dedica a defender Chicanos.
A modo de contexto, recordemos que en The Autobiography of A Brown Buffalo, es King (Hunter Thompson), y su hermano, «Bob», los que le hablan por primera vez de Gorky Gonzales, el movimiento Chicano en California, o Brown Power. De esta forma dejaría registrado esos dos episodios, que son sin duda fundacionales obra de Acosta. Primero veremos la escena con King en un bar de Colorado, minutos antes de subirse en un autobus:
«“You ever heard of a guy by the name of Corky Gonzales?”
“Nope. Who´s he?”
“Some kind of Mexican leader. I read he got busted with a bunch of Chicanos during some demonstration in Denver.”
“What are the Mexican protesting? I asked, not really concerned about the answer. The beer was flat now. The sting from the weekend of drugs was winding down.”
“How should I know? Something about schools… you´re the Mexican, not me.”» (p. 179).
Luego, en el desenlace del libro, Oscar conversa telefónicamente con su hermano, desde El Paso, donde acaba de ser liberado de la prisión. Le llama para pedirle dinero para poder seguir camino a Guatemala:
«“Yeh, but shit, man… settle down. Just … look, if you want to write about revolutions… have you heard of Brown Power?”
“You mean the Negroes?”
“No, the Chicanos down in East L.A. I read a little paper called La Raza.”
“No. I´ve never heard of any of that. Why?”
“I read that they´re going to start a riot. Some group called the Brown Berets or something are going to have a school strike… I don´t know anything about it. But it sounds… more practical. Why not go down there and write about that revolution, sell the story and then go to Guatemala?”» (p. 196).
El autor sufre una de sus epifanías y reconoce su misión en la vida: «That is exactly what the gods have in store for me. Of course, why didn´t I think of it first?» (p. 196). En esas últimas páginas nace «Zeta», por lo menos en lo que respecta al universo literario. El compromiso hacia La Raza se ratifica en el lúcido ensayo titulado «Racial Exclusion», incluido en Oscar “Zeta” Acosta: The Uncollected Works, donde explica las razones del movimiento México-Americano del Este de California: «The concepts of integration, assimilation and acculturation describe historical relationships between Africans, Orientals and Europeans, persons all foreign to this land. Despite the lack of organization or of truly national leaders, despite the inability to articulate his rage, the Mexican-American claims the Southwest by right of prior possessions, by right of ancestry. His most distinctive, prominent characteristic is his Indio-Mestizo blood; that is the deeper meaning of La Raza» (p. 289). Él es fruto de su contexto, y por tanto, su obra debe ser leída como un registro documental de una Era de agitación sociocultural. Quizás por eso es tan difícil definir sus obras como crónicas noveladas o novelas de autoficción, su capacidad de reproducir vivencias mezcladas con datos reales ligeramente distorsionados lo hacen un autor fronterizo, difícil de encasillar.
Transversalidad entre la obra de Oscar Acosta y Hunter Thompson
Si queremos entender de qué manera se entrecruzan las obras de Oscar Acosta y Hunter Thompson hay que volver al sitio de su primer encuentro, el bar Daisy Duck, en Denver, Colorado. En su primera novela, Oscar venía rodando en su Plymouth verde desde California envuelto en una neblina de anfetaminas y alcohol, y aprovecha ese recurso para evocar memorias y traumas. En esas estaba en Ajax, a las afueras de Nevada, cuando decidió darle un aventón a una joven rubia hippie, Karin Wilmington. En el trayecto él le contaría toda su vida, y ella, enternecida tras escucharlo durante horas, le recomendó pasar por el Daisy Duck, en Alpine —el equivalente literario de Aspen—, donde le aseguró encontraría una cuenta abierta a su nombre, solo debía preguntar por Bobbie Miller. Karin se quedó en Ketchum, el pueblo donde está sepultado Hemingway. Oscar, aprovechando que el azar lo había llevado hasta el lugar donde reposaba uno de sus héroes literarios, decidió pasar la noche ahí. A la mañana siguiente entraría a Alpine, donde se registraría en un motel. Luego de un reparador sueño de 24 horas, se dirigió al Daisy Duck. Ahí encontró a Bobbie, quien le presentaría a King (Thompson) y a otros compañeros de barra. Acosta lo escenifica así: «The other one was tall and on the verge of losing his hair. He wore short pants, an upside-down sailor´s cap from L.L. Bean and a holstered knife hung from his waist. He looked the other way when Bobbie introduced me to Miller [Phil] and told him I´d been in Ketchum» (p. 137). Este encuentro es recordado de otra forma por Thompson, lo que nos da una idea de la habilidad Acosta para entremezclar realidad y ficción: «But by the time I first met him in the Summer of 1967, he was long past what he called his “puppy love trip with The Law” […] When he came booming into a bar called Daisy Duck in Aspen and announced that he was the trouble we´d all been waiting for, he was definitely into the politics of confrontation—and on all fronts: in the bars or the courts or even the streets, if neccesary» («The Banshee Screams for Buffalo Meat». The Great Shark Hunt. P. 505-506). En otras palabras, cuando ellos se conocieron ya Oscar Acosta era «Zeta», «el primer abogado Chicano del siglo XX», «el vato número uno», no un desorientado escritor buscando su identidad. Es decir, seis años antes de la publicación de la novela que lo presentaría como tal. Así termina Thompson de recordar el episodio: «This was the Brown Buffalo in the full crazed flower of his prime —a man, indeed, for all seasons. And it was somewhere in the middle of his thirty-third year, in fact, when he came out to Colorado—with his faithful bodyguard, Frank—to rest for a while after his grueling campaing for Sheriff of Los Angeles County, which he lost by a million or so votes» (p. 507).
El siguiente espacio geográfico indispensable para comprender el entrelazamiento entre sus obras es el Silver Dollar Café, ubicado en Whittier Boulevard, escenario de los trágicos sucesos descritos en «Strange Rumblings in Aztlan» (Thompson. Rolling Stone #81. 1971) y The Revolt of The Cockroach People (1973). El contexto es el que sigue: tras las manifestaciones ocurridas en 1970 las autoridades tenían bajo vigilancia permanente a Acosta, y Thompson, que se había trasladado al Este de Los Ángeles para escribir el artículo sobre el asesinato a sangre fría de Ruben Salazar, encontró que era imposible trabajar en esas condiciones, motivo por el decidieron replegarse a Las Vegas, donde podían conferenciar y circular a sus anchas sin necesidad de rodearse de los Vatos Locos que fungían de guardaespaldas de Oscar. De esa situación nació Fear and Loathing in Las Vegas (1971). Por supuesto, Las Vegas es el tercer espacio geográfico de suma importancia en la obra de estos dos escritores, ya que de alguna forma ahí se gestaron esos tres textos —aunque terminaría siendo la delirante novela de Thompson la que les daría a ambos el status de celebridad—, y por tanto, consideramos indispensable leerlas como un conjunto para entender la transversalidad de la obra de Acosta y Thompson. Tras ese episodio histórico —el asesinato a sangre fría de un periodista Chicano a manos de las autoridades— que obligó al abogado y al periodista a trabajar en condiciones similares a las del periodista de guerra, es que se ha sugerido a Oscar como co-creador del periodismo Gonzo, polémica alimentada por el propio Oscar en una carta dirigida a la revista Playboy, y que ahora es posible leer en Oscar “Zeta” Acosta: The Uncollected Works: «Your november issue, “On The Scene” section on Mr. Hunter S. Thompson as the creator of Gonzo Journalism, which you say he both created and named… well, sir, I beg to take issue with you. And with anyone else who says that. In point in fact, Doctor Duke and I—the world famous Doctor Gonzo—together we both, hand in hand, sought out the teachings and curative powers of the world famous Savage Henry, the Scag Baron of Las Vegas, and in point of fact the term and methodology of reporting crucial events under fire and drugs, which are of course essential to any good writing in this age of confusion—all this I say came from out of the mouth of our teacher who is also known by the name of Owl» (p. 109). Pero sin ánimos de desvirtuar los frutos de ese trabajo colaborativo, y de lo que significó para la obra de ambos, hay que dejar en claro que el «Periodismo Gonzo» recibe ese distintivo nombre tras la publicación de «The Kentucky Derby is Decadent and Depraved» (Scalan´s Montly, 1970), mismo año en que ocurrían los eventos Whittier Boulevard. Para ser más claros, a Oscar lo caracteriza una tendencia hacia la memoria personal, con propensión a la condensación de experiencias de vida y a deformar los datos reales —para efectos literarios, como buen novelista—. Su obra es autobiográfica más que periodística, y eso queda claro al comparar sus obras de ficción con sus ensayos «Autobiographical Essay», «From Whence I Came» y «Racial Exclusion», incluidos en Oscar “Zeta” Acosta: The Uncollected Works. Thompson, en cambio, fue un reportero toda su vida, y aunque su estilo viró hacia un trabajo cada vez más inmersivo, nunca evocaba su vida personal, o dramas familiares. Thompson era un periodista y un analista político que vivía de su escritura, y si como novelista coincidió en los temas abordados también por Acosta, diríamos que fue más por necesidad, dados los tiempos que corrían. Para terminar cabe decir que si las obras de estos dos escritores tienen vasos comunicantes es porque cuando se juntan dos anarquistas con un apetito voraz hacia los alucinógenos, los estimulantes y el alcohol, se produce una hermandad. Y los hermanos se parecen, tanto, que en ocasiones solo es posible distinguirlos por su tono de piel.
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