La necesidad del corazón (tercera entrega)

Edison Delgado Yepes, escritor nacido en Ecuador, nos ha permitido publicar, por entregas, su novela “La necesidad del corazón”. Acá podrán leer el episodio anterior.

Ola-gigante-tsunami

De pronto a Doménica le entraron unas gigantescas ganas de desamarrarle la toalla e introducirse en la boca la flácida pieza de carne que se encontraba entre las piernas de su hombre. Era un deseo tan potente, que todo su cuerpo se estremecía afiebrado por los rápidos y punzantes latidos de su corazón. Sus nalgas le temblaban de deseo y su entrepierna estaba empapada y sentía un calor sofocante que le hacía sentir que todo su cuerpo ardía de fiebre. Se le hacía agua la boca de ganas de chuparle el pene y le atormentaba la mente de deseos de dejarse penetrar por todos lados. Quería cogérselo y masturbarlo hasta que se ponga duro y luego abrazarlo con los labios y chupárselo hasta que se derrame su néctar en su boca y resbale por su garganta para que sus semillas se fundan en su estómago e intestinos. Pero un miedo la paralizaba, una inseguridad a cómo reaccionaría él ante tanta pasión y deseo. No sabía cómo reaccionaría él, tenía miedo a que lo vaya a tomar a mal y se disgustara, pero, simplemente, no podía evitarlo, no podía posponerlo por mucho tiempo más, así que se lanzó a su objetivo y con la mano temblorosa por una mezcla de miedo y deseo le abrió la toalla y empezó a aplicarle un pequeño masaje a la picha de Pepe Viche.

Como sigas pensando así

Recibirás el castigo de los dioses

Te convertirás en un engendro Bíblico

Se te cerrarán las puertas del cielo

Y

Nunca más volverás a ver

El rostro de tu madre

Vive y deja vivir

Pero no me mates

Como no se ponía dura de inmediato y como él se quedaba callado y no decía nada, ya no pudo contenerse más y se abalanzó sobre él para chuparle el pito y de esa manera consumar ese deseo que la quemaba por dentro y que la hacía tan, pero tan vulnerable. La picha de Pepe Viche se empezó a espigar y el glande, rosado, y duro como una nuez, salió y se liberó de la protección del prepucio. Doménica ya no podía más, le temblaban las nalgas por el tremendo deseo de montar encima de Pepe Viche y mientras sostenía la larga y delgada pieza de carne con la mano derecha, aprovechó para sacarse el traje de baño y montarlo a su amigo y amante, hasta que la dura, roja y redonda cabeza de su falo se metió, dificultosamente, dentro de su aguado anito. Así permaneció por un cuarto de hora saltando y saltando sobre la picha de Pepe Viche y gimiendo y abriendo la boca y sudando y teniendo varios orgasmos hasta quedar completamente agotada…

Muchas veces Doménica también pintaba al óleo marinas y paisajes montañosos y se los iba a enseñar a Pepe Viche para que él les de un vistazo y le diera su opinión y consejos. Doménica hacía grandes progresos y se daba cuenta que el mundo de la pintura era bastante embriagador y absorbente. Si uno quería obtener avances y resultados tangibles tenía que pasar muchas horas dibujando y pintando una y otra vez. Ella lo hacía encerrada en su cuarto mientras escuchaba con volumen bajito su música country preferida. También le gustaba escuchar todos los días por la radio LIBERTAD la encendida polémica y el subsiguiente debate entre Yolanda Yagual y Manuel Solines sobre el asunto de las prostitutas extraterrestres trabajando en Salinas y Capaes.

Yolanda Yagual defendía el derecho de las alienígenas a trabajar como prostitutas para intentar salvar a su especie, pero Manuel Solines se rasgaba las vestiduras y decía que aquello era una ofensa a Dios desde todo punto de vista y algo inconcebible…

Aquella polémica entre las más importantes autoridades de la península empezaba a tener eco en los ciudadanos y se empezaban a dividir en dos bandos: los que se asustaban y veían aquella actividad social como una señal del Apocalipsis y los que lo tomaban como la cosa más normal del mundo y que incluso recomendaban su experimentación.

Las noches en Salinas eran muy, muy largas…y completamente en blanco y negro.

Verónica

Te sientas derechita

Frente a mí

Por tu vida

Han pasado muchos hombres

Ya no quieres sufrir más

Como todos los demás

Vivimos con el corazón

En un puño

Con mucho dolor

Y

Sin esperanza

Durante las noches de los fines de semana, Pepe Viche se quemaba las pestañas y las cejas dándole vueltas a los chuzos de carne asada, de pollo y de ternera cuencana, previamente precocidos, que despedían un olor exquisito para los húmedos paladares de los clientes.

Cuando Pepe Viche se graduó de bachiller, su primer trabajo fue en el departamento de microfilmación en el banco POPULAR y consistió en archivar y conservar las firmas de los cuenta correntistas que giraban cheques. Luego lo pasaron a cámara de compensación donde tenía que realizar la estresante labor de solucionar todos los problemas de descuadre de las cajeras que trabajaban en el día. Lo único bueno de ese trabajo fue que a la hora del almuerzo, tenía suficiente dinero para comer toda la comida china y japonesa que el quisiera en el mundo, porque en aquel trabajo le pagaban muy bien.

Luego aceptó una lucrativa oferta para trabajar como jefe de bodega de Mi Comisariato, pero aquel trabajo era matador ya que lo tenía que realizar de lunes a domingos y salía de la casa a las seis de la mañana y no estaba regresando siquiera hasta las nueve de la noche. Esa fue otra de las pequeñas cosas que decidieron el rompimiento de su noviazgo con Estefanía. En aquella época le decían en el trabajo el hombre buseta, porque tenía que coger tres busetas para llegar desde su casa a su Mi Comisariato de Urdesa.

Mientras se hallaba en esas faenas, Pepe Viche se embriagaba en sus recuerdos amorosos del primer amor de su vida: la pequeña y dulce Estefanía. Linda como una princesa egipcia, con su pelo lacio y negro, cayéndole en el rostro, con un hermoso cerquillo. Se dieron el primer beso en una fiesta go go, ocultos en una esquina de la barra de licores de aquella olímpica mansión de Chipipe y luego se metieron debajo de una cama para seguir dándose más besos franceses. Ella lo amaba locamente. Esto fue algo que él lo supo tan sólo con verle a los ojos. Cuando una mujer ama a un hombre lo mira de una manera inconfundible, es una mirada de ojos que brillan como estrellas en la noche, como chispas de colores, que claman a gritos el más inconfesable los deseos. Fueron enamorados durante seis largos años y cuando se le retrasó el período, ella se sintió muy ofendida cuando Pepe Viche le habló de la posibilidad del aborto para evitar el escándalo de su familia. Ella estaba dispuesta a morir con su hijo en el vientre pero nunca se iba a someter a una operación clandestina de aborto. No sólo por el hijo sino por el amor al padre, pero cuando se le vino la regla, algo se había roto dentro de ella y ya nunca más pudo volver a sentir el mismo amor por su flaco. Pepe Viche se dio cuenta de aquello y también se fue distanciando, aunque le rogó que lo perdonara por haber mencionado el asunto del aborto y aunque le pidió que le comprendiera cuando él sintió que el mundo se le venía encima ante la posibilidad del escándalo y que él apenas era un muchacho inexperto de diez y seis años, ella nunca olvidó que se haya atrevido a mencionarle la posibilidad de matar a su propio hijo. Para Estefi aquello fue como si él le hubiera sido infiel o como si hubiera cometido una gran traición. Eso de una manera muy extraña y peculiar había matado su amor, su precioso amor infantil, su divino amor incondicional.

Varios perros cholos ladraban a la luna llena aquella noche.

Doris

 por las noches

Encerrado en mi prisión

Alucina mi mente

Escapo

Te veo desnuda, preñada

De dolor

De esperanza

Todo lo he perdido

Sólo me queda

El conocimiento del mundo

Por las noches

Encerrado en mi prisión

En este cuerpo infernal

Que si quiere

Te puede matar

Estoy consciente

De todo el dolor del mundo

Al día siguiente Pepe Viche cayó en cama enfermo por el agua helada y por fumar demasiados cigarrillos. Desde unos días antes ya venía sintiendo ciertas molestias en la garganta y un ligero picor en el paladar, pero seguía fumando sin parar, pero una noche no pudo salir a trabajar, porque le cogió un fuerte escalofrío y una gran debilidad en todo el cuerpo. De inmediato se forró de varias chompas y se quedó acostado en la cama, delirando, con terrible temor al cáncer y a la muerte. Su hermano Tuco le compró una caja completa de cebión efervescente y Doménica le llevaba todos los días fresca dulcamara, recién cosechada para que le alivie de la infección. El pobre Pepe Viche se despertaba en las mañanas con la garganta repleta de flema verde y a veces un poco sanguinolenta y la escupía en la bacenilla, para examinarla más detenidamente. Toda una semana le duró la enfermedad y cuando lo venía a visitar la señora Priscila- que tenía un extraordinario parecido con la actriz nicaragüense Bárbara Carrera-, le encargaba que le compre pastillas de BACTRIM FORTE para ayudar a la dulcamara, la leche de soya, el CEBION y la leche con miel de abeja que tomaba para curar la infección en la garganta. Esta vez sí se juró Pepe Viche que dejaría de fumar o de lo contrario sabía muy dentro de él que moriría de cáncer.

Una noche soñó con su padre y su hermano cuando eran niños. Su padre los llevó de excursión a la montaña y treparon el pequeño cerro, por el sendero pedregoso y Pepe Viche se dio cuenta que el estado físico de su padre estaba en la miseria. A cada rato se detenían para que su padre recuperara el aliento, y su hermano Tuco no quería seguir subiendo hasta la cima, pero su padre, a pesar de estar desfalleciente, lo empujaba y lo ponía alerta al mismo tiempo contra alguna culebra matacaballo o algún escorpión. El padre de los hermanos Andolini creía que el ejercicio era algo bueno para ellos. No estaba bien que un chico de catorce años y uno de seis se la pasaran todo el tiempo sentados frente a la televisión de manera sedentaria. Él creía que la juventud se había hecho para forzar al cuerpo en toda clase de ejercicios hasta llegar al límite. Él mismo, de joven y adolescente, siempre cogía el colectivo de la doce y se iba con un monopatín mar bravo a las lomas de las Carmelitas y se ponía a competir con Diego Baquerizo y Xavier Peralta para ver quién podía bajarse la loma la mayor cantidad de veces. Ese tipo de ejercicio en monopatín le ayudaba al padre de los Andolini a tener mejor estilo a la hora de surfear. ¡Qué maravilloso era el mundo de los sueños!-pensó Pepe Viche cuando se despertó en la mañana con la garganta llena de flema sanguinolenta para recibir de Doménica una jarra tibia de leche con miel pura de abeja-, sí, ¡qué maravilloso es el mundo de los sueños!, cuando su madre sufrió su primer ataque renal y el ácido úrico se le subió a la cabeza y le dio uremia, ella, la pobrecita, estuvo todas las noches delirando y soñando con su madre y su tía Elbita y diciendo cosas sin sentido. La pobre vieja estaba al borde de la muerte. ¡Qué maravilloso mundo el de los sueños!

Gabriela

hoy al verte

Me muero de ganas

Por conocerte

Te pinto al óleo

Desnuda, traviesa

Como una canción

De Billy Ocean

Envuelves mi cabeza

Con perfume

E ilusiones

Eres perversa e inquieta

Como una ola

De Paco Illescas

Pero te rindes

Cuando me abres tus glúteos

Ayer te confisqué

Tu corazón

Hoy me vuelves loco de amor

Sin razón

¿qué es lo que quieres de mí?

Aquel sueño con su padre y su hermano había sido tan real, incluso, se acordó de cuando su padre le había comentado al día siguiente que había amanecido con un fuerte dolor en las piernas y en la cadera por el esfuerzo desacostumbrado de aquel sábado nublado y también recordó vívidamente, que su padre les había dicho que desde que empezaron el ascenso temía, que al regreso, bajaran  el cerro en la noche, pero pronto se dio cuenta de que sus temores eran infundados y que lo único que ocurría era que el día estaba nublado. También recordó que por aquella época, la familia pasaba muchas necesidades ya que su padre no conseguía trabajo por su edad, a los cuarenta y dos años ya nadie le da trabajo a un viejo, y la única fuente de ingreso eran sus clases de literatura que impartía a unos pocos alumnos. No es que su padre haya sido un escritor muy importante, pero había leído mucho y tenía el don para enseñar. Cuando su padre enseñaba ponía verdadera pasión y trataba de transmitir a sus alumnos todo el conocimiento que tenía a la mano y su padre era en ese sentido un hombre muy despierto, muy observador en los detalles nimios de la vida y de las circunstancias que lo rodeaban. Por algo había trabajado en el campo de las ventas por espacio de siete años. Aquel sueño había devuelto la vida a Pepe Viche. Era como si al sentir la mano de su padre y ver a su hermano y a él mismo tan joven, todo se hubiera arreglado en su vida y su salud, y milagrosamente, se hubiera recuperado. Pero también se sintió triste al mediodía al extrañar aquel desaparecido ambiente familiar, pero aquel dolor que le desagarraba el pecho y le inundaba los ojos de lágrimas tenía que ser superado. Nada era eterno en este mundo y había que amar bien lo que pronto se tenía que dejar.

La segunda noche de fiebre soñó que los chicos de Fletwood Mac venían a su casa en Salinas a dar un concierto y se reunieron en la gran sala, que fue despejada para colocar los instrumentos de estos grandes gitanos del rock. Y todo iba de maravilla porque empezaron a tocar unas canciones elementales creadas con instrumentos de percusión y empezaron a desfilar en fila india por toda la casa hasta que se cansaron y a Pepe Viche se le ocurrió la idea de decirle a todo el mundo como si estuviera dando una proclama que el asunto se debía a una falta de inspiración, entonces, el tío William, que es evangelista y kungfucista, vino a sermonear sobre las drogas y, luego, cuando fue duramente repelado por aquellas palabras que estaban demás y como estaba con unos tragos encima, mintió, y dijo que había sorprendió a unos chicos hablando sobre la relación de la yerba y la inspiración musical en el antiguo cuarto de mi padre y luego todo pasó tan rápido que lo único que recuerda Pepe Viche fue que el tío se puso como loco y le cayó a puñetes al padre de Pepe Viche, a su propio hermano y Pepe Viche tuvo que sacarlo a empujones de la casa. Todo era tan real que cuando el enfermo de despertó, todavía sentía el sabor del whisky en la boca. Claro que nada de eso era real porque su padre había muerto hace mucho cuando se habían cambiado a la casa de madera y los Fletwood Mac nunca iban a venir a su casa de madera en Salinas a dar un concierto de rock. Pero de todos modos Pepe Viche se sintió perturbado y se levantó en la madrugada para ir a tomar agua helada de la refrigeradora, pero se acordó de su enfermedad y tomó agua tibia de una jarra en la que, más temprano, habían preparado algo de té.

La tercera noche de fiebre soñó que estaba buceando mientras tenía atada a su tobillo con un cordón su tabla y tenía que llegar a la punta de Shit Bay, pero la actriz Cristina Ricci no le dejaba pasar porque no tenía dinero para pagarle. Entonces Pepe Viche encontró un gran tesoro bajo el mar consistente en una gran cantidad de billetes de a cien dólares semi enterrados en la arena, bajo el mar. Y Pepe Viche se puso a sacarlos frenéticamente hasta que hizo un gran montón y se los entregó a la pequeña sirenita que era Cristina Ricci, que parecía una menor de edad. Luego se formó un escándalo con su madre, que creía que aquel dinero la comprometía sexualmente a su pequeña hija y Pepe Viche le explicó a la madre de la Ricci, que todo se trataba de un juego que la misma niña había empezado y que si ella quería podía donar todo esos billetes de cien dólares a la caridad, que a él no le importaba, pero lo más impresionante de aquel sueño fue que las escenas submarinas eran tan hermosas que subyugaban la mente de Pepe Viche y él se quedaba sumergido observándolo todo y medio hipnotizado por la belleza de la pequeña niña actriz. Luego vinieron unas escenas confusas en las que él subía por la loma y se metía a un edificio y subía varios pisos por las escaleras hasta llegar a una oficina repleta de policías para solicitar el permiso correspondiente para correr olas en lugares peligrosos como Shit Bay. Y luego, cuando todos los documentos estaban listos, los policías le dieron una camiseta de color naranja que tenía grabado una bonita marina y una serie de nombres de playas peligrosas para los bañistas, pero aptas para los surfistas y cuando se dio la vuelta se volvió a encontrar con Cristina Ricci y ella lo abrazó y lo besó varias veces en la cara y se fueron a hacer el amor en unas dunas de arena porque ella lo amaba locamente y le gustaba que él le contara sus sueños.

Apenas se recuperó de la fiebre fue visitado por sus panas Pava Loca y Carlos Xavier y lo invitaron a correr olas en el salinero de Paco Illescas. Estaba entrando un aguaje maravilloso y de inmediato se fue para allá en la camioneta de Pava Loca.

Aquello parecía una exhibición del mejor surf que se podía observar. Pava Loca y Carlos Xavier no dejaban correr al pobre Pepe Viche, además, el estado físico de Pepe Viche no era muy bueno porque recién se encontraba convaleciente, así que tuvo que contentarse con quedarse mirando a sus amigos cómo cogían olas sin parar unas tras de otras.

Las olas del salinero de Paco Illescas se paraban bien desde atrás y a Pepe Viche le costaba mucho esfuerzo remar rápido para que no lo cogieran las barredoras.

Después de un rato le cogió mucho frío y le empezó a entrar una deliciosa tembladera que lo obligó a salir corriendo del agua helada de Salinas. Mientras que sus panas Carlos Xavier y Pava Loca se quedaban corriendo olas unas detrás de otras en el salinero de Paco Illescas. Él, en cambio, se quedó en las escaleras, bien arropado con mantas, descansando y mirando tranquilo cómo sus amigos disfrutaban de las olas.

Cuando salieron del agua se encontraron con un Pepe Viche muy disminuido por el frío y le preguntaron si se quería ir con ellos a Engabao y Pepe Viche les dijo que sí, que lo que quería era estar en completo movimiento para sacarle el cuerpo a la muerte. Así que se fueron a Engabao y aquella camioneta alcanzó hasta los doscientos kilómetros por hora. Pepe Viche iba medio dormido en el asiento de atrás, cuando lo sorprendieron con la noticia de que ya habían llegado a Engabao y que el mar estaba rayadísimo, completamente glass y super tubular. El único problema era que toda el agua estaba saturada de cadáveres de insectos y en la punta se desplazaban dos gigantescos lobos de mar, que se movían en el agua de un lado para otro.

Fue una jornada de surf agotadora y los tres muchachos corrían olas a cada rato desde la punta atrás de la roca hasta la orilla donde se pegaban unos tubazos espectaculares ante la vista de unas cholitas bien bonitas, que seguramente eran hijas de los pescadores o algunas playeras que se habían venido a pie desde la ciudad, nadie lo sabía ciencia cierta.

Cuando regresaron a Salinas un amigo les comunicó que había muerto el pusher de la yerba. Lo habían sorprendido en una redada y le habían disparado en la cabeza cuando trató de huir así que se prepararon en sus casas para ir al velorio.

Pava Loca lo fue a ver a Pepe Viche y luego lo recogieron a Carlos Xavier y todos tres se fueron al velorio bien enternados y escuchando Red Barcheta de RUSH a todo volumen.

Cuando por fin llegaron a la humilde vivienda donde estaban velando al pusher-porque se habían perdido en el camino-, una persona que se encontraba en la puerta de entrada de la casa en la que vivía el pusher con su abuelita, les preguntó si eran ellos los que llegaban o eran los otros y ninguno de los tres sabían qué contestarle a aquel individuo. A lo máximo que llegó Pepe Viche fue a responderles que ellos no eran policías y que querían despedirse de su amigo.

Así que Pepe Viche se acercó a darle el pésame a la abuelita con la que su amigo el pusher vivía y luego arrastró los pies hasta el ataúd donde se hallaba el cadáver del cholo.

Su rostro estaba empezando a hincharse y estaba medio morado. Probablemente nunca en su vida se haya puesto una ternura, pero ahora estaba bien enternado y acicalado y en sus manos juntas le habían colocado un escapulario y un rosario católico.

Cuando Pepe Viche se unió a los demás en la sala trasera para tomarse un cafecito con rosca, uno de los muchos amigos del pusher encendió un porrito y se lo empezaron a pasar de uno en uno y todos fumaron y recordaron los rasgos más destacados de este tipo, que en vida se había comportado como un buen amigo, siempre fiel y leal y que en su vida privada se había dedicado por completo a cuidar de su abuela que era su única familia. El pusher también tenía su lado religioso y se consideraba un santero de Cuba, que adoraba fielmente a Yemayá, una virgen negra que era su madre y su ángel de la guardia. En una esquina del cuartito, sobre una mesa destartalada, había varias copas de agua que representaban el descanso del espíritu que vivía en aquella casa con él y su abuela. Luego venían otros dioses menores como Changó que era el rey del trueno y del relámpago. Aquella religión provenía del Congo, Cuba y Brasil. Todas estas cosas las sabía Pepe Viche porque había mantenido una larga conversación con el pusher cuando se habían encontrado en Montaña dentro de una carpa que compartieron para dormir cada cual dentro del forro de su tabla. Muchas veces el pusher iba a Montaña y subía a los cerros para recoger raíces, palos, huesos y plumas para fortalecer o adornar el altar de su Dios llamado OLOFI. Muchas veces tenía que pasar por los potreros y se llenaba de garrapatas que luego tenía que desprenderse de ellas echándose alcohol. En una de sus piernas tenía una gran cicatriz que le dejó de recuerdo una garrapata. Cuando Pepe Viche le preguntó que según su religión qué pasaría cuando él muriera, el pusher le dijo que se iría al cielo como todos los demás y luego le ofreció una taza de flan Royal, y unas galletas surfinas con atún. Ahora el mismo tipo se encontraba enternado, con un rosario en la mano y metido en un ataúd en proceso de descomposición. Rodeado de todos sus amigos de parranda y de su abuelita que de tanto llorar toda la noche ya se había resignado a separarse del único miembro de su familia que la mantenía. Ahora ella dependería de la caridad de los vecinos o tendría que buscar asilo en alguna institución para desamparados porque el resto de su familia trabajaba muy lejos y nunca habían querido saber nada de ella y de ese nieto perdido que vendía yerba para mantenerla.

Valeria

Tu nombre es una sombra

Un recuerdo en mi memoria

El grito de una pasión

De un día

Tus ojos serios

Que esconden el fuego

De tu amor

En tus senos

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