De un taxi salgo, hacia un taxi voy (Crónicas sobre los taxis y los taxistas de Bogotá – Tercera entrega)
Tercera y última parte de crónica escrita en 2002.
Segunda entrega
Por: José Enrique Plata Manja @owai
El guía de la otra ciudad.
En algunas ocasiones la ciudad parece ser varias ciudades dentro de ella misma. Es decir, al alcance de la mano están esas guías turísticas bilingües, con anuncios de restaurantes, tiendas de recuerdos y souvenirs, con anuncios de discotecas, cafés, bares, almacenes de ropa, servicios de hoteles elegantes, alquileres de vehículos y todas esas cosas que hacen que los turistas (propios y extraños) se sientan confortables o en su propio hogar. Las fotografías son pulcras, modelos elegantes, gente sonriendo, tarjetas de crédito a la mano, y más cosas de la alegre y común vida moderna. Pero de un modo u otro hay una guía no escrita de las otras actividades que se pueden llevar a cabo en la ciudad o de las cuales se sabe que existen, pero no entiende uno cómo sería la estrategia publicitaria o de marketing para promocionarlas. Es una promoción que recorre la ciudad de viva voz, sin depender de estrategia alguna y atendiendo el gusto y la posibilidad de cada cliente o clienta, sea él o ella una personas de ingresos altos, medios o bajos. Y si es habitante local o extranjero, dependiendo de sus gustos o preferencias, este otro mercado también le ofrece productos y servicios. Veamos..
– Buenas noches
– ¿Buenas noches señor, para dónde va?
– Voy a la calle 72, con carrera once
– Se va a encontrar con alguien?
– Si, una amiga me espera, para que vayamos a dar una vuelta y salgamos en esta noche.
– Uy patrón, si usted se pasa de tragos, tome mi tarjeta. Me llama y yo le hago un viajecito seguro. Lo puedo llevar a una buena residencia, está solito con su compañera y todos callados. Nadie se entera de nada. Ahora bien, que si quiere también seguir tomando o si le da por usar cocaína, tranquilo que yo tengo quien le de eso, sin problema alguno. Los preservativos son cortesía de la casa.
– Gracias, pero no estoy como para eso, voy por cosas más tranquilas.
– No importa señor, mire que es mejor que usted esté seguro. No vaya y sea el caso que le pase algo malo. Usted sabe que esta ciudad es peligrosa, por ahí se ven y se oyen tantas cosas… En estos tiempos hay que rebuscársela un poco más y ya vé, lo prohibido es rentable. Usted nada más me dice que es lo que necesita y se lo tengo así de fácil como abrir y cerrar los ojos. Le tengo trago, mujeres, y si quiere hasta modelos también. Usted dígame cuál es su fantasía…aquí estamos para colaborarle…
– Gracias señor, pero dígame cómo es eso de que lo prohibido es rentable?
– Sí, no ve que la gente le gusta esconderse de los vicios o de los gustos y tienen que pagar por eso. ¿Usted cree que si la coca se pudiera conseguir como los chicles, en las esquinas o en las tiendas sería tan costosa como lo es ahora? No señor, eso no es así. Y además cada persona a la que le gusta la coca, sabe lo que quiere. Y ahora me dicen que andan con esas pepas, el éxtasis y ya me van a dar el dato de cómo conseguirlas y distribuirlas. Hoy en día las mujeres usan el cuerpo para más cosas que colgarse la ropa y vestirse. Con esta escasez de plata, hay que trabajar de diversas formas…
– ¿Señor, usted se considera un repartidor del vicio, la perdición o de la diversión?
– No, ni más faltaba, más bien yo soy un auxiliar del goce.
– Gracias de todos modos
Particularidades de un taxista en Bogotá: Hay algunos que llevan varios años en esta labor. Son quienes decidieron que su vida fuera dedicada a la prestación de este servicio y hay otros, quienes debido a las circunstancias sociales de los últimos cuatro o cinco años, han tenido que dejar a un lado sus sueños y esperanzas de estar enganchados en el mercado laboral del país, tener un salario mensual, las primas salariales de los meses de Junio y Diciembre, la seguridad social, el derecho a la pensión y algunos beneficios más, para sobrevivir entonces en la ciudad. Profesionales de distintos capas sociales han tenido que acudir a esta actividad para vivir y poder tener dinero para su sustento.
La ciudad no puede desconocer cómo ella tiene en sus taxistas la posibilidad de tener un servicio “efectivo” de transporte en diferentes momentos, y quien conduce es también una persona con sus ideas sobre las cosas, sus gustos, su historia propia, sus odios, sus desencantos y más cosas que lo conforman.
Varias ocasiones en la semana o en el mes tengo que tomar taxi para desplazarme de un lado a otros y contraviniendo todas las advertencias de no tomar un taxi en la calle y llamarlo por un servicio seguro y esperar que éste me recoja, Me doy entonces a la tarea de pararlo en la calle, mirar de antemano sus placas y memorizarlas, porque cada viaje así puede ser el último. No es algo de lo cual uno deba sentirse tan desligado, sabiendo que cada semana hay reportes de accidentes en taxis o de gente que la han robado, la han secuestrado o ha sido víctima del llamado «Paseo Millonario».
Dentro de mi labor misma de vivir en la ciudad, he encontrado casos particulares de viajes, recorridos, taxis y taxistas, que he venido recopilando, como una manera, de dejar plasmados esos encuentros entre el azar, un servicio y una intercomunicación que se queda albergada en algún recuerdo particular de la memoria.
Con todas las diferencias que pueden existir entre los seres de Bogotá, sean ellos propios del lugar o extranjeros, hay algunos aspectos de la vida diaria que los hacen iguales en esta ciudad. De día y de noche:
- Conocer o saber de alguna persona que ha sido secuestrada, extorsionada, robada o amenazada, de manera directa o indirecta.
- Saber de la existencia de los teléfonos celulares y en algún momento haber usado uno, tenido o visto.
- Haber estado alguna vez en un recorrido en taxi de un punto a otro de la ciudad. Ya las historias particulares sobre eso, le pertenecen a cada cual.
Malas costumbres de los taxistas de Bogotá: Hay algunas malas costumbres. No son generalizadas pero aún persisten a pesar de las campañas cívicas que se hacen para evitarlas. Pueden ser ellas el mal trato al pasajero durante el trayecto mediante el uso de malas palabras o conducir de manera rápida o descuidada, sin cuidado alguno por la seguridad del pasajero o del vehículo. También algunos suelen fumar o comer mientras se está dentro del vehículo.
En algunas ocasiones, al detener un taxi para que éste haga un recorrido al destino del pasajero, el taxista se niega a hacer el recorrido aduciendo que va para otro lado, que va a guardar ya el carro y se desvía de la ruta, que se demora mucho en llegar allá, o que hay mucha congestión.
Otra mala costumbre se puede ver cuando es el momento del pago. Algunos de los taxistas dicen el valor de la carrera y el pasajero pasa una suma superior. El taxista dice que no tiene la suma de dinero para dar las vueltas y se disculpan diciendo frases como: “Qué pena mi don, pero no me alcanzan las monedas, tocó dejar así.”, “Señor, me disculpa, no le puedo dar vueltas”., “Acabo de comprar la gasolina y polichar el carro y se me fue todo el dinero sencillo. Discúlpeme por esta vez. Otra vez que nos veamos le doy las vueltas.”
Y también puede verse otra mala costumbre al estar en medio del trayecto y decir: Hasta aquí lo llevo, mire que hacia donde usted va es muy lejos y se me hace tarde. Págueme hasta aquí y no le cobro el recargo.
Su titular
Algunas mañanas del mes de Diciembre traen la sensación de estar sumidas entre un extraño paroxismo. La gente es efusiva, como no lo fue en el resto del año y trata además de tener mejores propósitos e intenciones para el año que está por comenzar. Una vez más la obra humana ha de fallar. Las emociones se confunden con las tristezas y hay que sacar tiempo para cerrar bien el año, quedar bien consigo mismo, con la familia y tener sueños para el año siguiente.
Es un martes de diciembre en la ciudad, y si bien la ciudad tiene otro ritmo porque ya han salido de ella algunas personas hacia su lugar de origen por las vacaciones, aún hay actividad laboral y congestión en las vías, y la mañana me ha tomado por sorpresa. Debo asistir a una cita en el norte de la ciudad y no encuentro un transporte rápido y disponible. Mi tiempo va pasando y no quiero llegar tarde, así es que entonces me ha tocado acudir a los vehículos amarillos.
Ahora el turno es para uno que tiene un conductor de unos 30 años de edad, quien anda mirando la primera página de un periódico ubicado en la silla a su lado derecho. Al entrar al vehículo mientras me sentaba, suena el radioteléfono con insistencia.
Central llamando, se solicita un servicio para Chapinero, en la calle 65 con carrera cuarta.
El conductor sólo se limita a preguntarme hacia dónde voy y le digo que por favor me lleve a la calle cien con carrera quince.
En el radio teléfono ahora dicen que solicitan un servicio para la calle 105 con carrera 12. El conductor dice que él lo toma y empieza a apurar, en la medida de lo posible, su paso por las calles. Tiene encendido su radio en la frecuencia A.M. en un boletín de noticias. Tengo un ligero dolor de cabeza y mientras tanto en la radio se oyen cosas como estas:
Bogotá su titular: Gran estupor causó en el Gobierno nacional la más reciente acción guerrillera perpetrada por un comando de las F.A.R.C. en el departamento de Antioquia al secuestrar seis turistas que se encontraban descansando en una localidad vecina. Así mismo, la sociedad colombiana anda estupefacta ante la historia de Rolando, un ayudante de latonería en un taller de Bogotá, quien resultó ganador en el concurso de habilidades llamado Expedición Robinson, una versión local del programa de televisión Survival. Tras 42 días de extensas y duras actividades, Rolando se sobrepuso frente a otros 15 competidores. Su premio: 200 millones de pesos, alrededor de cien mil dólares.
Lima, su titular: Un grave descenso en los índices de popularidad y de su gestión enfrenta el presidente Toledo, ante una serie de amenazas de la población por una posible alza de impuestos.
Buenos Aires, su titular, Caracas, su titular: El presidente Hugo Chávez anunció la inmediata promulgación de su controvertida Ley de Tierras en medio de un gran descontento general. El presidente de Fedecámaras, principal organismo agrupador de la industria venezolana, declaró que el paro del lunes 10 de Diciembre, fue un gran éxito y que si el gobierno no deroga esta medida, podrán suceder cosas peores.
Quito, su titular, México D.F. su titular, era lo que se oía en la radio.
Santiago de Chile, su titular: Los santiaguinos, Montevideo, su titular:
Cerré un poco mis ojos, para evadir así las imágenes de la jornada que hasta ahora iba a comenzar.
Un rato corto después, me dice el conductor:
– Señor, hemos llegado, son cuatro mil quinientos pesos
– Uff, fue muy rápido, casi me quedo dormido oyendo las noticias.
– Bueno, ojalá no se quede dormido para siempre, o si decide hacerlo sea en un día mejor que estos. Con esos titulares de por acá no dan ganas de vivir más, sino de largarse, uno parece que estuviera en un mal barrio, llamado América Latina.
Rapidez
La era de la ampliación de las telecomunicaciones en la ciudad de Bogotá lleva alrededor de ocho años. Recuerdo cómo al ver los canales de la antena parabólica, hablaban de los teléfonos celulares. Amigos míos que habían viajado decían que en efecto la gente cargaba con teléfonos portátiles en los bolsillos, maletas o en la mano, y cuando menos se esperaba, sonaba bip-bip-bip o trin-trinnnn y la gente podía caminar y hablar. No era nada como las películas de ciencia ficción.
Para el año 1994 se empezaron a ver en la ciudad esos mismos aparatos, en manos de ejecutivos, empresarios, médicos y otros profesionales. Los precios eran altos y los aparatos estéticamente hablando eran feísimos, pero igual era necesario presumir de su tenencia y se inventaban llamadas cuales quiera que ellas fueran. Con el paso de los años, los celulares se han convertido en herramientas útiles para la comunicación en la ciudad y en el país. Pero así mismo se han podido convertir en un hervidero de pitidos en las calles y recintos abiertos y cerrados, a veces molestando o siendo impertinentes. Y así como algunos pagan cuentas exorbitantes por su uso y abuso, algunos lo tienen como necesaria herramienta de trabajo, como manera de ampliar su cobertura y campo de acción. Yo aún no tengo ese aparato, pero igual la gente lo sigue comprando y ahora hay unos que lo tienen como opción adicional para llevar en alguna maleta y así no permanecer incomunicados con “el mundo”.
– ¿Buenas noches señor, hacia dónde se dirige?
– Voy hacia la calle 116 con carrera quince.
– Bipp central reservo el servicio Q.R.T me encuentro a la altura de la calle 64 con carrera tercera. ¿Disculpe señor, me podría repetir a dónde quiere que lo lleve?
– Me puede por favor llevar a la calle 116 con carrera quince.
– Con gusto.
El taxi de esta ocasión es un modelo nuevo, con bloqueo central, con un tablero de mando reluciente. Pero hay un detalle que me llama la atención y es ver cómo el conductor además de estar pendiente del trayecto cada cierto tiempo está pendiente de dos aparatos de radioteléfono instalados en el vehículo. Además tiene en uno de sus oídos uno de esos adminículos llamados “manos libres” conectado a un teléfono celular. Cada cierto tiempo hay llamadas y sonidos por los radioteléfonos.
– Central llamado al móvil 495
– Se solicita servicio a la altura de la Avenida Suba con calle 110. Clave 25
– A la altura de la carrera segunda con calle 73 se presenta un accidente, por favor evadir ese sitio y tomar vías alternas. tsss
– ¿Señor, disculpe le pregunto, pero usted si puede prestarle atención a todo lo que se dice en ese radioteléfono y hablar por el celular a la vez?
– Claro señor, usted se fija bien y aquí tengo el celular y dos radios.
– ¿Pero para qué dos radios? ¿No le basta con uno solo?
– No señor, es que fíjese usted, yo tengo que aprovechar este carro al máximo. La compañía a la cual yo estoy afiliado tiene 12 frecuencias de radio y cada una tiene entre quinientos y mil taxis afiliados. Yo entonces tengo este radio con dos frecuencias, porque entonces si el trabajo en una frecuencia está muy competido, entonces en la otra hay otras opciones. Y con este celular que llevo aquí entonces recibo llamadas de otros clientes que tengo antes a los cuales les paso mi tarjeta y entonces donde sea el caso voy y les hago el servicio. Si usted necesita hacer llamadas por celular, yo aquí le vendo las tarjetas prepago de cinco, diez, veinte o cincuenta mil según su presupuesto. Si necesita información bursátil, aquí en el celular me la envían con sólo teclear y usted entonces puede tomar las decisiones. Yo no me varo por comunicaciones, para nada….
– ¿Pero tiene que asumir un mayor costo con esto?
Bip- Bip.Tsss. Central llamando al móvil por favor confirme —
Mientras suena el llamado en uno de los radioteléfonos, el cual interrumpe nuestra charla, veo cómo suena también el celular y el conductor maniobra rápidamente para contestar y a la vez no perder la atención de la llamada de la central. Me da la impresión de que ha simplificado los movimientos y las acciones debido a la repetición cotidiana de esta situación. Así entonces puede atender las señales a su alrededor (al menos eso me parece a mi que es lo que se logra al moverse rápidamente). No despega la espalda de la silla, teclea algunos botones del celular, mientras mira a los lados y al frente y con uno de sus brazos opera el timón. Su destreza domina el medio. En algún momento pensé que este señor tendría que doblarse y retorcerse como lo hacían los personajes infantiles de los Barba Papás. Algo así como una forma gelatinosa que se mueve y de un momento a otro le surgen brazos y pies para sujetar lo que se encuentre a su alrededor. Este señor entonces contestaba el celular, conducía entre las calles de la ciudad, prestaba atención a los mensajes del radioteléfono y luego me prestaba atención a mí.
– Perdón señor, pero ya ve, hay que maniobrar aquí para que uno pueda entonces prestarle atención a todo. ¿Me preguntaba usted por los costos, cierto?
– Sí, por qué tiene usted dos radioteléfonos cuando la mayoría de taxis, sólo tienen uno.
– Ah como le comentaba es que tengo los dos para tener más opciones y con el celular recibo los llamados de pasajeros que solicitan mis servicios y se dan cuenta de mi eficacia. Trabajo mucho de verdad, más de doce horas al día. Los pagos que tengo que hacer son un gran sacrificio. Pago ochenta mil pesos por los dos radios, el celular tiene un plan especial, pero no puede decir nadie que se sube a mi taxi que no estoy a con lo último de la tecnología. Hay celular, radioteléfonos y este carro tiene además bloqueo central, y tengo un sistema de alarma que rastrea por medio de una señal los desplazamientos del vehículo en el perímetro urbano y si me roban, hay un rastreo en directo con satélite. A mi no me la hacen dos veces.
Ante todo este despliegue de tecnología yo estaba absorto. Me sentía como si estuviera en una de esas películas de ciencia-ficción o de avanzada, o esas series japonesas donde por igual los vehículos se mueven raudos y veloces y cuando menos lo piensa uno, al presionar botones se abren compuertas y pasadizos. Hay objetos escondidos, y aparecen pistolas y cañones desafiantes, atemorizando a todos.
El año pasado Bogotá tuvo y vivió una de las jornadas más traumáticas de su vida contemporánea, cuando en el mes de Agosto, el gremio de taxistas, llevó a cabo una serie de bloqueos en las vías principales de la ciudad como respuesta a una iniciativa de la alcaldía de la ciudad por reducir la contaminación y el alto flujo vehicular excluyendo durante dos días de la semana la operación en ciertas horas de los taxis, y teniéndose como criterio el número final del registro del taxi.
Aquellos vehículos que tuvieran placas terminadas en 1 ó 2 no circularían Lunes y Miércoles y los que tuvieran con 3 y 4 otros dos días y así hasta que se cubrieran los números y posibilidades de combinación para disminuir las circulaciones diarias y los niveles de contaminación.
La alcaldía de Bogotá por medio del alcalde Antanas Mockus esgrimía el argumento de que se podrían tener otras fuentes de trabajo y además se tendría la posibilidad de descongestionar las vías de la ciudad. Junto a eso se podría tener nuevas acciones de los ciudadanos. Es decir que se pudiera acudir más al nuevo sistema de transporte multicolectivo llamado Transmilenio y de esta manera la ciudadanía bogotana y la gente radicada en estas coordenadas terrenales tendría otras opciones de transporte. Se acercarían a la ciudad de una manera más colectiva, tratando de superar las barreras de la individualidad.
Esto fue como un detonante explosivo en este gremio. En vista de la medida decidieron hacer presión, y la manera de hacerlo fue bloqueando las principales vías de la ciudad, la autopista norte, la autopista sur, la carrera séptima, la avenida de las Américas, la Avenida 68, la carrera 30. Todo era una maraña de puntos amarillos si uno lo miraba desde el cielo. Taxistas que no cedían, gente que se quedó estancada en estos embotellamientos. Buses escolares que demoraron más de 20 horas en salir de las vías estancadas. Gente que tenía la intención de cumplir citas de negocios, de trabajo o personales en el centro de la ciudad y, nunca pudieron llegar a estas. Se vieron caras largas, aburridas, la paranoia y la desesperanza, el desespero y más.,,,
La gran cantidad de taxistas que bloquearon la ciudad defendía su posición y el gobierno local tuvo que ceder. En la actualidad, sólo uno de esos dos días iniciales de restricción permanece vigente. Tal vez esta sea una de las más recordadas ocasiones en la historia reciente de Bogotá en la cual sí hubo un real retroceso dentro de un día común.
Bastaba ver la calle o aquello que los sistemas de información normal solían presentar para ver que la situación podría llegar a límites no previstos y podría empeorar. Ya durante el primer día de bloqueo, algunos niños que iban en las rutas hacia el colegio tuvieron ataques de histeria cuando no podían llegar a sus casas y no podían además ser recogidos por sus padres, lágrimas que recorrieron caritas de niños y niñas de colegios cuando no estaban allí y cuando pasaba el día y no pudieron llegar a casa para la merienda antes de ver televisión y jugar con el computador. Tuvieron tanto dolor…
Esas horas extremas permitieron ver cómo un taxista rueda en la ciudad durante una considerable cantidad de horas y se enfrenta a diversos tipos de situaciones como las anteriormente descritas. Pero aparte de eso, fue posible ver su papel en la ciudad. Si para llegar de un lado a otro las opciones de transporte considerables son los buses ejecutivos, busetas, colectivos, y los taxis se tienen en cuenta, hay que ver cómo el gremio de taxistas logró hacer suficiente presión para que se reconsiderara una decisión.
Logró hacer un gran bloqueo capaz de remontar a la ciudad a sus épocas de transporte y movilización a pie o por medios de tracción animal. Mientras la gente caminaba pasaban pocos buses llenos de gente, como si fueran racimos humanos. Los taxistas, estaban concentrados en las calles. Ahí, sentados y con pancartas donde manifestaban su protesta. Taxistas de Bogotá, impidiendo que la ciudad tuviera su desarrollo “normal”, con sus vehículos amarillos estacionados en las calles y avenidas de la ciudad, jugando fútbol y cartas, mientras la gente buscaba la forma de llegar a su trabajo. Taxistas de Bogotá, en un soleado día de Agosto, ejerciendo presión para hacerse oir por las autoridades de la ciudad, saliendo en los medios nacionales y en los medios internacionales presentando su declaración y opinión acerca de la medida.
Taxistas de Bogotá uno y mil más, en cada punto haciendo presencia más allá de ser transportadores. Taxistas de todo tipo, jóvenes, de mediana edad, jubilados…taxistas que representaban de alguna manera la voz de protesta de la gente común de la clase media. Al fin y al cabo, clase media nunca muere. Nadie entonces podía decir que alguno de los taxis en los cuales se había subido alguna vez no estuviera allí, en esa ocasión. Otros gremios de la ciudad tomaron conciencia acerca de esto y se han hecho sentir a su manera.
Hoy en día, el recuerdo de esa situación puede parecer algo amargo, pero en la ciudad ronda un fantasma que acecha a la actividad de los taxistas. Se rumora que el gobierno distrital expedirá un decreto por medio del cual los taxis registrados en la ciudad antes de 1990 deben dejar de circular, para así renovar el parque automotriz de Bogotá. Ciertos taxistas dicen que se planea que en máximo diez años, la ciudad no tenga ningún tipo de taxi. El Transmilenio será el medio más efectivo para ir de un lado a otro. No se expedirán más licencias ni se permitirá la venta de más taxis en la ciudad. Todos los taxistas y sus familias tendrán que enfrentarse a los mismos problemas de siempre y a otros nuevos. Quién sabe si dentro de diez años, Bogotá tenga ínfulas de ser como alguna ciudad de Suiza. Si por ende se piensa que un día de vida en Bogotá equivale a diez años de vida en Suiza, quién sabe si dentro de diez años, un día de vida en Bogotá, ya pueda ser comparable con un año de vida en Suiza. Si los taxis de Bogotá no serán los que en la actualidad se observan, sino que serán modelos Mercedes Benz o B.M.W. eso sí, adaptados al paisaje criollo y con un carácter local.
El tiempo lo dirá, mientras tanto, hay que acudir a los taxis como medio de transporte y a los taxistas como personas. Tal vez se puede pensar que los taxis son esa serie de vehículos donde se transportan los bogotanos, seres del mundo ubicados en un plano espacial particular. Seres que viven en una ciudad rodeada de unas montañas, con un clima desconcertante, con días de sol y de lluvia, con vidas de personas que giran alrededor del trabajo (cuando se tiene), el amor (si lo tienen), los ires y venires de la vida. Seres que acuden a los taxis para transportarse cuando no tienen un vehículo propio.
O mejor, no pensar en eso, mejor hay que hacerse a la idea de que son taxis de Bogotá en los cuales se desplazan gente de la ciudad con todo lo que eso signifique. Taxis amarillos, de compañías para la ciudad. Taxis para todos. Todos para los taxis.
José Enrique Plata M.
Bogotá, Colombia
Mayo – Junio 2002
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Tags: América Latina, barrios de Bogotá, Bogotá, Crónica, Expedición Robinson, José Enrique Plata, Owai, taxis, taxistas, Urbano
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